Читать книгу La Esposa Perfecta - Блейк Пирс - Страница 10

CAPÍTULO CINCO

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Jessie se sentía tan entusiasmada que le llamó por teléfono a Kyle de camino entre la universidad y su casa, aunque sabía de sobra que siempre andaba de cabeza durante el día y casi nunca le respondía. Esta vez no fue diferente, pero no pudo evitar dejarle un mensaje de voz de todas maneras.

“Hola, cariño,” le dijo después del pitido. “Solo era para decirte que me fue extremadamente bien en mi primer día de clase. El profesor es todo un personaje, pero creo que puedo trabajar con él. Y espero empezar pronto con mis prácticas, quizá esta misma semana si todo sale bien. La verdad es que estoy algo mareada. Espero que tu día te esté yendo bien también. He pensado que podía hacer una cena especial para los dos esta noche, sobre todo ahora que por fin hemos encontrado las cajas con todas las cazuelas y sartenes. Dime a qué hora crees que vas a llegar esta noche y preparo algo rico. Podemos descorchar una de esas botellas de vino que hemos estado guardando y quizá empezar con eso de expandir nuestra unidad familiar. Bueno, hablamos luego. Te quiero.”

Hizo una parada en Bristol Farms de camino a casa y se dio el lujo de comprar unos peces branzino, que pensaba rellenar y cocinar en una pieza. Se encontró con unos mini brócolis de aspecto estupendo y también se los llevó. Mientras iba de camino a la caja, vio unas patatas enanas y también las metió al carro.

Sintió la tentación de encontrar algo decadente para postre, pero sabía que Kyle había estado entrenando con todas sus fuerzas y no lo probaría. Además, tenían algo de helado italiano en el congelador que serviría para la ocasión. Para cuando salió de la caja registradora, ya tenía todo el menú mapeado en su cabeza.

*

Jessie miraba fijamente a los platos llenos de comida sobre la mesa del comedor, antes de mirar su teléfono por tercera vez en cinco minutos. Eran las 7:13 y todavía no tenía noticias de Kyle.

Le había enviado un mensaje de texto después de recibir su mensaje de voz, diciéndole que le parecían genial los planes y que esperaba llegar a casa para las 6:30 de la tarde. Pero habían pasado más de cuarenta y cinco minutos y todavía no había llegado. Y peor aún, no se había puesto en contacto con Jessie para nada.

Lo había organizado todo para que la cena estuviera recién hecha y en la mesa esperándole a las 6:45, en caso de que llegara con algo de retraso. Pero no había aparecido. Le había enviado dos mensajes de texto y le había dejado un mensaje de voz en el intervalo entre ellos. Y, aun así, no había oído nada de Kyle desde ese primer mensaje de texto. Y ahora el pescado estaba en la mesa, mayormente frío, mirándole de vuelta con sus ojos inexpresivos.

Por fin, a las 7:21, Kyle le llamó. Por el ruido que se oía de fondo, supo que estaba en un bar antes de que dijera nada.

“Hola, Jess,” le gritó para que le oyera por encima de la música. “Disculpa por llamar tarde. ¿Cómo estás?”

“Estaba preocupada por ti,” le dijo, tratando de que no se le notara su frustración en la voz.

“Oh, lo siento,” dijo, sonando solo levemente arrepentido. “No tenía intención de preocuparte. Surgió algo de última hora. Teddy me llamó sobre las seis y dijo que tenía más clientes potenciales para mí. Me preguntó si podíamos vernos con estos tipos en un bar llamado Sharkie’s en el puerto. Supuse que no puedo dejar pasar este tipo de oportunidades cuando soy el chico nuevo de la oficina, ¿sabes?”

“¿Y no podías haberme llamado para decírmelo?”

“Es mi culpa,” chilló Kyle. “Todo fue tan apresurado que se salió del cauce. No he podido escabullirme hasta ahora para llamarte.”

“Preparé una gran cena, Kyle. Pensábamos celebrar juntos esta noche, ¿recuerdas? Abrí una botella de vino de cien dólares. Se suponía que iba a ser una velada romántica.”

“Ya lo sé,” le dijo. “Pero no podía escaparme de esto. Creo que puedo conseguir a los dos amigos de Teddy como clientes míos. Y siempre podemos probar con lo de hacer niños cuando llegue a casa.”

Jessie suspiró largamente para poder mantener la calma en la voz al responder.

“Va a ser tarde cuando regreses,” dijo ella. “Estaré cansada y tú medio borracho. No es así cómo lo había visualizado.”

“Escúchame, Jessie. Lamento no haber llamado. Pero ¿pretendes que deje pasar por alto una oportunidad como esta? No solo estoy tomando chupitos aquí. Estoy haciendo negocios e intentando hacer unos cuantos amigos mientras estoy en ello. ¿Vas a utilizar eso en mi contra?”

“Supongo que me estoy enterando de cuáles son tus prioridades,” le respondió.

“Jessica, tú siempre eres mi principal prioridad,” insistió Kyle. “Solamente estoy intentando balancear todo. Supongo que la he cagado. Te prometo que estaré en casa para las nueve, ¿vale? ¿Encaja eso con tu horario?”

Le había sonado sincero hasta esa última línea, que le salió llena de sarcasmo y resentimiento. La pared emocional que había erigido Jessie entre ellos se estaba derrumbando poco a poco hasta que escuchó esas palabras.

“Haz lo que tú quieras,” le replicó con brusquedad antes de colgar.

Se puso de pie y captó un reflejo de sí misma en el espejo del dormitorio. Llevaba puesto un vestido elegante de satén azul con un cuello que se hundía entre sus senos y una apertura alargada en el costado derecho desde su muslo. Tenía el pelo atado en un moño casual que había pensado deshacer como parte de su seducción después de la cena. Los tacones que llevaba le añadían como 12 centímetros a su altura normal, con lo que parecía que medía más de uno ochenta.

De pronto, le resultó todo tan ridículo. Estaba jugando a un juego patético con eso de ponerse guapa. Pero a la hora de la verdad, solo era otra patética ama de casa esperando a que llegara su hombre a casa para darle un sentido a su vida.

Agarró los platos y se dirigió a la cocina, donde tiró las dos comidas a la basura, con el pescado entero. Se cambió de ropa y se puso sus sudaderas. Después, regresó al comedor, agarró la botella que había abierto de Shiraz, se sirvió una copa hasta los topes, y le dio un buen trago de camino al comedor. Se tiró sobre el sofá, encendió la televisión, y se acabó conformando con lo que parecía ser un maratón de Life Below Zero, una serie de casos reales sobre gente que ha vivido voluntariamente en ciertas partes inhóspitas de Alaska. Lo racionalizó diciéndose a sí misma que esto le ayudaría a apreciar que había gente a la que le iba bastante peor que a ella con su mansión elegante al sur de California y su vino de cien dólares y su pantalla de televisión de 70 pulgadas.

En algún punto del tercer episodio, con la botella medio vacía, se quedó dormida. Se despertó cuando Kyle le sacudió suavemente el hombro. A través de sus ojos borrosos, podía asegurar que iba medio borracho.

“¿Qué hora es?” murmuró.

“Poco más de las once.”

“¿Qué pasó con lo de llegar a casa a las nueve?” le preguntó.

“Me entretuvieron,” le dijo tímidamente. “Mira, cariño, ya sé que te tenía que haber llamado antes. No estuvo bien, y lo siento de veras.”

“Muy bien,” dijo ella. Tenía la boca pastosa y le dolía la cabeza.

Kyle le pasó un dedo por el brazo.

“Me gustaría compensarte por ello,” le ofreció provocativamente.

“Esta noche no, Kyle,” le dijo, echando su mano a un lado al tiempo que se incorporaba. “No estoy de humor. Ni siquiera un poco. Quizá la próxima vez puedas tratar de no hacerme sentir como el pobre segundo plato. Me voy a la cama.”

Ascendió por las escaleras y, a pesar de las ganas que tenía de volver la vista para ver su reacción, siguió caminando sin decir ni una palabra más. Kyle no dijo nada. Se metió en la cama sin tan siquiera apagar las luces. A pesar del dolor de cabeza y de la boca pastosa, se quedó dormida en menos de un minuto.

*

Jessie notaba cómo unas ramas llena de pinchos le arañaban el rostro mientras corría a través del bosque. Era invierno y sabía que incluso descalza, sus pisadas, pateando las hojas caídas y secas que cubrían la nieve, se oían perfectamente; que seguramente él las podría escuchar. Pero no había elección. Su única esperanza era continuar en movimiento y esperar que él no pudiera encontrarla.

Pero ella no conocía bien el bosque y él sí. Estaba corriendo a ciegas, completamente perdida y en busca de algún hito familiar. Sus piernecitas eran demasiado cortas. Sabía que él le estaba alcanzando. Podía escuchar sus pisadas fuertes y hasta su respiración todavía más sonora. No había lugar dónde esconderse.

La Esposa Perfecta

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