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CAPÍTULO NUEVE

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En sus sueños, Avery estaba nuevamente con su familia.

Su ex era un hombre atlético de cabello castaño recortado y deslumbrantes ojos verdes. Ávidos escaladores, fueron de excursión juntos con su hija, Rose; ella tenía tan sólo dieciséis años y ya había sido aceptada anticipadamente a la Universidad Brandeis, a pesar de estar aún en la secundaria, pero en el sueño tenía seis años. Iban cantando y caminando por un camino rodeado de densos árboles. Aves oscuras revolotearon y chillaron antes de que los árboles se convirtieran en un monstruo de sombras y una mano con forma de cuchillo apuñalara a Rose en el pecho.

"¡No!" gritó Avery.

Otra mano apuñaló a Jack y él y su hija se alejaron suspendidos en el aire.

"¡No! ¡No! ¡No!" lloró Avery.

El monstruo descendió.

Unos labios oscuros susurraron en su oído.

No hay justicia.

Avery se despertó de una sacudida con el sonido de un teléfono sonando incesantemente. Aún estaba en la terraza en su bata. El sol ya había salido. Su teléfono continuaba sonando fuertemente.

Atendió.

"Black."

"¡Oye Black!" respondió Ramírez. "¿Nunca atiendes o qué? Estoy abajo. Junta tus porquerías y salgamos de aquí. Tengo café y bocetos."

"¿Qué hora es?"

"Ocho y media."

"Dame cinco minutos," dijo y colgó.

El sueño seguía penetrando en sus pensamientos. Perezosamente, Avery se levantó y entró al apartamento. La cabeza le pulsaba. Forcejeó con los vaqueros desteñidos. Hizo que una camiseta blanca se viera respetable con una chaqueta negra. El desayuno fueron tres tragos de jugo de naranja y una barra de granola. De salida, Avery se echó un vistazo en el espejo. Su atuendo, y su comida matutina, tenían poco que ver con trajes de miles de dólares y desayunos diarios en los más elegantes restaurantes. Supéralo, pensó. No estás aquí para verte bonita. Estás aquí para atrapar a los malos.

Ramírez le alcanzó una taza de café en el auto.

"Te ves bien, Black," bromeó.

Como siempre, él parecía ser el modelo de la perfección: vaqueros azul oscuro, una camisa abotonada celeste, y una chaqueta azul oscuro con cinturón y zapatos marrones.

"Deberías ser modelo," gruñó Avery, "no policía."

Una sonrisa exhibió su dentadura perfecta.

"En realidad, hice un poco de modelaje una vez."

Salió del corredor y se dirigió al norte.

"¿Dormiste algo anoche?" preguntó.

"No mucho. ¿Y tú?"

"Dormí como un bebé," dijo orgullosamente. "Siempre duermo bien. Nada de esto me afecta, ¿sabes? Trato de dejarlo pasar," dijo haciendo una ola en el aire con sus manos.

"¿Alguna novedad?"

"Los dos muchachos estaban en su casa anoche. Connelly les puso vigilancia sólo para asegurar que no se escapen. También habló con el decano para obtener información y asegurarse que nadie se ponga nervioso con un montón de policías vestidos de civil merodeando por el campus. Ninguno de los chicos tiene antecedentes. El decano dice que son buenos muchachos de buenas familias. Lo veremos hoy. No hay noticias de Sarah sobre el reconocimiento facial. Deberíamos tener noticias esta tarde. Algunos concesionarios de autos me devolvieron la llamada con nombres y números. Voy a hacer una lista y ver qué pasa. ¿Viste el periódico de la mañana?"

"No."

Lo sacó y lo arrojó sobre su falda. En letras negras grandes, el titular decía "Muerte en Harvard." Había otra fotografía del Parque Lederman, junto con una foto más chica del campus de Harvard. El artículo era un refrito de la editorial del día anterior e incluía una imagen más pequeña de Avery y Howard Randall de sus días juntos en la corte. Se mencionaba a Cindy Jenkins por su nombre, pero no había ninguna foto de ella.

Causa para Matar

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