Читать книгу Futbolera - Brenda J. Elsey - Страница 9
ОглавлениеEn 1902, Juana Gremler escribió una carta al Ministerio de Educación Pública de Chile donde solicitaba, además de fondos para la escuela de niñas que dirigía, espacio al aire libre y recursos para educación física12. Gremler, quien había llegado a Chile desde Alemania con una apasionada dedicación por la educación de las niñas, quería promover los deportes de equipo y los juegos de pelota entre sus alumnas. En 1895, la maestra asumió el timón de la prestigiosa escuela pública Liceo No. 1 de Niñas13. Su plan de estudios priorizaba la educación física porque consideraba que, además de salud física, desarrollaba fortaleza moral. De hecho, su plan curricular sirvió como modelo para la educación femenina en otras escuelas chilenas, así como en Argentina y Perú. En su liceo, las niñas hacían educación física 2 horas por semana, más que en historia o ciencias naturales14. Este contenido formativo se convirtió en un importante lugar de intervención en los hábitos corporales y las mentes de las niñas y jóvenes15. En sus primeros años, la educación física brindó una desviación radical de las convenciones sociales que enfatizaban la importancia de la suavidad, la calma y el enfoque espiritual de las mujeres. A medida que los organismos estatales, los nuevos expertos en educación física y los médicos se fueron involucrando, la educación física fue dominada por hombres que, en base a poca evidencia científica, defendieron las diferencias fundamentales entre varones y mujeres e instruyeron a las niñas sobre su inferioridad.
Juana Gremler era parte de un pequeño, pero influyente círculo de maestras que fue pionero en la educación de las niñas a finales del siglo XIX y principios del XX en América Latina. La maestra brasileña Clara Korte, por ejemplo, creó un programa postsecundario, el Instituto Femenino de Educación Física en Río de Janeiro en 191616. Su plan de estudios fue mucho más allá de la instrucción física e incluyó cursos sobre higiene, salud infantil y economía doméstica. Al igual que programas similares en Argentina y Chile, su propósito principal era producir maestras científicas que desarrollaran las actividades físicas de miles de niñas. Estas mujeres, que por lo general eran solteras, fueron elogiadas por sacrificar la maternidad y el matrimonio por la profesión docente17. Las huellas de sus vidas muestran que no fueron ascetas enclaustradas, sino más bien viajeras, organizadoras comunitarias y profesionales capaces. Estas mujeres formaron asociaciones cívicas con colegas, estudiantes y exalumnas más allá del aula, y fueron pioneras en el deporte femenino en todo el continente18.
En el Cono Sur, a principios del siglo XX, las profesoras de educación física promovieron el ejercicio de sus estudiantes dentro de las escuelas y buscaron establecer clubes deportivos para niñas en la comunidad. Este capítulo examina el crecimiento de la educación física y el deporte de las niñas, particularmente en Argentina y Chile. Estos dos países, seguidos de cerca por Brasil, integraron a las niñas en la educación física desde el comienzo. Nuestra hipótesis es que esto alentó el desarrollo deportivo de las mujeres. Los burócratas estatales, los expertos médicos y los educadores depositaron sus esperanzas en estos programas para producir soldados aptos, ciudadanos disciplinados y poblaciones mejoradas eugenésicamente. Esto último abrió espacios para la participación de niñas y mujeres en actividades deportivas y de educación física. Sin embargo, su participación era condenada o justificada por los expertos en educación física dada su condición de futuros buques reproductivos. En general, la comprensión del cuerpo femenino fue sorprendentemente inexacta entre la comunidad médica hasta mediados del siglo XX, pues había muy poca investigación científica que se centrara en los efectos del ejercicio en la salud femenina. Por lo tanto, cuando las incluyeron en los tratados sobre educación física, los expertos presentaron recomendaciones sumamente contradictorias.
Las historias sobre la educación física y el deporte femenino reflejan la importancia de las relaciones transnacionales entre docentes y deportistas. Sin embargo, la falta de fuentes disponibles sobre la historia femenina a principios del siglo XX presenta un desafío para cualquiera que intente recrear una cronología perfecta. En Bolivia, Ecuador, México, Paraguay y Perú, por ejemplo, la mayoría de las fuentes son manuales de educación física y publicaciones gubernamentales, mientras que en Chile y Argentina algunas revistas (como Estadio y El Gráfico, respectivamente) cubrieron los deportes a lo largo de todo el siglo XX. En otras palabras, por más que queramos plantear una visión transnacional de la región, no podemos por la falta de documentación en ciertos lugares. De todos modos, este capítulo presenta argumentos y categoriza temas relacionados con la educación física femenina, y al mismo tiempo reconoce que las fuentes a menudo provienen de publicaciones esporádicas y rastros de evidencia.
En términos generales, tres facciones ideológicas dieron forma a la política del deporte a principios del siglo XX. El primer grupo, y el más destacado, estaba conformado por los reformadores liberales, quienes trabajaban dentro del Estado y esperaban que, bajo la tutela europea, el ejercicio pudiera ayudar a reformar los hábitos de los pobres. El segundo grupo provenía de las asociaciones cívicas, con frecuencia de carácter religioso o caritativo, que buscaban promover el comportamiento “moral”, especialmente en lo que respectaba a la sexualidad y el alcohol. Los clubes deportivos surgieron como las principales organizaciones voluntarias seculares. La disparidad de género que existía respecto del tiempo libre, los recursos familiares y el acceso al espacio público significó que las mujeres se vieran excluidas de los clubes hasta mediados del siglo XX. La relación entre educación física y deportes organizados, a pesar de involucrar a muchas de las mismas personas, era complicada. A la luz del fanatismo y la sociabilidad de los clubes deportivos, algunos educadores los veían como antitéticos a la educación física, científica y adecuada. El tercer grupo de líderes trabajaba en el ejército. Los militares crearon clubes deportivos, planes de estudios de educación física y asociaciones olímpicas. Por ejemplo, en Brasil, los militares crearon su propia liga de fútbol en la década de 1910. Los directores de deportes militares tendían a favorecer los deportes marciales, como el tiro y los eventos ecuestres, y en menor medida, la esgrima y la natación. No sorprende que los clubes militares y el personal a cargo de las instituciones estatales fomentaran las estructuras verticales con cadenas de mando claras. Los directores deportivos militares veían la educación física como un vehículo para la glorificación del Estado nación y la producción de soldados sanos. En lo que respecta a las mujeres, mientras los reformadores liberales y las asociaciones conservadoras le hicieron un lugar dentro del currículo de educación física, principalmente como una forma de moldear su comportamiento, los directores militares las ignoraron por completo.
Pocas investigaciones se centraron en la salud femenina, por lo que los reformadores de principios del siglo XX crearon fantasías y trabajaron a partir de ideas retorcidas sobre la anatomía femenina. En los proyectos de educación de los liberales, las mujeres encajaban como futuras madres de una sociedad moderna y de ingeniería racial. En América Latina, la “ciencia” emergente basada en la “mejora racial” estaba estrechamente ligada a las amenazas de los inmigrantes y los movimientos laborales al poder de la élite, así como a los procesos de urbanización e industrialización. Las varias crisis que produjeron estos cambios se han denominado la “cuestión social”. Los responsables políticos buscaron en Europa soluciones a los supuestos problemas raciales y sociales de la región, pero finalmente crearon políticas locales que abordaban sus preocupaciones específicas y percepciones únicas de la composición étnica de sus naciones. Pioneras educativas como Juana Gremler lucharon por convencer a sus colegas de que las niñas debían ser educadas para su propio desarrollo, no solo como futuras madres y esposas19.
En Bolivia, ocurrió un caso ejemplar de eugenesia liberal impulsada por la educación física. Los estadistas liberales consideraron que los hábitos y costumbres indígenas eran los principales obstáculos para la modernización. Los legisladores bolivianos enfrentaron dos desafíos distintos: la resistencia política de una mayoría indígena que no se convencía fácilmente de la superioridad de los programas europeos para la educación de sus hijos y la falta de recursos estatales. En 1904, el país adoptó el modelo curricular argentino pues consideraba que había abordado con éxito su “problema indio”20. Los educadores diseñaron el plan de estudios con la esperanza de que los estudiantes adquirieran la disciplina necesaria para una futura sociedad industrializada. Inspirados por el educador sueco Henrik Ling, los maestros bolivianos abogaron para que los estudiantes practicaran la gimnasia, por sobre todo. A medida que el Estado boliviano elaboró planes de estudio nacionales, contrató asesores del Instituto Ling de Estocolmo para crear educación física mixta. Los burócratas bolivianos esperaban que los métodos Ling sobre la condición física femenina mejoraran la salud racial de sus futuros descendientes21. A principios del siglo XX, el gobierno boliviano contrató a Henry Genst, de Bélgica, para implementar el método Ling en La Paz, Sucre, Oruro y Potosí. Genst se mantuvo como asesor hasta que regresó a Bruselas en 192922. Genst y sus colegas incluyeron las danzas folclóricas y los juegos indígenas dentro del plan de estudios, aunque de manera tangencial. Junto con el trabajo de Genst en el desarrollo del currículum, el gobierno boliviano creó el Departamento de Educación Física, y contrató a Saturnino Rodrigo para renovar el programa de educación física en la década de 1930. Si bien Genst abogó por diferentes niveles de extenuación para los estudiantes masculinos y femeninos, las niñas siempre formaron parte de su programa más amplio. Sin embargo, después de la partida de Genst, el ejército boliviano se involucró más y mostró menos interés en la educación física de las niñas23. Los programas militares se enfocaron en el sistema prusiano de marcha y en el trabajo en las barras paralelas y horizontales. Sin embargo, los maestros presionaron para incluir juegos al aire libre, incluido el fútbol, en el plan de estudios prusiano y sueco24. La opinión predominante entre los educadores de que las niñas no podían manejar ese estrés competitivo, así como los argumentos estéticos de que su juego parecía poco femenino e indecoroso, impidió su participación en educación física.
Junto con los programas liberales de educación física, la Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA) también incentivó la integración de niñas y mujeres en los deportes, particularmente en el básquetbol, en toda América Latina. La YMCA estableció una sucursal en Brasil en 1893 y estuvo presente en Argentina desde 1902, donde brindó apoyo técnico a los profesores de educación física25. Para la década de 1910, la YMCA ya había abierto centros en todo el continente americano, aunque envuelta en controversias debido a su propósito misionero protestante. En 1919, el Arzobispo de Lima les prohibió a los católicos entrar a las instalaciones de la YMCA26. El personal de la YMCA, incluidos los “padres” del básquetbol argentino, Paul Phillips y Frederick Dickens, provenían de un contexto en el que las mujeres llevaban décadas jugando básquetbol, fútbol, tenis y muchos otros deportes27. En 1914, la YMCA hizo una conferencia con delegados argentinos, brasileños, chilenos y uruguayos en la que se discutió cómo incluir a las mujeres en el básquetbol. Un delegado uruguayo comentó: “La chica latina necesita mucho el atletismo”28. Si bien no queda claro lo que quiso decir, las diferencias de participación femenina entre Estados Unidos y el Cono Sur eran notables.
Los agentes de la YMCA continuaron desarrollando la educación física y los deportes en América del Sur. Por ejemplo, Frederick Dickens se desempeñó como Director de Educación Física en la YMCA de Buenos Aires, antes de ser ascendido a Director Continental de Educación Física de la YMCA de América del Sur. Luego dirigió la delegación olímpica argentina cuando fue a París (1924) y Ámsterdam (1928). También se desempeñó como profesor en el Instituto Nacional de Educación Física de Argentina hasta 1938. Quizás porque la YMCA se mantuvo alejada del balompié, que ya estaba institucionalizado (y demonizado por algunos), el básquetbol, la natación y el atletismo dominaron los deportes femeninos en Argentina y Chile. Por el contrario, el fútbol femenino prosperó en Estados Unidos y Europa en la década de 1920. Dados los intercambios regulares entre los expertos en educación física, podemos suponer que los latinoamericanos estaban al tanto de los avances en otros países. Durante su gira de 1922, las Dick, Kerr’s Ladies, un club de fútbol femenino inglés jugó en todo Estados Unidos. Curiosamente, en Nueva York el club jugó contra el club femenino Centro-Hispano F.C. compuesto principalmente por inmigrantes latinoamericanas29.
La educación física, los medios de comunicación y las deportistas en Argentina
Argentina siempre se caracterizó y satirizó como un país que idealizaba la cultura europea. Por lo mismo, no sorprende que las ideas argentinas sobre los beneficios del ejercicio y el deporte se acercaran a los modelos europeos, particularmente a los métodos de gimnasia sueca y prusiana. Al mismo tiempo, la comunicación con sus vecinos y las particularidades de las instituciones argentinas cambiaron fundamentalmente los programas importados. Los estadistas argentinos promovieron la educación física para las niñas casi desde el principio. En 1839, cuando Domingo F. Sarmiento asumió la dirección del Colegio de Niñas Pensionadas de Santa Rosa, incluyó la danza y la gimnasia dentro del plan de estudios de las niñas30. En la década de 1870, el Dr. Francisco Berra escribió un texto de educación física, que se convirtió en estándar tanto en Argentina como en Uruguay. En él, Berra afirmaba que la educación física era tan importante para las niñas como para los niños. En reuniones como el Congreso Pedagógico de Buenos Aires de 1882, Berra y sus contrapartes en Brasil, Chile y Uruguay entablaron un diálogo directo31. Berra veía la educación física de las niñas como una forma de prevenir los estados nerviosos de las mujeres y evitar enfermedades mortales como la tuberculosis32. Enrique Romero Brest, el sucesor de Berra, fue el experto en educación física más influyente de principios del siglo XX. Brest no solo reconoció la necesidad de que las niñas tuvieran educación física en las escuelas, sino que también la de extender la cultura física fuera de la escuela. En 1902, Brest fundó el club de deportes femeninos Atalanta33. El experto declaró deliberadamente que el objetivo de la educación física femenina era mejorar la “raza” mediante la adopción de hábitos germánicos y anglosajones.
La integración de las niñas en la educación física significó que el Ministerio de Educación creara un vehículo para la representación diaria y corporal de las diferencias de género. Cuando los médicos y profesores afirmaron que las mujeres necesitaban armonía y equilibrio de movimiento, mientras que los hombres necesitaban vigor y acción lo que hicieron fue atribuir cualidades sociales a la biología. Los educadores físicos argentinos repitieron, hasta el cansancio, que el ejercicio femenino necesitaba mejorar la belleza, lo que significaba que las niñas debían mantener un peso saludable, pero no desarrollar músculos. Como ha señalado Pablo Scharagrodsky, aunque mejorar la salud materna era el objetivo final de la educación física femenina, lo mismo no era cierto para los niños34. Los campos emergentes de la educación física y la medicina deportiva enfatizaban la eventual aptitud materna de las niñas, pero no la capacidad de los niños para la paternidad. Brest, por su parte, se opuso a los ejercicios militares que habían sido populares en el siglo XIX. En cambio, defendió los juegos al aire libre que convertirían a los niños en ciudadanos con moral.
El caso de las atletas en Argentina, a pesar de tener puntos en común con los países vecinos e incluso haber influido en ellos, se destaca por varias razones. En primer lugar, los educadores físicos y comentaristas deportivos argentinos priorizaron el papel del ejercicio en la belleza, incluso más que la maternidad. En segundo lugar, la revista deportiva nacional El Gráfico, que tuvo cobertura e influencia regional, cubrió a las atletas de manera regular y trasmitió varios matices. Esto es especialmente cierto cuando se compara con países como Brasil o Chile, que tenían programas similares de educación física y participación deportiva. Finalmente, los recursos que el gobierno peronista entregó a las organizaciones deportivas abrieron oportunidades sin precedentes para las mujeres. Si bien los recursos no igualaban a los de los hombres, el apoyo estatal les dio un impulso temporal a los deportes femeninos. El interés de Perón de abrir espacio para la clase trabajadora dentro de los deportes tradicionalmente de élite también generó oportunidades para que las mujeres practicaran deportes menos populares, como el polo.
Más allá de las clases de educación física para niñas, que eran supervisadas, los expertos no estaban de acuerdo con que las señoritas hicieran ejercicio. Los profesores de educación física, los médicos y los periodistas coincidían en que las mujeres eran muy perezosas y nerviosas35. Estos expertos pensaban que los regímenes de ejercicio debían estar diseñados para ayudarlas a relajar sus nervios y equilibrar sus drásticos cambios de humor. Las revistas femeninas y los expertos en educación física las alentaron a hacer ejercicio en sus casas y no en clubes deportivos públicos. Las revistas de entretenimiento se centraron en las rutinas de ejercicio de actrices famosas que promovían entrenar en casa36. Revistas como El Hogar y Caras y Caretas desaconsejaron el ejercicio en público. Los autores asumieron que las mujeres tenían demasiado trabajo doméstico para acudir al club deportivo local37. Además, asumieron que serían ridiculizadas y, por lo tanto, les aconsejaron que mantuvieran sus actividades privadas. Los programas radiales de la década de 1930 les indicaron ejercicios que podían realizar en casa, especialmente estiramientos y pequeños movimientos de resistencia. La gimnasia se promovió universalmente porque vigorizaba el cuerpo, sin la “desfiguración” que implicaba un ejercicio más riguroso. Los expertos también recomendaron la danza rítmica porque ayudaba al sistema nervioso y embellecía el cuerpo.
Entre principios de 1900 y 1920, las imágenes de deportistas irrumpieron y crearon nuevas representaciones de niñas y mujeres. Al comienzo del siglo XX, las revistas y los periódicos mostraban a mujeres haciendo ejercicio con las piernas rígidamente juntas y vestidas desde los tobillos hasta el cuello. En la década de 1920, los uniformes pesados dieron paso a trajes cortos y piernas descubiertas, gracias a los cambios en la industria textil, que había desarrollado y popularizado telas más ligeras. La revista deportiva argentina El Gráfico comenzó a publicarse en 1919 y jugó un papel muy importante en la creación de estas nuevas imágenes de la mujer y el deporte. Sorprendentemente, la tercera edición de la revista, publicada el 12 de julio de 1919, tenía a mujeres tenistas en la portada38. A lo largo de la década de 1920, la revista, conocida como la “biblia de los deportes”, publicó fotografías de atletas. El Gráfico mostraba imágenes de mujeres con equipo deportivo, en la cancha o en acción. Aunque las publicaciones femeninas tradicionales parecían sugerir un enclaustramiento de su ejercicio, los medios deportivos de la época alentaron a las mujeres a practicar deportes en público. Debido a que las presentaron como sujetos activos en lugar de objetos pasivos, y destacaron su destreza física en lugar de solo su belleza, estas imágenes interrumpieron la cultura visual argentina en los años veinte y treinta. A lo largo de la década de 1930, en aproximadamente un 15% de las portadas de El Gráfico aparecían mujeres. Aunque todavía eran una minoría, la frecuencia con la que aparecieron las atletas superó con creces la de cualquier publicación similar en el continente y probablemente jugó un papel en la normalización de la idea de mujeres deportistas. Además de presentarlas en las portadas, El Gráfico también escribió sobre sus logros. Mientras que revistas femeninas como El Hogar presentaban imágenes de damas de sociedad y estrellas. Una de las pocas portadas que muestra mujeres en poses activas es la de una chica en zapatillas de ballet sobre un trampolín39. En otras palabras, en lugar de temas activos, la mayoría de las revistas las representaban como objetos pasivos que debían ser admirados por su belleza, gracia o riqueza.
Otra forma en que El Gráfico destacó la participación femenina en los deportes fue al identificar de manera frecuente a qué clubes deportivos pertenecían las jugadoras, lo que ayudó a normalizar su actividad deportiva e incluirlas como parte de una comunidad deportiva más grande. A partir de esas descripciones, llegamos a la conclusión de que muchas de las deportistas de élite pertenecían a clubes exclusivos de las comunidades británica, alemana, escandinava y francesa. En general, las investigaciones han asumido que la difusión del deporte comenzó con las mujeres urbanas de élite y se propagó a la clase trabajadora40. Las mujeres acomodadas ciertamente tenían más tiempo libre y asistían con mayor frecuencia a las escuelas europeas, que promovían la educación física de las niñas. Al mismo tiempo, la naturaleza y el número de artículos que expresaron ansiedad por la popularidad de los deportes entre las mujeres indican que, al igual que con los deportes de los hombres, la actividad física femenina traspasó rápidamente los círculos de élite.
El crecimiento del deporte femenino en Argentina coincidió con la consolidación de la medicina deportiva en universidades, clubes y asociaciones deportivas nacionales. Como era de esperarse, los líderes en medicina deportiva no fueron capaces de llegar a un consenso respecto de la participación de las niñas y las mujeres en los deportes. De hecho, la historiadora Patricia Anderson demostró la naturaleza contradictoria y desinformada de los debates que se dieron a principios del siglo XX sobre el efecto del ejercicio femenino41. A mediados del siglo XX, surgieron distinciones que basaban sus recomendaciones físicas dependiendo de la edad de la mujer. Los artículos y textos académicos recomendaban sistemáticamente los deportes femeninos, pero solo hasta la pubertad. Sin embargo, las opiniones divergían ampliamente después del inicio de la menstruación. Una vez que se transformaban en potenciales madres, proteger y vigilar sus cuerpos se volvió mucho más importante para el Estado y la sociedad. Por ejemplo, el profesorado de la Universidad de Buenos Aires pensaba que las mujeres debían cesar todas las actividades deportivas al inicio de la menstruación42. Otros, especialmente Ruth Schwarz de Morgenroth, pensaban que el ejercicio era aconsejable para las pubescentes, pero solo bajo la supervisión de una experta. Incluso los defensores más firmes de la actividad física enfatizaron la necesidad de moderación y supervisión. Si bien había opiniones sobre la menstruación y el deporte, había un consenso universal entre los expertos: las mujeres no podían hacer ejercicio durante el embarazo. Esta ansiedad que rodea al embarazo puede deberse, en parte, a la disminución que se registró en la tasa de natalidad argentina, la cual bajó en un 54% entre 1910 y 193043. Las deportistas se convirtieron en blanco del desprecio médico, cuando los expertos, sin ninguna evidencia científica o de otro tipo, culparon al atletismo y otras actividades recreativas de distraer a las mujeres de la maternidad y dañar la fertilidad44.
Los expertos médicos recomendaban el ejercicio durante el posparto, principalmente para mejorar la belleza y perder peso, en lugar de otros beneficios. A partir de la década de 1920, los médicos en Argentina trazaron una línea muy fina entre la obesidad y la lipofobia (miedo a la gordura). Estos expertos postularon que las mujeres tenían una tendencia natural hacia la gordura, y que las que sufrían de delgadez extrema tenían una figura demasiado angular y estilizada. En otras palabras, la belleza, que era la meta de la educación física, era difícil de alcanzar y mantener. Por un lado, las mujeres serían “obesas” si no hacían suficiente actividad física, mientras que por el otro, serían demasiado delgadas si hacían mucha actividad física. En las columnas médicas de la revista Eva, de la década de 1940, los médicos aconsejaban que durante el posparto usaran más maquillaje, fajas bien apretadas y que se cepillaran el cabello con mayor entusiasmo45. Cuando a las mujeres les llegaba la menopausia, dejaban de ser sujetos de medicina deportiva. Esto subrayó aún más la visión de la ciencia del deporte de que el ejercicio era para un ideal estético o un estado físico materno, más que para la salud.
Con la profesionalización de la medicina, la educación y el deporte, las mujeres se vieron excluidas de esos campos. Es difícil identificar una razón concreta, pero a partir de fines de la década de 1930, ciertos líderes de educación física buscaron reducir el número de instructoras. Raúl Blanco, director de instituciones en Argentina y Uruguay y autor de un importante trabajo sobre la historia de la educación física, declaró que el programa argentino de educación física fue un fracaso, en parte porque había demasiadas profesoras46. Blanco acusó a las mujeres que seguían una carrera docente en educación física de no tener vocación. Según él, lo hacían por el horario cómodo que ofrecía y no por sentir una verdadera pasión. También opinó que pasaban demasiado tiempo en gimnasia y que no inculcaban moral y disciplina a sus estudiantes. En 1939, en respuesta a críticas similares, el presidente argentino Roberto Ortíz creó el Instituto Nacional de Educación Física (INEF), exclusivamente para la enseñanza de niñas (y futuras profesoras), mientras que los hombres continuaron estudiando en el Instituto de Aplicación General Belgrano47. Este número creciente de especialistas organizó el primer Congreso Panamericano de Educación Física en Buenos Aires en 1941. Si bien asistieron mujeres, lo que sabemos por sus propios escritos, no aparecen en los registros oficiales del congreso48.
El aumento de los recursos para el deporte masculino argentino en el período peronista eclipsó el deporte femenino. A pesar de la profesionalización del fútbol masculino en 1931, la Asociación Argentina de Fútbol continuó dependiendo del apoyo estatal, lo que solo aumentó durante las décadas de 1940 y 1950. A medida que el balompié emergió como el deporte nacional, fue más difícil para las futboleras reclamar un espacio. Sin embargo, el aumento del apoyo estatal a los clubes profesionales y de aficionados, supuestamente para el fútbol, se extendió a otros deportes femeninos. Las mujeres participaron con entusiasmo en los Juegos Panamericanos, organizados por Argentina en 1951. De hecho, las argentinas lograron importantes victorias en 1951, donde ganaron los tres primeros lugares en esgrima, así como medallas en atletismo y natación. A lo largo de la década de 1950, las argentinas sobresalieron en los Juegos Panamericanos. El Club Atlético San Lorenzo de Almagro se convirtió en un lugar importante para el entrenamiento de deportistas en estos eventos. Una de ellas fue Ingeborg Mello, cuya familia judía había huido de Alemania a fines de la década de 193049. Mello ganó el oro en los eventos de tiro y disco en los Juegos Panamericanos. Mientras competía por Argentina en los países vecinos durante la década de 1940, Mello y sus compañeras judías se enfrentaron a simpatizantes nazis dentro de la comunidad de atletismo50. Los logros deportivos de Mello la ayudaron a obtener la nacionalidad argentina. Ella continuó entrenando en San Lorenzo y participó en el equipo nacional en la competencia olímpica. Mello experimentó el deporte como un vehículo para integrarse en la vida social de Buenos Aires. La atleta rara vez hablaba de su experiencia en la Alemania nazi, pero sentía un tremendo orgullo de representar a su país adoptivo, indicó su hija años después51.
Figura 1.1. Fútbol femenino temprano en Argentina, 1923 Fray Mocho, 2 de octubre de 1923
El papel de las mujeres en los clubes deportivos sigue siendo más esquivo que su participación en clubes o eventos olímpicos. En 1923, un artículo en la revista Fray Mocho publicó fotografías de tres equipos de fútbol femenino en Buenos Aires52. Las imágenes serían del primer club de fútbol femenino, llamado Río de la Plata, que consistía en al menos tres escuadras de fútbol femenino. En las fotos de los equipos, las criollas parecen enfrentar a sus contrapartes británica y alemana: el “equipo Argentina” versus el “equipo Cosmopolita”. Se nota que las futboleras tenían experiencia, vestían los uniformes adecuados y las imágenes de su juego indican que sabían lo que hacían. Además, la revista mencionaba a los directivos del club, por lo que parece que las mujeres adoptaron una estructura similar a los clubes de hombres. El número de futboleras que jugaban en los equipos de fábrica empezó a aumentar con la industrialización en la década de 1930. Sin embargo, muchos de estos lugares de trabajo, como las plantas empacadoras de carne, las fábricas de cigarrillos y las refinerías de azúcar estaban segregados por líneas de género. Las fábricas tuvieron que lidiar con la tensión que generaba la movilidad de las mujeres en la fuerza laboral. Incluso cuando había secciones de trabajo separadas, cada vez era más frecuente que los hombres terminaran trabajando con mujeres53.
La difusión del básquetbol, impulsada por grupos como la YMCA, ayudó a las mujeres a hacerse un espacio en los clubes de barrio y sindicales. Vélez Sarsfield, un club deportivo fundado en 1910 como club de fútbol masculino en el barrio de Linier de Buenos Aires, comenzó un equipo de básquetbol femenino en 1954 y se convirtió en una potencia nacional en el deporte. El importante sindicato de trabajadores textiles, la Asociación Obrera Textil, también tenía un programa de básquetbol femenino muy activo54. Considerando cómo se juega el básquetbol hoy en día, no pareciera haber razón que explique por qué era más aceptable que el fútbol. Sin embargo, a principios y mediados del siglo XX, el juego era mucho más lento, lo que requería que las jugadoras lanzaran desde una posición fija. El contacto físico entre las jugadoras estaba más regulado y el básquetbol se jugaba en interiores. A pesar de estos factores, creemos que la mayor aceptación del básquetbol femenino en todo el continente derivó de la popularidad y el poder incomparables del fútbol como símbolo de identidad nacional.
Figura 1.2. Juan Perón en un partido de básquetbol femenino, 1952 Cortesía de la Biblioteca Nacional de Argentina
A medida que aumentaba la actividad deportiva de las mujeres, también aumentaba la preocupación por su impacto. Los debates de salud pública sobre las actividades físicas apropiadas entrelazan el sexismo con la homofobia desenfrenada. Mientras que los futbolistas eran vistos como modelos de virilidad y destreza heterosexual, los periodistas, funcionarios y fanáticos ponían en duda la feminidad y la heterosexualidad de las atletas. Entre los psicólogos, el lesbianismo generalmente estaba subordinado a la discusión sobre la homosexualidad masculina en Argentina. Los expertos médicos caracterizaron el lesbianismo como una perversión incomprensible, supuestamente causado por experiencias sexuales inadecuadas con hombres, “hermafroditismo”, o un desajuste psicológico por el cual las mujeres adquirieron rasgos de personalidad masculina55. Por lo tanto, los expertos advirtieron que adoptar la ropa y el comportamiento de los hombres podía influir en la orientación sexual y psicología de las mujeres. Como los deportes se consideraban fundamentales para construir y exhibir una masculinidad adecuada, constituían un terreno peligroso en términos de su potencial masculinizador. Por esto, expertos médicos, funcionarios estatales, periodistas, entre otros, comenzaron a vigilar los espacios que congregaban a varias mujeres, como las cárceles, los hospitales y las escuelas, pues sospechaban que eran comunidades subterráneas donde reinaba un lesbianismo desenfrenado.
Las deportistas chilenas, las maestras y el auge de la “experiencia”
La historia de la educación física y el deporte femenino en Chile manifiesta interesantes superposiciones y diferencias con Argentina. Las ideologías dominantes de los clubes deportivos amateur se basaban en una idea compartida sobre la masculinidad, que excluía a las mujeres del club y la cancha. Los deportistas aficionados recurrieron a los ideales deportivos británicos como una forma de cultivar la masculinidad restringida, el control emocional y el “juego limpio”. El balompié dominó la escena deportiva y los clubes de fútbol fueron esenciales para la integración de los trabajadores en la política local. Además, estos sirvieron como espacios de democratización y, en los años cincuenta y sesenta, radicalización política56. La marginación extrema de las mujeres del fútbol creó más obstáculos para su participación en ámbitos sociales relacionados, como los sindicatos y los partidos políticos. Aunque estaban excluidas del fútbol organizado, crearon espacios para la competencia atlética en básquetbol, particularmente, pero también en voleibol, atletismo, tenis y natación. En ocasiones, los medios de comunicación le prestaron atención a estos equipos deportivos debido al éxito internacional que tuvieron. Estos equipos recibieron apoyo esporádico de sus clubes matrices, los que eran dominados por hombres. Sin embargo, no hubo recursos gubernamentales, en comparación con Argentina o Brasil. Además, a pesar del fuerte contingente de mujeres en el campo de la educación y el éxito de estas deportistas, los clubes deportivos y los medios de comunicación establecieron importantes barreras informales para el fútbol femenino.
A comienzos del siglo XX, Juana Gremler, la profesora que mencionamos al principio del capítulo viajó por toda Europa en busca de un plan de estudios adecuado para las niñas chilenas. En ese momento, la formación de los docentes de educación física era bastante equilibrada en términos de género. Se alentaba a los niños y a las niñas a realizar actividad física, y tanto hombres como mujeres recibieron formación en escuelas normales para convertirse en profesores de educación física. En Chile, Joaquín Cabezas desempeñó el papel más importante al estructurar las instituciones y la dirección de la educación física. En 1888, el gobierno chileno lo envió a Suecia para que estudiara el programa de educación física basado en el método Ling57. A su regreso, Cabezas estableció el Instituto Superior de Educación Física y Manual en 1906, que adoptó explícitamente la educación física como una forma de preparar a los niños para el trabajo y la ciudadanía en lugar de la vida militar. El instituto aceptó a las mujeres de inmediato, probablemente debido a la influencia del sistema sueco. Además, brindó formación profesional para profesores de educación física, así como formación vocacional. La primera cohorte de profesores de educación física del instituto incluyó a 17 mujeres y 19 estudiantes varones. Cabezas también era cercano a las asociaciones de docentes liberales, con el apoyo de políticos como Manuel Salas y Arturo Alessandria. Posteriormente abogaría por expandir la educación pública a las niñas y las comunidades pobres, ayudando a crear el Comité Pro Deporte Popular, respaldado por el Frente Popular a fines de la década de 1930. Las profesoras de educación física formadas en el instituto moldearon los deportes femeninos más allá de la sala de clases. Por ejemplo, las profesoras formaron centros deportivos independientes, no solo para estudiantes, sino también para ellas y sus antiguas alumnas. En la década de 1920, el Liceo Paula Jaraquemada, en Recoleta, estableció un club deportivo, donde diversas generaciones practicaron deportes en equipo fuera de la escuela58.
En Chile, la prensa deportiva se inició a principios del siglo XX. En la década de 1920, Los Sports dominó el panorama deportivo, hasta ser reemplazado por Estadio, desde la década de 1940 hasta la década de 1980. Sin embargo, cientos de pequeños periódicos, boletines comunitarios, boletines laborales y medios provinciales proporcionaron cobertura deportiva en cualquier momento dado. Además, la radio era un importante componente de los medios de comunicación deportivos59. Los medios deportivos desarrollaron dos caricaturas opuestas de la feminidad, las que dominaron la cultura visual popular durante gran parte del siglo. Las fotografías, los anuncios y los cómics tendían a retratar a las mujeres como seres etéreos, como ángeles y ninfas, o como esposas castradoras. El arquetipo angelical las presentaba como virginales, desapasionadas, como las imágenes más jóvenes y menos maternales de la Virgen María. Esta imagen tomaba prestada la idea de belleza griega clásica, en la medida en que las posturas hacían eco de las poses y atuendos figurativos griegos. Además de la estética supuestamente clásica, la óptica victoriana de la blancura y la fragilidad también influyó en la cultura visual chilena. Por el contrario, la “esposa castradora” se representaba con sobrepeso, gritando y casi siempre en la esfera privada de la casa o en un lugar muy local. Estas mujeres con frecuencia fueron representadas con rodillos para amasar y escobas para reforzar su supuesto lugar en el hogar. Los caricaturistas y humoristas también retrataban a la esposa enojada con rizadores en el pelo o zarrapastrosa. Las deportistas aparecían ocasionalmente en los medios visuales, pero encajaban incómodamente con los modelos dicotómicos.
En la cultura popular, las deportistas rompieron las imágenes comunes y se presentaron como excepcionales, en el mejor de los casos, y como monstruosas, en el peor. Al no encajar con precisión en los moldes “angelicales” o castrantes, los medios y los clubes deportivos presentaron a las atletas como “amazonas” que existían fuera del desarrollo normal. Por ejemplo, la revista deportiva más popular en la década de 1920, Los Sports, comenzó a publicar en 1928 la “atleta” del mes en topless, a veces con una lanza, otras veces a caballo. Las fotografías reforzaron la idea de que las deportistas eran exóticas, en lugar de presentarlas con el equipamiento estándar, como una raqueta de tenis o una jabalina. Al hacer que las mujeres posaran en topless, también las objetivaron y sexualizaron. En lugar de pensar en las deportistas como atléticas, estas imágenes sugirieron que se debían considerar como objetos de deseo y/o ridículo. Las asociaciones deportivas internacionales también reforzaron la imagen de las deportistas como amazonas, por ejemplo, la Asociación Ecuestre Internacional, prohibió que las mujeres, a las que llamó “amazonas”, compitieran en eventos masculinos60. Las asociaciones deportivas internacionales y la prensa aceptaron ampliamente el término amazona para referirse a una jinete. El dominio de los equipos militares latinoamericanos en eventos ecuestres creó dificultades al describir a sus contrapartes femeninas. Quizás la amazona ficticia, exótica y anacrónica proporcionaba una plantilla no amenazante para las jinetes.
La chica moderna, un reflejo de la urbanización y los cambios femeninos en la década de 1920, también desafió las imágenes polarizadas de las mujeres chilenas en la prensa deportiva. Los periodistas y directores deportivos expresaron una espantosa hostilidad hacia la chica moderna que asistía al estadio. Las caricaturas misóginas crearon fantasías de violencia contra espectadoras jóvenes y solteras. Por ejemplo, una caricatura de la época muestra a una mujer con cabello corto y maquillaje entrando al estadio, que recibe un pelotazo en la cara cuando se sienta a mirar el partido. El chiste es que su maquillaje ha dejado una réplica de su cara en la pelota, que ahora se lanza y patea61. Con frecuencia, los chistes de dibujos animados o anécdotas en la prensa deportiva y las revistas de club giraban en torno a la violencia femenina por entrar ilegalmente a los estadios y clubes. Estos chistes mostraban mujeres atadas y amordazadas para evitar que hablaran, ojos negros por todo tipo de percances y muchas heridas en la cabeza provocadas por sus esposos. Al mirar a través de los medios de comunicación, la correspondencia y las autobiografías de la época, es evidente que los hombres veían a los clubes deportivos como un escape de la vida doméstica. La presencia femenina, a menos que fuera un espectáculo, arruinaba ese escape de las obligaciones familiares.
Figura 1.3. Fútbol femenino en Talca, 1900 Cortesía del Museo Histórico Nacional Chile
Cuanto más se aceptaba el fútbol como una forma de desarrollar una masculinidad adecuada entre los jóvenes, más profesores de educación física y directores de clubes alejaban al sexo femenino. Hay evidencia de que las mujeres ya jugaban al fútbol en 1900, y probablemente antes. Los primeros indicios provienen de fotografías que están en el Museo Histórico Nacional de Chile. En una foto aparece el equipo Talca de la escuela normal de esa ciudad con fecha de 1900. El pie de foto lee: “Nunca se nos habría ocurrido que pudiera existir en Chile un club de fútbol formado por jóvenes del hermoso sexo débil”62. No solo dice eso, además critica a las mujeres por “robar” a los hombres todas sus esferas. El tipo de letra indica que el título estaba destinado a ser publicado en una revista. Otra fotografía del museo, tomada dieciocho años después, también muestra futboleras del Team Santiago de Talca63. El pie de foto dice prácticamente lo mismo que la fotografía de 1900, pero las jugadoras son completamente diferentes. Ambas fotografías muestran a mujeres vestidas hasta los tobillos con vuelos y peinados femeninos. En la segunda fotografía, están sentadas alrededor de una mesa. Las fotografías del Team Talca se diferencian del equipo masculino, ya que si bien aparecen en una cancha de fútbol con un balón, visten uniformes escolares y no usan ropa deportiva o insignias. El Team Talca no es la única instancia de fútbol femenino en el cambio de siglo en Chile. En 1905, el Badminton Football Club organizó un partido en que un equipo femenino jugó contra un equipo masculino para recaudar dinero para un hospital infantil64. Aunque es un evento improvisado, sugiere la familiaridad de las mujeres con el deporte. Por lo general, los periodistas cubrían estos equipos como novedades, sin embargo, la evidencia fotográfica sugiere lo contrario. Si jugar fútbol era algo raro, la participación de las mujeres en clubes deportivos no lo era.
Los clubes deportivos generalmente proporcionaban membresía secundaria a mujeres, a menudo agrupadas en categorías con niños, sin derecho a voz ni voto. En muchos de los clubes deportivos más grandes, especialmente los de inmigrantes, como Unión Española y Audax Italiano, las mujeres formaron departamentos secundarios en la década de 1910. Sin embargo, el creciente papel de los militares en el deporte durante la Primera Guerra Mundial y durante la dictadura de Carlos Ibáñez clausuró los equipos femeninos, pues el gobierno se unió a clubes más grandes para canalizar el apoyo hacia la profesionalización. También impulsó los clubes asociados con los regimientos militares y policiales. Por lo tanto, no sorprende que las instituciones deportivas vinculadas a los militares, como la Asociación de Tiro de Estudiantes, recibieran un mayor apoyo del gobierno65. A pesar de la falta de apoyo estatal y la burla de los medios, las deportistas persistieron en la creación de organizaciones para la competencia deportiva. En 1927, las deportistas inauguraron la Asociación Deportiva Femenina (ADF) en Valparaíso66. Las mujeres que eran miembros de la ADF competían en torneos de básquetbol, natación, tenis de mesa, atletismo y voleibol. En una entrevista con Los Sports, la secretaria de la ADF, Azucena Villanueva, declaró que “los hombres creen que no podemos arreglárnoslas sin ellos, pero vamos a demostrar lo contrario”. Vamos a probar que una mujer y un hombre pueden disfrutar del deporte juntos”67. Cuando se le preguntó acerca de otros deportes, como el fútbol, Villanueva declaró: “Todo tiene un límite. Así como hay deportes apropiados para las mujeres, también hay razones que las ayudan a combatir ideas obsoletas”. En la misma entrevista, Villanueva también comentó que la organización fue creada para celebrar el quincuagésimo aniversario de la promulgación de la ley de 1877 que había abierto el acceso de las mujeres a la educación universitaria. En los últimos párrafos de la entrevista, el autor escribió que la conversación con Villanueva “estaba lejos de ser una conferencia sobre feminismo”68.
El antagonismo hacia el feminismo continuó en Los Sports y otros medios de comunicación convencionales, que intentaron persistentemente aislar a las deportistas de proyectos de igualdad de género más grandes al calificarlas como razonables en comparación con las feministas o ignorar las implicaciones más importantes de la participación femenina en el deporte. Los directores de los clubes deportivos parecieran haberse sentido amenazados por el interés feminista en los deportes, pues abogaron por los juegos como correctivos del feminismo. Según ellos las mujeres atletas reconocían su propia inferioridad, a diferencia de las feministas que luchaban por la igualdad, a las que se refirieron como “vulgares”69.
Aunque la Asociación de Deportes Femeninos decidió que el fútbol estaba más allá del alcance de su organización, hay muchas pruebas de que el deporte se difundió rápidamente entre las mujeres. Las feministas, de hecho, abogaron por los deportes femeninos. Unión Femenina de Chile, un grupo de élite que abogó por la educación femenina, tenía una sección deportiva en su boletín informativo que buscaba construir conexiones entre las chicas que jugaban básquetbol, tenis y hacían natación70.
En 1928, un periodista de la revista chilena Match comentó que era común ver mujeres jugar al balompié y “disfrutar del deporte masculino”71. El mismo artículo menciona un inesperado rumor sobre el fútbol femenino en los cafés y restaurantes de Buenos Aires. El deporte había crecido lo suficiente como para alarmar a un sacerdote católico en Argentina que comenzó una campaña contra el fútbol femenino. A pesar de las severas advertencias desde el púlpito, las mujeres continuaron jugando. Aparecieron artículos y editoriales que criticaban el fútbol femenino, lo que refleja el crecimiento del deporte. También hubo inquietud en las provincias, lo que muestra que el fútbol había ganado popularidad entre las mujeres del norte de Chile. Un artículo editorial en Antofagasta instó a las organizaciones femeninas a seleccionar cuidadosamente los deportes que podían mejorar la elegancia, como el tenis, en lugar del fútbol, lo que solo restaba valor a la feminidad.72
Figura 1.4. Aurora Porteña, 1928
Las mujeres atletas y sus aliados buscaron espacio dentro del pujante movimiento laboral chileno, que tenía algunas de las organizaciones deportivas más estables del país73. Sus esfuerzos por construir alianzas a menudo usaban el mismo lenguaje que la Iglesia y los políticos conservadores, recurriendo, en última instancia, al papel de las mujeres como madres en la “futura prosperidad de la nación”74. El fútbol femenino surgió en los lugares de trabajo, y con frecuencia más allá de las principales ciudades. En 1928, un equipo llamado “Aurora Porteña” formado en Coquimbo posó para una fotografía de equipo. La imagen mostraba a once mujeres que trabajaban en el lavadero de la familia Fontz en el puerto norte75. La fotografía fue donada a una biblioteca chilena en algún momento de la década de 1930 y la descripción mecanografiada, presumiblemente escrita por la biblioteca local, es reveladora. La fotografía indica que es el primer equipo de fútbol femenino y que “muchas de las jugadoras son hoy esposas respetables, entre ellas, la Sra. Anselma de Arriagada, la Sra. Araya, la Sra. Rojas, etc.” La bibliotecaria claramente quería establecer la respetabilidad de las jóvenes mujeres, quienes tal vez habrían sido juzgadas severamente por su participación, al demostrar que se habían casado con éxito. Sin embargo, las mujeres en la fotografía parecen totalmente indiferentes a la estética femenina típica. Las once tienen el pelo corto, llevan gorras y ninguna sonríe ni posa coquetamente. En cambio, la mayoría mira directamente a la cámara, sosteniendo las manos sobre las rodillas, las caderas o los costados. Todas tenían los mismos tacos, calcetines y uniformes, el único gesto hacia su género eran las cintas en la parte delantera de su vestimenta.
El crecimiento de los deportes femeninos provocó reacciones extremas y bastante predecibles. Los autores rara vez firmaban los artículos editoriales más extremos sobre las mujeres en el deporte. En 1929, Match publicó un artículo que reconocía que los deportes femeninos podían ser positivos para la mejora de la raza chilena, pero que eran negativos para los matrimonios76. Según el artículo, en la “era preatlética, durante la cual las mujeres eran dóciles, dulces y obedientes”, los hombres podían esperar que sus esposas aceptaran su subordinación77. Las mujeres musculosas y seguras que producía el atletismo generaban mucha ansiedad entre los miembros masculinos de la familia. El efecto de las actividades deportivas de las mujeres en los maridos fue una consideración central de la prensa convencional. Según Los Sports, una mujer que practicaba calistenia para principiantes solo sería más atractiva para su esposo78. En este sentido, los medios chilenos reflejaron gran parte de lo que ocurría en Argentina, aunque no tuvieron la cobertura dinámica que El Gráfico le dio a las atletas femeninas. También pusieron mayor énfasis en la armonía familiar, donde la belleza era un vehículo para unir a una mujer a un novio o marido, pero no necesariamente para que fuesen perseguidas para obtener satisfacción sexual o por su propio bien.
Los defensores de la educación física de las niñas buscaron aliados en los movimientos laborales y feministas, lo que tenía sentido dada la frecuencia con que las chicas dejaban la escuela para entrar al mercado laboral79. Sus esfuerzos por construir alianzas a menudo usaron el mismo lenguaje que la Iglesia y los políticos conservadores, en última instancia recurriendo a su rol de madres en la “futura prosperidad de la nación”80. Las feministas, de hecho, abogaron por los deportes femeninos. Unión Femenina de Chile, un grupo de élite que abogó por la educación femenina, tenía una sección deportiva en su boletín informativo que buscaba construir conexiones entre las mujeres que jugaban básquetbol, natación y tenis81. Los directores de los clubes deportivos abogaron por los juegos como correctivos del feminismo, somo se ha señalado en párrafos anteriores. Las mujeres atletas, según ellos, reconocían su propia inferioridad en relación a las feministas que luchaban por la igualdad, calificándolas de “vulgares”82. Algunas señales en las provincias sugieren que el fútbol también había ganado popularidad entre las mujeres del norte de Chile. Un artículo editorial en Antofagasta instó a las organizaciones femeninas a seleccionar los deportes que podían mejorar la elegancia, como el tenis, en vez del fútbol, lo que solo restaba valor a la feminidad83.
La aceptación temprana y casi completa del tenis femenino ilustra la importancia de la clase y la raza para determinar qué deportes eran socialmente permisibles. Los círculos de élite de Valparaíso y Santiago abrazaron el tenis como un deporte con un ritmo apropiado para las mujeres. Además, casi no implicaba contacto físico. Al estar asociado con la cultura victoriana británica, que representó el pináculo de la civilización blanca para muchas élites chilenas, el tenis escapó de casi todas las críticas normalmente dirigidas al deporte femenino. Las revistas comentaban que si bien el tenis se asociaba con los extranjeros, los chilenos lo habían aprendido tan rápido que los clubes no daban abasto para acomodar a todos aquellos que querían jugar, lo que demostraba que los chilenos tenían una predisposición a los hábitos británicos84. Las mujeres y los hombres comenzaron a jugar tenis casi al mismo tiempo. Santiago Lawn Tennis Club, un lujoso club en el Parque Cousiño era un centro de tenis de élite donde jugaban ambos sexos. Los miembros del club se refirieron al tenis femenino como “un feliz triunfo del feminismo”85. En este contexto, el tenis femenino no alcanzó a desafiar las jerarquías de género predominantes. Sin embargo, para las mujeres que se destacaron en él, proporcionó una rara oportunidad de practicar deporte en serio sin ser castigadas socialmente. A pesar del descuido casi total del deporte femenino en la prensa chilena de la década de 1920, Los Sports y otras publicaciones aceptaron el tenis de dobles mixtos sin reservas86. Los dobles mixtos eran el evento de tenis menos popular, pero formaban parte regular de los torneos. Representaba una instancia única en la que hombres y mujeres competían en el mismo espacio y en el mismo equipo. El éxito de Anita Lizana, quien se convirtió en una de las mejores del mundo a fines de la década de 1930, normalizó aún más el tenis femenino en Chile, sin embargo, no estimuló una mayor inversión por parte del Comité Olímpico o de los ministerios responsables del deporte.
Si bien el tenis era el deporte más aceptable, el más popular entre las mujeres chilenas de todas las clases, al igual que en Argentina, era el básquetbol. Los primeros partidos femeninos en Chile se jugaron en Santiago y Valparaíso a principios de la década de 192087. Los profesores de educación física promovieron el básquetbol con entusiasmo en las escuelas chilenas, pero también en los sindicatos y clubes vecinales88. Desde el comienzo las familias de las jugadoras se resistieron a que participaran pues temían que se convirtieran en “marimachos”89. La preocupación de que sus hijas se volvieran demasiado masculinas se relacionaba con el temor de que sintieran atracción por otras mujeres. A pesar de cierto nivel de desmotivación, las mujeres igual formaron equipos dentro de los clubes. Uno de los primeros clubes en promover el deporte fue Club Gath & Chaves, un centro comercial de alta gama en Santiago y Buenos Aires a principios del siglo XX. Una vez que comenzaron a vender ropa de mujer, contrataron a jóvenes vendedoras. Sus instalaciones deportivas se encontraban entre las más extensas y mejor equipadas de Argentina y Chile. La segunda ola de clubes incluyó Bádminton, Escuela de Artes, Universitario Tabú y General Baquedano. Por muy intrigantes que sean algunos de estos clubes, sabemos muy poco sobre la forma en que se desarrollaron los equipos femeninos de básquetbol dentro de ellos. Sin embargo, sabemos que los clubes femeninos formaban parte de la Asociación de Básquetbol de Santiago desde al menos 1933. Sara López Ramírez, profesoras de educación física, fue la primera presidenta de la Federación Femenina de Básquetbol de Chile. La federación integró nueve clubes: Estrella Polar, Enrique Correa, Comercio Atlético, Flecha, Manuel Montt, Cabrera Gana, Universitario Tabú, Badminton, Escuela de Artes y General Baquedano. Una vez que se estableció la Federación Femenina de Básquetbol, se unieron asociaciones provinciales como Valparaíso, Concepción, Temuco, Osorno, Rancagua, María Elena, Talcahuano, Tomé, Chuquicamata, Sewell y San Fernando. Las mujeres aceptaron con entusiasmo el básquetbol y comenzaron a recorrer sus ciudades, provincias e incluso el país en busca de competencia.
Las décadas de 1940 y 1950 fueron una “edad de oro” en el básquetbol femenino chileno, en términos de éxito internacional y asistencia de fanáticos. La tienda de ropa deportiva Casa Olímpico comenzó a anunciar su línea de ropa de básquetbol femenino en revistas y periódicos populares. En la década de 1940, las mujeres cambiaron los abultados trajes deportivos por shorts de satén y mangas cortas. Además, el básquetbol se convirtió en un vehículo para que las niñas viajaran. Por ejemplo, la Liga Escolar de Deportes apoyó ampliamente el básquetbol femenino y estudiantes provinciales participaron en torneos en Santiago, Concepción y Osorno. Consideremos el caso del Club Cabrera Gana, un pequeño club en el centro de Santiago90 que al comienzo ofrecía excursiones, uno de los tantos que se formaron para organizar viajes al campo, especialmente de alpinismo. Una de sus integrantes, Haydée Piñeiro, se convirtió en una de las mejores jugadoras de básquetbol de la época y ayudó a formar el mejor equipo de básquetbol femenino en Chile y, entre los mejores de Sudamérica. Las mujeres tomaron un mini bus y recorrieron las provincias argentinas, algo que Estadio describió como peligroso, incómodo, “una locura”91. Las diez mujeres viajaron durante cuarenta días en un vehículo que conducía el esposo de una de ellas. Jugaron en siete ciudades, perdiendo ante River Plate y Boca Juniors en Buenos Aires. En la década de 1940, un viaje de este tipo (con mujeres no acompañadas) era inusual, pero los compromisos deportivos que habían organizado sirvieron de incentivo y estructura únicos para sus viajes.
El crecimiento del básquetbol en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay fue mutuamente beneficioso porque las rivalidades internacionales generaron interés entre el público y la prensa. Chile organizó el primer torneo sudamericano de mujeres en 1946, donde derrotó a Argentina y se quedó con el título92. Las finales se llevaron a cabo en el Teatro Caupolicán y asistieron seis mil personas. Según un comentarista, “El básquetbol femenino jamás había logrado atraer a tanta gente a los partidos, en ningún país de América del Sur”93. En el torneo, las mujeres celebraron el primer Congreso Sudamericano de Básquetbol Femenino, que forjó una red de líderes continentales en el deporte. Los clubes del norte dominaron a los de Santiago y Valparaíso en los primeros años94. A pesar de cubrir de cerca la temporada, Estadio quedó sorprendido cuando las mujeres de la pequeña ciudad norteña de María Elena derrotaron a Santiago en el quinto torneo nacional, celebrado en 1944 en Concepción. La victoria de este equipo regional demuestra que el básquetbol probablemente llevaba décadas establecido en las provincias, incluso si no era oficialmente parte de las asociaciones nacionales.
Al igual que en el caso del básquetbol, el éxito internacional de las atletas femeninas de atletismo les ayudó a obtener apoyo a nivel nacional. El atletismo estaba estructurado de tal manera que los medios chilenos podían usar el tiempo, la altura y la distancia para evaluar cómo les iba a sus atletas en comparación con otras, incluso sin viajar a un torneo95. Esto era importante para un país que tenía problemas para organizar viajes para sus atletas, tanto para viajar al extranjero como para organizar encuentros internacionales en casa. Estos análisis los podía hacer, por ejemplo, la revista Estadio al comparar los tiempos de carrera de las estadounidenses con los de las chilenas y argentinas y determinar que las sudamericanas tenían una oportunidad contra las mejores atletas norteamericanas, especialmente de Estados Unidos y Cuba. Los Juegos Panamericanos, celebrados por primera vez en 1951, brindaron la oportunidad más importante para la competencia de atletismo femenino96. Para atletas femeninas como la chilena Eliana Gaete, los Juegos Panamericanos las motivaron a continuar entrenando, incluso después de formar una familia. Gaete ganó el oro en 1951 y 1955, años entre los cuales se casó y tuvo su primer hijo97. El éxito de Gaete, junto con el de Marlene Ahrens y Betty Kretschmer, entre otros, alentó la organización de torneos de atletismo para niñas, así como la expansión de los equipos de atletismo femenino dentro de los clubes deportivos más grandes.
A pesar de su éxito, las federaciones chilenas, que se negaron a abordar, entre otras cosas, el problema del acoso sexual, trataron duramente a las atletas. En el apogeo de su carrera, la atleta Marlene Ahrens fue suspendida durante un año por los comentarios que hizo a una revista chilena. En 1959, había rechazado los avances del dirigente de remo, Alberto Labra, quien presidió el Comité Olímpico chileno entre 1963 y 1965. A pesar de apelar y de que se realizara una investigación posterior que apoyó a Ahrens, los directores deportivos se negaron a ceder y mantuvieron la suspensión, lo que le impidió competir en los Juegos Olímpicos de Tokio de 196498, tras lo cual se retiró rápidamente del deporte. Las atletas femeninas no eran inmunes a los puntos de vista sexistas, incluso si con frecuencia se encontraban defendiendo la igualdad de las mujeres. La prensa era pronta a destacar cuando las atletas se criticaban entre sí. La velocista chilena Adriana Millard despreció la actuación de Fanny Blankers-Koen, una estrella de los Juegos Olímpicos de Londres en 1948, porque “corrió y saltó como un hombre”99. Además, Millard se quejó de que Blankers-Koen tenía demasiados músculos para una mujer. La atleta holandesa había conmocionado al mundo deportivo al regresar a las competencias y reclamar cuatro medallas de oro en los Juegos Olímpicos de 1948 después de haber tenido dos hijos. Aun así, Millard aconsejó que las mujeres jóvenes emularan a Maureen Gardner, que era más delgada y femenina.
Cuando los periodistas comenzaron a publicar historias populares del deporte chileno, especialmente de fútbol, en los años 50 y 60, retrataron a las mujeres como obstáculos para el progreso. Las crónicas de Pepe Nava, por ejemplo, retrataron a los primeros deportistas varones como rebeldes, y “locos por el deporte”100, mientras que las mujeres impedían el crecimiento del fútbol debido a su pensamiento anacrónico. Según Nava, los clubes deportivos amenazaban las posibilidades de recibir una propuesta de matrimonio, por lo mismo las jóvenes formaron organizaciones que se oponían al deporte101. En respuesta, un grupo de hombres jóvenes de clase alta celebró un partido en el Club Hípico para convencer a sus novias del valor del balompié. Las mujeres quedaron tan impresionadas que amenazaron con convertirse en “futbolistas”102. El artículo estaba acompañado de una impresionante fotografía de un equipo de fútbol de mujeres jóvenes, sin nombre ni fecha. El subtítulo decía: “Después de aborrecer el fútbol desde el principio, las jóvenes chilenas lo tomaron con tanto entusiasmo que formaron un equipo”103. Los uniformes parecen ser oficiales, tal vez de una escuela de niñas en la década de 1920. Todas las jugadoras y la portera llevaban tacos. “Afortunadamente, la idea no prosperó”, dijo Nava104. El comentarista nunca explicó por qué el fútbol femenino no se popularizó. De hecho, el rechazo de los medios chilenos al fútbol femenino, al igual que el de la prensa argentina, es difícil de analizar porque nunca se dio una explicación y el deporte en sí era apenas visible.
Las historias orales apuntan hacia la constante presencia clandestina del fútbol femenino. Por ejemplo, el trío de atletismo Eliana Gaete, Marlene Ahrens y Betty Kretschmer también jugó al fútbol. Según Ahrens, las mujeres jugaban mucho al balompié en la década de 1940105. En una entrevista de 2013, corrigió a un periodista que afirmó que “ahora” las mujeres jugaban al balompié al señalar que en su juventud ella “jugaba mucho al fútbol”106. Ahrens contó que en el fundo de su padre, ella solía jugar con los hijos de los inquilinos todas las tardes, a veces con zapatos y otras, descalza. Por su parte, Betty Kretschmer se quejó de que no le permitían competir en balompié, que era su deporte principal. Años después la atleta se dedicó al periodismo y escribió artículos principalmente sobre fútbol107.
La comunidad chilena de educación física consolidó su experiencia durante las décadas de 1950 y 1960. Sin embargo, los materiales intelectuales sobre la actividad física habían cambiado poco con respecto al género. En las revistas de educación física, los autores afirmaban diferencias inmutables entre hombres y mujeres, basadas en diferencias anatómicas (como la curvatura de la columna vertebral) y los atributos del “sistema nervioso”108. Específicamente, los expertos en educación física señalaban la excitabilidad femenina, su falta de concentración y la incapacidad que tenían para controlar sus emociones, lo que comenzaba en la adolescencia109. Debido a las diferencias naturales “inalterables” entre los sexos, en particular los músculos más fuertes y los huesos más grandes de los hombres, los expertos recomendaban una educación segregada en términos de género. Las instrucciones pedagógicas también diferían entre niños y niñas. Las reglas para enseñar a las mujeres incluían evitar todos los movimientos fuertes y bruscos, enfocándose en el movimiento y la armonía, sin caer en la categoría de baile. Además se les recordaba a los profesores que debían ser conscientes de la limitada capacidad de atención y fuerza que tenían las niñas. Los manuales también sugerían evitar la competencia porque la psicología de las niñas era frágil y no podían manejar la presión de ganar o perder. Al argumentar a favor del trato diferencial, los expertos con frecuencia hacían analogías con las diferencias entre las especies animales. Si bien un artículo admitió que había poca investigación en humanos, se podía ver en el reino animal que la hembra era más débil en todas las especies110.
A pesar de la ambivalencia de la comunidad de educación física hacia las mujeres deportistas, el básquetbol femenino tuvo un auge dentro y fuera de las escuelas. De hecho, coincidió con el apogeo de los deportes aficionados, en términos más generales. Esta efervescencia fue el resultado del aumento de los recursos estatales bajo el gobierno de centro izquierda del Frente Popular para proyectos deportivos dirigidos a la clase trabajadora. Los grandes clubes como Colo-Colo incorporaron el básquetbol femenino a fines de la década de 1930, al igual que los clubes de inmigrantes, los pequeños clubes de vecindario y los de fábrica111. El éxito del básquetbol femenino a nivel internacional emocionó a los periodistas. Estadio se entusiasmó con la actuación de las campeonas de Santiago de 1949, Famae (Fábrica y Maestranza del Ejército), un equipo de una fábrica de armas de propiedad estatal. Famae viajó a Perú ese año para el tercer campeonato sudamericano y los fanáticos peruanos quedaron maravillaron con su habilidad, según la prensa chilena112. Sus fanáticos estaban seguros de que el equipo femenino de básquetbol era “sin duda” el mejor talento del continente, lo que ya habían demostrado en Argentina, Bolivia y Perú113.
La popularidad del básquetbol femenino atrajo a atletas de todas las clases sociales, pero las jugadoras de clase trabajadora dominaron las mejores listas de equipo. La biografía de la jugadora estrella Natacha Méndez ofrece una perspectiva sobre las mujeres que lideraron las primeras selecciones nacionales de Chile. Méndez creció en la población Pedro Montt, donde comenzó a jugar en el Club Deportivo Pedro Montt. Sus padres eran directores del club, que había producido varias jugadoras nacionales. Cuando su talento se volvió conocido, Famae la reclutó y Natacha se transfirió a su nuevo equipo. Las historias populares del barrio de Pedro Montt enfatizaron su belleza y habilidad, señalando que fue elegida Reina de la Primavera y también Reina del Pacífico en los campeonatos sudamericanos de 1951114. La prensa local se mostró firme en establecer la feminidad de Méndez. Según el periódico La Cuarta, Natacha era tan atractiva que el público en Lima se volvió loco por ella. Este tipo de adulación era objetivante, pero también perturbaba los ideales conservadores sobre las actividades que eran apropiadas para las mujeres. Natacha permaneció activa dentro de la comunidad deportiva mucho después de que terminó su carrera como jugadora, y luego dirigió una instalación deportiva bien conocida.
A medida que el básquetbol femenino fue creciendo, y las mujeres chilenas se destacaron a nivel continental, ganó aceptación. El aumento de la cobertura de la prensa deportiva llevó a un mayor conocimiento de las jugadoras. El auge del deporte culminó en 1953, cuando los directores de las asociaciones y los periodistas deportivos nombraron a la estrella del básquetbol femenino Hilda Ramos la atleta chilena del año. Era la primera vez que una mujer recibía ese premio115. Ramos fue capitana del equipo de 1953 que terminó segundo en el Campeonato Mundial, después de perder la final con Estados Unidos. Sin embargo, este progreso fue de corta duración. A pesar del éxito de las mujeres chilenas, el equipo de básquetbol femenino recibió menos recursos la siguiente temporada y las directoras de la Federación de Básquetbol Femenino fueron reemplazadas por hombres. Según Georgina Oyarzún, entrenadora de básquetbol de la época, el Campeonato Mundial de 1953 marcó el comienzo del declive del básquetbol femenino chileno116.
La idea de que el básquetbol femenino chileno decayó, en parte, porque los hombres se hicieron cargo una vez que alcanzó cierto nivel de éxito tiene sentido dadas las actitudes de los involucrados. Por ejemplo, el entrenador del equipo nacional femenino en la década de 1950, Osvaldo Retamal, declaró que “el básquetbol no era un deporte para mujeres”117. Retamal no solo era entrenador, sino también profesor del Instituto de Educación Física. El técnico creía que el básquetbol era un juego demasiado rápido y difícil para las mujeres. Cuando se le preguntó cómo podía tener estas creencias y aún entrenar al equipo femenino, respondió que creía que la educación física era una “verdadera ciencia” que desarrollaba cuerpos sanos. Que las mujeres, en su opinión, no pudieran empujar a sus rivales o lanzar un codo demostraba su incapacidad para el juego.
A nivel internacional, las mujeres latinoamericanas participaron en la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA) en la medida de lo posible. De los siete miembros de la Comisión de Mujeres de FIBA, cuatro eran hombres y tres eran mujeres, entre ellas la chilena Amelia Reyes Pinto118. Para 1960 había incluso menos mujeres trabajando en la comisión, de once miembros Reyes era la única mujer restante. La única otra mujer latinoamericana que figura en los órganos de gobierno internacionales fue la representante de la Federación Internacional de Voleibol, “Miss de la Fuente”, quien fue Secretaria-Tesorera de la Federación Mexicana119.
Si bien la participación deportiva femenina creció principalmente en el básquetbol y el voleibol, los clubes de clase trabajadora comenzaron a integrar el fútbol femenino en la década de 1950120. Los primeros equipos de fútbol femenino en atraer la atención fueron Las Atómicas y Las Dinamitas de San Miguel. Al igual que con otros equipos femeninos pioneros en la región, las dos escuadras recorrieron Chile, y jugaron partidos preliminares antes de los encuentros masculinos. Los asistentes a un partido femenino en Limache quedaron maravillados con la presentación121. Como resultado, la revista deportiva Gol y Gol, que estaba más centrada en el amateurismo que Estadio, recibió docenas de cartas de mujeres que esperaban organizar partidos122. A pesar de su popularidad entre las chicas, el fútbol femenino generó controversia en las páginas deportivas. Los periodistas conservadores expresaron hostilidad hacia las jugadoras y fanáticas. En 1952, la revista Estadio mencionó el fútbol femenino y el boxeo como una “invasión”123. De hecho, el debate ofrece una mirada a una práctica clandestina más amplia: los periodistas indicaron que las mujeres jugaban al balompié en todo el país, no solo en las principales ciudades124. En defensa del fútbol femenino como tradición, algunos lectores enviaron fotografías de equipos de la década de 1920125. Los lectores de Gol y Gol enviaron detalles de equipos provinciales como Colo de Iquique126. El club escribió a la revista nuevamente en la ocasión de su primer aniversario con fotografías del directorio del club, compuesto por tres hombres y dos mujeres127. Otros equipos surgieron rápidamente en las provincias a lo largo de la década de 1960, incluidos “Las Malulas” y “Latino” de Vallenar. Los partidos a menudo eran a beneficio de organizaciones benéficas femeninas tradicionales, como las salas de maternidad de los hospitales128.
A pesar del crecimiento del fútbol femenino, los expertos en educación física continuaron rechazando sus beneficios. En el Instituto Nacional de Educación Física de la Universidad de Chile, los estudiantes podían especializarse en gimnasia, atletismo, básquetbol, natación o fútbol masculino. Solo los hombres podían participar en las clases de fútbol. El plan de estudios también requería que las mujeres tomaran dos cursos sobre cuidado infantil y danza. Curiosamente, entre 1945 y 1955, asistieron más mujeres que hombres al Instituto, lo que probablemente refleja el mayor interés que tenían las mujeres de ser profesoras. Esta tendencia comenzó a cambiar a mediados de la década de 1950. Mientras eran excluías de la posibilidad de poder entrenar y dirigir, las profesoras de educación física continuaron organizando comunidades y contribuyendo en publicaciones académicas129. Marta Briceño Vásquez, profesora del Liceo de Niñas no. 3, escribió un breve artículo editorial en 1951 sobre el estancamiento de la educación de las mujeres chilenas. Briceño consideraba que los congresos panamericanos sobre educación física eran pasos preliminares para conectar a las mujeres dentro del campo. La docente escribió un resumen sobre el Congreso Internacional de Mujeres Interesadas en la Educación Física Femenina, el que se reunió por segunda vez en Copenhague en 1949, aunque Argentina parece haber sido la única delegación sudamericana que participó. Briceño comentó que no hubo declaraciones formales en el Congreso, simplemente un intercambio vibrante de ideas sobre el papel del deporte y la danza en la educación física, la formación del profesorado y los intercambios internacionales.
El creciente ingreso de mujeres en la educación superior amplió sus oportunidades de participar en deportes de equipo. Las universidades tenían instalaciones, espacios sociales y programas de educación física ya establecidos. A principios de la década de 1960, es probable que los padres prefirieran que sus hijas pasaran su tiempo libre en eventos universitarios que en clubes de barrio130. Además de básquetbol, las estudiantes de la Universidad de Chile organizaron una liga de voleibol femenino con equipos que representaban a las diferentes especialidades. La cobertura del atletismo femenino en la universidad sonaba igual que la cobertura del deporte femenino en 1910. Un reportero de Gol y Gol comentó: “La belleza tradicional de nuestras mujeres puso un hermoso marco en la inauguración del presente torneo”131. Hubo poco o ningún intento de analizar las tácticas o la composición de los equipos.
La popularidad del básquetbol femenino comenzó a disminuir a fines de los años sesenta y principios de los setenta. Las jugadoras atribuyeron el declive al sexismo, particularmente el desplazamiento de las entrenadoras y el apoyo desproporcionado a los equipos masculinos132. En 1966, Chile ocupó el quinto lugar de los seis equipos participantes en el campeonato sudamericano, su peor participación hasta ese momento. El menoscabo de las políticas paternalistas, que incluyeron apoyo a los clubes deportivos, perjudicó los deportes aficionados femeninos. Por ejemplo, en 1970, el Club Antonio Labán, el equipo más valioso de la historia según Estadio, eliminó por completo su presupuesto deportivo. Muchos esperaban que el regreso del club Colo-Colo a la competencia de básquetbol femenino en 1970 ayudara a compensar esta pérdida133, no fue así. Sin embargo, contrariamente a las tendencias en los clubes deportivos, el atletismo femenino siguió creciendo en las escuelas secundarias de élite. A fines de la década de 1960, hubo una competencia entre escuelas secundarias que incluyó 17 escuelas secundarias y casi 500 deportistas jóvenes134. Muchas de estas escuelas surgieron de comunidades inmigrantes. La natación femenina también se hizo popular entre las escuelas secundarias europeas de élite, incluidas Stade Français, Cambridge School y Dunalastair135. Además, las mejores nadadoras eran de las comunidades de inmigrantes alemanas y escandinavas, incluidas Inge von der Forst y Gisela Nissen136.
Las fanáticas, las madrinas y otros miembros
Las atletas son figuras centrales en la historia de la mujer y el deporte en América Latina. Sin embargo, las socias del club, las fanáticas y las madrinas, también contribuyeron a la cultura deportiva. La figura de la madrina era la de una mujer mayor que cocinaba, cosía uniformes y daba consejos a las jugadoras. Por ejemplo, Ida de Cariola, la esposa de Carlos Cariola, el conocido periodista y dramaturgo, acompañó la gira de Colo-Colo por América Latina y Europa en 1927. Una de las jugadoras describió a Ida como “la hada madrina de la delegación, su amabilidad, su espíritu cordial y agradable, lleno de afecto, para que todos la quisieran. Era amiga de todos, cariñosa y amigable, sabía cómo elevar a todos, su feminidad siempre fue una manta de seguridad para la delegación”137. Es importante destacar que Colo-Colo, que rápidamente se convirtió en el club más popular después de su fundación en 1925 y encabezó el movimiento hacia la profesionalización en 1933, ya había permitido que las mujeres fueran miembros del club en 1930. En sus estatutos, el primer artículo decía: “La corporación estará formada por miembros de ambos sexos, que se aplican a la práctica deportiva, que creará todas las ramas del deporte que la junta de Colo-Colo F.C. considera apropiado para sus objetivos, dando preferencia a aquellos que cultivan una base popular de admiradores”138. Sin embargo, las mujeres igual podían sufrir discriminación, pues necesitaban recomendaciones de los miembros actuales para postular. Green Cross era otro club que tenía una membresía separada para las mujeres139, quienes tenían voz y voto siempre y cuando pagaran las cuotas correspondientes.
A lo largo del siglo XX, los fanáticos del fútbol se organizaron en las comunidades deportivas más grandes y, a veces, más violentas de América Latina. A principios de la década de 1900, los clubes ofrecían admisión gratuita a las mujeres con la esperanza de que su presencia disuadiera la violencia masculina en las gradas. A pesar de que la fanaticada se volvió más brusca y el ambiente más amenazante, las fanáticas acérrimas se abrieron paso en grupos organizados. La evidencia fotográfica muestra que en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay las mujeres asistían a los partidos en grupos grandes y con bastante frecuencia. Recién en la década de 1960 la fanaticada femenina se convirtió en un tema para los periodistas y directores de clubes. La mayoría desestimaba a las fanáticas porque asumían que las mujeres carecían de experiencia para comprender el juego140. También las acusaban de pretender disfrutar del fútbol para atraer a los hombres. Aun así, en la rivalidad más prominente de Argentina, dos mujeres lograron liderar las barras. María Esther Duffau, conocida como “La Raulito”, de Boca Juniors y “La Gorda Matosas” o Haydée Luján, de River Plate, quienes asumieron este rol en la década de 1960. Ambas acumularon poder dentro de sus respectivos clubes, de hecho controlaban las asignaciones de boletos, los “obsequios” del club y organizaban viajes internacionales. La Raulito y La Gorda prefirieron ropa, peinados y lenguaje masculinos. En las representaciones de los medios, abandonaron sus identidades femeninas para convertirse en “verdaderas fans”141. Tanto Duffau como Luján venían de entornos adversos. Duffau, como se popularizó en una película sobre ella titulada La Raulito de 1975, había crecido en las calles y a menudo pasaba por niño. Luján también era huérfana. Ambas consideraban a sus respectivos clubes de fútbol como su familia extendida. Luján retrataba al club de una manera similar a la que Eva Perón retrataba a la nación argentina, como su pariente ficticio. Luján afirmaba que su prometido no entendía su amor por el club, describía a River como su novio, su hijo y su esposo142. Es sorprendente imaginar el ambiente en el que estas mujeres guiaban a los aficionados en cánticos que ridiculizaban la feminidad y sumisión sexual de sus rivales. Los cánticos de muchos clubes se burlaban de la feminidad y supuesta homosexualidad de los equipos opositores. De esta manera, los clubes terminaron creando un ambiente hostil para las mujeres, así como para los espectadores homosexuales143.
La década de 1980 estuvo marcada por un aumento de la violencia de los fanáticos en los estadios, lo que dificultó aún más la participación de las mujeres. Pese a que existen ejemplos de fanáticas que eran líderes, según los historiadores no eran aceptadas en la década de 1990144. Los fanáticos varones consideraban que ellas no tenían un verdadero conocimiento o pasión por el club, en parte porque sentían que la verdadera pasión se transmitía a través de la violencia, de la cual las mujeres no participaban porque eran excluidas. De hecho, los hombres rápidamente las protegían cuando había una pelea. Si bien las mujeres no sentían que existiera discriminación, también sabían que había líneas específicas que no debían cruzar. Por ejemplo, las fanáticas de Boca sabían exactamente en qué áreas de las secciones de aficionados podían sentarse145. Varias fueron excluidas violentamente de los círculos internos de los grupos de fanáticos. En etnografías con fanáticas, los científicos sociales determinaron que las mujeres eran muy conscientes de que se ignoraba su conocimiento y de que había una falta de representación femenina en los medios deportivos146. Muchas fanáticas criticaban el fútbol femenino, quejándose de que era una mal imitación del juego masculino. Las investigadoras Mariana Conde y María Graciela Rodríguez determinaron que los hombres afirmaban tolerar a las fanáticas, pero cuando se les pidió mayores detalles dudaron de la feminidad y sinceridad de las mujeres. Curiosamente, las Copas Mundiales de la década de 1990 rompieron la visión de los torneos anteriores, destacaron a las fanáticas, pero las presentaron como objetos sexualizados en un momento carnavalesco. La integración continua de los grupos en función de su potencial como consumidores también impulsó la inclusión de las mujeres como sector dentro del fútbol147.
Las actividades de las fanáticas, las madrinas y las miembros de club se han borrado en gran medida de las historias de los clubes. Por ejemplo, el Club Unión Española, un importante club profesional en Chile que surgió a principios del siglo XX a partir de una consolidación de la asociación cívica de inmigrantes españoles, mandó a escribir la historia del club con motivo de su cincuentenario. En un breve libro que registró la historia del club, los directores construyeron una alegoría del club como familia, más específicamente una fraternidad148. “El nacimiento no ocurre sin dolor, el dolor de la madre y del recién nacido”, escribieron los directores sobre la creación del club149. Antes de la profesionalización, la rama femenina era muy popular, pero no era relevante para los directores que escribieron la historia del club. Si bien Unión Española organizó algunos bailes para los jóvenes de la comunidad, muchas fotografías muestran grandes banquetes en las décadas de 1920 y 1930 con cientos de miembros, todos hombres150. Según sus registros, en 1936 el club de fútbol contaba con 2.289 socios, incluidas 405 mujeres y niños151. En los registros del club de 1941, el número de mujeres estaba separado de los hombres, eran 201 de los 2.500 socios152. La historia oficial de la Federación de Fútbol de Chile, escrita en 1945, no mencionaba ninguna mujer153.
A medida que más mujeres se fueron uniendo a los sindicatos, también participaron en los clubes deportivos dentro de sus lugares de trabajo. Esta mayor participación en los deportes se ve reflejada en el Club Deportivo del Sindicato Industrial de Cristalerías de Chile, el cual en vez de elegir a una reina de belleza eligió a una reina del deporte para las festividades de primavera154. A mediados del siglo XX, las mujeres comenzaron a integrarse a las divisiones de los clubes de barrio a un ritmo cada vez mayor. Por ejemplo, las mujeres miembros del Club Pedro Aguirre Cerda, de Conchalí en Santiago, organizaron bailes, torneos deportivos y otros eventos sociales155. El Club Cultural Población Miguel Dávila, que colaboró estrechamente con el político socialista Mario Palestro, creó una rama de básquetbol femenino en 1949, dirigida por Rosa Gomes. Las mujeres también se unieron a los clubes como miembros de juntas directivas en este período156. Por ejemplo, en Lanco, una ciudad relativamente pequeña en el sur de Chile, el Club Diablitos se organizó en las oficinas municipales. El club fue originalmente fundado exclusivamente por hombres en 1960, pero en 1963 se unieron suficientes mujeres para formar una rama de básquetbol femenino. La entrenadora de básquetbol femenino se unió a la junta directiva, “inaugurando una nueva era en la vida del club”157.
La década de los sesenta, desencadenada por el anticolonialismo, el feminismo y los movimientos revolucionarios en el hemisferio sur, no cambió en nada el discurso dominante de las mujeres y el deporte. Nuevas publicaciones juveniles siguieron repitiendo el mismo antagonismo que las mujeres supuestamente albergaban hacia el deporte. En 1965, una joven escribió a una columna de consejos preocupada de que su novio amaba más al fútbol que a ella158. A pesar del crecimiento de los deportes femeninos y la influencia del feminismo en sectores de la izquierda latinoamericana, las atletas fueron ignoradas entre quienes intentaron relanzar los deportes como herramientas de rebelión popular. El libro El Fútbol en Chile, de Antonino Vera, contenía solo dos referencias sobre las mujeres159, la primera aparece en el párrafo inicial en un esfuerzo por establecer la popularidad del deporte. En él escribe: “Niños, jóvenes, hombres mayores, y ahora incluso mujeres han hecho del “juego inglés” su pasatiempo favorito160. La segunda mención aparece en la descripción que Vera hace sobre la entrada de la Universidad de Chile y la Universidad Católica, en 1938 y 1939, respectivamente, a la liga profesional. El autor afirma que los partidos universitarios atrajeron “por primera vez a las mujeres a los estadios”161, aunque sabemos que esto no es cierto. A principios del siglo XX había muchas mujeres en los partidos de fútbol, ya que sus fotografías abundaban en las páginas de sociedad. De hecho, ya en 1912 los periodistas deportivos se quejaban de que el comportamiento grosero de los jugadores estaba disminuyendo la asistencia de las mujeres a los partidos de fútbol162.
El regreso del fútbol femenino
Considerando la represión del fútbol femenino en Sudamérica, no deja de sorprender que Argentina haya enviado a un equipo al segundo Campeonato Mundial Femenino celebrado en México en 1971, y que otras naciones sudamericanas hayan considerado asistir. Las redes de comunicación informales fueron clave, ya que antes del evento casi no apareció en la prensa163. Si bien la revista chilena Estadio mencionó una vez el evento en febrero de 1971 e indicó brevemente que México se estaba preparando para organizar un torneo de fútbol femenino164, cuando se llevó a cabo el campeonato, no lo cubrió. Lo que sí hizo, fue informar sobre los campeonatos de fútbol femenino de 1971 en Estados Unidos, la noticia incluía una fotografía de gradas vacías como una forma de demostrar que nadie quería ver a las mujeres jugar al fútbol165. Pese a esto, los periodistas deportivos sudamericanos reconocían hasta cierto punto el éxito de las costarricenses y centroamericanas en el balompié. De hecho, una publicación chilena que discutía la decisión de la FIFA de prohibir la afiliación de organizaciones femeninas menciona que los centroamericanos serían los más decepcionados166.
Figura 1.5. Club Universitario, Buenos Aires, 1971
Fotografía del equipo Universitario de Argentina de 1971 que participó en el segundo Campeonato Mundial, de El Heraldo de México, 3 de julio de 1971
Si bien se rumoreaba que las chilenas y brasileñas estarían organizando equipos para el torneo, Argentina fue la única otra delegación latinoamericana en competir en el Campeonato Mundial de 1971 en México167. ¿Pero de dónde venían las jugadoras? Con la poca cobertura informativa de la prensa argentina, la mera existencia del fútbol femenino podría haber sido una sorpresa. Pero según informes de medios de comunicación tan lejanos como España y México, parece que los clubes más grandes de Argentina fueron los motores de un crecimiento en el fútbol femenino a fines de los años sesenta y principios de los setenta. Igual hubo cierta difusión, se emitió un torneo entre Universitario, Real Torino, Sporting y Rosario en el canal trece, con índices de audiencia muy altos.
Poco después de que México anunciara que organizaría la Copa Mundial Femenina de Fútbol de 1971, la recién formada Asociación Argentina de Fútbol Femenino se comprometió en asistir. La asociación tenía seis clubes afiliados y, según el vicepresidente de la asociación, Raúl Rodríguez, planificaba organizar el primer torneo nacional después de participar en los campeonatos mundiales168. Si bien el periódico El Heraldo de México identificó a Daniel Fabri como entrenador del equipo femenino, este no viajó a México169. De hecho, las futboleras que integraron este equipo pionero no recuerdan ni a Fabri ni a Rodríguez, lo que puede significar que la prensa se equivocó o que probablemente mencionó a hombres marginales en el deporte para presentar figuras de autoridad masculina al público lector. La prensa mexicana también informó que Brasil enviaría una delegación, tal vez suponiendo que el país participaría en todo lo relacionado con el fútbol.
El equipo argentino estaba formado por jugadoras de tres clubes, el Club Universitario, que envío treces atletas a representar a su país, el Real Italiano y el Sporting, que enviaron dos respectivamente. Como ninguno de los clubes tenía dinero, la Asociación Argentina de Mujeres tuvo dificultades financieras para viajar al torneo mexicano170. Las jugadoras también tenían poco dinero para financiar el viaje. La mayoría de las jugadoras eran trabajadoras de fábricas, que jugaban al fútbol en su tiempo libre, aunque cuatro eran estudiantes universitarias. No está claro si todas vivían en Buenos Aires, ya que los periódicos de la época sugieren que las mujeres jugaban en La Plata y Rosario. La edad de muchas de las jugadoras, algunas de treinta y tres años, sugería que habían estado jugando fútbol organizado durante al menos una década171.
El período previo al torneo da una idea de la existencia del fútbol femenino en otros lugares de América Latina también. El equipo nacional mexicano organizó un viaje a Argentina para jugar una serie de partidos amistosos, que se disputarían en el Estadio Gimnasia y Esgrima en Buenos Aires172, pero el viaje terminó extendiéndose porque les pidieron que jugaran en otros lugares. La federación de mujeres mexicanas recibió invitaciones tanto de Perú como de Venezuela, que había organizado un torneo de cuatro equipos en 1959-1960, para que viajara a jugar partidos allá173. Aunque no viajó a Caracas, el equipo femenino mexicano jugó con representantes de Perú en el Estadio Municipal de Lima, como parte de la celebración de la independencia sesquicentenaria del municipio, dirigida por el alcalde Eduardo Dibos Chappuis174. Las Limeñas, que jugaron con zapatillas, perdieron 2-3175. El partido en Buenos Aires, inicialmente programado para el 16 de julio de 1971, se disputó bajo la lluvia. En tanto, los organizadores vendieron tantas entradas que tuvieron que trasladar la sede al estadio del Club Atlético Nuevo Chicago porque tenía capacidad para 50 mil espectadores176. El partido que la selección nacional mexicana perdió 3-2 fue violento. Las jugadoras estaban tan molestas por el arbitraje, específicamente un penal que recibieron por violentar a la portera del equipo rival, que se retiraron temporalmente del partido. Minutos más tarde regresaron a la cancha, pero rápidamente recibieron otra penalización. La jugadora mexicana Irma Mancilla y la argentina Betty García fueron expulsadas por pelear177.
Las futboleras argentinas que viajaron al segundo Campeonato Mundial de Fútbol Femenino en México se sacrificaron bastante para poder asistir, como eran trabajadoras y estudiantes tuvieron que dejar de trabajar y perder clases. Habían querido participar en el primer Campeonato Mundial, en Turín, pero no pudieron recaudar suficientes fondos para viajar. Incluso para México, la situación financiera del equipo era tan grave que la delegación llegó en oleadas para ahorrar dinero en el alojamiento178. La capitana argentina, María Angélica Cardoso, explicó que el equipo había “sufrido bastante para llegar aquí y todavía tenemos que luchar; no podemos regresar a nuestro país derrotadas”179. Fueron entrenadas por un suplente mexicano, ya que su propio entrenador no pudo viajar. Argentina terminó en cuarto lugar al perder contra Italia frente a una multitud de 50 mil personas en Guadalajara180. Hoy, las veteranas del equipo argentino de 1971 se autodenominan Las Pioneras. Gracias a las redes sociales se volvieron a conectar, compartieron sus experiencias y, como parte de este proceso, comenzaron a documentar la historia más amplia del fútbol femenino en Argentina181.
Cuando en 1902 Juana Gremler presionó al gobierno para obtener más recursos para los programas de educación física de su liceo, quizás imaginó el impacto que tendrían los deportes y la educación física de las niñas. Después de todo, le dio más importancia que a otros temas “tradicionales”. La primera ola de defensores del deporte femenino creía en el papel que podía desempeñar la educación física para mejorar la salud de las mujeres y la condición física de la nación. Al mismo tiempo, se encontraron con una fuerte resistencia al deporte femenino. Aun así, pocos habrían previsto que generaciones de mujeres lucharían por su lugar en el mundo deportivo. Féminas como Gremler, que trabajaban dentro de la estructura estatal, fueron a la vez árbitros del cambio y guardianes de la política oficial en todo el Cono Sur y más allá. De hecho, la educación física y el deporte para niñas y mujeres jóvenes siguieron siendo temas de intenso debate dentro de las instituciones estatales, la comunidad deportiva y en la esfera pública en general. Los funcionarios gubernamentales, las asociaciones privadas y los “expertos” y educadores de salud pública creían tener todas las respuestas sobre cuánto y qué tipo de actividad física era útil para las futuras madres. A medida que los campos de la medicina y la educación se profesionalizaron en las décadas de 1920 y 1930, las mujeres se vieron desplazadas por sus homólogos masculinos. Sin embargo, la mayoría de los expertos se basaron en poca o ninguna evidencia para respaldar sus teorías sobre el deporte femenino y la actividad física. Más bien, estos expertos basaron su conocimiento en creencias personales y posiciones políticas. No obstante, las decisiones que tomaron, desde Bolivia hasta Argentina, desde Chile hasta Brasil, moldearon directamente los planes de estudio de educación física y la capacidad de las niñas para participar en el deporte, tanto dentro como fuera de la escuela. Literalmente formaron cuerpos de jóvenes, con el objetivo de producir mejores madres y esposas. A pesar de las actitudes sexistas, las niñas y las mujeres se abrieron paso en la cancha y en el campo. Ya fuera en básquetbol o fútbol, tenis o atletismo, el género femenino transgredió los límites destinados a mantener a la mujer en el hogar.
A medida que crecía el número de mujeres que participaban en deportes, también lo hizo su representación en la prensa. Además de que no existía un acuerdo común respecto de si debían o no participar, los medios deportivos en América Latina tenían opiniones distintas. En Argentina, El Gráfico optó por una imagen relativamente inclusiva de la deportista. Como se señaló, la revista a menudo optó por mostrar a las mujeres en acción, y al hacerlo normalizó, intencionalmente o no, la idea de que practicaran deportes. Aunque fue la revista deportiva más influyente de la región, su mensaje no se extendió necesariamente a otros países. En Chile y en otros lugares, las deportistas fueron tratadas en la prensa como anomalías: transgresoras de las normas de género e intrusas en espacios solo para fanáticos. Además, es difícil evaluar con precisión la importancia de El Gráfico para el desarrollo del deporte femenino argentino, que siguió dependiendo de la escasez de fondos del gobierno después de la partida de Juan Perón.
El desarrollo de competencias internacionales en deportes femeninos legitimó aún más la presencia de las mujeres. Desde el básquetbol chileno hasta la natación brasileña, el éxito de las atletas trajo una cobertura mediática más positiva, lo que ayudó a poner más énfasis en la importancia de la educación física y el deporte femenino. Sin embargo, había límites en el impacto que tenían los eventos regionales e internacionales, el apoyo que obtuvieron tendió a ser superficial. Los hombres aún dominaban los medios e instituciones deportivas, así como los ministerios de educación y salud pública. Como resultado, las colegialas y las mujeres atletas seguían dependiendo de los hombres para su apoyo, y aquellas que alzaron la voz se vieron marginadas. De la mano con ese enfoque, también se logró un mayor acceso a la educación física y al deporte, aunque solo como formas de “embellecer” a la nación y crear ciudadanos saludables. Existe amplia evidencia, tanto en Argentina como en Chile, de que la educación física, a veces dirigida por mujeres, promovió el deporte entre niñas y mujeres más allá del aula, lo que resultó en la creación de equipos independientes y comunidades vibrantes, aunque algo efímeras.