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INTRODUCCIÓN

1. NOTICIA BIOGRÁFICA

La inexistencia de datos externos, unida al reconocido carácter compilatorio de su obra, hace que sea muy poco lo que con certeza se sabe del autor de esta arte gramática 1 . En efecto, Carisio es citado por autores posteriores simplemente como autoridad gramatical, y nada en esas menciones permite deducir datos biográficos 2 . En su obra, la fidelidad a las fuentes hace difícil reconocer lo que procede de la pluma del autor. Así que casi exclusivamente del encabezamiento —fragmentario y de interpretación discutible— del prefacio y del prefacio mismo extraemos datos más o menos seguros sobre su persona.

Del encabezamiento (Fl. Sosipater Charisius V. P. magister filio karissimo salutem dicit) deducimos con seguridad poco más que su nombre completo: Flavio Sosípatro Carisio. Y es que tanto las siglas V. P. como la palabra magister se prestan a diversas interpretaciones: V . P. abrevia seguramente uir perfectissimus 3 , con lo cual nos daría información sobre el rango de caballero de nuestro autor; pero no es imposible leer tales siglas como una ni y una ro griegas, en cuyo caso se trataría de la Néa Rhṓmē, la «Nueva Roma», es decir, Constantinopla. En cuanto a magister, su interpretación como maestro de gramática (igual que en 245, 7 4 ) tiene en contra ciertos argumentos sobre la condición no profesional de nuestro autor, así como la posibilidad de que la laguna que a esta palabra sigue en los manuscritos pudiera especificar qué tipo de magister era Carisio, por ejemplo magister scrinii («archivero»): no en vano, en 56, 17, la palabra magister es glosada por Carisio con la griega epistátēs, propiamente «inspector, supervisor» (URÍA , 2006a, 100 n. 6).

El prefacio en sí, en tanto que dedicado a su hijo y no a un personaje relevante, apunta a que el autor de la obra no es un gramático profesional (KASTER , 1988, 393, y MUNZI , 1992, 112-113); de hecho, en él reconoce la dependencia de otros manuales y su labor de compilador. Además, nos informa de que su hijo no tiene el latín como lengua materna, lo cual lo sitúa con gran probabilidad en la zona oriental del Imperio, en la que el griego era predominante. Las glosas griegas que salpican muchos capítulos del manual confirmarían que el griego era la lengua materna del hijo, y quizá también del propio Carisio.

En el cuerpo de la obra, algunos pasajes proporcionan datos biográficos. El más importante de ellos es el que permite situarla cronológicamente hacia el año 363: se trata del pequeño homenaje que, a través de unos ejemplos de nombres de la segunda declinación, el autor rinde al emperador Juliano (el Apóstata) en 54, 5 (Magnus... Iulianus... Augustus). La cercanía al emperador podría explicar —y al tiempo ser corroborada por— la utilización del topónimo Antiochia como ejemplo en 302, 17, ya que Antioquía fue lugar de residencia de Juliano durante gran parte de su reinado 5 ; a este respecto, tal vez tampoco sea casualidad que la primera mención expresa de la obra de Carisio la tengamos en Rufino, gramático antioqueno del siglo v. En todo caso, los hitos biográficos reconstruidos a partir de los nombres de ciudades utilizados como ejemplos tienen el inconveniente de ser atribuibles a las fuentes utilizadas 6 .

Lo mismo sucede con otras deducciones, como la de que Carisio profesaba la fe cristiana, extraída del hecho de que en 151, 15 y 17 se dediquen sendas entradas a las palabras Adam y Abraham (así SCHMIDT , 1993, 142, frente a KASTER , 1988, 425). De hecho, el uso del raro adverbio adaeque invita a atribuir los lemas a la fuente utilizada, Julio Romano 7 , aunque también es cierto que la glosa griega que sigue a Adam podría ser responsabilidad de Carisio. Indicios de confesión cristiana son también —aunque hasta donde conozco nadie ha reparado en ello 8 — los significativos ejemplos de 379, 18 (sequor dominum... sequens dominum, secuturus dominum, secutus dominum), y tal vez también los de 379, 27 (metuo patrem, metuens patrem ); todavía más difícil es determinar si hay huellas de mentalidad cristiana en la etimología de rediuiuus en 126, 11. Tampoco parece haber, en todos los casos, un modo de concluir si los datos proceden de Carisio o de su fuente 9 ; si de aquél, habría entonces que sopesar cómo explicarlo al mismo tiempo que el mencionado cumplido al emperador Apóstata 10 .

Una de las frecuentes referencias internas —mayoritariamente debidas a Carisio en tanto que organizador de la obra— contiene una alusión del autor a su maestro (245, 8), aunque no nos da su nombre (más adelante, al tratar de las fuentes, veremos que varias razones invitan a pensar en Cominiano).

En fin, en la idea de su amateurismo redunda tal vez la observación de 372, 1, cuando el autor se disculpa por el breve tratamiento de los schemata dianoeas , y sugiere que alguien con más tiempo libre podría desarrollar la cuestión (SCHENKEVELD , 2004, 3).

2. NOTICIA DE LA OBRA

1.

Contexto histórico-literario

El siglo IV de nuestra era está marcado por la conversión al cristianismo del emperador Constantino y por el ascenso del nuevo credo a primera religión del Imperio 11 . Tan es así que incluso en la época del emperador Apóstata, en la que se data la obra de Carisio, todo el Oriente, con la excepción de las élites cultivadas de la burguesía de la Jonia y de Atenas, había abrazado la nueva fe, pese a que en Occidente la aristocracia senatorial permanecía fiel a los cultos no cristianos. En relación con este conservadurismo defensivo adoptado por la aristocracia occidental hay que poner el ideal de restauración y el culto a la educación tradicional representado en esa zona del Imperio por autores tan significativos como Mario Victorino y Donato. En Oriente, en cambio, en un contexto lingüístico distinto, la instrucción gramatical iba adquiriendo una dimensión y una finalidad distintas, de tal manera que la enseñanza de la lengua en sí misma dejaba en segundo plano su carácter aplicado a la literatura; algo que, por otro lado, contrasta con la invasión del terreno de la retórica que representan manuales de gramática como los de Diomedes y Carisio (HERZOG , 1993, 26).

Los profesores de gramática (y los de retórica) Ilegan en este siglo al cénit de un ascenso social que ya había tenido un impulso tiempo antes cuando Vespasiano otorgó a médicos, gramáticos y rétores ciertos derechos corporativos (SCHMIDT , 2000, 249); ahora el profesor puede llegar a tener el rango senatorial de uir clarissimus (SCHMIDT , 1993, 114) y el cumplimiento del cursus educativo del gramático y el rétor es cualificación necesaria, pero también suficiente, para asumir las funciones políticas (HERZOG , 1993, 15) 12 .

Estas circunstancias hacen de la antigüedad tardía en general y del siglo IV en particular lo que Marrou (en HERZOG , 1993, 14) llama la edad de oro del grammaticus, hasta el punto de que no sólo se asiste a la proliferación de manuales escolares, sino que la otra función de la gramática, la explicación de los clásicos, impregna gran parte de la literatura tardía (HERZOG , 1993, 25).

2.

Tipología y estructura

En el vasto elenco de obras de contenido gramatical (DE NONNO , 1993), ocupan un lugar preeminente las artes grammaticae, es decir, los manuales dedicados a la llamada gramática técnica 13 ; entre ellas deben distinguirse las artes propiamente dichas, exposiciones de tipo general, de las «gramáticas de reglas», destinadas a explicar la flexión mediante reglas prácticas. Aquéllas pueden, además, adoptar una forma breve, en un volumen, o una forma larga con ambición enciclopédica 14 . El manual de Carisio participa en grado variable de toda esta tipología: tiene entre sus fuentes principales, como veremos, artes grammaticae de tipo breve (Cominiano) y de tipo largo (Palemón), pero también incluye amplias secciones cuya orientación es la de las gramáticas de reglas. Cuál es el sentido de tal yuxtaposición de elementos de orígenes diversos es algo difícil de determinar: se ha sugerido, por un lado (HOLTZ , 1981, 85), que compilaciones de este carácter tenían como finalidad constituir «libros de maestro», y, por otro, que la incorporación de capítulos inspirados en la gramática de reglas se produce cuando los destinatarios de los manuales no son hablantes nativos de latín 15 ; en fin, DE NONNO (1993, 641) llega a proponer que capítulos eruditos como I 15 y I 17 (véase el apartado siguiente) respondieran en parte al deseo de recuperar textos y testimonios a punto de perderse. La definición de la obra de Carisio como «libro de maestro» parece en contradicción con la dedicatoria a su hijo que leemos en el prefacio, algo que SCHENKEVELD (2004, 27) trata de resolver apuntando que, pese a la dedicatoria, Carisio pretendía en realidad que fuera el profesor de su hijo quien utilizara el manual en sus clases 16 .

Los manuales complejos manifiestan grandes diferencias tanto de contenido como de estructura, por más que las líneas generales y las bases conceptuales de la gramática técnica permanecieran inalteradas durante siglos 17 . El esquema tradicional del ars grammatica latina puede reconstruirse de modo bastante aproximado gracias a la coincidencia en ese punto de las informaciones de Quintiliano (Formación del orador I 4-9) y de Sexto Empírico (Contra los profesores 91-93), y al grado de fidelidad con que tal esquema se refleja en las artes tardías, singularmente en la de Donato. Se trata de un esquema tripartito, cuya primera parte la ocupan las definiciones básicas y los elementos del lenguaje, litterae y syllabae; la parte central —y la más desarrollada— está integrada por un análisis detallado de las partes del discurso, es decir, de la morfología; la tercera se dedica a los defectos y virtudes del lenguaje 18 . Es problemático, sin embargo, determinar hasta cuándo se puede remontar este esquema; en estudios recientes como el de BARATIN (2000) se descarta que pueda llevarse más atrás de mediados del siglo I d. C. 19 , lo que no implica que antes no existieran manuales de gramática 20 , aunque hasta cierta época hubieron de estar escritos en griego 21 .

Por otro lado, la crítica más reciente insiste en la libertad con que las diversas gramáticas han estructurado esos contenidos, así como en las diferencias de detalle que existen entre unas y otras (DESBORDES , 2000, 471-472, y CODOÑER , 2000, 477-483) . En la de Carisio, al margen de los añadidos a partir de fuentes eruditas, a los que aludiremos en el apartado siguiente, la estructura básica tiene ciertas peculiaridades 22 : las nociones fundamentales no son todas ellas tratadas al comienzo, sino que se reparten entre los libros I y II; el libro I, tras los capítulos de introducción, se centra en el nombre (con alguna alusión aislada al pronombre), y sólo en el libro II aparecen las restantes partes del discurso; el libro III amplía la doctrina sobre el verbo 23 , y en el libro IV se unen a la estilística (virtudes y defectos del discurso) unos capítulos, en su mayor parte perdidos, sobre la lectura y la métrica.

En cuanto al libro V, presenta una problemática específica, ya que, tal y como lo edita Barwick, es fruto de una reconstrucción en cierta medida arbitraria 24 . Y es que sólo parcialmente encuentra reflejo en el índice del manuscrito N, que asigna al libro IV algunos de sus capítulos 25 ; no hay ninguna duda de que el capítulo inicial (379-386: «Los giros idiomáticos») pertenece a Carisio 26 , pero muchas de que el capítulo siguiente (387-403: «Las diferencias») no sea un texto independiente (H OLTZ , 1978, 230; S CHMIDT , 1993, 143); sí es probable que los idiomata nominatiua («Idiotismos nominales»; 450-463) y las listas de verbos que siguen (464-480) sean, a juzgar por el uso del griego, de Carisio o al menos tengan alguna relación con él (H OLTZ , 1978, 231), y lo mismo puede decirse del capítulo «sobre el latín correcto» (de latinitate: 404-408), y, tal vez, de la lista de expresiones sinónimas que le sigue (408-412). Parece, en cambio, descartada la paternidad carisiana del apartado titulado «Sinónimos ciceronianos» (synonyma Ciceronis: 412, 19-449, 31).

Aparte de la estructura general de sus obras, los gramáticos tardíos difieren bastante en contenidos concretos; de hecho, como apunta CODOÑER (2000, 483), sólo la primacía de Donato respecto a los otros autores ha sido capaz de crear la ilusión —aún vigente— de una homogeneidad de las gramáticas tardías. En efecto, pueden señalarse divergencias en las clasificaciones, en la terminología y aun en la doctrina 27 . Naturalmente, determinadas secciones (sobre todo las relacionadas con el conflicto sistema/uso, como los capítulos I 15 y I 17 de Carisio) son más permeables a la polémica y en ellas se advierten numerosas doctrinas en pugna, lo que redunda en una impresión de heterogeneidad. Con todo, en el caso particular de Carisio, las mayores diferencias con respecto a otros gramáticos hay que buscarlas en los añadidos que él mismo hizo al esquema básico de su fuente principal, y que comentamos en detalle a continuación.

3.

Fuentes 28

Por su carácter compilatorio, por su interés en acumular doctrinas de diferentes autores y su fidelidad hacia ellos, la obra de Carisio es el pivote (S CHMIDT , 1993, 143) sobre el que se construye el estudio de las fuentes de la gramática latina: Elio Estilón, Lelio Arquelao, Antonio Gnifón, Ateyo el Filólogo, Varrón, César, Verrio Flaco, Valerio Probo, Remio Palemón. Plinio el Viejo, Flavio Capro, Cominiano y Julio Romano son algunas de las autoridades en materia gramatical que en una u otra medida —desde la cita única a decenas de fragmentos— encuentran cabida en esta arte gramática. Tales menciones son importantes por los exiguos testimonios que sobre la mayor parte de esos autores tenemos. En efecto, las artes grammaticae son el resultado de una tradición relativamente homogénea que empieza no antes del siglo I a. C. 29 , pero los testigos de esa tradición nos son conocidos de muy desigual manera (H OVDHAUGEN , 1996, 377): del siglo I a. C., exceptuando los fragmentos, no tenemos más testimonio directo que los libros conservados de La lengua latina de Varrón 30 , obra singular que, además, no formó realmente parte del sistema educativo al que estaba vinculado este tipo de tratado, ya que, aunque es grande su influjo en las artes 31 , éstas prefirieron adaptar el esquema mixto de categorías formales y semánticas desarrollado por los griegos antes que la descripción formal del latín representada por La lengua latina (L AW , 2003, 65). Hasta el siglo III no contamos con un ars original y completa, la de Plocio Sacerdote, a no ser que se confirmen las hipótesis de L AW (1987) acerca del tratado conservado en una miscelánea gramatical copiada en el primer tercio del siglo IX , que podría ser un epítome o un ars minor del influyente Terencio Escauro, de principios del siglo II (S CHMIDT , 1993, 256).

Ahora bien, Carisio no es conocedor directo de tan rica y variada tradición, sino que construye su manual a partir de un número pequeño de autoridades: el esquema parece proporcionárselo su maestro, probablemente Cominiano 32 según han defendido primero TOLKIEHN (1910) y luego SCHMIDT (1993, 140) 33 , apoyándose en que suele ser la primera de entre varias autoridades citadas sobre una determinada cuestión y en que la tradición medieval conoce a Carisio con el nombre de Cominiano. Este, interesado en los logros de los teóricos que le precedieron (BONNET , 2000, 16), había enriquecido su manual contrastando su doctrina básica con extractos tomados de otros autores, particularmente del célebre Quinto Remio Palemón 34 . A Cominiano pueden remontarse, por un lado, las secciones en las que es expresamente citado (S CHMIDT , 1993, 141), a saber:

1)

187, 8-188, 10 («El caso ablativo»), junto con la ampliación atribuida a «otros» (188, 11-191, 14).

2)

225, 23-229, 30 («Las conjugaciones»),

3)

232, 9-30 («El participio»),

4)

233, 2-25 («El adverbio»), tal vez junto con parte de las secciones siguientes (233, 25-241, 19 y 241, 20-246, 17).

5)

289, 19-290, 11 («La conjunción»), junto con la doctrina palemoniana que sigue 35 .

6)

298, 2-299, 12 («La preposición») y la subsiguiente sección palemoniana (299, 13-307, 16).

7)

311, 4-9 («La interjección»), con el breve añadido de Palemón (311, 10-13).

8)

349, 18-350, 23 («El barbarismo»), con la sección anónima (350, 24-351, 12), al parecer de Palemón (BAR WICK , 1922, 116).

9)

351, 13-352, 31 («El solecismo»), que, como la anterior. cuenta con una extensión (352, 32-356, 19) atribuida a Palemón 36 .

Por otro lado, gracias al paralelismo con la estructura de los anteriores fragmentos —es decir, por la yuxtaposición de secciones de introducción y de ampliación 37 — se pueden atribuir también a Cominiano (SCHMIDT , 1993, 141), al menos los siguientes capítulos:

1)

8, 9-9, 5 («La sílaba»), con la extensión anónima de 9, 6-10, 17.

2)

10, 19-11, 23 («Las sílabas comunes»), junto con la sección siguiente (11, 24-14, 24).

3)

144, 3-146, 28 («Los grados de comparación») y la extensión de 146, 29-148, 13 38 .

4)

209, 24-214, 25 («El verbo») y 214, 26-215, 17.

5)

379, 3-380, 19 («Los giros idiomáticos»), junto con 380, 20-386, 29.

Además, a partir de datos aislados es posible remontar a Cominiano otras secciones de la obra de Carisio: el uso de aliis ita placuit definire a propósito del zeugma (369, 8), junto con otros argumentos de T OLKIEHN (1910, 30) indican que los capítulos del libro IV sobre las figuras de expresión y de pensamiento remontan al maestro. Dos referencias internas con definitum est (en 93, 22, y 107, 29) permiten atribuirle también los capítulos 10 y 14 del libro I, y lo mismo puede hacerse con I 12 gracias a la ya mencionada alusión de Carisio a su maestro en 245, 8. En fin, por congruencia con todos estos datos, es posible restituir a la gramática de Cominiano el esquema que ofrece T OLKIEHN (1910, 136-137).

La principal aportación de Carisio al manual de Cominiano está, por un lado, en los amplios fragmentos tomados de Julio Romano, y, por otro, en el anónimo capítulo 15 del libro I. Julio Romano 39 , gramático probablemente amateur cuya actividad es situada en la segunda mitad del siglo III , es autor de una obra titulada Aphormaí «Materiales» 40 , considerada por S CHMIDT (1993, 270, basándose en Carisio, 301, 17) un ars 41 que debía de seguir, según él, el esquema de las partes del discurso 42 . En los capítulos conservados —enteros, como parece ser el caso de La analogía y El adverbio, o abreviados, como La interjección, La preposición y La conjunción —, a introducciones teóricas, caracterizadas por observaciones eruditas (S CHENKEVELD , 2004, 34-36), sigue un inventario de entradas, en orden alfabético, con diferente estructura y finalâdad según los capítulos. El capítulo 17 («La analogía»), limitado por su propia naturaleza a los nombres 43 , pasa revista a formas dudosas, para cuya solución se acude ya a la autoridad del uso de los antiguos, ya a la analogía, o bien se sopesa qué criterio tiene preferencia en cada caso (véase el apartado siguiente). En cambio, las entradas de los capítulos dedicados a palabras invariables (preposición, conjunción, interjección, adverbio) forman un inventario de usos especiales de los autores antiguos, y entre ellos se comentan con especial interés las «afinidades» (consortia) entre miembros de la misma categoría o aun de otras, aunque no está claro si ello se hacía en cada entrada, cuando era pertinente 44 , o en un libro o apartado específico 45 .

Más problemático —ya se ha dicho— resulta aventurar conjeturas sobre el contenido de las partes no conservadas de la obra. Por referencias del propio autor, sabemos que se ocupó de la puntuación (distinctio), aunque, habiéndose perdido el capítulo correspondiente de Carisio, no sabemos hasta qué punto la trató de forma sistemática 46 . En otra referencia interna, Romano alude a «las afinidades de los casos» (169, 18), tal vez, según SCHENKEVELD (2004, 32), una parte de un libro no conservado sobre el nombre (de nomine) ; por lo dicho acerca de las conjunciones, podemos suponer que en ese apartado se discutían los usos de unos casos en lugar de otros, es decir, por un lado, fenómenos de homonimia casual (así Isis y Sarapis, los ejemplos que dan lugar a la referencia interna, serían genitivos «afines» al nominativo), por otro, giros idiomáticos de régimen ambiguo (como los recogidos en 386, 19 utor panem et pane «uso pan y del pan», etc.), y, en fin, a la vista de 247, 4 («... que algunos adverbios son comunes a otras partes de la oración y están como unidos al nombre por afinidades»), terminaciones comunes a los nombres y a otras categorías 47 . Por último, es difícil deducir de la magra referencia en 332, 21 («Pero Gayo Julio Romano llamó a esos verbos idiomata»), que el verbo fuera objeto de otro libro de las Aphormaí, ya que tal afirmación podría encontrarse en el capítulo sobre las afinidades de los casos, en el que, según se ha dicho, podrían haberse incluido los idiotismos o giros idiomáticos 48 .

De hecho, la ausencia de discusión de determinadas partes de la oración —tampoco tenemos constancia de que se haya incluido el pronombre— es uno de los aspectos que se esgrimen para aproximar la obra de Romano a la tipología de los tratados de reglas (LAW , 1986), característicos de áreas con lenguas distintas del latín, originalmente diseñados para demostrar el funcionamiento de la analogía, y en algunos casos con estructura alfabética. Ahora bien, tal afinidad, puesta de relieve por SCHENKEVELD (2004, 36), no debe llevarse demasiado lejos, puesto que las gramáticas de reglas, si es cierto que no parecen estar concebidas para el estudio sistemático del alumno 49 , no dejan por ello de ser textos escolares (DE NONNO , 1993, 633), condición ciertamente ajena a la obra de Romano, no sólo por el más que probable «amateurismo» del autor, sino también por el carácter erudito de la obra.

Más próxima parece la obra de Romano, como había apuntado ya BARWICK (1922, 250 n. 1), a los tratados sobre el latín correcto (de latinitate), tipología a la que pertenecen de hecho sus principales fuentes: Plinio y Flavio Capro. Estos tratados sobre el latín correcto tienen como objetivo fundamental la determinación de la problemática relación entre regla y uso 50 , y en ellos halla su lugar propio la discusión de los criterios del latín correcto 51 .

El otro gran capítulo que Carisio incorpora a su manual es el que SCHMIDT (2000, 271) ha denominado «anónimo sobre las terminaciones». Que Carisio consideró este capítulo I 15 como una pieza independiente y coherente queda claro por la peculiar introducción que lo precede, aprovechada en su propio prefacio; que formaba parte del plan de la obra lo demuestra, además, la referencia anticipada de 24, 15 52 . Ignoramos por qué Carisio no indica qué fuente sigue 53 , y el carácter misceláneo del capítulo dificulta la identificación de su autor o autores.

Especiales problemas plantea la autoría de la introducción, para la que se han sugerido nombres tan diversos como Varrón, Pansa o Plinio 54 . Ciertos indicios apuntan a que Julio Romano conoció esta introducción, que tal vez pudiera haber sido una parte de la introducción general a su propia obra 55 , sibien parece más probable que la autoría corresponda a una de sus fuentes. El estilo es afín, como apunta SCHENKEVELD (2004, 37), al de la introducción al capítulo sobre el adverbio (246, 19), donde expresiones como 251, 19, alienis uiribus manus tradens («cediendo sus manos a fuerzas ajenas») recuerdan no sólo la imagen de 62, 7, regendum se regulae tradidit («se entregó al gobierno de la regla»), sino también dos pasajes de I 17 que han de adscribirse a Romano (y no a Plinio 56 ), como 151, 24, manus ueterum licentiae porrigemus («nos asimos a la licencia de los antiguos») y 164, 28, manus dat praemissae regulae ridicule («concede absurdamente apoyo a la antedicha regla»).

Ciertamente, para probar definitivamente que la introducción de I 15 fue utilizada por Julio Romano habría que explicar por qué, a diferencia de lo que hace en I 17, Carisio no nombra su fuente; un silencio, por otro lado, que daría cuenta de por qué Diomedes, que, al usar a Carisio (véase el apartado 3.1.), suele pasar por alto las partes atribuidas a Romano, maneja en cambio esta pieza. En fin, el uso que Carisio hace de la introducción de I 15 para su propio prefacio (SCHENKEVELD , 1996, 33) podría abonar la hipótesis de que Romano, la principal aportación de Carisio al manual de su maestro, la ha manejado en su introducción; en otras palabras, ¿no resultaría raro que Carisio, que utiliza profusamente a Romano sin renunciar siquiera a incluir en su manual las eruditas introducciones de aquél a las partes orationis, no hubiera hecho uso alguno a la introducción general de las Aphormaí ? Téngase en cuenta que con I 15 Carisio da realmente comienzo a su aportación personal al manual de su maestro, que hasta entonces ha seguido fielmente, y con esta introducción de retórica redacción podría haber querido marcar de alguna manera su aportación, hasta el punto de renunciar a aludir a su fuente, que, sin embargo, se ve obligado a mencionar con motivo de la referencia al capítulo 17 57 .

Es cierto, no obstante, que el plan del capítulo que se ofrece al final de la introducción de I 15 no concuerda con lo que sabemos de la estructura de la obra de Romano, y que, desde luego, en el cuerpo del capítulo nada pertenece a Romano salvo los añadidos que el propio Carisio, más o menos literalmente, toma del capítulo 17 (véase SCHMIDT , 2000, 272). En suma, o la introducción está tomada de Romano, pero es una pieza independiente del capítulo al que precede 58 , debiéndose el «ensamblaje» a Carisio, o la introducción pertenece a un autor que Romano ha manejado directamente y es el autor (o uno de los autores) del capítulo 15. En este último caso podría pensarse en Flavio Capro, lo que permitiría restablecer, bien que maizadas, las ideas de MAZZARINO (1948 y 1949) y SCHFNKEVELD (1996 y 1998) sobre la impronta pliniana en el pasaje; pues ya MAZZARINO (1948, 221) reconocía que algunos de los pasajes que él asigna a Plinio dentro del capítulo 15 podrían considerarse «capriani più che pliniani», en cuanto que —continúa— todos los pasajes plinianos de I 15α 59 han pasado a través de una elaboración gramatical que puede denominarse «capriana» o de tipo «capriano». Sin embargo, lo que admite para el cuerpo del capítulo, se niega Mazzarino a hacerlo extensivo a la introducción 60 , en la que ha intervenido, sin duda, la mano de Carisio (en la referencia a Romano de 62, 22), pero probablemente también, pese al juicio del estudioso italiano, la de Capro: el uso de iucundus en relación con la eufonía, presente en 63, 12, en la introducción, aparece asimismo en 137, 11, dentro de la reelaboración que Capro hace de la información que sobre el giro pater familias había ofrecido Plinio (véase 153, 30); de la misma manera, la expresión uolgaris nec sordida de 63, 10, puede relacionarse con el fragmento atribuido a Flavio Capro en 253, 19, donde se lee sordidum et uulgare.

Que Flavio Capro podría ser el redactor de todo el capítulo 15 parecen indicarlo los pasajes —raros en Carisio— en los que se emite un juicio, normalmente contrario a la doctrina que se está exponiendo, en primera persona de singular 61 . Y es que de los siete pasajes consignados en la nota anterior, tres (77, 9; 94, 27, y 114, 4) están en partes directamente imputables a Capro, y los otros cuatro pertenecen a I 15α, pero, significativamente, a partes donde la reelaboración del material es evidente, como indica el uso de la primera persona (Plinio no es citado literalmente en este capítulo, como lo es en el 17), así como otros detalles relevantes 62 .

Aparte de I 15 y de los capítulos de Julio Romano, puede aislarse, según SCHMIDT (1993, 143) 63 , una tercera aportación de Carisio al esquema de su maestro: los capítulos sobre métrica, en su mayor parte perdidos, pero cuya existencia conocemos por el índice. El tratamiento detallado de la métrica no parece haber formado parte del ars de Cominiano 64 , pues era una materia en principio ajena al esquema básico del ars grammatica , en cuanto que asociada a la música, de la que posteriormente se desligó (LUQUE , 1995, 11-12). Su asociación, primero, e incorporación, después, a la gramática, sigue un proceso 65 cuyo detalle desconocemos, ya que no parece segura la conclusión de BARWICK (1922, 185) de que los tratados sobre el latín correcto (de latinitate), ya desde La lengua latina de Varrón. incluían una sección sobre métrica 66 ; en cambio, sí parece seguro que Tiranión el Viejo 67 incluyó la teoría métrica en el sistema gramatical (DE NONNO , 1990, 457), y sabemos que para Quintiliano la gramática no era perfecta sin la música, ya que aquélla debía incluir entre sus contenidos la discusión de «metros y ritmos» (QUINTILIANO , Formación del orador I 4, 4). Tal discusión, sin embargo, debió de realizarse de manera independiente 68 o, a lo sumo, vinculada al tratamiento de las letras y la sílaba, hasta una época indeterminada del siglo IV , la que media entre Sacerdote y Diomedes, cuando se produce una «armonización» de la métrica en el cuerpo del ars grammatica (DE NONNO , 1990, 459): representantes de esa armonización son Diomedes y Carisio.

Respecto a la fuente, el magro fragmento conservado (de 375, 12 a 378, 15) sólo deja lugar a la especulación: con BARWICK (1922, 226 n. 2) podemos convenir en que Palemón —que seguramente no trató la métrica— debe ser descartado, a la vista del carácter erudito de las citas; el mismo autor propone (1922, 247) que Carisio toma los capítulos de métrica de su fuente principal, que hemos identificado con Cominiano, si bien los argumentos de esa hipótesis son bastante débiles; y es que lo que Barwick llama «exiguo resto» de la métrica en DOSÍTEO 69 (GLK VII 428, 6-429, 24) no es tal, ya que su contenido corresponde a los capítulos que en el índice de Carisio preceden a la métrica propiamente dicha, a saber, los tipos de pausas.

No haríamos justicia a Carisio si reducimos su aportación al manejo de nuevas fuentes; él es también, en parte, responsable, como hemos visto, de la estructura de su obra, y también, de un esfuerzo por facilitar al lector el manejo de la misma. De ello son prueba las frecuentes referencias internas que salpican la obra y que denotan que Carisio tenía una clara visión general de su arte gramática 70 . Esas referencias, en efecto, son de muy variado tipo: hacia delante y hacia atrás, dentro de un mismo capítulo o libro, y también entre capítulos y libros, siendo aquéllas muchas veces achacables a las fuentes, y estas últimas, indiscutiblemente carisianas.

4.

Contenido

No es fácil resumir la aportación doctrinal de una obra cuya característica más relevante es la acumulación de fuentes. El lector contemporáneo tiene la posibilidad de acceder, a través de este tratado de gramática, a una gran parte de la historia de la gramática antigua, y, con ella, no sólo de la educación, sino también de la erudición lingüística romana. Su fuente principal, en efecto, sitúa a Carisio dentro de una cadena «gramaticográfica» conectada con la escuela, y concretamente con el nivel escolar secundario 71 , que precedía a la instrucción retórica y en el que la gramática comenzó a tener un papel central en los primeros siglos de nuestra era (HOVDHAUGEN , 1996, 384). El aprendizaje progresivo característico de la educación secundaria (letras, sílabas, listas de palabras por paradigmas morfológicos) se refleja en los capítulos iniciales del libro I; no obstante, en la época de Carisio este aprendizaje había perdido la orientación filológica y literaria de épocas anteriores para adquirir un marcado carácter lingüístico, algo que tuvo que ver con el paso del aprendizaje del latín como lengua materna a su enseñanza como segunda lengua (HOVDHAUGEN , 1996, 389). Capítulos sobre el barbarismo y el solecismo se incorporaron pronto a la gramática, debido a la preocupación por cuestiones de corrección lingüística, y la instrucción acerca de los defectos y virtudes del discurso, en principio perteneciente al nivel educativo superior, la escuela del rétor, fue también asumida por los gramáticos, y como tal encuentra reflejo en el libro IV de Carisio.

Como ajenos a la tradición gramaticográfica hay que considerar los capítulos eruditos incorporados por Carisio (I 15 y las secciones tomadas de Julio Romano), en los que existe, como ya se ha hecho notar, una profunda huella de la controversia analogía/anomalía, así como de la corriente arcaizante del siglo II d. C„ es decir, de toda una literatura erudita que va desde Elio Estilón, Varrón, César y Verrio Flaco hasta Flavio Capro, Helenio Acrón y Estatilio Máximo. Lo más relevante de estos capítulos, desde el punto de vista doctrinal, es la insistencia en los criterios de corrección lingüística, cuya importancia para Carisio es delatada por su inclusión en el prefacio con los términos natura «naturaleza», analogia «analogía», consuetudo «uso», auctoritas «autoridad», como una especie de eco de la introducción a I 15 (62, 14) 72 .

El criterio de la natura alude a la intuición lingüística heredada (SIEBENBORN , 1976, 153), a la lengua tal como viene dada, y es, por tanto, un criterio invariable y autónomo, «capaz de convencer por sí mismo al hablante», la competencia lingüística, en suma (HERNÁNDEZ , 1992, 88) 73 . En la obra de Carisio no se menciona con demasiada frecuencia, pero sirve para explicar, por ejemplo, el número plural de algunos topónimos (39, 5), y también el singular que en general caracteriza a los nombres de ríos, montes y ciudades (39, 5 y 42, 8); o el carácter griego de algunas palabras usadas en latín (50, 30; 52, 20, y 108, 14); o el orden de los números complejos (91, 27), hecho para el que se considera también la intervención de la consuetudo.

La analogía o —en su denominación más frecuente— ratio «razón sistemática» es, junto con la consuetudo , el criterio más importante en la fijación del latín correcto. Es la responsable del carácter sistemático, regular, de la lengua (mientras que el uso lo es de las anomalías, las irregularidades) y la que permite enunciar reglas (regulae). Con muchísima frecuencia ratio y consuetudo se contraponen en las discusiones sobre la corrección de tal o cual forma (por ejemplo, 77, 11; 93, 10; 96, 20, etc.).

Existe, junto a la ratio analógica, una ratio etimológica (QUINTILIANO 16, 1), que no es expresamente mencionada en el prefacio ni en la introducción a I 15, pero que se usa en varios pasajes carisianos para discernimiento de la corrección, especialmente tratándose de la parte no flexiva de la palabra (en las terminaciones, claro está, actúa sobre todo la razón analógica) y en relación, ya con la ortografía, ya con las distinciones semánticas (deshaciendo potenciales homonimias). Es el caso de algunos pasajes atribuidos a Varrón, a Verrio Flaco y a Plinio 74 .

La auctoritas es el criterio que se basa en la tradición literaria, al que se recurre normalmente cuando fallan los anteriores, pero que en rigor no los excluye; así, puede aparecer contrapuesto a la razón (110, 26) o, por el contrario, refrendándola (109, 3; 113, 13).

En fin, aunque no estén en la lista de criterios del prefacio y de la introducción a I 15, pueden mencionarse en Carisio otros dos elementos a los que se hace referencia en las discusiones sobre la corrección, a saber, la uetustas «antigüedad» y la suauitas o euphonia «eufonía». Ambos criterios están más relacionados con el estilo que con la gramática, pero aparecen a veces como argumentos que denotan la corrección o incorrección de una forma 75 . Por el propio Cansío (157, 6) sabemos que Varrón 76 tuvo en cuenta la eufonía como refrendo del uso al discutir sobre el genitivo correcto de aenigma, idea que en un plano más general aparece expresada en la introducción a I 15 (63, 11) 77 . En cuanto a la uetustas, no es frecuentemente expresada como tal en Carisio 78 , pero los ueteres o antiqui , los autores antiguos, son invocados por doquier 79 : se trataría, en ese sentido, de una variante de la auctoritas, con la que, además de Quintiliano, tanto Plinio como Capro (según BARWICK , 1922, 204-206) sustituyen el criterio de la natura.

Origen erudito hay que atribuir también a ciertos contenidos de tipo enciclopédico que salpican la obra, como la enigmática explicación de la expresión ad aquas (121, 12), la información vertida en la entrada assarius (96, 5), la observación sobre la estructura de las termas (125, 20). También importantes en el manual de Carisio son los contenidos procedentes de otro tipo de obra que no era ajena a la escuela, la del comentario literario 80 : a las citas explícitas de comentarios escritos por autores como JULIO HIGINO (171, 5), ANNEO CORNUTO (159, 27 y 162, 9), TERENCIO ESCAURO (263, 11 y 272, 27), VELIO LONGO (145, 18 y 225, 3) o HELENIO ACRÓN (152, 28; 250, 12, etc.), pueden añadirse observaciones anónimas cuya fuente son seguramente comentarios: la observación sobre la forma Belidis que sigue a la cita de CINNA en 158, 11 podría bien proceder del comentario de JULIO HIGINO ; el añadido al verso plautino de 246, 14. de un comentario sobre Plauto 81 ; la referencia al canto amebeo en 76, 23 es asunto literario al margen de la cuestión formal que se discute.

Llama la atención, por otro lado, la tediosa insistencia en algunos problemas morfológicos; así, más de un cuarto de las entradas de I 17 están dedicadas a aconsejar sobre la forma correcta del ablativo de la tercera declinación, explicándose en muchas de ellas la diferencia entre nombres propios, adjetivos referidos a persona y adjetivos referidos a cosa. Existe asimismo un porcentaje alto de entradas acerca del genitivo de plural (-um/-ium o -um/-orum). Da la impresión de que el capítulo pretende constituir una especie de pequeño «diccionario de autoridades» o diccionario de dudas. Pero ¿para qué?

Estas observaciones pueden aportar luz a una cuestión planteada en el apartado anterior a propósito de la estructura de la obra, la de si ésta estaba dedicada en verdad al hijo del autor o más bien era un libro de maestro. Si, como se indica en el prefacio —y no hay razones para dudar de su sinceridad— Carisio diseñó su obra para el autoaprendizaje del latín por su hijo, tal vez la finalidad de los capítulos eruditos fuera la de complementar la adquisición de la segunda lengua con un material que, a la vez que una profundización en los criterios del latín correcto, aportaba gran cantidad de pasajes de obras antiguas 82 , y, con ellos, en definitiva, una base para la formación adecuada al objetivo principal del nivel intermedio de la educación antigua: la literatura. Pero más probable parece que la finalidad de los repetitivos capítulos fuera aun más concreta, tal vez la de dotar al aprendiz de competencias específicas para el ejercicio de (o el acceso a) una profesión determinada, como podía ser la de funcionario imperial 83 .

Fuera cual fuera la intención de Carisio, su compilación es, todavía hoy, una inestimable fuente de fragmentos que de otra forma serían desconocidos para nosotros 84 , y además de autores tan importantes en la historia de la literatura latina 85 como Ennio, Lucilio, Pacuvio, Accio, Titinio, Afranio, Cecilio, Licinio Calvo, Cinna, etc.

3. RECEPCIÓN DE LA OBRA 86

1.

Antigüedad tardía

Si algo choca con el mencionado «amateurismo» de Carisio y con el modesto objetivo anunciado en el prefacio de la obra, es el influjo que muy pronto tuvo entre sus coétaneos e inmediatos seguidores. Y es que, aunque es cuestión todavía discutida (KASTER , 1988, 271), al menos desde JEEP (1896) hasta DAMMER (2001) 87 se asume que la gramática de Carisio fue utilizada por Diomedes entre los años 370 y 380. La causa de esta utilización parece haber sido la común condición de los destinatarios de uno y otro autor, a saber, la de grecoparlantes 88 . Ahora bien, como Diomedes en ningún caso cita expresamente a Carisio, no podemos extraer otras conclusiones de este hecho 89 , y debemos dejar en la incertidumbre la razón por la cual la obra de Carisio rebasó los propios fines de su autor: la enseñanza del latín a su hijo.

Sólo medio siglo después, encontramos a Carisio —ahora ya citado por su nombre— en el gramático Rufino de Antioquía, que utiliza, además, los capítulos carisianos sobre métrica, perdidos, como se ha dicho, en el manuscrito N. Dos de las cuatro menciones de Carisio en Rufino incluyen citas que coinciden literalmente con pasajes de Diomedes 90 , lo que las sitúa entre los argumentos más sólidos para defender la utilización de Carisio por Diomedes.

También en el siglo v se propone situar a otro probable usuario de Carisio, el autor del llamado fragmentum Donatiani , cuya identificación con Tiberio Claudio Máximo Donaciano, el hijo de Tiberio Claudio Donato, es sólo una hipótesis (véase KASTER , 1988, 274-275 y 399-400). De que este autor manejó la obra de Carisio, y no la de su fuente 91 , parece ser prueba la coincidencia en el comienzo del capítulo I 17, que, como ya se ha indicado, es una de las aportaciones que Carisio hace, a partir de Julio Romano, al esquema de su maestro. Es posible, sin embargo, que lo que represente el Fragmentum Donatiani sea una «trivialización» escolar del texto de Carisio: a ello apuntan las erróneas traducciones del griego 92 , concretamente la interpretación de lógos como orado en un contexto —la definición de analogía— en el que tiene el significado general de «relación» (véase URÍA , 2007b).

Como «Cominiano» menciona a Carisio Filargirio, el comentarista de Virgilio generalmente datado en el siglo v, a través del cual lo conocen también los Scholia Bemensia.

Ya en el siglo vi, en la monumental obra gramatical de Prisciano, el nombre de Carisio aparece citado dieciséis veces 93 , la mayoría de las cuales pertenece al capítulo primero del libro III («Los perfectos de los cuatro paradigmas»).

Importante es el uso que de la obra de Carisio se hace en dos glosarios latino-griegos del siglo VI : el falsamente atribuido a Cirilo de Alejandría, en el que se utiliza además una versión paralela de los idiomata (BARWICK , 1924, 146) y para el que probablemente se manejó un ejemplar de Carisio más rico en glosas griegas que el códice N (BARWICK , 1924, 342), y el atribuido a Filóxeno, cónsul en 535 d. C.

A todos los testimonios hasta aquí citados les es común la pertenencia al ámbito oriental y el relevante papel que el griego tiene en ellos. Pero, como otras gramáticas de este tipo, la de Carisio fue muy pronto exportada a Occidente, seguramente, como indica DIONISOTTI (1984, 205), debido a la creciente necesidad de manuales con abundante vocabulario e insistencia en la morfología descriptiva, en una época caracterizada por la afluencia de hablantes no latinos y por la cada vez más grande diferencia entre lengua hablada y lengua escrita. En este contexto hay que situar los indicios que tenemos del conocimiento de Carisio en Italia hacia el siglo v; se trata de la apócrifa atribución a nuestro gramático de la compilación gramatical conocida como excerpta Andecauensia, una atribución que DE NONNO (1992, 229) propone situar en el lugar y el momento de la compilación misma: la Italia septentrional del siglo v.

2.

Edad Media

La obra de Carisio no es citada en la Edad Media con su nombre, sino siempre con atribución a Cominiano, a Flaviano Cominiano o a Flaviano 94 ; la causa de esa errónea atribución a Cominiano tiene que ver seguramente con un accidente de la transmisión, tal y como propone SCHMIDT (1993, 140), a saber, que habiéndose perdido el prefacio y siendo citado Cominiano en las primeras páginas (perdidas en N), éste pudo pasar por autor de la obra. Aunque la tradición medieval de Carisio no es comparable con la de Donato —sin ninguna duda el gramático más influyente en este período— ni con la de Prisciano, sí puede constatarse su huella desde la más temprana Edad Media.

El ámbito más destacado de la influencia de Carisio en la Edad Media es sin duda el insular; en efecto, Carisio fue usado por varios de los llamados gramáticos insulares 95 , puesto que los profesores cristianos de las Islas Británicas tomaron de los gramáticos tardíos el fundamento para sus enseñanzas (LAW , 1982. 10). BARWICK (1924, 349), siguiendo una constatación de KEIL (GLK I XXIII ), señaló a Beda como lector de Carisio, concretamente en su tratado de ortografía; sin embargo, sus argumentos han sido convincentemente contestados por DIONISOTTI (1982), para quien Beda no habría utilizado la obra de Carisio, sino, por un lado, la de su fuente principal, y, por otro, la de Flavio Capro (lo cual explica las coincidencias con el capítulo I 15). Así las cosas, parece que el más antiguo gramático insular que utilizó el ars carisiana es Bonifacio, activo en la primera mitad del siglo vm y que junto a Carisio emplea a Donato y a Focas (LAW , 1982, 78). En ese mismo siglo puede situarse Malsacano, autor del ars Malsachani 96 , que cuenta a Carisio entre las fuentes directamente usadas. También pudo haber sido utilizado por Clemente Escoto. Entre las gramáticas anónimas, es fuente principal del ars Ambianensis, y fue usado por el compilador del ars Bemensis, en el denominado Donatus orthigraphus y en el Anonymus ad Cuimnanum.

La difusión de Carisio en el ámbito insular ha de ponerse en relación con tres fuentes manuscritas (p, V y Z 97 ) que atestiguan la existencia de extractos carisianos en la Italia meridional antes del siglo vm, y a los que DE NONNO (1982, 76) atribuye origen insular.

En el entorno de Carlomagno, Carisio es citado bajo el nombre de Cominiano por Pedro de Pisa (profesor de gramática del propio emperador) en su Ars grammatica y por Amalario de Metz (BARWICK , 1924, 420), que fue discípulo de Alcuino 98 . Pero ya en esta época el influjo de Carisio es significativamente menor al de otros gramáticos (Donato aparte) que empiezan a cobrar un relieve que antes no tenían (LUHTALA , 2000): el citado Pedro de Pisa, por ejemplo, había reunido excerpta de Pompeyo, Diomedes y de las Institutiones grammaticae de Prisciano. Pompeyo gozó de un éxito particular a comienzos del siglo ix, en la época en que las Institutiones de Prisciano empiezan a cobrar la importancia que merecían, y Diomedes, una de las fuentes favoritas de los gramáticos insulares, llegó a ser copiado por Adam de Masmünster para el propio Carlomagno en el año 780. Que en la época carolingia material carisiano circulaba en el sur de Italia lo sabemos también por la historia de algunos códices que contienen extractos del gramático (véase el apartado siguiente).

En el siglo XII se ha sugerido la influencia del Arte gramática de Carisio en la parte XIII (el metro) de la Gramática de Hugo de San Víctor 99 .

3.

Edad Moderna

Aunque el conocimiento de Carisio en época moderna arranca del descubrimiento de los manuscritos gramaticales bobienses por G. Galbiato en 1493, no parece existir, según DE NONNO (1992, 230 n. 43), una verdadera difusión de nuestro autor antes de la editio princeps de 1532. Y es que el manuscrito en cuestión (N) 100 fue muy pronto «secuestrado» por Parrasio, y no debió de salir de Milán antes de 1497; a su vez, la primera copia del manuscrito (nl ) se considera posterior a 1514. Tampoco tenemos constancia alguna del manejo del perdido códice C antes de mediados del siglo XVI ; su primer poseedor identificado, Cauchius, lo empleó para anotar, hacia el año 1540, su copia de la editio princeps (SCHENKEVELD , 2004, 137), y su utilización por otros eruditos tiene, como veremos, más interés para la historia del texto que para su recepción, si bien hay que subrayar su papel en algunas de las ediciones de Carisio que siguieron a la princeps , sobre todo en la de Putschius, de 1605, así como en las de autores antiguos citados en el ars 101 .

Pese a lo dicho, Carisio es citado ocasionalmente, según LUTZ (1973, 163), por Rhagius en su comentario al De grammatica de Marciano Capela, impreso en 1508 102 ; asimismo, Despauterius menciona a nuestro autor en sus Institutiones grammaticae , cuya primera edición es de 1512 103 , si bien puede afirmarse que las citas son indirectas, tomadas de Prisciano 104 . Entre los humanistas que demuestran un conocimiento directo de Carisio cabe destacar, por su origen hispano, al toledano Pedro Chacón 105 , que cita, a veces literalmente, pasajes del libro I 106 ; él nos informa además, en una de esas referencias (De nummis 150), de que Carisio había sido utilizado por Georgius Agricola (1494-1555), seguramente en la obra titulada Ad ea quae Andreas Alciatus denuo disputauit (Basilea, 1550), citada poco antes (De nummis 149), una noticia que nos da además un terminus post quem para el uso de Carisio por parte de Chacón. En la Minerva del Broncese (Salamanca, 1587), las referencias a Carisio, que apenas sobrepasan la decena, son todas del libro I, y mayoritariamente de los capítulos eruditos 15 y 17 (por ejemplo, 75, 5-6; 83, 18-19; 91, 14-18; 97, 22-24; 166, 18-24; 180, 12-31; 183, 19-24).

Hay que esperar al siglo xvn para encontrar un humanista que utilice abundante y sistemáticamente a Carisio: Vossius en su Aristarco 107 . Ya en los capítulos iniciales de la obra, en los que redacta una especie de historia de la gramática antigua, menciona a Carisio como fuente privilegiada de obras gramaticales ya perdidas en su tiempo, y las referencias a él (particularmente a pasajes del libro I) a lo largo de la obra sobrepasan el centenar 108 . Sabemos, además, que Vossius fue conocedor de los problemas del texto de Carisio al menos a través de Schottus, uno de los eruditos que utilizaron el perdido códice C 109 .

4. TRANSMISIÓN DEL TEXTO

La tradición antigua y medieval de la obra de Carisio contribuye a dibujar el stemma de su transmisión, ya que la recepción está íntimamente ligada a la historia del texto (SCHMIDT , 1993, 144-145). Las citas con el nombre de Carisio, que desaparecen en el siglo VI (Prisciano), nos remiten a una versión representada por el manuscrito N, el Neapolitans IV. A.8, un códice palimpsesto procedente de Bobbio y copiado hacia el siglo vio, que resulta ser el único que transmite toda la obra, si exceptuamos algunas lagunas debidas a causas materiales 110 y los ya mencionados problemas de contaminación del libro V. Del códice N existe una copia n (el hoy Neapolitans IV.A. 10) de finales del siglo XV , realizada por Giorgio Galbiato, el descubridor de los textos gramaticales bobienses en el año 1493. A su vez, n fue copiado a comienzos del siglo xvi dando lugar a nl (Neapolitans IV.A.9), copia sobre la que se basó Giovanni Pierio Ciminio para realizar la editio princeps en el año 1532 (ω ) 111 . Una parte de N(N2 ), la única que no fue reescrita, tuvo una tradición independiente al menos hasta el siglo ix, y de ella copió Galbiato, en colaboración con Tristano Calco, un pasaje en el Neapolitanus IV.A. 11 (SCHMIDT , 1993, 147; DE NONNO , 1982, 60 n. 9).

Una versión diferente, aunque procedente del mismo arquetipo, debió de transmitirse desprovista del prefacio, lo que probablemente contribuyó, como ya se ha indicado, a que circulara bajo el nombre de Flaviano o Cominano. Es esa versión la que se convierte en texto canónico en el área insular y desde ahí ejerce también su influencia en el continente. Pero todavía mayor es el influjo de otra redacción (β ), un texto de Carisio al que le faltaba la introducción y los libros IV y V, y que es el que llega a la corte carolingia y se extiende hasta el sur de Italia (SCHMIDT , 1993, 145). Testimonios (siempre parciales) de esa versión son un fragmento conservado en P (Parisinus Latinus 7560), miscelánea gramatical del tercer cuarto del siglo ix, algunos extractos incluidos en una de las compilaciones de p (Parisinus Latinus 7530), copiado en Montecasino en los últimos decenios del siglo VIII (DE NONNO , 1982, 61-62), y los más recientemente identificados (HOLTZ , 1978) extractos carisianos en dos manuscritos: A (Angers, Bibl. munic. 493), copiado en Tours en el siglo IX , y v (Vat. Ottob. Lat. 1354), del siglo XI-XII ; a ellos habría que añadir la anotación detectada por DE NONNO (1982, 69-76) en Z (Vat. Lat. 3313), del siglo ix. Aún más importante para la constitución del texto es un códice (C), hoy perdido, del que tenemos noticias desde que fue propiedad del emdito holandés del siglo xvi Jan van Cuyck (Cauchius) y que sólo indirectamente —a partir de las variantes anotadas por varios de sus poseedores 112 — se puede reconstruir.

La última aportación importante a la transmisión del texto de Carisio resulta del atento examen que PALADINI (2001, 258-273) realiza de tres extractos carisianos (uno de ellos autógrafo de Parrasio) presentes en el códice Neapolitanus V D 32 (cuya fecha de copia se ignora) y que se corresponden respectivamente con 253, 1-284, 27 (dl , autógrafo de Parrasio), con 90, 1-99, 24 (d2 ) y con 230, 1-232, 30 (d3 ). La coincidencia de algunas variantes con las que Parrasio anotó en el margen de n1 , junto con la presencia en ellos de lecciones buenas procedentes de la tradición (y no de conjeturas) hacen pensar en un ejemplar antiguo que Parrasio tomó prestado, y que era probablemente copia de un códice del siglo VIII (PALADINI , 2001, 268 y 272).

5. EDICIONES Y TRADUCCIONES

La editio princeps, impresa en Nápoles en 1532, fue realizada por J. P. Cyminius sobre la base del manuscrito nl , por lo que comprende las págs. 1-3, 8-375 y 379-386 de la edición de Barwick (SCHMIDT , 1993, 148). Le sigue en el tiempo la de G. FABRICIUS (Basilea, 1551), que, según KEIL (1857, XXVIII ), peca de un exceso de libertad para corregir a la anterior. Importante mejora del texto, a partir del perdido códice C, aporta la edición de H. PUTSCHIUS en sus Grammaticae Latinae ductores antiqui (Hanau, 1605); esta última es utilizada, reproduciendo incluso la introducción, por LINDEMANN en el tomo IV (Leipzig, 1840) de su Corpus Grammaticorum Latinorum ueterum, que contiene la edición de Carisio, para la que utilizó además la colación que Niebuhr había hecho del manuscrito N en 1823, al parecer porque proyectaba realizar él mismo una edición (SCHMIDT , 1993, 148). En 1856 ven la luz las págs. 1-296 del primer volumen de los Grammatici Latini de H. KEIL , correspondientes precisamente a Carisio, páginas a las que se añadirían, en 1857, las de introducción (I-LVIII ) y el resto de lo que hoy constituye el volumen I de la colección (DE NONNO , 1982, XIV n. 3).

La hoy edición canónica de K. Barwick representa la culminación de las investigaciones de su autor sobre la tradición gramatical latina (BARWICK , 1922 y 1924), unas investigaciones que utilizó directamente en su edición al tener en cuenta en la fijación del texto, bien que con reservas (SCHMIDT , 1993, 146), tanto su tradición antigua (Diomedes, Prisciano) y medieval como los textos gramaticales que guardaban con él una relación de parentesco, por ejemplo Dosíteo y el Anonyrnus Bobiensis (DE NONNO , 1982, 65). Pero su aportación fundamental a la edición previa de Keil procede de la sistemática consideración de los testimonios de C, que sin embargo utiliza con cautela (SCHMIDT , 1993. 146).

Desde la edición de Barwick han sido pocas las aportaciones críticas al texto de Carisio, pues los addenda de Kühner a la reimpresión de 1964 son escasísimos. Mayor es el fruto que para una revisión del texto puede extraerse de las ediciones que, con posterioridad a 1925, han aparecido de autores de los que Carisio ofrece fragmentos abundantes, como es, por ejemplo, el caso de Plinio 113 . Esas ediciones han sido aprovechadas en la fijación del texto para la presente traducción (véase la Nota textual), especialmente en aquellos casos en que el fragmento transmitido por Carisio es testimonio único, pero también a sabiendas de que, aun en esos casos, la enmienda puede suponer una reconstrucción correcta del texto del autor fragmentario, pero no del de Carisio, sujeto, en cuanto compilador, al error de cita (o de copia). También se han incorporado las correcciones que a las glosas griegas del texto realizó CONOMIS (1966 y 1968) y, en fin, lecturas propias, bien sea a través de conjetura o de la defensa de la lectura de un manuscrito, que son siempre explicadas en las notas de la traducción, si no lo han sido ya en publicaciones previas a las que se remite igualmente en nota. En total, las divergencias que respecto del texto de Barwick incluimos en la Nota textual (limitada al libro I) superan el centenar.

En cuanto a traducciones, la que aquí se ofrece sigue la edición de Barwick 114 y será la primera traducción completa del Arte gramática de Carisio, y también la primera de una de las gramáticas «complejas» (Carisio, Diomedes 115 y el Ars maior de Donato) a cualquier lengua 116 . En nuestra traducción hemos tenido en cuenta, como en el caso de la fijación del texto, las de aquellos fragmentos transmitidos por Carisio y que cuentan con versión en alguna lengua moderna, como los de Lucilio (KRENKEL , 1970), los de Plinio (DELLA CASA , 1969) o los de los poetas épicos y líricos (CARANDE , 2003 y 2004).

Conviene, además, que el lector conozca ciertas convenciones adoptadas por el traductor para reflejar en español ciertos hábitos metalingüísticos del original que, de haber sido trasladados literalmente, harían la lectura de la obra muy difícil para el público no latinista. Así, por ejemplo, se han sustituido aquellas indicaciones de los accidentes gramaticales que en el original se hacen mediante las formas del pronombre demostrativo hic haec hoc, por la abreviatura 117 correspondiente del accidente o accidentes, reduciendo éstos a los mínimos necesarios para la comprensión del contexto: así, se evita generalmente nom. (nominativo) 118 y sing, (singular), así como la indicación del género salvo cuando es este accidente el que está en cuestión. Estas abreviaturas se sitúan siempre, como los pronombres en el original, precediendo a la palabra que determinan. De esta forma, se establece una nítida diferencia con otra convención, a saber, la de expresar los accidentes gramaticales necesarios para la comprensión aun cuando éstos no son señalados en el original; y es que en estos casos se utilizan igualmente las abreviaturas, pero a continuación de la palabra y entre corchetes, para que quede claro que no están en el original, y limitándose a la primera palabra cuando se trata de enumeraciones largas. La indicación del caso se omite, normalmente, allí donde el contexto es claro, por ejemplo, en los enunciados de una palabra con su nominativo y su genitivo.

NOTA TEXTUAL

Relación de los pasajes en los que el texto adoptado difiere del de Barwick 119








1 Ello explica las divergencias entre dos de las más recientes síntesis prosopográficas, las de KASTER (1988) y SCHMIDT (1993), a las que hay que añadir la de SCHENKEVELD (2004).

2 Hay quien, pese a los problemas del texto, acepta, con Usener, leer Charisius donde registran Charistus o Cre(s)tos los códices de la Crónica de san Jerónimo (2374, 241 HELM) para identificar a Carisio con el profesor africano contratado en Constantinopla en el año 358: así SCHMIDT (1993, 1423) y BONNET (2000, 7 n. 1); en contra KASTER (1988, 394) y URÍA (2006a).

3 La etiqueta, algo así como «caballero consumadísimo», surge en el siglo II d. C. junto a las de uir eminentissimus «caballero renombradísimo» y uir egregius «caballero excelente» para designar tres categorías de funcionarios ecuestres, entre las que ocupaba la posición intermedia, la de los prefectos, excluidos los del pretorio (eminentissimi), y los altos procuradores. Pero a partir de Constantino desaparece uir egregius y se extiende el título de perfectissimus a funcionarios de rango menor, con lo cual el cargo ostentado por Carisio no se puede precisar.

4 Las citas son por página y línea de la edición de BARWICK (1925), seguida en la traducción.

5 También se ha hecho notar (TOLKIEHN , 1915, 189; URÍA , 2006a, 102) la mención de Heliopolis en primer lugar (antes de Neapolis, Scythopolis y Chrysopolis), en 45, 5, como una forma de honrar al emperador Juliano, cuya divinidad favorita era Hḗlios , el dios Sol. Aunque argumento negativo, también es indicativo el hecho de que no aparezca Constantinopolis en esa lista de ejemplos, pues podría explicarse como una evitación consciente para no traer a colación el nombre de Constantino, un emperador criticado y despreciado por Juliano, hasta el punto de evitar él mismo el nombre Constantinopolis en su propia obra (URÍA , 2006a, 103).

6 En URÍA (2006a)se trata de invalidar el argumento de SCHMIDT (1993, 142) según el cual Beirut, Sidón y Cartago habrían sido lugares de estudio o de trabajo de Carisio; Carthago se explica bien como ejemplo escolar tradicional al lado de Roma , mientras que Berytus y Sidon podrían bien proceder de Valerio Probo (originario de Beirut) a través de Flavio Capro.

7 El adverbio aparece siempre en pasajes de Romano: así en 151, 6, y, sobre todo, en 271, 22, donde habla en primera persona. Vale la pena subrayar el carácter «africano» de este adverbio, que, aparte su uso en latín arcaico por Plauto, aparece a partir del siglo II d. C. especialmente en autores procedentes del norte de África como Frontón (Cirta), Juba (Mauritania), Apuleyo (Madaura), Mario Victorino (africano según san Jerónimo). No obstante, es arriesgado concluir de aquí un origen africano de Julio Romano.

8 SCHMIDT (1993, 114) apunta que en Carisio algunos paradigmas «son modificados en sentido cristiano», pero no especifica cuáles son esos paradigmas.

9 Tal parece ser el caso de los ejemplos del tipo sequor dominum, que forman parte del capítulo sobre «Los giros idiomáticos».

10 No se olvide que en 362 éste promulga una ley (derogada en 364) que excluye a los cristianos de la enseñanza (MARROU , 1985, 413).

11 Seguiré ahora la síntesis de HERZOG (1993, 49-58).

12 Lo que, en el caso de Carisio, justifica su interés en que su hijo aprenda latín.

13 La que se ocupa de la enseñanza de la lengua, sobre lodo de la morfología.

14 Véase en general DESBORDES (2000, 47). Para la distinción artes/ tratados de reglas, LAW (1986 y 2003, 65-86), y sobre manuales breves y largos, HOLTZ (1981, 76-86).

15 Así LAW (2003, 83-84) y DE NONNO (1993, 640). SCHENKEVELD (2004, 27) hace notar que algunos de estos capítulos habían sido ya introducidos por Cominiano, cuyo método de transición gradual del material más simple a las cuestiones más difíciles habría adoptado su discípulo Carisio.

16 La hipótesis tiene, no obstante, dificultades, pues uno difícilmente puede creer que un amateur como Carisio impusiera su compilación a un gramático profesional. Es más fácil imaginar a Carisio como un padre tan preocupado por la educación de su hijo que, con los medios a su alcance —una buena biblioteca, sin duda—, decide componer un manual que le sirva de complemento o ampliación a las clases que recibía.

17 Por las razones que indica KASTER (1986), quien, no obstante, advierte que ello no impide diferencias en el detalle.

18 Sobre el esquema que se desprende de la exposición de Quintiliano, véase BARATIN (2000, 464-465), y sobre el de Donato, DESBORDES (2000, 468).

19 BARATIN (2000) alega que no hay testimonio seguro de un ars grammalica en Roma antes de la de Remio Palemón, desdeñando expresamente el célebre pasaje de la Retórica a Hereun to (IV 12, 17) en el que el autor anuncia el propósito de componer un ars grammatica.

20 KASTER (1986, 339 n. 5) observa que CICERÓN (Sobre el orador I 187), en 55 a. C., incluía la gramática entre las ramas del saber que habían sido sistematizadas en artes , y algunos otros pasajes de esa misma obra podrían entenderse como alusiones no técnicas (sobre la evitación de tecnicismos en la obra véase pág. 30 de la Introducción de Iso a su traducción en BCG) a la gramática (subtilior cognitio ac ratio litterarum en III 48, scientia litterarum en III 39, ratio en III 42), alusiones que, por otro lado, podrían ser referidas a la época en que se ambienta el diálogo ciceroniano, 91 a. C., si también en ello Cicerón evita, como señala RAWSON (1985, 3), en general, los anacronismos. En todo caso, el contenido de la doctrina que implican esas expresiones no podemos, ciertamente, precisarlo.

21 Se trata de los tratados griegos precursores de las artes romanas que, según Ax (2002, 131), podrían fecharse hacia 160-140 a. C. El mismo autor (2002, 126) sitúa la primera ars romana antes de Varrón. Complica la cuestión el que sobre la historia y naturaleza de la gramática en la Grecia helenística tengamos aún menos testimonios, sobre todo si se mantienen las dudas sobre la autenticidad de la Téchnē atribuida a Dionisio Tracio (al respecto véase BÉCARES , 2002, 24-26, y LAW-SLUITER , 1998).

22 Lo mismo ocurre con el ars de Diomedes, cuya estructura explica DAMMER (2001. 52).

23 Algo que se anuncia al final del capítulo que se dedica a esta parte de la oración en el libro II (129, 31), una promesa que se retoma al comienzo del libro III (316, 2). Todo ello habla de una organización bien meditada, y en modo alguno improvisada.

24 Como han constatado los trabajos de HOLTZ (1978) y DIONISOTTI (1982). En ellos nos apoyaremos para suprimir de nuestra traducción (véase abajo el apartado 5) algunas secciones del libro V. Véase además la reconstrucción del libro V por SCHMIDT (1993, 143).

25 De la existencia de un quinto libro no puede dudarse, ya que de cinco libros habla Carisio en el prefacio.

26 Que lo toma, como veremos, de su fuente principal; a ello apunta la estructura del capítulo, con una sección introductoria y una ampliación (a partir de 380, 20) de atribución anónima (véase el apartado siguiente). Sobre las relaciones de este capítulo con el «Diccionario de construcciones» del gramático de finales del siglo IV Arusiano Mesio, véase MAGALIÓN (2002, 161). Su interés es grande por el hecho de que, al estudiar fenómenos de rección, su contenido pertenece al ámbito de la sintaxis, una disciplina que no se sistematiza dentro de la gramática latina (al respecto véase SWIGGERS-WOUTERS , 2003) hasta que Prisciano, en el siglo VI , incorpora los logros que en Grecia había alcanzado ya en el siglo II d. C. Apolonio Díscolo.

27 CODOÑER (2000) hace un repaso de las más importantes en las diferentes partes del ars grammatica. HOVDHAUGEN (1986) analiza en particular el caso de los genera uerbi indicando que el tratamiento del tema en Carisio se caracteriza por la acumulación de tipos de análisis muy diferentes, tanto en método como en resultados. Un análisis pormenorizado es realizado también por LENOBLE-SWIGGERS -WOUTERS (1999) sobre el pronombre.

28 Debo parte de la información para la redacción de este apartado a una beca posdoctoral disfrutada en la Universidad de Gales (Swansea) y financiada por la Fundación para el Fomento en Asturias de la Investigación Científica Aplicada y la Tecnología (FICYT).

29 Sobre el carácter más reciente que BARATIN (2000) propone para el esquema tripartito de ars grammatica véase el apartado anterior.

30 Véase la introducción de HERNÁNDEZ (1998).

31 La deuda del ars grammatica con Varrón es apuntada por TAYLOR (1996, 340), quien pone de relieve la importancia que tuvo el hecho de que un escritor con la autoridad de Varrón situara la gramática en el primer lugar entre las artes liberales (en el libro I de su obra Las disciplinas).

32 De este gramático, conocido básicamente gracias a su utilización por Carisio, sabemos que, a su vez, fue discípulo de Plocio Sacerdote y trabajó en la zona oriental del Imperio, seguramente en el entorno de Constantinopla.

33 Seguido por BONNET (2000) y SCHENKEVELD (2004. 20-21). BARWICK (1922) prefirió no identificar con Cominiano al que él llamaba «garante» anónimo del grupo de Carisio.

34 Remio Palemón es el personaje con el que BARWICK (1922) identifica la originaria Schulgrammatik (gramática escolar) romana. Pero la reconstrucción de BARWICK ha sido objeto de crítica por su carácter abstracto, por lo que parece preferible, con BARATIN (2000, 464), ver en Palemón la figura que representa la helenización de la gramática romana: frente a una corriente, encarnada por Varrón y caracterizada por una gran libertad frente a los modelos de origen, Palemón pretendió demostrar que la descripción sistemática de corte alejandrino era aplicable al latín.

35 En este caso contaminada con material pliniano (BARWICK. 1922, 119 n. 2).

36 Véase BARWICK (1922, 1 17). quien aísla terminología palemoniana en este capítulo.

37 Estas últimas introducidas mediante un giro que contiene el verbo definire y el pronombre alii.

38 La sección que sigue a ésta hasta el final del capítulo es excluida por BARWICK (1922, 126) de la autoría de Palemón.

39 Sobre el cual véase KASTER (1988, 424-426), SCHMIDT (2000, 269-271) y SCHENKEVELD (2004, 29-53).

40 Sobre el título véase SCHENKEVELD (2004, 31-32).

41 La deducción, demasiado importante, parte de una débil premisa, la denominación de Romano por Carisio en ese pasaje como disertissimus artis scriptor, de la que, como señala BARWICK (1922, 250), es erróneo deducir que Romano compuso un ars grammatica, y mucho menos que las Aphormaí lo eran: ars se utiliza en época tardía para designar cualquier obra de tipo lingüístico o gramatical.

42 Algunos de los libros cuya existencia propone Schmidt son descartados por SCHENKEVELD (2004, 36-37), concretamente los referidos a la flexión nominal y pronominal, los verbos, la métrica, definiciones generales y otros temas propios del ars grammatica.

43 La flexión verbal no plantea en latín tantos problemas como la nominal. En escasísima medida encuentran cabida en el capítulo observaciones sobre pronombres: tu y te (184, 8 y 11), im (169, 20).

44 Ése parece ser el caso del capítulo sobre el adverbio, donde entradas con la estructura «X pro Y» alternan con entradas en las que simplemente se comenta una forma rara.

45 Tal es la impresión que da el fragmento que tenemos del capítulo sobre la conjunción, en el que. a una observación aislada sobre etsi siguen ejemplos de conjunciones que comienzan por la letra a y se utilizan en lugar de otras; la lista se interrumpe en ast , y Carisio remite a otras muchas conjunciones usadas por los antiguos en lugar de otras que Romano comentó en su libro sobre la conjunción. Y el propio Romano, a propósito del adverbio obiter, se refiere a un de consortio praepositionum (271, 22), que parece implicar un libro o capítulo. Discusión del problema en SCHENKEVELD (2004, 32-33).

46 SCHMIDT (2000, 270) propone situarla en una introducción en la que se habrían tratado las nociones básicas, mientras que SCHENKEVELD (2004, 32), apoyándose en el uso de distinctio en 313, 22, sugiere que Romano, conocedor del tratamiento de la distinctio en la gramática escolar, habría aprovechado para comentar pasajes cuya comprensión dependía de una correcta puntuación.

47 Una interpretación más restringida ofrece SCHENKEVELD (2004, 37), para quien el contenido de ese apartado estaría limitado a casos excepcionales en los que había conflicto entre la forma prescrita por los gramáticos y la realmente utilizada.

48 SCHENKEVELD (2004, 37) sugiere que idiomata alude a un libro sobre usos extraordinarios, o bien que se trata de una simple observación, y no de la alusión a un libro. BARATIN (1989, 357) hace notar que. en la terminología de Julio Romano, idiomata alude no sólo a construcciones especiales en relación con el griego, sino a giros que dentro del propio latín se sentían como apartados de la regla general.

49 Lo cual pone de relieve SCHENKEVELD (2004, 36), siguiendo a LAW (1986, 366).

50 Sigo a DE NONNO (1993, 637), para quien esta tipología arranca de El latín de Varrón (esta posibilidad es discutida, con la bibliografía pertinente, por GREBE , 2000, n. 5).

51 Sobre el papel de éstos en Carisio, véase el apartado siguiente.

52 Por su redacción, la referencia ha de atribuirse a Carisio, y no a su fuente, si bien choca el uso del pasado («se ha dado explicación más completa»), ya que en el capítulo 15 Carisio se refiere al 10 también en pasado (107, 30 «se ha ofrecido una explicación muy completa»). Carisio, consciente de su papel de compilador y editor (al respecto SCHENKEVELD , 2004, 12-14), es bastante riguroso en el uso de los tiempos en las referencias internas. La contradicción señalada podría explicarse argumentando que Carisio ha leído sus fuentes antes de redactar su manual, y que con la referencia de 24, 15, se refiere a algo ya leído, pero todavía no incorporado a su obra.

53 No parece suficiente la explicación de SCHMIDT (2000, 271) de que Carisio ha redactado este capítulo con más independencia que el I 17, tomado de Romano.

54 Véase SCHENKEVELD (1996, 30), quien se adhiere primeramente a la propuesta de MAZZARINO —Plinio es el autor de la introducción— para posteriormente abandonarla (SCHENKEVELD , 2004, 37 n. 25) a la vista de ciertas observaciones de DAMMER (2001, 95), de las que, no obstante, no parece que se desprenda la imposibilidad de que Plinio fuera efectivamente el autor del prefacio.

55 En SCHENKEVELD (1998, 44 n. 458) se toma en consideración la posibilidad de que Julio Romano haya mejorado, en la introducción general de sus Aphormaí, una pieza similar escrita por Plinio. El mismo autor (2004, 25) vuelve a esbozar tal hipótesis, pero la rechaza inmediatamente por «razones externas», refiriéndose seguramente a la constatación de DAMMER (2001. 370) de que Diomedes, que usa la introducción a I 15, no utiliza nunca las partes de Carisio procedentes de Julio Romano.

56 El primero ya fue excluido del fragmento de Plinio por Della Casa; el segundo, por nosotros (véanse las notas a la traducción de ambos pasajes).

57 Me refiero a 62, 22, «Más adelante verás que sobre la analogía disertó de forma más completa Romano», pasaje para el que no parece descabellado aceptar la idea de SCHENKEVELD (1996, 32) de que se trata de una transformación de Carisio de un texto en que Romano se refería, en primera persona, a su capítulo De analogía.

58 Y, por consiguiente, habría que desvincular de la misma el plan del capítulo expuesto en 63, 16-20 «Trataremos pues, primero....», un plan que, aunque no del todo congruente con el contenido real, debemos atribuir sin duda ninguna al redactor de I 15 (compárese el uso de controuersia en 63, 19 y 69, 19 con el de 72, 20, únicos con ese sentido en Carisio. o el de catholicum en 63, 18 con los de 72, 11; 72, 20, y 141, 10).

59 Así designa Mazzarino la fuente que Barwick había identificado con Pansa y que él prefiere identificar con Plinio.

60 «Resterà —dice— comunque, l’introduzione. Costì Plinio vive, costì é l’autore del Dubius sermo. Nè Capro nè alcun altro compilatore avrebbe potuto “addomesticare” e semplificare (come viceversa han fatto pel resto dell’opera) questa che era, naturalmente, la parte più viva, il "manifesto" di Plinio» (MAZZARINO , 1948, 222).

61 Por ejemplo en 70, 16; 72, 13; 77, 9; 78, 15; 78, 20; 94, 27; 114, 4. Ya MAZZARINO (1949, 51) había señalado pasajes en los que Capro se desmarca de Plinio.

62 En 78, 15, y 78, 20, precede el uso de monoptoton, término que, gracias a 150, 31, sabemos que utilizó Flavio Capro, lo cual hace que todo el fragmento pueda considerarse reeiaboración «capriana» de material pliniano (nótese que ya BARWICK , 1922, 193, atribuía a Capro la parte final de la entrada).

63 Distinta opinión mantiene, como indicaremos enseguida. BARWICK (1922, 247).

64 Véase la reconstrucción de su contenido en TOI.KIEHN (1910, 136-137). Si la métrica tuvo algún lugar en el manual de Cominiano, tuvo que ser en forma abreviada (SCHMIDT . 1993, 130). TOLKIEHN (1910, 30) renuncia a indagar en la fuente de los capítulos métricos de Carisio, dado el estado en que se conservan.

65 Según BARWICK (1922, 226), los primeros gramáticos griegos que se interesaron por la métrica fueron Ptolomeo de Ascalón y Tiranión. ambos de comienzos del siglo I a. C. De entre los latinos, Comelio Epicado, de la misma época, al que habría que añadir el Ennio autor de un libro de metris junto a otro de litteris syllabisque (SUETONIO , Los gramáticos 3, 1), autor que según KASTER (1995, 56) debe situarse igualmente en el siglo I a. C.

66 Léanse al respecto las reservas de DE NONNO (1990, 458). Esa incertidumbre tiene que ver, como tantas otras, con la escasez de testimonios para los primeros estadios de la historia de la gramática romana.

67 Sobre la influencia de este gramático alejandrino discípulo de Dionisio Tracio en la Roma de principios del siglo i a. C., véase DELLA CORTE (1981, 140-143).

68 Contra BARWICK (1922, 201), DE NONNO (1990, 455) defiende la independencia de los tratados de métrica anteriores a Sacerdote.

69 Cosa que probaría su tratamiento por Cominiano, fuente también de Dosíteo.

70 Véase SCHENKEVELD (2004, 13), quien señala que existen unas setenta referencias internas en la obra de Carisio.

71 La escuela del grammaticus, que debe distinguirse de la del magister ludí o escuela primaria, a la que no solían ir los jóvenes de clase alta, que comenzaban su instrucción directamente con el grammaticus.

72 Esos criterios pueden remontarse, dentro de la tradición latina, a Varrón, probablemente a su tratado El latín (BARWICK , 1922, 185). Destacado estambién el tratamiento en QUINTILIANO , I 6, 1, quien elimina natura y añade uetustas «antigüedad», sobre la cual véase BARWICK (1922, 205-206) y GREBE (2000). Sobre la cuestión en general, SIEBENBORN (1976).

73 Para HERNÁNDEZ (1992, 90-91), el criterio de la natura es concebido en el texto de Carisio, a diferencia de Varrón y Diomedes, en un plano histórico en lugar de sincrónico, lo que conduce a su identificación en aquél con el primer estadio de la lengua.

74 Así, por ejemplo, Varrón defiende las dos grafías posibles mensa/mesa con criterios etimológicos (72, 1), pero se decanta por pulmentum frente a pulumentum apoyándose en puts (92, 20); etimológico es también el argumento con el que defiende las formas sin aspiración de Gracchus y hortus (103, 8). Verrio Flaco dirime la cuestión de polenta/pulenta apelando a la procedencia de polire (123, 13), y la de nomenclator/nomenculator, recurriendo a nominis calator (136, 4). Plinio, por su parte, utiliza la etimología (véase SIEBENBORN , 1976, 142-143) sólo para distinguir y precisar los significados de palabras fonéticamente similares, como es el caso de clipeus/clupeus (98, 9) y uertex/uorlex (111, 5). Distinciones semánticas similares a éstas son las de podagrosus/podagricus (95, 22) y aeditumnus/aedituus (95, 26). Como árbitro de la ortografía, además de en los citados pasajes de Varrón y Verrio, aparece la etimología a propósito de tus/thus (págs. 95, 18), delirus/delerus (97, 4), polenta/pulenta (123, 13), schida/scida (134,9), forfices/forcipes/forpices (120, 23).

75 De hecho, como se ha apuntado, Quintiliano incluye la uetustas en su nómina de criterios de la Latinitas , por más que la relacione claramente con el ornato.

76 BARWICK (1922, 207) no acierta a ver que en este pasaje Plinio atribuye el argumento a Varrón.

77 También en relación con la consuetudo aparece la eufonía en 14, 23. En 69, 26, se utiliza, en cambio, para dar preferencia a la forma analógica (reconociendo, no obstante, el carácter eufónico de la forma propia de uso).

78 Vetustas sólo aparece en 118, 18 (en referencia al uso abusivo del plural de los nombres incontables), en 13, 31, y 14, 5 (sobre la cantidad larga de -o , artificiosa según el gramático), y en 183, 2 (sobre las formas analógicas ancipes y praecipes). La variante antiquitas se usa: en 99, 20, para explicar el genitivo de la expresión praefectus fabrum (por fabrorum), considerada como más elegante que praefectus fabris [dat.]; en 145, 7, para justificar adverbios en -iter correspondientes a adjetivos en -us, y en 51.7 para explicar la doble flexión poema, poematis ipoematum, poemati (ésta es la atribuida a la antigüedad).

79 Justifican una determinada forma lingüística, por ejemplo, en 151, 21 (amicities), en 175, 22 (Nobiliori) o en 176, 25 (orbi), todos ellos pasajes que transmiten doctrina de Plinio.

80 Influencias reciprocas entre los dos tipos de obras utilizadas en la escuela del gramniaticus , el manual y el comentario, son descritas por SCHINDEL (2003).

81 Tal vez de Sisenna (?), y quizá a partir de material que remontaba a Valerio Probo (véase URÍA , 2006a, 104 n. 23).

82 SCHENKEVELD (2004, 48-49) registra más de cincuenta nombres de autores literarios (excluidas, pues, las autoridades gramaticales) citados entre una y cinco veces en los pasajes tomados de Julio Romano, y otros once son citados entre siete y setenta y tres veces.

83 KASTER (1988, 48) hace notar que incluso la profesión de notarius «taquígrafo», debido a su creciente influencia, fue acaparada por las clases educadas a partir de mediados del siglo IV d. C.

84 Algunos son, ciertamente, transmitidos también por Prisciano, Nonio Marcelo, Festo u otras fuentes gramaticales.

85 El índice de autores de la edición de Barwick registra los nombres de más de ciento veinte.

86 Seguimos en este capítulo, salvo indicación de lo contrario, la síntesis de SCHMIDT (1993, 146-147) y los trabajos de BARWICK (1922 y 1924).

87 La historia de la cuestión es descrita por este último (2001, 44-47), que en realidad adopta una postura intermedia: la de que existen ejemplos concluyentes de que Diomedes ha utilizado a Carisio. pero que no son muy abundantes. ya que en muchos casos las coincidencias deben explicarse a partir de una fuente común (según él, Cominiano).

88 Sobre manuales de latín para griegos, véase DIONISOTTI (1984), BONNET (2000). STOPPIE (2006) y SCHENKEVELD (2007).

89 Por ello, debemos considerar sólo como hipotética la idea de HOLTZ (1981, 90) de que Diomedes utilizó a Carisio en tanto que profesor de Conslantinopla (rescatando la ya mencionada conjetura de Usener) y a Donato en tanto que profesor de Roma.

90 Se trata de RUFINO , GLK VI 555, 16-21 (= DIOMEDES , GLK I 515, 3-8) y 572, 18-23 (= DIOMEDES , GLK I 513, 29-33).

91 Detalle sobre el que aún duda KASTER (1988, 275). Para BARWICK (1924, 340), este autor manejó un texto de Carisio más completo. Véase también al respecto URÍA (2007b).

92 El mero hecho de que se hagan estas traducciones invita a pensar que el contexto del fragmentum es ajeno al ámbito grecoparlante en que se mueven Carisio y su fuente principal.

93 A las quince recogidas por BARWICK (1924, 340) y pertenecientes a las Institutiones grammaticae hay que añadir una más, procedente de las Partitiones (GLK III 489, 36).

94 Véase BARWICK (1924, 146) y SCHMIDT (1993, 146). HOLTZ (1978, 232 n. 45) pretende matizar la versión de Barwick señalando que el nombre de Carisio no debía de ser del todo desconocido en la Edad Media, dado que es citado por autores antiguos que sí eran conocidos, especialmente Prisciano; sin embargo. LAW (1982, 19 n. 42) indica que ni las obras de Prisciano que citan a Carisio ni Rufino fueron bien conocidos antes del siglo IX .

95 El nombre lo reciben por su origen irlandés o anglosajón, si bien la mayoría trabajaron también en el continente.

96 Título con el que normalmente se conoce la obra que su autor llamó seguramente Congregado Salcani filii de uerbo (LAW , 1986, 90).

97 Sobre los manuscritos representados por estas siglas, véase el apartado siguiente.

98 Sigo a BARWICK (1924, 420) que menciona también a Micón de Saint-Riquier, del siglo IX , autor de un De primis syllabis, entre los que manejan a Carisio (a veces como «Cominiano», a veces sin referencia alguna).

99 El dato está tomado de la ficha redactada por I. ROSIER-CATACH para el CTLF (Corpus de Textes Linguistiques Fondamentaux, ficha 1227) disponible en http://ctlf.ens-lsh.fr/ (consulta de 6 de noviembre de 2006).

100 Sobre los manuscritos mencionados en este apartado, léase el capítulo siguiente de esta introducción, dedicado a la transmisión del texto.

101 Por ejemplo, la de los fragmentos de las Historias de Salustio por Cardo (1574), la de los Annales de Ennio por Merula (1595) y la de los fragmentos de Lucilio por Dousa (1597). Al respecto véase DE NONNO (1982, 62-63).

102 Johannes Rhagius Aesticampianus (Johannes Rack, de Sommerfeld, 1457-1520) fue discípulo de Conrad Celtis en Cracovia y de Beroaldo en Bolonia. La obra en cuestión se publicó en Frankfurt con el título Commentarii Iohannis Rhagii Aesticampiani Rhetoris et poetae laureati in Grammaticam Martiani Capellae et Donati figuras y siguió a la edición que el mismo autor había hecho de la obra comentada un año antes.

103 No obstante, DAMMER (2001.348), de quien tomo la noticia, maneja la edición de 1534.

104 Al menos si éstas se reducen a las recogidas por DAMMER (2001, 349 n.793), limitadas a observaciones sobre algunos perfectos, que, como vimos, son mayoría entre las referencias de Prisciano a Carisio.

105 Petrus Ciacconius (hacia 1527-1581), cuya extensa obra es en su mayoría de publicación póstuma.

106 Por ejemplo, Carisio, 143, 20-24, cuenta con cita literal en su Columna rostrata (10); lo mismo 96, 16-17 en el Liber de ponderibus (64), y el mismo pasaje, con cita más amplia (96, 12-19) en el Liber de nummis (127), obra en la que aparece también (en 134) otra parte de la misma entrada del capítulo I 15 de Carisio (96, 5-6); de ese capítulo procede también el pasaje de 120, 1-6, citado asimismo en el De nummis (150). Las citas están tomadas de la reproducción electrónica de Petri Ciacconii Toletani opuscula (edición de Roma, 1680), en la base de datos «Gallica» de la Bibliothéque Nationale de France (http://gallica.bnf.fr/).

107 Gerardus Johannes Vossius (1577-1649), humanista holandés. El título completo de la obra a que nos referimos es Aristarchus siue de arte grammatica libri septem (Amsterdam, 1635).

108 Es profusamente citado, por ejemplo, en el tratamiento de los singularia y los pluralia tantum.

109 Andreas Schott (1552-1629) incluyó en sus Obseruationum humanarum libri V (Hanau, 1615) la sección 32, 19-41, 14. de Carisio, restituyendo el griego omitido por N. A esa obra debe de hacer referencia Vossius (en 206, a propósito de lutinae , mencionado como femenino sólo plural en Carisio, 36, 4) con el título Obseruationes Philologicarum. También en Vossius 264, la referencia a Carisio implica el conocimiento de más de un códice y la forma en que se cita el pasaje de Lucilio ha de proceder de un lector de C. seguramente Putschius, cuya edición se cita en 251.

110 La más importante es la que empieza en 375, 10, y se debe a la pérdida de algunas hojas que seguramente tuvo lugar entre 1461 y 1493 (BARWICK , 1925. VI ). Además, faltan en N los capítulos iniciales del libro I. que Barwick reconstruye parcialmente a partir de la tradición gramatical paralela.

111 Ciminio se benefició, además, de las anotaciones marginales que Parrasio, su maestro, había efectuado en esa copia, tal y como pone de relieve BARWICK (1925, x). Sobre las notas de Parrasio, véase además PALADINI , 2001.

112 Eruditos holandeses y flamencos de los siglos xvi a xvm: J. Cauchius, L. Carrio, P. Merula, Fr. Dousa, H. Putschius, A. Schottus y P. Bondamus, sobre los cuales véase DE NONNO (1982, 62-63).

113 Que cuenta con dos ediciones importantes: la de MAZZARINO (1955) y la de DELLA CASA (1969).

114 Excluidos algunos capítulos del libro V cuya paternidad carisiana es más que dudosa y que, además, por su contenido, aportarían muy poco si se les priva de su versión original.

115 En la monografía de DAMMER (2001) se traduce una selección de pasajes de este autor.

116 Acaba solamente de aparecer en la Collection des Universités de France (Les Belles Lettres) una edición bilingüe de la gramática de Dosíteo por G. Bonnet, pero no ha podido ser utilizada en este tomo, en prensa desde 2006.

117 Si el accidente aparece expresado en su forma completa (nominativo, masculino, plural, etc.), quiere decir que así está también en el original.

118 Salvo cuando simplemente se trata de reflejar la presencia (superflua) del pronombre en latín.

119 Cuando entre paréntesis no se indica la procedencia del texto adoptado, se trata de propuestas propias del traductor, justificadas brevemente en las notas a los pasajes en cuestión.

Arte gramática. Libro I

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