Читать книгу Madres, avisad a vuestras hijas - Bonnie Jo Campbell - Страница 9

Оглавление

Ed y yo estábamos enrollándonos a la luz de las velas, en el sofá.

Pammy estaba en mi habitación, con el hermano de Ed; quería estar a oscuras porque tenía muchos granos.

–Antes estuvimos hablando de que sería genial que tu cabeza estuviera en el cuerpo de Pammy –dijo Ed–. Las dos juntas seríais la chica perfecta.

Lo tomé como un cumplido; a diferencia de Pammy, yo era de pecho plano. Ed me besó en la boca, la garganta, la clavícula; presionó su pelvis contra la mía. La luna llena sobre la entrada de casa me recordó el faro de un automóvil o un globo ocular gigante. Tenía la lengua de Ed en la oreja cuando las luces del coche de mamá inundaron el ventanal. Ed se tiró al suelo y silbó para avisar a su hermano, que vino del dormitorio arrastrándose a cuatro patas. Salieron corriendo por la puerta mosquitera, hacia el patio trasero, y saltaron la valla. Pammy y yo nos arreglamos la ropa y repartimos a toda prisa una mano de Rummy a la luz de las velas.

–Chicas, os vais a estropear la vista –dijo mamá, encendiendo la lámpara de mesa.

Cuando mamá fue a cambiarse, Pammy me susurró que había dejado que el hermano de Ed le metiera la mano por debajo de las bragas. Estaba despeinada, así que le alisé el pelo detrás de la oreja.

–Qué pena que no sea en color –dijo Pammy después, cuando estábamos viendo Frankenstein.

Mientras el médico estaba todavía juntando las partes del cuerpo, Pammy se durmió con sus preciosos piececitos en mi regazo. Yo, sin embargo, me quedé despierta y vi que los hombres del pueblo se reunían para matar al monstruo.

Madres, avisad a vuestras hijas

Подняться наверх