Читать книгу Orar por el rebaño - Brian Croft - Страница 11
Оглавление
SI ESTÁS LEYENDO este libro, probablemente tienes un deseo de orar por tu gente. Lamentablemente, los deseos no siempre son suficientes para lograr algo. Cuando nuestro Señor Jesucristo se dirigió a su círculo íntimo de discípulos, diciendo: “quedaos aquí, y velad conmigo” (Mateo 26:38), estoy seguro de que ellos tenían el deseo de apoyar con sus oraciones a Aquel a quien amaban. Desafortunadamente, ese deseo no fue suficiente. Más bien, se convirtieron en una memorable ilustración de una dolorosa verdad que todo pastor ha experimentado en lo que respecta a la oración: “el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (26:41). ¿Cuántas veces has tomado la decisión de orar por tu gente y te has quedado dormido porque tus ojos “estaban cargados de sueño” (26:43)?
El objetivo de este libro es cultivar una pasión por la oración en el corazón de cada pastor. Cada pastor necesita estar en sintonía con el enfoque de los apóstoles del Nuevo Testamento: “Nosotros persistiremos en la oración” (Hechos 6:4). De manera más específica, queremos animarte a orar por las personas que Dios ha puesto bajo tu cuidado como su pastor. En los siguientes capítulos, pintaremos un cuadro de cómo las promesas de Dios alimentan nuestras oraciones, cómo podemos luchar para crecer en la oración, y cómo podemos planear la oración por nuestra gente de forma proactiva en las diferentes oportunidades que Dios nos da para interceder por ellos. Pero antes de echar manos a la obra, necesitamos estar dispuestos a confrontar nuestros ídolos del ajetreo y el sueño, y debemos comprometernos con la gran obra de la oración. Debemos armarnos con el entendimiento bíblico que nos atraerá hacia la oración.
Es mi esperanza que este capítulo te recuerde que es Dios quien te llama a orar y que este alto y santo llamado debe estar entre tus prioridades como pastor. Con esto en mente, quisiera armarte con seis verdades bíblicas que pueden llevarte a hacer de la oración una prioridad en tu vida.
1. No orar por tu gente es pecado. La falta de oración es pecado. Necesitamos ser honestos con respecto a esa realidad. Un pastor que no ora por su gente es tan antibíblico como un pastor que se rehúsa a predicar la Palabra de Dios. Una de las realidades más dulces de ser cristianos es saber que ahora somos “siervos de la justicia” (Romanos 6:18). A pesar de que “los deseos de la carne” nos llevan hacia el pecado (Gálatas 5:16), los creyentes tienen un deseo insaciable de hacer lo que es correcto. Debido a que Dios ha escrito Su ley en nuestras mentes y en nuestros corazones (Jeremías 31:33; Hebreos 8:10), deseamos amar la justicia y aborrecer la maldad (Salmo 45:7; Hebreos 1:9). El Espíritu nunca les permite a los cristianos tolerar el pecado en sus vidas. Por amor a los congregantes a los que sirven, los pastores nunca deben estar felices tolerando la falta de oración en sus vidas, porque la falta de oración es pecado.
El profeta Samuel lo dejó muy claro cuando le prometió al pueblo de Israel que oraría por ellos: “Así que, lejos sea de mí que peque yo contra Jehová cesando de rogar por vosotros; antes os instruiré en el camino bueno y recto” (1 Samuel 12:23). Samuel reconoció que el hecho de no orar por el pueblo de Dios era un pecado contra Dios. Samuel era un líder entre el pueblo de Dios. ¿Cómo podría afirmar que estaba cuidando de ellos si no estaba llevando sus necesidades delante de Jehová Jireh (Génesis 22:14), el Único que podía proveer para suplir esas necesidades? Y, ¿cómo podría Samuel afirmar que estaba guiando al pueblo de Dios si no los guiaba a buscar al Señor en oración? Dejar al pueblo de Dios sin oración es dejarlos sin cuidado, sin provisión y sin guía, “como ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9:36). Como pastores, estamos llamados a huir del pecado y a perseguir la justicia. Y necesitamos aprender a huir del pecado de la falta de oración y a perseguir el hábito justo y maravilloso de orar por nuestra gente.
2. La oración por nuestra gente es algo que glorifica a Dios . Uno de mis versículos favoritos de la Biblia con respecto a la oración es el Salmo 50:15: “Invócame en el día de la angustia; Te libraré, y tú me honrarás.” Uno de mis mentores ministeriales solía decir: “La vida cristiana está llena de problemas. Si un cristiano no está saliendo de algún problema, entonces está a la mitad de un problema, o en camino a enfrentarse con un problema.” De hecho, nadie debe suponer que la vida cristiana será sencilla. Jesús prometió que en esta vida tendremos aflicción (Juan 16:33), y esa es una realidad todavía más segura para todos aquellos que somos llamados a guiar al pueblo de Dios. Sin embargo, cada día de aflicción es un día en el que tenemos el privilegio de honrar y glorificar a Dios. Al consolar a los enfermos, disciplinar a los recién convertidos y aconsejar a las personas en situaciones difíciles, a veces podemos sentir que nos distraemos de nuestra verdadera vocación, pero pensar de esta manera es un error. Cada problema que se cruza en nuestro camino es una oportunidad para honrar a Dios a medida que clamamos a Él pidiéndole ayuda; y ¡Él nos ayudará! Cuando responde a nuestras oraciones y obra en las vidas de las personas por las que estamos orando, Él recibe la gloria. Cuando conforta a los enfermos o soluciona algún problema que hemos estado teniendo, Él recibe la gloria porque Él es quien hizo la obra. Sigamos el consejo de John Newton (1725–1807), quien escribió estas palabras en uno de sus himnos:
Ven, Alma mía, prepara tu atavío, Jesús
responde tu oración con alegría;
Él mismo te ha pedido que ores cada día,
¿Por qué razón entonces tu oración
rechazaría? ¿Por qué razón entonces tu
oración rechazaría?
Ven, Alma mía, acércate a tu Rey, Con
peticiones abundantes ante Él;
Pues su gracia es mucha, y su poder, ilimitado,
Y nadie nunca puede pedirle demasiado;
Y nadie nunca puede pedirle demasiado.1
Si le pedimos al Señor que obre en medio de nuestros problemas, le daremos la gloria que Él merece.
3. Somos llamados a imitar a los líderes que oran por su gente. Hebreos 13:7 nos insta a pensar en los líderes de la iglesia: “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe.” Si examinamos a los grandes líderes de la iglesia cristiana, hay algo que tienen en común: estaban comprometidos a la oración. Podemos ver eso en la vida del apóstol Pablo, quien les dijo a los Colosenses que él y sus compañeros no habían cesado de orar por ellos desde el día en el que escucharon acerca de sus vidas (Colosenses 1:9). ¡Qué ejemplo de perseverancia! No dejaron de orar desde el primer día que supieron acerca de las ovejas colosenses. Consideren eso, hermanos, e imiten esa forma de vida. También consideren el ejemplo de Epafras, de quien Pablo dice: “el cual es uno de vosotros, siervo de Cristo, siempre rogando encarecidamente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere” (Colosenses 4:12). Así que, recordemos el ejemplo de hombres piadosos como Pablo y Epafras; ellos eran hombres de oración.
4. Orar por tu gente refleja la prioridad de la iglesia primitiva. En el día de Pentecostés, el derramamiento del Espíritu Santo sobre el pueblo de Dios fue una respuesta a la oración. Los primeros líderes cristianos, junto con un poco más de cien seguidores de Cristo, estaban orando y esperando cuando Dios se movió repentinamente con poder (Hechos 1 – 2). Los primeros cristianos “perseveraban (…) en las oraciones” (Hechos 2:42), y a medida que la iglesia crecía y las demandas del liderazgo aumentaban, los líderes se dieron cuenta de que necesitaban restablecer sus prioridades. Un descuido en el cuidado de algunas viudas les ayudó a darse cuenta de que no podían hacer todo. Pero ¿en qué debían enfocarse? ¿Debían centrarse en hacer misericordia o en la administración? Esas eran opciones buenas y espirituales (Romanos 12:6 – 8), pero los líderes de la iglesia primitiva sabían que había algo que era mejor. Y bajo el liderazgo del Espíritu Santo, ellos proclamaron: “No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra” (Hechos 6:2 – 4).
¿Ahora puedes ver cuál es la prioridad? Para los líderes de la Iglesia de Dios no existe la opción de descuidar la oración, ni el estudio y la enseñanza de las Escrituras. Por supuesto, tampoco era una opción que la Iglesia dejara a las viudas morir de hambre. Pero los líderes se dieron cuenta de que perderían todo si descuidaban su oración. Toda la generosidad requerida para cuidar de las viudas se habría secado si los líderes no hubieran seguido sumergiendo sus baldes en el pozo de la misericordia de Dios, a través de la oración por el pueblo de Dios. Si queremos tener ministerios que se parezcan a los ministerios del Nuevo Testamento, entonces debemos entender y practicar la prioridad que se le daba a la oración en el Nuevo Testamento.
5. Orar por el pueblo de Dios los llevará a cambiar. Como pastores, deseamos ver que nuestra gente crezca y cambie. Esa es una de las razones por las que hacemos lo que hacemos. Anhelamos ver que el Señor Jesucristo haga que su pueblo crezca a la estatura de Cristo por el poder del Espíritu Santo. Y debido a que tenemos ese anhelo, hacemos lo que pensamos que le ayudará a nuestra gente a crecer. Preparamos sermones porque creemos en el poder que la Biblia tiene para cambiar vidas. Vivimos de una manera ejemplar delante del rebaño porque sabemos que la gente sigue a sus líderes. Pero ¿acaso también oramos con la misma intención? ¿También estamos creyendo que el poder de Dios que sustenta nuestros esfuerzos se desata a través de la oración? Es verdad, necesitamos las oportunidades de consejería, predicación y entrenamiento. Pero debemos confesar que todos estos esfuerzos son inútiles sin el poder de Dios desatado a través de la oración. El apóstol Pablo veía a la oración como uno de los medios principales para promover la santificación del pueblo de Dios. Esto es lo que él oró:
Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad.
Colosenses 1:9 – 11
Para el apóstol Pablo, el conocimiento, la sabiduría, el entendimiento, las vidas cambiadas, los frutos, la fortaleza, el poder, la paciencia, y la longanimidad eran cosas que venían a través de la oración.
En su carta a los Filipenses, Pablo escribe: “Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aún más y más en ciencia y en todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo, llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios” (Filipenses 1:9 – 11).
Aquí vemos una vez más que el amor, el conocimiento, el discernimiento, la pureza, y los frutos de justicia para gloria y alabanza de Dios son bendiciones que vienen a través de la oración. ¿Las congregaciones a las que servimos manifiestan estas características? Posiblemente no lo hacen porque no se lo hemos pedido a Dios (Santiago 4:2). ¡Oh, Dios, muévenos a orar!
6. A través de la oración los hombres ordinarios pueden hacer cosas extraordinarias para Dios. Durante años, los ancianos de la iglesia a la que sirvo han buscado ser obedientes al llamado de Dios para orar por los enfermos de acuerdo con Santiago 5:14. Cada vez que nos reunimos con uno de los santos sufrientes de Dios para pedirle al Señor que los sane, soy animado por un solo versículo del libro de Santiago. Santiago nos recuerda que “Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses” (5:17). Siempre he creído que Dios ha sido muy misericordioso al colocar este versículo casi al final del capítulo 5.
Piensa en esto. Santiago acaba de decirle a los enfermos que llamen a los ancianos de la iglesia para que oren por ellos con la esperanza de que sean sanados. Parece que Santiago no tiene en mente que la sanidad ocurrirá de la nada, sino más bien es algo que debemos esperar que Dios haga. Él escribe: “Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará” (5:15). ¡Qué promesa! En pocas palabras, los ancianos son llamados a pedirle a Dios que haga un milagro. Pero Santiago sabe que el pastor promedio pensará: “¿Quién? ¿Yo? ¡Tan solo soy un hombre ordinario!” Así que, Santiago se anticipa a esa objeción y escribe: “Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto” (5:17–18).
Es como si Santiago estuviera diciendo: “Ancianos, ustedes son iguales a Elías, aquel que Dios usó para cambiar los patrones climáticos durante tres años y medio. Seguramente Dios podrá usar hombres promedio como ustedes para hacer cosas extraordinarias.” ¡Qué palabras tan animantes! No necesitamos ser personas extraordinarias para que Dios haga cosas extraordinarias a través de nuestro ministerio. Más bien, debemos aceptar plena y alegremente el hecho de que somos personas ordinarias y debemos aferrarnos a las extraordinarias promesas de Dios.
Hermanos, mi esperanza es que estas seis verdades tengan un impacto en sus conciencias y muevan sus corazones a tener una pasión más profunda y puedan tomar la resolución de orar. Entreguen sus vidas a la oración por su gente. Nuestra obediencia fluye de mentes que son transformadas por la palabra de Dios (Romanos 12:1–2). Así que deja que tu mente sea renovada de tal manera que seas llevado a tomar una nueva determinación de orar. La oración da gloria a Dios, sigue el ejemplo de los grandes hombres del pasado, refleja la prioridad de la iglesia primitiva, cambia a nuestro pueblo, y es usada por Dios para permitir a los hombres ordinarios hacer cosas extraordinarias. ¡Que Dios nos ayude a orar!