Читать книгу Una Vez Anhelado - Блейк Пирс - Страница 8

Capítulo Dos

Оглавление

Riley sintió una punzada de temor a lo que su celular comenzó a vibrar en su cartera. Se detuvo en frente de la puerta principal de su nueva casa adosada y sacó su celular. Su corazón dio un vuelco.

Era un mensaje de Brent Meredith.

Llámame.

Riley se preocupó. Quizás su jefe le estaba escribiendo solo para ver cómo estaba. Ya se había vuelto algo habitual en él últimamente. Por otro lado, quizás quería que volviera al trabajo. ¿Qué haría ella si eso fuera así?

“Le diré que no, obviamente”, pensó Riley.

Sin embargo, eso era más fácil decirlo que hacerlo. Su jefe le agradaba, y sabía que podía ser muy persuasivo. Era una decisión que no quería tener que tomar, así que guardó su celular.

Cuando abrió su puerta principal y entró al espacio luminoso de su nuevo hogar, su ansiedad momentánea se esfumó. Todo parecía estar tan bien desde que se había mudado.

Una voz agradable llamó.

“¿Quién es?”.

“Soy yo”, respondió Riley. “Llegué a casa, Gabriela”.

La mujer guatemalteca corpulenta de mediana edad salió de la cocina, secándose las manos con una toalla. Le agradaba ver el rostro sonriente de Gabriela. Tenía años siendo la criada de la familia, mucho tiempo antes de que Riley se divorciara de Ryan. Riley estaba agradecida por el hecho que Gabriela había aceptado mudarse con ella y su hija.

“¿Cómo estuvo tu día?”, preguntó Gabriela.

“Excelente”, dijo Riley.

“¡Qué bueno!”.

Gabriela volvió a la cocina. El olor de una maravillosa cena ondulaba por toda la casa. Oyó a Gabriela comenzar a cantar.

Riley se quedó parada en su sala de estar, disfrutando de su entorno. Ella y su hija tenían poco tiempo de mudadas. La pequeña casa en la que habían vivido cuando se disolvió su matrimonio era demasiado aislada como para ser segura. Además, Riley había sentido la necesidad urgente de cambio, tanto para ella como para April. Era el momento de reconstruir su vida ya que por fin tenía el divorcio y Ryan estaba siendo generoso con la manutención.

Todavía le faltaban algunos detalles. Algunos de los muebles eran bastantes viejos y se veían fuera de lugar en un ambiente tan prístino. Tenía que reemplazarlos. Una de las paredes se veía algo vacía, y a Riley ya no le quedaban fotos que colgar allí. Hizo una nota mental para ir de compras con April este fin de semana. Esa idea hizo a Riley sentirse cómodamente normal, una mujer con una vida familiar agradable en lugar de una agente rastreando algún asesino desviado.

Ahora se empezó a preguntar dónde estaba April.

Se detuvo para escuchar. No escuchaba música salir del cuarto de April. Entonces oyó a su hija gritar, el grito venía del patio trasero.

Riley jadeó y corrió por su comedor hasta llegar a la gran cubierta del patio trasero. Cuando vio el rostro y el torso de April por encima de la valla, le tomó a Riley un momento darse cuenta lo que estaba sucediendo. Entonces se relajó y se rio de sí misma. Su pánico automático había sido una reacción exagerada. Pero también había sido instintivo. Riley había rescatado a April de las garras de un loco que la había atacado para vengarse de su madre recientemente.

April desapareció de su vista y luego apareció de nuevo, chillando alegremente. Estaba saltando en el trampolín de su vecino. Se había hecho amiga de la chica que vivía allí, una adolescente que tenía la misma edad de April y que incluso asistía a la misma escuela secundaria.

“¡Ten cuidado!”, le dijo Riley a April.

“¡Estoy bien, Mamá!”, respondió April entrecortadamente.

Riley se echó a reír de nuevo. Era un sonido desconocido que surgía de sentimientos que casi había olvidado. Quería acostumbrarme a reír de nuevo.

También quería acostumbrarse a la expresión alegre de su hija. Pareciera como si fuera ayer cuando April había sido terriblemente rebelde y taciturna, incluso para una adolescente. Riley no podía culpar a April. Riley sabía que, como madre, había dejado mucho que desear y ahora estaba haciendo todo lo posible para cambiar eso.

Esa era una de las cosas que más le gustaban de estar de licencia de su trabajo de campo y sus horas largas e impredecibles, a menudo en lugares lejanos. Ahora su horario encajaba con el de April, y la posibilidad de que esto tuviera que cambiar algún día aterraba a Riley.

“Mejor lo disfruto mientras pueda”, pensó.

Riley entró de nuevo a la casa justo a tiempo para escuchar el timbre de la puerta principal.

“Yo atiendo, Gabriela”, gritó Riley.

Abrió la puerta y se sorprendió al ver el rostro sonriente de un hombre que no había visto antes.

“Hola”, dijo tímidamente. “Yo soy Blaine Hildreth, de al lado. Tu hija está en mi casa ahora mismo con mi hija Crystal”. Sostuvo una caja frente a Riley y añadió: “Bienvenidas al vecindario. Les traje un pequeño regalo de bienvenida”.

“Ah”, dijo Riley. Esta cordialidad la sorprendió, no estaba acostumbrada a ella. Le tomó un momento decir: “Pasa adelante, por favor”.

Tomó el regalo y le ofreció un asiento en una silla de la sala de estar. Riley se sentó en el sofá con la caja de regalo en su regazo. Blaine Hildreth estaba mirándola con expectación.

“Esto es tan amable de tu parte”, dijo, abriendo el paquete. Contenía unas tazas de café coloridas, dos de ellas decoradas con mariposas y las otras dos con flores.

“Son bonitas”, dijo Riley. “¿Quieres café?”.

“Sí, gracias”, dijo Blaine.

Riley llamó a Gabriela, quien vino de la cocina.

“Gabriela, ¿podrías traernos café en estas tazas?”, dijo, entregándole dos de las tazas. “Blaine, ¿cómo te gusta el tuyo?”.

“Negro”.

Gabriela volvió a la cocina con las tazas.

“Mi nombre es Riley Paige”, le dijo a Blaine. “Gracias por visitarnos. Y gracias por el regalo”.

“De nada”, dijo Blaine.

Gabriela regresó con dos tazas de café caliente, luego volvió a la cocina para seguir con sus labores. Riley se encontró evaluando a su vecino, y esto la avergonzó un poco. No podía resistirse ahora que era soltera. Esperaba que él no lo notara.

“Qué importa”, pensó. “Tal vez él está haciendo lo mismo conmigo”.

Lo primero que observó es que no estaba usando un anillo de bodas. “Viudo o divorciado”, pensó.

Luego estimó que tenían casi la misma edad, tal vez él era un poco más joven, casi cerca de los cuarenta.

Por último, era apuesto. Tenía entradas, pero no se le veían mal. Y era esbelto y parecía estar en forma.

“¿En qué trabajas?”, preguntó Riley.

Blaine se encogió de hombros. “Soy dueño de un restaurante. ¿Conoces El Grill de Blaine, el que queda en el centro?”.

Riley quedó gratamente impresionada. El Grill de Blaine era uno de los restaurantes informales más bonitos de Fredericksburg. Le habían dicho que era un excelente lugar para cenar, pero no había tenido la oportunidad de visitarlo.

“Sí, he ido”, dijo.

“Bueno, es mío”, dijo Blaine. “¿Y tú?”.

Riley respiró profundamente. Nunca era fácil para ella decirle a un desconocido lo que hacía para ganarse la vida. Los hombres eran los que más se intimidaban.

“Trabajo con el FBI”, dijo. “Soy — agente de campo”.

Los ojos de Blaine se abrieron.

“¿En serio?”, preguntó.

“Sí, estoy de licencia en estos momentos. Estoy enseñando una clase en la academia”.

Blaine se inclinó hacia ella con creciente interés.

“Guau. Seguro tienes bastantes historias que contar. Me encantaría escuchar una”.

Riley se echó a reír de los nervios. Se preguntaba si alguna vez sería capaz de contarle a alguien que no perteneciera a la Oficina algunas de las cosas que había visto. Sería aún más difícil hablar sobre algunas de las cosas que había hecho.

“No lo creo”, dijo Riley bruscamente. Riley notó que Blaine se puso tenso, y se dio cuenta que su tono había sido un poco grosero.

Él agachó su cabeza y dijo: “Te pido disculpas. Ciertamente no era mi intención incomodarte”.

Siguieron charlando por minutos, pero Riley sabía que su vecino estaba siendo más reservado. Riley cerró la puerta detrás de él y suspiró luego de su despedida amable. Entró en cuenta que no se estaba haciendo accesible. La mujer que estaba reconstruyendo su vida seguía siendo la misma Riley.

Pero se dijo a sí misma que esto no era importante por los momentos. Una relación por despecho era lo último que necesitaba ahora mismo. Necesitaba enfocarse en reorganizar su vida, y apenas estaba empezando a avanzar en esa dirección.

Aún así, había sido agradable pasar unos minutos hablando con un hombre atractivo. También era un alivio tener vecinos, y estos vecinos eran bastante agradables.

*

Cuando Riley y April se sentaron en la mesa para cenar, April no podía dejar de andar su smartphone.

“Por favor dejar de enviar mensajes de texto”, dijo Riley. “Es la hora de cenar”.

“Dame un minuto, Mamá”, dijo April. Siguió enviando mensajes de texto.

Este comportamiento adolescente de April solo irritó a Riley un poco. La verdad era que eso tenía su lado positivo. A April le estaba yendo muy bien en la escuela este año y estaba haciendo nuevos amigos. Para Riley, era un buen grupo de chicos, mucho mejores que con los que April solía pasar el rato. Riley supuso que April estaba escribiéndole a un chico que le interesaba. Sin embargo, April no lo había mencionado aún.

April dejó de enviar mensajes de texto cuando Gabriela entró de la cocina con una bandeja de chiles rellenos. April dejó escapar una risa pícara a lo que colocó el plato caliente de chiles en la mesa.

“Bastante picante Gabriela, ¿o no?”, preguntó.

“Sí”, dijo Gabriela, riéndose también.

Era una chiste constante entre las tres. Ryan odiaba la comida picante, realmente ni podía comerla. Para Riley y April, entre más picante, mejor. Gabriela ya no tenía que retenerse, o al menos no tanto como solía hacerlo. Riley dudaba si ella y April podían soportar las recetas guatemaltecas originales de Gabriela.

Cuando Gabriela terminó de servir la comida para las tres, le dijo a Riley: “El caballero es guapo, ¿no?”.

Riley se puso colorada. “¿Guapo? No lo noté, Gabriela”.

Gabriela se echó a reír. Se sentó a comer con ellas y comenzó a canturrear una melodía. Riley supuso que era una canción de amor guatemalteca. April miró fijamente a su madre.

“¿Qué caballero, Mamá?”, preguntó.

“Ah, nuestro vecino vino hace un rato —”.

April interrumpió con entusiasmo. “¡Dios mío! ¿Fue el papá de Crystal? ¡Sí, verdad! ¿No es hermoso?”.

“Y creo que es soltero”, dijo Gabriela.

“Ya, ya”, dijo Riley con una sonrisa. “Denme espacio. No necesito que unan fuerzas para tratar de emparejarme con el vecino”.

Empezaron a devorarse los chiles rellenos y el celular de Riley comenzó a vibrar en su bolsillo cuando estaban a punto de terminar de cenar.

“Maldita sea”, pensó. “No lo hubiese traído a la mesa”.

El celular siguió vibrando. Tenía que contestar, no le quedaba de otra. Brent Meredith le había dejado otros dos mensajes desde su llegada a casa, y ella seguía diciéndose a sí misma que lo llamaría más tarde. Ya no podía postergarlo más, así que se retiró de la mesa y contestó el teléfono.

“Riley, siento molestarte de esta manera”, dijo su jefe. “Pero realmente necesito tu ayuda”.

A Riley le sorprendió que Meredith la llamara por su nombre ya que no era algo habitual. Aunque se sentía muy cercana a él, generalmente la llamaba agente Paige. Él normalmente era muy formal, al punto de ser brusco.

“¿Qué sucede, señor?”, preguntó Riley.

Meredith se quedó callado por unos instantes. Riley se preguntaba por qué se estaba mostrando reticente y comenzó a preocuparse. Se sentía segura que estas eran precisamente las noticias que había estado temiendo.

“Riley, necesito pedirte un favor personal”, dijo, sonando menos autoritario de lo habitual. “Me pidieron investigar un asesinato en Phoenix”.

Esto sorprendió a Riley. “¿Un solo asesinato?”, preguntó. “¿Por qué el FBI tendría que involucrarse en eso?”.

“Tengo a un viejo amigo en la oficina en Phoenix”, dijo Meredith. “Garrett Holbrook. Fuimos juntos a la academia. Su hermana Nancy fue la víctima”.

“Lo siento mucho”, dijo Riley. “Pero la policía local...”.

Sintió súplica en la voz de Meredith.

“Garrett quiere que lo ayudemos. Ella era una prostituta. Simplemente desapareció y luego su cuerpo apareció en un lago. Quiere que lo investiguemos como si fuera un asesinato en serie”.

A Riley le parecía extraña esa petición. Las prostitutas a menudo desaparecían sin ser asesinadas. A veces decidían hacer su trabajo en algún otro lugar. O simplemente dejaban de hacerlo.

“¿Tiene alguna razón para creer que lo es?”, preguntó.

“No lo sé”, respondió Meredith. “Tal vez quiere creer eso para involucrarnos. Pero sabes que es cierto que las prostitutas son blancos frecuentes de los asesinos en serie”.

Riley sabía que eso era así. Los estilos de vida de las prostitutas las ponían en riesgo. Eran visibles y accesibles, estaban solas con extraños, a menudo dependientes de drogas.

Meredith continuó: “Él me llamó personalmente. Le prometí que enviaría al mejor personal a Phoenix. Y obviamente eso te incluye a ti”.

Esto conmovió a Riley. Meredith estaba haciendo esto cada vez más difícil.

“Por favor entiéndame, señor”, dijo. “No puedo tomar un nuevo caso ahora”.

Riley sentía que estaba siendo deshonesta. “¿No puedo o no quiero?”, se preguntó a sí misma. Después de haber sido capturada y torturada por un asesino en serie, todos habían insistido en que se fuera de licencia. Había intentado hacerlo, pero se encontró necesitando volver al trabajo desesperadamente. Ahora se preguntaba la razón de ese desespero. Había sido imprudente y autodestructiva, y todo esto le había costado ganar el control de su vida. Cuando finalmente mató a Peterson, su atormentador, pensó que todo estaría bien. Pero aún la atormentaba, y le estaba costando mucho aceptar cómo había terminado su último caso.

Después de una pausa, añadió: “Necesito más tiempo fuera del campo. Técnicamente estoy de licencia y realmente estoy tratando de reconstruir mi vida”.

Cayó un largo silencio. No parecía que Meredith se pondría a discutir con ella, y mucho menos abusar de su autoridad. Pero tampoco le diría que no importaba, no dejaría de presionarla.

Oyó a Meredith suspirar tristemente. “Garrett y Nancy tenían años distanciados y lo que le pasó lo está carcomiendo. Creo que eso sirve de lección, ¿o no? No debemos dar por sentado a ninguna persona de nuestras vidas. Siempre debemos hacer el intento”.

Riley casi deja caer el celular. Las palabras de Meredith pusieron el dedo en la llaga, en una llaga en la que Riley no había pensado por mucho tiempo. Riley había perdido el contacto con su hermana mayor hace años. Estaban distanciadas, y Riley no había pensado en Wendy durante mucho tiempo. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo su hermana en estos momentos.

“Prométeme que lo pensarás”, dijo Meredith luego de otra pausa.

“Lo haré”, dijo Riley.

Finalizaron la llamada.

Se sentía terrible. Meredith había estado a su lado durante momentos terribles y nunca había mostrado vulnerabilidad hacia ella antes. Ella odiaba decepcionarlo, y le acababa de prometer que lo consideraría.

Y no importaba qué tan desesperadamente quería negarse, Riley no estaba segura de poder hacerlo.

Una Vez Anhelado

Подняться наверх