Читать книгу Enfócate en resultados - Carlos Cuauhtémoc Sánchez - Страница 8

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TERCERA SESIÓN. MENTALIDAD DE PAGO

Nota para el maestro/conferencista: Imparte a tus alumnos una clase basada en la información de este capítulo. El propósito es enseñarles a pagar el precio de las cosas. Haz que identifiquen lo que deben pagar en la vida y que se comprometan a pagar, aunque eso les duela. Pídeles que hagan los ejercicios del capítulo.

Martín tenía una tarea. Necesitaba leer el libro de un autor conocido y hacer el resumen para entregarlo en clase. Como era un libro nuevo, todavía no había reseñas de él en Internet. Eso sí, logró descargarlo gratuitamente de una página pirata. Pero el libro tenía más de trescientas páginas, y pensó que era mucho trabajo leerlo. Así que buscó en las redes sociales el contacto del autor y le escribió una nota:

“Señor autor, sé que usted es una persona culta y sobresaliente. Yo, por mi parte, soy un humilde investigador dedicado a hacer resúmenes de libros. ¿Sería tan amable de enviarme una síntesis de su obra más reciente, donde aparezca el argumento, la trama, las ideas principales y una reseña biográfica del autor? Le agradeceré mucho que me abrevie el trabajo para mi investigación”.


Martín mandó el mensaje y esperó. Nunca se imaginó que ese autor “culto y sobresaliente” le escribiría en respuesta solo dos palabras:

“Léelo, huevón”.

EL PROBLEMA CULTURAL DE QUERER TODO GRATIS

La gente no quiere pagar. Existe un pensamiento arraigado en la sociedad de obtener beneficios gratuitamente, o dando muy poco a cambio.

El Internet nos tiende una trampa. Las grandes plataformas, en apariencia gratuitas, han educado a las personas para que obtengan lo que quieran con solo registrarse. Pero es una trampa de marketing. Si tú crees que muchos servicios de Internet son gratis, no te das cuenta de que en realidad el producto eres tú mismo, y les das como pago tu información que ellos usan para vender publicidad y hacerte comprar otras cosas. Si crees que alguien te ofrece algo gratis, quizá no sabes cuál será el cobro y por dónde te llegará la factura, pero es seguro que te llegará.

Vivimos en la era del mínimo esfuerzo.

Si algo nos exige un pago, lo evadimos. Si el original cuesta dinero lo buscamos en su versión pirata. Alguien tuvo que haberlo robado para vendérnoslo más barato; y se lo compramos al ladrón, no al autor original. Esto tiene connotaciones enormes:

◦ Muchos no quieren pagar honorarios a los trabajadores honestos y provocan que, a la larga, se vuelvan deshonestos.

◦ Muchos piden prestado dinero a sus patrones, amigos o familiares, y después no pagan. Se ofenden si alguien les cobra lo que deben.

◦ Muchos se obsesionan por tener dinero sin trabajar. Y eso hace proliferar la delincuencia. Siempre es más fácil hackear los datos bancarios de alguien que trabajar ocho horas diarias. También es más fácil secuestrar, sacar una pistola, chantajear, atracar, desfalcar, extorsionar, hacer fraudes, pedir, mendigar, quitar a otros lo que tienen; cualquier cosa con tal de no trabajar.

◦ Por si fuera poco, muchas personas pretenden ser educadas y cultas sin hacer el menor esfuerzo. Los alumnos de hoy no quieren ir a clases, no quieren hacer tarea, no quieren hacer exámenes, se ofenden si les quitan su beca, se enfurecen si les ponen bajas calificaciones, y demandan a la escuela si no les entregan su diploma y título rápidamente.

Abunda el pensamiento ladrón en nuestra sociedad. Sin embargo, todas las acciones encaminadas a no pagar el precio de las cosas, tarde o temprano se revierten en una oleada de mala suerte y acontecimientos trágicos.


Vamos a entendernos: es imposible lograr resultados excepcionales manteniendo la mentalidad de no pagar y no esforzarnos.

CONQUISTAS FÁCILES A DISTANCIA

Romualdo y Laura se enamoraron por Internet. Intercambiaron cientos de mensajes, incluso fotografías y videos de sus respectivas vidas. Ambos fueron sinceros. Ninguno mintió. Se aseguraron de que no hubiese trampa. Tuvieron una relación virtual por más de seis meses. Al fin se conocieron. Pero pasó algo extraño. Estando frente a frente, otros sentidos entraron en juego. Nunca se habían olido; nunca se habían escuchado hablar; no conocían el sabor de sus labios; no habían percibido sus formas de mirar. En Internet todo parecía perfecto, en persona la química fallaba. Quisieron forzar las cosas y se hicieron pareja, pero empezaron a pelear. Una cosa era charlar a lo lejos, y otra muy distinta hacerlo frente a frente. Entendieron que cualquier conquista a distancia es solo producto de una idealización. A veces funciona, pero casi siempre no.


La pandemia nos maleducó.

La peste coronavírica cambió el ritmo productivo. La gente aprendió a laborar desde casa, y también a quedarse en pijama, sin bañarse, tirada en un sillón, rascándose las axilas, mientras fingía tomar clase y trabajar a medias. A la mayoría le gustó tanto que decidió bajar su ritmo productivo de forma permanente. En promedio, ahora los estudiantes estudian menos y los trabajadores trabajan menos. Hay sus excepciones, claro, pero el mundo entró a una etapa de ritmo lento y comodidad impuesta que muchos ya no quieren abandonar. Eso nos brinda una oportunidad extraordinaria a las personas enfocadas en resultados, pues ahora tenemos más facilidad de sobresalir. Competimos contra tortugas.

El PRECIO DE ESTAR (PRINCIPIO DE COMPROMISO)

―¿Quién quiere comprometerse a ayudar en el ministerio de desayunos para niños de la comunidad? ―El ministro guardó silencio después de hacer la pregunta; varios miembros de su enorme congregación levantaron la mano―. Muy bien ―continuó―. Pasen al frente los voluntarios. Muchas gracias. Ahora les pregunto, ¿quién quiere comprometerse a recibir a las personas nuevas para darles la bienvenida? También pasen al frente los voluntarios. Por último, ¿quién se compromete a cantar en el coro de la iglesia los domingos? Pasen, por favor.


Había como treinta personas que habían caminado hacia adelante. Entonces el ministro bajó del estrado y les habló directamente a la cara:

―¿Saben lo que significa “comprometerse”? En la vida nos comprometemos a muchas cosas: a trabajar en una empresa, a vivir en matrimonio, a ser padres, a formar parte de diferentes equipos (como este), pero lo hacemos sin saber lo que significa la palabra ‘compromiso’. Se los voy a decir y nunca lo olviden: compromiso significa presencia. Así de simple. Compromiso es estar ahí. No faltar. Llegar temprano. Hacer las cosas y resolver imprevistos estando ahí. Tu simple presencia hace la diferencia. Compromiso es no faltar ni un solo día al lugar al que te han llamado; acompañar y servir a las personas con las que te has comprometido. Entendiendo esto, les vuelvo preguntar, ¿quiénes de ustedes se comprometen a formar parte de los ministerios que mencioné? Den un paso al frente, por favor.

Esta vez los voluntarios permanecieron en su lugar. Ante la aclaración tan contundente de que debían “estar ahí todos los días sin fallar”, ya nadie estuvo seguro de comprometerse.

Pisa con los pies.

Para conquistar una tierra debemos pisarla con los pies. Es el principio de compromiso. ¿Pisar con los pies? La frase es un pleonasmo intencional, como cuando decimos “lo vi con mis propios ojos”, porque es fundamental enfatizar con qué vamos a ver y con qué vamos a pisar. Si quiero alcanzar la cima de una montaña no puedo hacerlo desde lejos. Tengo que estar ahí, pisar cada roca con mis pies.

Piensa en algo que deseas alcanzar y no lo has logrado. Piensa en ese terreno (real o figurado) sobre el que quisieras tener autoridad. Piensa en la cumbre que anhelas conquistar. Ahora entiende esto: la única forma de lograr una victoria importante es comprometiéndote. Y ya supimos lo que significa comprometerse: presencia física, pisar con nuestros pies, llegar a tiempo, no faltar.

EL PRECIO DE CAPACITARSE

Aun la educación a distancia requiere presencia real. El estudiante debe enfocarse, estar ahí, frente a la computadora y los libros. Pero ahora muchos jóvenes no quieren estudiar. Incluso, motivadores baratos se han dedicado a desacreditar los estudios formales diciendo que la escuela no nos enseña nada útil. Y los estudiantes holgazanes han optado por hacerles caso. Porque la gente quiere “no estar” y “no pagar”.

La persona enfocada en resultados sabe que debe saber. Que su primer y más importante valor es el conocimiento; también sabe que su potencia más valiosa es la inteligencia. Entiende que el cerebro se fortalece con ejercicio diario y que para llegar a ser millonarios dependemos de nuestra capacidad mental. A más preparación e inteligencia, más prestigio, más fortaleza, más poder y, por supuesto, más dinero. A menos preparación y menos inteligencia, el resultado será menos de todo. Por eso los jóvenes que compran certificados de bachillerato, o copian en exámenes, o toman clases en línea jugando “sin estar ahí”, lo único que alcanzarán en la vida es la mediocridad.

Es cierto que algunos famosos no terminaron la universidad. Steve Jobs, Walt Disney o Abraham Lincoln, entre otros, pero también es cierto que decidieron estudiar por su propia cuenta e hicieron crecer su genialidad preparándose con dedicación en el área que eligieron. Pagaron el precio de otra forma. Lo pagaron. Cuando pidas trabajo, tu sueldo se definirá en función de cuánto sabes, cuánto has estudiado y cuánta experiencia tienes.

Martín reprobó varias materias en el bachillerato, así que decidió dejar la escuela. Buscó un sistema de preparatoria rápida, y con muy poco esfuerzo logró obtener un certificado de estudios. Entró a la universidad, pero como no estaba capacitado, reprobó también, y buscó la forma de comprar su diploma. Se conectó con la mafia de falsificadores y adquirió un título profesional apócrifo y varias credenciales de especialización. Gracias a su brillante historial académico (falso, por supuesto) logró ser contratado como gerente en una empresa comercializadora. Pero como no tenía la capacidad de generar proyectos y cerrar ventas, empezó a abrirse paso haciendo acuerdos económicos ilegales a escondidas. Llegó a falsificar documentos oficiales. Hoy está en la cárcel. Su falta de preparación y de estudios lo llevó a abrirse paso en un sendero cuyo final es siempre un abismo fatal. Al menos eso sí lo aprendió.


LA FORTALEZA DE UNA ORGANIZACIÓN

Una organización es fuerte por su gente. Mejor dicho, por la capacidad de su gente. Mientras más ineptas son las personas de una marca, más mala es la marca. Por eso las empresas importantes del mundo se jactan de tener a las personas más capaces. Por eso la gente más capacitada recibe todo el tiempo ofertas de trabajo y oportunidades de crecer. Le sucede lo que a los jugadores de futbol brillantes: los equipos se los disputan y pagan millones de dólares por contratarlos.

La gente de tu equipo debe ser brillante. Si estás en una organización, no puedes darte el lujo de tener gente inepta. O la capacitas o la despides. Tú mismo no puedes darte el lujo de ser inepto, porque acabarán deshaciéndote de ti.

Mantén siempre una mentalidad de pagar. Si lo que quieres cuesta dinero, págalo. Si contratas los servicios de alguien, págale. Si te comprometes con un proyecto, paga con tu presencia física y mental. Si quieres crecer y lograr resultados excepcionales, paga el precio de capacitarte. Nada es gratis. Nunca lo ha sido y nunca lo será. El mundo es de los que pagan, porque solo pagando se tiene el derecho a cobrar.

EVIDENCIA DE APRENDIZAJE

Nota para el maestro/conferencista: Haz una dinámica. Divide al grupo en cuatro equipos. Dale a cada equipo un letrero insignia y una especialidad. Pídeles a los equipos que desarrollen argumentos para demostrar que ellos son los que tienen la mejor moneda de pago para lograr resultados. Haz que los representantes se pongan de pie para exponer sus posturas. Genera un debate. Da conclusiones.

Existen cuatro monedas de pago para lograr resultados. Explica qué puedes pagar con cada moneda y por qué es importante estar dispuesto a pagar con cualquiera de ellas:

1. Pagamos con dinero.

2. Pagamos con trabajo.

3. Pagamos con presencia física.

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