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¿Por qué yo?

“Toda adicción comienza con dolor y termina con dolor”.

Eckhart Tolle

(escritor alemán).

El casino para mí era muy atrayente. Su juego de luces, sonido y su ambiente en general me generaban un éxtasis que me hacía perder la razón y solo quería alimentar, hasta la saciedad, el gusto que me producía estar sentado al lado de una máquina.

Esa tentación permanente con la suerte causaba en mi cerebro un orgasmo y una entrega absoluta al deseo, en donde me consumía la pasión y me convertía en un esclavo absoluto, condenando mi vida a la irresponsabilidad.

Mi condena era ver cómo el dinero se me iba en esas máquinas y, con ello, mi paz interior, mi dignidad y mi confianza en la vida. Era una repetición infinita.

El suicidio varia veces deambuló por mi cabeza, pero mi cobardía para tomar la decisión no me permitió alcanzar la liberación que tanto añoraba, lejos de esas máquinas.

Investigaba mucho sobre cómo suicidarme sin dolor, con pastillas para dormir como Zolpidem, mezcladas con alcohol, pero un miedo me sacudía, pensando en que no tomaría las dosis suficientes y quedaría moribundo.

Tirarme de un piso alto fue otro pensamiento que me visitó: “Son solo segundos y se acaba este infierno”. Sin embargo, otra vez el miedo de quedar vivo, y además parapléjico, me frenaban. Pues se sabe que no en todos los casos se alcanza la muerte.

Busqué varios tipos de veneno, pero pensaba en el dolor que eso podía ocasionarme y terminaba sucumbiendo ante la motivación inicial por un vestigio de razón.

Además, reflexionaba acerca del daño que podía ocasionarle a las personas que me querían y eso me detenía a tomar ese acto de valentía, pues ahora considero que no es nada fácil tomar una decisión así.

Sé que algunas personas no estarán de acuerdo conmigo y ven el suicidio como un acto de cobardía, pero basta con ver la historia de las grandes civilizaciones para examinar que aquella forma de morir era vista más como un acto de gallardía, que de huida.

Suelen decir que los suicidas son cobardes, pero digo que no hay nada más absurdo que eso. Miremos la historia y cómo el filósofo Seneca, quien, en un acto de dignidad, decidió terminar con su vida cortándose las muñecas, dándole una enorme lección de entereza al emperador Nerón. También cuando los romanos en la invasión a Hispania encontraron a todos los habitantes de Numancia muertos, porque estos prefirieron suicidarse antes que ser esclavos.

Si habláramos desde la religión, el suicidio se convierte en un factor protector y lleva a las personas a pensarlo muy bien antes de terminar con sus vidas, debido a que el miedo a lo que se pueden enfrentar los frena.

Tomar la decisión de quitarse la vida no es tan sencillo como parece y lo mío, quizás, era buscar una salida que me permitiera salir de mi infierno, a como diera lugar.

Es fácil juzgar a los suicidas y, como la mayoría de seres humanos carece de empatía, lo más fácil es llamarlos cobardes. La procesión va por dentro y nadie se imagina lo que hay en el mundo interior.

Como decía, el suicidio dio vueltas y vueltas en mi cabeza, pero nunca pasé del deseo a la acción. Ese tema todavía es tabú y conozco familias a quienes les genera vergüenza esa realidad y la ocultan, porque no es algo fácil de digerir y de aceptar.

Finalmente deseché esa idea y, durante mucho tiempo, consideré que mi cruz estaba relacionada con estar atrapado en el vicio y que debía resignarme a vivir una existencia en la más tristes de las miserias, no solo económica, sino espiritual.

Cada vez que salía de un casino, sentía un bajón de energía muy fuerte que me sacudía y me volvía un ser marchito, triste y de poco valor.

Como salía sin un centavo para el transporte, las caminatas hasta la casa de mis padres, donde vivía, eran interminables y solo pensaba en mi mala fortuna.

Le achacaba a Dios mi sufrimiento y creía que una maldición me acompañaba, porque no entendía las razones por las cuales no tenía derecho a disfrutar del dinero que trabajaba.

Llegaba a la casa de mis padres y muchas veces tuve que disimular lo que estaba sintiendo, pues no me sentía capaz de contarles mi infortunio. Ya en el silencio de mi habitación, lloraba en silencio, abrumado por el dinero perdido.

Llegué a jugarme muchas veces mi sueldo como escritor de televisión y profesor universitario. Las ‘primas’ (salario extra legal en Colombia) de Navidad se iban como por arte de magia y esas festividades las pasaba sin un peso, luego de haber tenido una importante suma para disfrutarlas.

¡Qué dolor más grande! Ahora que veo los toros desde la barrera, entiendo y siento una infinita compasión por mis hermanos y hermanas adictas. No importa en el tipo de vicio que se esté atrapado, porque a fin de cuentas es una prisión del cerebro.

Un cerebro que cuando intentas sacudirte de tu esclavitud, hará todo lo que esté a su alcance para que no abandones ese hábito destructivo. Un hábito al que se le puede ganar pero para ello se debe ser consiente de la esclavitud.

Aunque una adicción no se quita, sí se aprende a manejar.

Vicio

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