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Conocidos por sus frutos.
El daño de la teología no inclusiva
Antes de empezar a dialogar sobre la exploración de una teología cristiana inclusiva, creo que es importante resaltar el impacto negativo de las teologías no inclusivas en los individuos sometidos a tales enseñanzas. Una de las pruebas bíblicas más básicas para determinar la verdad de una doctrina o práctica está basada en la enseñanza de Jesús en el Evangelio de Mateo, donde proclama que una forma en que sus discípulos pueden discernir entre los profetas verdaderos y falsos es “por sus frutos”.1 Este lenguaje de “frutos” aparece numerosas veces a lo largo del Nuevo Testamento2 y plantea el imaginario agrícola de primer siglo, que nos presenta unos cultivos que dan “buenos frutos” o una cosecha que es deliciosa, comestible y rentable, en comparación con los cultivos que dan “malos frutos”, o una cosecha enferma y escasa. A lo largo del Nuevo Testamento, se nos recuerda continuamente que la fidelidad de los seguidores de Jesús portará “buenos frutos”, o lo que el apóstol Pablo llama “fruto del Espíritu”.3 Si alguien toma este llamado a discernir y examinar la enseñanza cristiana en serio, resulta inevitable preguntarse: ¿Cuál es el resultado de la enseñanza en las vidas de aquellos que la recibimos? Si una enseñanza produce vida y amor, uno podría argumentar que da buenos frutos, y por lo tanto que es una enseñanza fiel y verdadera. La vida misma de Jesús nos sirve como ejemplo de cuán buenos frutos poseía: defendió a los oprimidos, les dio la bienvenida a los marginados y sanó a los lastimados por los poderes religiosos y políticos. Pero ¿qué si una enseñanza produce muerte, daño mental y miedo? Siguiendo el patrón desplegado en las Escrituras, pareciera que deberíamos condenarla por sus “malos frutos” y “cortarla y arrojarla al fuego”4 o descartarla de inmediato como “falsa”.
La evidencia psicológica del daño
Aun así, cuando se trata de las enseñanzas de la iglesia sobre la no inclusión, este estándar bíblico ha sido ampliamente ignorado. Durante la última década, se han llevado a cabo docenas de estudios revisados por pares que demuestran una clara relación entre las enseñanzas y prácticas religiosas no inclusivas y tasas más altas de depresión y suicidio en minorías sexuales y de género. En 2008, el Dr. Louis Hoffman publicó un artículo que describe un esfuerzo de investigación de varios años para determinar qué daño psicológico, si es que hubo alguno, fue causado por las enseñanzas religiosas que escuchó una persona LGBT+. Concluyó sus hallazgos con la siguiente declaración: “Es evidente que las afirmaciones negativas y ambiguas de la religión tienen un impacto en la salud espiritual, religiosa y particularmente psicológica de los individuos LGBT”.5
En 2012, el European Symposium of Suicide and Suicidal Behavior [Simposio Europeo del Suicidio y Comportamientos Suicidas] publicó una encuesta innovadora que sugería que las tasas de suicidio entre los jóvenes LGBT+ eran significativamente más altas si crecían en un contexto religioso.6 De manera similar, docenas de estudios entre 2001 y 2015 encuentran puntos de encuentro entre la afiliación religiosa y las tasas más altas de depresión y suicidio en los adultos LGBT+. Un estudio publicado en 2014 por Jeremy Gibbs concluyó:
La [minoría sexual joven] que madura en contextos religiosos, que facilitan el conflicto de identidad, tiene mayores probabilidades de pensamientos suicidas e intentos de suicidio comparado con otras minorías sexuales jóvenes.7
Un estudio publicado en el American Journal of Preventive Medicine encontró que las afiliaciones religiosas incrementaban significativamente el riesgo de suicidio entre la juventud LGBT+, mientras que, en general, reducían el riesgo de suicidio entre la juventud heterosexual. Carol Kuruvilla, una reportera del Huffington Post, resumió los hallazgos del estudio, diciendo:
… entre los jóvenes gay y lesbianas, el alto nivel de relevancia que se le otorga a la religión está asociado con mayores probabilidades de pensamientos suicidas recientes. De hecho, la juventud lesbiana y gay que afirmó que la religión es importante para sus vidas, resultó un 38 por ciento más proclive a haber tenido pensamientos suicidas recientes en comparación con jóvenes lesbianas y gay que reportaron que la religión tenía menos importancia. Solo el factor de la religión entre lesbianas fue vinculado a un 52 por ciento de incremento en la posibilidad de ideas suicidas recientes.8
Hasta Christopher Yuan, académico, cristiano y gay, no solidario para con las identidades LGBT+, dio a conocer los resultados de un estudio que realizó con estudiantes que se identifican como LGBT+ en universidades cristianas, en el cual encontró que los estudiantes que asistían a escuelas cristianas no afirmantes9 “la soledad que sentían por ser cristianos y cristianas LGB [o con atracción por su mismo sexo], era comparable a la de los marginados sociales”.10
Cada año, salen nuevos estudios que sugieren que las enseñanzas religiosas no inclusivas resultan en mayores tasas de depresión y pensamientos suicidas entre jóvenes y adultos LGBT+ por igual. Estos hechos deben ser acatados por aquellos cristianos en el liderazgo y llevarlos a una profunda reflexión sobre cómo sus enseñanzas y sus prácticas son cómplices en estas tendencias preocupantes.
Sumando los costos
Mientras muchos exponentes religiosos conservadores tienen una resistencia muy fuerte contra cualquier sugerencia de que su teología tiene algún efecto real en la salud mental y en las tasas de suicidios LGBT+ —y de hecho, suelen usar estas estadísticas para sugerir que no son sus enseñanzas sino más bien el “estilo de vida gay” el que contribuye a las enfermedades mentales de las personas LGBT+—,11 estos números y las experiencias de las personas LGBT+ no pueden ser negados o ignorados. Las enseñanzas religiosas que perpetúan la idea de que las minorías sexuales y de género son, de alguna manera, mentalmente trastornadas, defectuosas o pecaminosas debido a esta parte de su identidad tienen efectos directos en la salud mental de tales personas. Del mismo modo, cuando los congregantes heterosexuales digieren estas enseñanzas y las implementan en la práctica al momento de relacionarse con personas LGBT+, a menudo resulta en rechazo duro y condenación. Si la persona LGBT+ es joven, puede que sea forzada a terapias de conversión, una práctica pseudopsicológica que ha sido condenada como peligrosa para la salud y bienestar de las personas LGBT+12 por cada asociación psicológica de renombre13 en los Estados Unidos. Si un joven escoge abrazar su sexualidad o identidad de género, es probable que sea echado de su hogar, incrementando las tasas de jóvenes LGBT+ en la calle, los cuales actualmente representan entre el 20 y 40 por ciento de jóvenes sin hogar.14
Mientras uno examina la evidencia más de cerca, el fruto de la enseñanza y la práctica religiosa no inclusiva es innegablemente clara —engendra muerte, rechazo, daño psicológico severo y daño espiritual en minorías sexuales y de género. Entonces, de estos malos frutos se deduce que estas enseñanzas deberían ser “arrojadas al fuego”15 y los practicantes religiosos de todo tipo deben volver a sus textos sagrados y tradiciones para reevaluar los mensajes que están predicando, buscando escuchar atentamente la voz del Espíritu en busca de un mensaje que sea verdaderamente una buena noticia y que dé vida a todas las personas.
1 Mateo 7:16.