Читать книгу Un Rastro de Vicio - Блейк Пирс - Страница 10
CAPÍTULO CUATRO
ОглавлениеEn el instante en que Sarah despertó, sintió la necesidad de vomitar. Su visión estaba tan borrosa como su cabeza. Una luz brillaba encima de ella, y le tomó un segundo darse cuenta que estaba echada sobre un raído colchón en una pequeña pero casi vacía habitación.
Parpadeó un par de veces y su visión se aclaró lo suficiente como para ver una pequeña papelera de plástico junto al colchón. Se incorporó a medias, la haló hacia ella, y regurgitó en su interior por treinta segundos completos, haciendo caso omiso de sus ojos acuosos y su nariz aún más aguada.
Escuchó un ruido, miró en esa dirección, y vio que alguien había corrido una cortina negra, lo que reveló que en realidad ella no se encontraba en una pequeña habitación. Estaba en una inmensa bodega. Hasta donde la vista alcanzaba, había otros colchones, y en casi todos ellos había chicas de su edad, todas escasamente vestidas cuando no desnudas.
Algunas estaban solas, ya sea dormidas, o más probablemente inconscientes. Otras estaban con hombres, que las estaban penetrando. Algunas de las chicas luchaban, otras yacían impotentes, y unas pocas no parecían estar conscientes mientras eran violadas. La mente de Sarah estaba inmersa en una bruma, pero estimó que había al menos veinte chicas en la bodega.
Alguien apareció ante su vista. Era Chiqy, el tipo enorme de larga barba, el de la habitación de Dean. De pronto, la mente de Sarah se aclaró y la sensación de ser una simple observadora de lo que le rodeaba, desapareció. Su corazón comenzó a latir con fuerza y sintió que el terror poco a poco se apoderaba de ella.
¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar? ¿Por qué me siento tan débil?
Intentó sentarse derecha en tanto Chiqy se aproximaba, pero sus brazos no la sostuvieron y se desplomó de nuevo sobre el colchón. Eso hizo reír a Chiqy.
—No intentes levantarte —dijo—, las drogas que te dimos están mal liadas. Podrías caerte y romperte algo. Y no podemos permitirlo. Sería malo para el negocio. Los clientes prefieren que si algunos huesos van a ser rotos, que sean ellos quienes lo hagan.
—¿Qué me hiciste? —exigió saber ella con una voz ronca, tratando de nuevo de sentarse.
Antes de que supiera qué estaba pasando, Chiqy le cruzó la cara con el revés de la mano. El golpe la envió de nuevo al colchón con una explosión de dolor desde el pómulo hasta el oído. Mientras respiraba hondo e intentaba recuperar el equilibrio, él se inclinó y susurró en el oído.
—Tendrás que aprender, señorita. No levantes la voz. No repliques a menos que un cliente lo pida. No hagas preguntas. Chiqy está a cargo. Sigue mis reglas, estarás bien. No las sigues, entonces no estarás bien. ¿Estamos claros?
Sarah asintió.
—Bien. Entonces escucha porque aquí vienen las reglas. Primero, eres mi propiedad. Me perteneces. Te puedo dar en préstamo pero nunca olvides a quién perteneces. ¿Lo comprendes?
Sarah, con la mejilla todavía palpitando a causa de la bofetada, asintió mansamente. Mientras trataba de asimilar la situación, entendió que no era prudente desafiar abiertamente a Chiqy en su actual circunstancia.
—Segundo, vas a satisfacer las necesidades de mis clientes. No tiene que gustarte, aunque quien sabe, puede que te aficiones. No importa. Haces lo que los clientes te digan, sin importar qué. Si no lo haces, te golpearé hasta que sangres por dentro. Tengo formas de hacer eso y que aún así sigas luciendo bonita para los clientes. En el exterior, te verás como un ángel. Pero en el interior serás pura pulpa. ¿Estamos claros?
De nuevo Sarah asintió. De nuevo trató de apoyarse para poder levantarse y entrecerró los ojos bajo la brillante luz, esperando poder orientarse. No reconoció a ninguna de las otras chicas. De pronto un escalofrío recorrió su espina dorsal.
¿Dónde está Lanie?
—¿Puedes decirme qué le sucedió a mi amiga? —preguntó con lo que esperaba no fuese un tono de voz desafiante.
Antes de saber qué estaba sucediendo, Chiqy la había abofeteado de nuevo, esta vez en la otra mejilla. La fuerza del golpe la hizo caer con dureza sobre el colchón.
—No había terminado —escuchó ella a pesar del zumbido en sus oídos—. La última regla es que no hables a menos que yo te haga una pregunta. Como dije, vas a aprender con rapidez que ser engreída no sirve de nada aquí. ¿Entendiste?
Sarah asintió, notando que su cabeza palpitaba.
—Pero esa pregunta la responderé —dijo Chiqy con una sonrisa cruel en su rostro. Señaló un colchón a unos cinco metros de distancia.
Sarah echó un vistazo y vio a un hombre que lucía como sexagenario, montado sobre una chica cuya cabeza estaba ladeada. Justo entonces, el hombre la tomó por el mentón y acercó la cara de ella para besarla.
Sarah casi vomitó de nuevo al darse cuenta que era Lanie. Estaba desnuda de la cintura para abajo y su camiseta negra estaba alrededor de su cuello, dejando su sostén al descubierto. Cuando el hombre perdió el interés en sus labios, la soltó y su cabeza cayó mirando hacia Sarah.
Podía asegurar que su amiga estaba consciente, al menos al mínimo. Sus gruesos párpados estaban apenas abiertos y ella no parecía percatarse de lo que la rodeaba. Su cuerpo estaba desgonzado y no reaccionaba físicamente a las cosas que le estaban haciendo.
Sarah asimiló todo, pero de alguna manera el horror del momento pareció estar sucediendo muy, muy lejos, en un distante planeta. Quizás se debiera a las drogas. Quizás fuese por haber sido golpeada dos veces en el rostro. Pero se sentía anestesiada.
Quizás debo estar agradecida por eso.
—Ella fue difícil de manejar, así que tuvimos que calmarla bastante —dijo Chiqy—. Esa pudiste ser tú. Si no te pones en plan de pelea, no tendremos que darte la dosis para dormir. Depende de ti.
Sarah lo miró y se dispuso a responder pero recordó las reglas y se mordió la lengua. Chiqy vio eso y sonrió.
—Bien. Aprendes rápido —dijo—. Puedes hablar.
—Nada de dosis para dormir —imploró ella.
—Okey, intentaremos llevarlo en limpio. Pero si… luchas, aguja contigo. ¿Comprendido?
Sarah asintió. Chiqy, con una sonrisa de satisfacción en su rostro, asintió a su vez y salió, cerrando la cortina detrás de él.
Sin saber por cuánto tiempo había estado así, Sarah miró en derredor con desespero, tratando de hacer inventario de su situación. Todavía llevaba sus jeans y su blusa verde azulada, lo que sugería que aún no le habían hecho nada. Revisó sus bolsillos buscando su teléfono, su monedero, y su identificación, pero todos habían desaparecido. Eso no la sorprendió.
Un sonoro gemido femenino procedente de algún lugar cercano la sacó de su entumecimiento, en tanto que algo cercano al pánico la invadió. Ella lo saludó, al venir con una carga de adrenalina que agudizó su entendimiento y le dio un mayor control de sus extremidades.
Piensa, Sarah, mientras todavía puedes. Has estado ausente por un tiempo. Hay gente buscándote. No hay forma de que papá y mamá esperen tanto para que los contactes sin llamar a los policías. Si te están buscando, tienes que darle alguna clase de pista, algo que les haga saber dónde estabas, en caso de que algo suceda.
Echó un vistazo a su blusa. ¿Le había dicho a su mamá qué se pondría hoy? No, pero se había comunicado esta mañana con ella por medio de FaceTimed, así que habría visto su vestimenta. Ella de seguro la recordaría. Después de todo, ellas la habían comprado juntas en las tiendas al por mayor de Cabazon.
Buscó abajo y rasgó una tira de unos cinco centímetros de la costura cercana a la cintura, donde era menos elaborada. Debatía consigo misma dónde dejarla cuando escuchó dos voces masculinas que se aproximaban. Justo cuando la cortina se abría de nuevo, ella metió la tela bajo el colchón, de tal manera que solo un pequeño fragmento fuese visible.
Tratando de actuar lo más natural posible, examinó a los dos hombres. Uno era Chiqy. El otro era tipo blanco, cuarentón y bajo de estatura, que vestía traje y corbata. Llevaba gafas, que se quitó y colocó encima de sus zapatos, luego de descalzarse y ponerlos cerca de la cortina.
—¿Qué edad tiene? —preguntó.
—Dieciséis —contestó Chiqy.
—Un poco madura para mi gusto, pero ella definitivamente servirá —dijo, mientras se aproximaba al colchón.
—Recuerda lo que te dije —le advirtió Chiqy.
Ella asintió. Pareció satisfecho y comenzó a alejarse cuando el hombre dijo: —Un poco de privacidad, por favor.
Chiqy, cerró, algo reacio, la cortina. El hombre permaneció de pie delante de ella y la contempló, sus ojos vagaban por todas partes. Ella se sintió mal.
Comenzó a desvestirse y Sarah usó el tiempo para decidir su próxima movida. Ella no iba a dejar que esto pasara. De eso estaba segura. Si ellos la asesinaban que así fuese. Pero ella no iba a terminar como una esclava sexual. Solo tenía que aguardar por una brecha.
No tomó mucho tiempo.
El hombre se había quitado sus pantalones y bóxer y gateaba hacia ella. Bizqueaba un poco y ella podía asegurar que sin sus gafas, él estaba ligeramente inseguro. Enseguida ya estuvo él encima de ella, sobre sus manos y rodillas.
Nada como el presente.
En un solo y rápido movimiento, Sarah trajo su pierna derecha hasta la altura de su pecho y lanzó el pie hacia delante, golpeando con la punta de su zapato la entrepierna del hombre. Él de inmediato gruñó y se desplomó sobre ella.
Ella había previsto eso e hizo rodar el cuerpo en ovillo. Entonces, se apresuró a ponerse de pie y se dio prisa para llegar a la cortina. Atrás, el hombre gemía y trataba de hablar. Ella asomó su cabeza y miró en derredor.
En el extremo opuesto de la bodega , vio el portón principal. Pero entre el sitio donde se hallaba y la libertad había incontables colchones ocupados y al menos media docena de hombres caminando por allí, pendientes de todo. No había forma de que llegara tan lejos.
Pero quizás podría encontrar una puerta trasera si se mantenía en las sombras cerca de la pared. Estaba a punto de salir cuando escuchó la voz del hombre, estrangulada y dolorida, pero muy clara.
—¡Ayuda!
Se le acababa el tiempo. Saliendo de detrás de la cortina, corrió hacia la izquierda, buscando cualquier cosa que se pareciera a una puerta. Logró cubrir seis metros antes de que un tipo apareciera, bloqueando el camino.
Giró y emprendió la carrera en otra dirección, pero cayó directamente en manos de Chiqy, que puso su robusto brazo en torno de ella. Apenas podía moverse.
Varios metros más allá, vio al hombre que había venido de traje. Estaba doblado de dolor, pero ya se estaba incorporando. Seguía sin los pantalones. Levantando el brazo, apuntó hacia ella.
—Después de esto la quiero a mitad de precio.
Sarah vio que Chiqy sacaba algo de su bolsillo y se dio cuenta de lo que era —una jeringa. Trató de liberarse pero fue inútil. Sintió un agudo pinchazo en su brazo.
—Te advertí que tendría que usar la dosis de sueño si eras mala —dijo, casi como si se disculpara.
Sintió que el agarre se aflojaba, pero se dio cuenta que era solo porque ella estaba perdiendo todo control muscular. Chiqy lo sintió también y la dejó ir. Para cuando llegó al piso, estaba completamente inconsciente.