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Prólogo

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Janine creyó ver algo oscuro en el agua cerca de la costa. Era grande y negro y parecía moverse un poco en el agua.

Le dio otra fumada a la pipa de marihuana y se la devolvió a su novio. ¿Podría ser un gran pez? ¿O algún otro tipo de criatura?

Janine negó con la cabeza, diciéndose a ella misma que no se dejara abrumar por su imaginación. Asustarse arruinaría el efecto de la droga. El lago Nimbo era un gran embalse artificial equipado para la pesca igual a muchos otros lagos de Arizona. Nadie había reportado la existencia de monstruos por estos lados.

Oyó a Colby decir: “Guau, ¡el lago está en llamas!”.

Janine se volvió para mirar a su novio. Su cara pecosa y pelo rojo brillaban en la luz del sol por la tarde. Acababa de darle otra fumada a la pipa de marihuana y estaba mirando el agua con asombro.

Janine se rio. “Solo estás drogado, hombre”, dijo. “En todos los sentidos”.

“Sí, y el lago está en llamas”, dijo Colby.

Janine se volvió y observó el lago Nimbo. Aunque aún no estaba tan droga, la vista era impresionante. El sol de la tarde encendió la pared del cañón, volviéndola un conglomerado de rojos y amarillos. El agua reflejaba los colores como si fuera un gran espejo.

Tomó la pipa de nuevo e inhaló profundamente, sintiendo la agradable quemadura en su garganta. Estaría bastante drogada en cualquier momento. Sería muy divertido.

Aún así, ¿qué era esa forma negra bajo el agua?

“Es solo un efecto de la luz”, pensó Janine.

Era mejor ignorarlo y no asustarse por eso. Todo lo demás era tan perfecto. Este era el lugar favorito de Colby y de ella. Era demasiado hermoso, estaba metido en una de las caletas del lago. Quedaba lejos de los campamentos, lejos de todo.

Colby y Janine generalmente venían todos los fines de semana, pero hoy simplemente habían faltado a clases. El tiempo de finales de verano era demasiado sabroso como para dejarlo pasar. Aquí había más fresco que en Phoenix. El carro viejo de Colby estaba estacionado justo al lado del camino de tierra detrás de ellos.

Por fin se empezó a sentir drogada mientras miraba el lago. El lago parecía ser casi demasiado hermoso como para mirarlo. Así que miró a Colby. Él le pareció demasiado hermoso también. Se aferró a él y comenzó a besarlo. Él le devolvió sus besos. Sabía demasiado bien. Todo de él se veía y se sentía fabuloso.

Ella terminó el beso y lo miró a los ojos y dijo: “Nimbo significa halo, ¿sabías eso?”.

“Guau”, dijo. “Guau”.

Pareciera como si eso fuera la cosa más asombrosa que jamás había escuchado en su vida. Se veía demasiado chistoso diciendo eso como si fuera algo religioso. Janine se comenzó a reír, y Colby se rio también. En unos segundos estaban en los brazos del otro de nuevo, toqueteándose.

Janine logró zafarse.

“¿Qué pasa?”, preguntó Colby.

“Nada”, respondió Janine.

Se quitó su blusa de cuello halter en un abrir y cerrar de ojos. Los ojos de Colby se abrieron.

“¿Qué estás haciendo?”, preguntó.

“¿Qué crees que estoy haciendo?”.

Ella comenzó a tirar de su camiseta, tratando de quitársela.

“Espera un minuto”, dijo Colby. “¿Aquí?”.

“¿Por qué no? Es mejor que el asiento trasero de tu carro. Nadie está viéndonos”.

“Pero tal vez un barco...”.

Janine se echó a reír. “¿Y qué? ¿A quién le importa si hay un barco?”.

Colby estaba cooperando ahora, ayudándola a quitarle su camiseta. Estaban torpes de la emoción, haciendo todo aún más excitante. Janine no podía imaginar por qué no habían hecho esto aquí antes. No es como si esta fuera la primera vez que habían fumado marihuana aquí.

Pero Janine no podía sacarse la forma negra del agua de su mente. Era algo, y seguiría inquietándola y arruinando todo si no se enteraba de lo que era.

Se puso de pie, respirando fuertemente.

“Vamos”, dijo. “Echémosle un vistazo a algo”.

“¿A qué?”, preguntó Colby.

“No sé. Vamos”.

Ella tomó la mano de Colby y dieron tumbos ladera abajo hacia la orilla. El mareo de Janine se estaba tornando amargo. Odiaba cuando pasaba eso. Entre más pronto descubriera que todo esto era inofensivo, más pronto podría volver a sentirse bien.

Aún así, estaba empezando a desear que la marihuana no la hubiese afectado tan rápidamente.

Entre más se acercaban, más podía ver el objeto. Era de plástico negro y podía ver algunas de las burbujas que creaba en el agua. Y había algo pequeño y blanco justo a su lado.

Janine pudo ver que se trataba de una gran bolsa de basura negra a lo que estaba a un metro del agua. Estaba abierta de un lado, de allí se asomaba la forma de una mano demasiado pálida.

“Un maniquí, tal vez”, pensó Janine.

Se inclinó hacia el agua para verla más de cerca. Las uñas estaban pintadas de un rojo brillante que contrarrestaba la palidez. Janine sintió una corriente eléctrica sacudir todo su cuerpo cuando por fin comprendió lo que estaba viendo.

La mano era real. Era la mano de una mujer. La bolsa contenía un cadáver.

Janine comenzó a gritar. Oyó a Colby gritar también.

Y sabía que no podrían dejar de gritar por un largo rato.

Una Vez Anhelado

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