Читать книгу Este día importa - Carlos Cuauhtémoc Sánchez - Страница 12
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Puse la dirección en el gps de mi celular y seguí las instrucciones con cuidado. Pero el aparato me hizo dar vueltas en círculos. Por lo visto, la base de datos del mapa digital no tenía registrado el domicilio de Amaia. Me detuve para llamarla por teléfono. No contestó. Volví a marcar. Nada. Tal vez su casa estaba en áreas remotas con mala señal telefónica, pero descarté la idea al recordar que la noche anterior hablamos con una transmisión perfecta.
Apagué el gps y traté de descifrar la ruta por mis propios medios preguntando a los escasos transeúntes que encontraba.
Aunque estaba desvelado, me sentía entusiasmado por conocer a Amaia; había trabajado toda la noche preparándole el regalo de un pequeño libro impreso con el material del club “creadores de días grandiosos”. También me sentía un poco nervioso por reencontrarme con mi viejo amigo Salvador. Tenía ganas de abrazarlo y zarandearlo. Si le había dicho “estúpida” a su hija por haberme invitado, era porque sentía un fuerte rechazo hacia mi persona. Aunque no entendía por qué. A Ariadne siempre la respeté, y con Salvador pasé momentos divertidísimos. ¿Qué pudo haberle pasado para que fuera capaz de proferir palabras condenatorias o maldicientes a su propia hija?
PROTEGE TU DÍA DE PALABRAS NECIAS
Las palabras tienen poder. Debemos cuidar lo que decimos y escuchamos. A veces otras personas nos dicen palabras de fatalidad. Si las oímos y creemos se abrirán cofres de pensamientos destructivos en nuestro cerebro. Esto puede pasar de la manera más inesperada. Porque el peor daño suele venir de a quellos en quienes confiamos: especialistas, familiares, amigos.
A una persona con autoridad sobre ti, la escuchas. Si alguien con más conocimientos te dice, viéndote de frente: “Estás en un problema, prepárate para lo peor, de esta no vas a salir, acabarás mal”, sus palabras se convierten en la llave de un cofre maldito donde tenemos ideas autodestructivas.
El cerebro es poderoso. Está conectado a todas las funciones del cuerpo. Con mucha frecuencia los pensamientos se somatizan.
Una joven mujer siempre quiso embarazarse; estaba feliz porque al fin lo logró. Ella y su esposo hicieron una fiesta para anunciar el embarazo. Todos los felicitaron, y las felicitaciones fueron “palabras llave” que les abrieron muchos módulos mentales de ilusiones, amor y sueños de dicha.
Al terminar la reunión, el papá de la joven embarazada habló con ella. Le dijo:
—No te hagas muchas esperanzas. Un porcentaje muy alto de mujeres pierden a sus bebés en las primeras semanas.
La madre de la joven le dijo a su marido:
—No seas negativo. Eso no le va a pasar a nuestra hija. Ella no tiene ningún problema.
Pero el padre levantó la voz y casi gritó:
—Yo no soy negativo, soy realista. Estoy diciéndole la verdad. Que no se ilusione. Punto. ¡Cuántas mujeres han tenido abortos espontáneos en los primeros meses! ¡Conocemos a varias! ¡A ti misma te pasó!, y fue muy doloroso. Yo solo quiero que nuestra hija esté preparada.
Como la joven embarazada admiraba mucho a su padre, lo escuchó en silencio y no dijo nada. Pero esas palabras fueron la llave perfecta para abrir su cofre maldito y las ideas destructivas salieron causándole una terrible angustia. Esa noche no durmió. Estaba paralizada por emociones autodestructivas. Soñó pesadillas de aborto. Al día siguiente, tuvo cólicos menstruales y sangrado. Perdió el embarazo.
¿Casualidad? Puede ser, pero puede ser que no.
En este caso el papá le robó la energía emocional y física a su propia hija sin ningún interés de lastimarla. Y su hija no se dio cuenta del daño que le estaban causando las palabras de su padre.
Los padres solemos usar mal el lenguaje para educar. En nuestro afán de lograr que nuestros hijos obedezcan, a veces buscamos hacerlos sentir culpables, ignorantes, tontos o con miedo. Lo único que conseguimos es paralizarlos emocionalmente. Si reincidimos en esa forma de “educarlos”, les ocasionaremos trastornos de inseguridad, ansiedad o depresión.
Protege tu día de palabras necias. Las palabras tienen poder. Las que dices y las que escuchas. Las palabras son llaves que abren módulos mentales; al abrirlos se generan pensamientos que provocan sentimientos e impactan en nuestra energía vital. Eres lo que eres por lo que dices y por lo que escuchas. Enfócate, este día, en decir lo bueno y en oír lo bueno. Haz de este un gran día.