Читать книгу Vicio - Carlos Sánchez Ortiz - Страница 8

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Introducción

“El problema de mi vida es que siempre he sido un adicto al caos”.

Mike Tyson

(Exboxeador).

Querido lector (a):

Vicio es un libro que desnuda una realidad de lo que significa ser adicto, desde una visión intimista, de una persona que, como yo, lo vivió en carne propia y que busca invitar a la sociedad a comprender nuestra vida, sin respuestas apresuradas, juzgando o calificando el hecho de que vivamos atados a la compulsión, bien sea a las sustancias o conductuales.

Ninguno de nosotros está exento de caer en una adicción. Lo más triste es que muchas personas la viven pero no son conscientes de que son presas de ello y pasan sus vidas atadas a la repetición de hábitos que sin duda los esclavizan.

En mi vida he conocido personas adictas a las compras, al sexo, a la religión, a los videojuegos, la comida, el celular, la pareja y en mi caso a las máquinas tragamonedas de los casinos.

La sociedad tiende a creer que una adicción está asociada solo a las drogas o el alcohol, restándole importancia a las dependencias conductuales, las cuales generan el mismo nivel de sufrimiento que las primeras.

Aceptar que se tiene una conducta adictiva no es fácil. Es preferible vivir en el autoengaño que reconocer la fuerza que ejercen pensamientos obsesivos sobre nosotros, los cuales nos llevan a la autodestrucción.

Sin duda es un tema complejo: ¿Por qué una persona en lugar de disfrutar de su existencia, con sus aristas y bemoles, prefiere entregar su vida a un vicio? Esto me lo pregunté por mucho tiempo. ¿A qué horas terminé metido en los casinos y en la marihuana? Cuando menos me di cuenta quedé atrapado en un callejón sin salida y mi vida dejó de tener sentido.

Todo comienza como un juego de querer probar y, sin saberlo, terminamos metidos en una realidad que nos genera muchísimos dolores de cabeza, no solo al adicto, sino a sus familias.

Quienes hayan leído mi primer libro Desahógate, despierta ya, saben que por catorce años tuve una adicción a las máquinas tragamonedas que se encuentran en los casinos.

Mis guayabos morales,1 luego de salir deprimido de esos sitios, los pasaba con marihuana, a la que también estaba apegado y, en menores dosis, con el alcohol y el cigarrillo, pues quería evitar a toda costa sentir el dolor y la evidente impotencia que se experimenta cuando se está atrapado en un vicio.

Hoy aprendí a manejar mis adicciones, sin embargo, esta enfermedad no desaparece y se debe convivir con ella, con mucha paciencia y entendiendo que la llave está en varias herramientas que les compartiré a lo largo de este libro.

Dichas herramientas las he aplicado con éxito en mí y actualmente apoyo a personas con adicciones y conflictos emocionales, aprovechando lo que aprendí y basándome en un estudio responsable que realicé en mi situación.

Aunque mi experiencia fue traumática, logré salir adelante y hoy, a través de mis tutorías, aporto un granito de arena a las personas que necesitan de mis consejos.

Ser adicto no es fácil: esta es una realidad compleja, caótica y retrechera, pero no es imposible de vencer. Como todo en la vida, tiene sus puntos débiles que debemos aprender a identificar.

Esos puntos débiles se evidencian cuando encontramos en el conocimiento una herramienta indispensable para comprender el mal, es decir, cuando amamos la investigación. No necesitamos ser científicos o periodistas para indagar con respecto a ciertas situaciones que muchas veces no entendemos.

El científico y filósofo griego Aristóteles mencionaba que el hombre debe buscar las respuestas, amando el conocimiento y esas respuestas, en el caso del adicto, debe buscarlas por sí mismo, investigando e indagando dentro de sí.

Les aseguro que parte de mi salida del vicio fue gracias a que busqué respuestas en los libros, pero no repitiendo sino interpretando los mensajes de cada texto que iluminaba mi interior, a través de autores como Daniel Goleman, Eckart Tolle, Louise Hay y Osho, entre otros.

Desafortunadamente, en los países de América Latina, los niveles de lectura siguen siendo muy bajos, lo que propicia que seamos carne de cañón de la manipulación, de varios tipos, y que vivamos en la angustia, ante la evidente desinformación que padecemos.

Quizás el desamor hacia la lectura radica en que se trata de un instante precioso para estar solos y disfrutar de nuestra propia compañía y, en está sociedad, está mal visto estar a solas. Considero que este es el escenario ideal para conectarnos y aprender a conocernos.

Otra de las llaves para entender las adicciones es el valor del autoconocimiento, el cual nos permite, a través de la observación, explorar y descubrir nuestro mundo interior.

Evaluar nuestra vida es imperativo para reconocer los motivos de nuestra realidad y poder encararla, con el fin de empezar a buscar soluciones frente a lo que estamos viviendo.

Cuando comprendemos las ventajas del autoconocimiento estamos construyendo nuestra verdad y, sin duda, adquirimos una observación detallada de nosotros mismos. Esto nos permite ver nuestra humanidad y dejar de juzgarnos; amarnos y entender las limitaciones que tenemos.

De igual forma es fundamental buscar sabiduría en nuestra voz superior (la voz de Dios) para así encarar a ese demonio que es el vicio. La imagen que siempre tuve de nuestro Padre es la visión del humano: limitada, manipulada por conveniencia, capaz de usar el miedo como herramienta de esclavitud y, sobre todo, la tendencia a ocultarlo para no descubrir la belleza que nos espera si logramos hablar con él.

Les confieso que aún me falta mucho camino por recorrer y todavía soy consciente de mis limitaciones, al escucharlo y hablar con él. He entendido que la divinidad exige responsabilidad, consciencia de nuestros actos, agradecimiento y aprender a dar (no solo recibir).

La tarea es ardua y compleja porque nuestra visión material y el estar atados a la corporalidad limita nuestra expansión espiritual y la conexión con él, pero siento su paciencia y amor incondicional por nosotros. Eso me da fuerzas para continuar en mi camino hacia mi expansión espiritual.

La visión que tenía el filósofo holandés, Baruch Spinoza2, sobre Dios, era la de un ser infinito, el verdadero principio de la razón y un modelo de buena vida. Revela además que él está presente en la armonía de todo lo que existe y que no se preocupa por el destino y los actos humanos. Es claro que, para poder sentirlo en nuestro interior, debemos buscarlo y él va fluyendo en la medida en que tengamos paz interior.

Yo he vivido varias metamorfosis espirituales en donde comprendí que, más que enfermarnos de la mente, nos enfermamos del alma y, por ende, del espíritu. El alma para mí es la fuerza que nos traza puentes entre el cuerpo físico y la parte espiritual. Su labor de auriga es determinante para nuestra comunión con la existencia.

En los adictos el alma está destrozada, cansada, agotada de vivir y condenada a una repetición sin sentido, que solo conduce a que vivamos separada de ella.

A través de unas constelaciones familiares que hice en el pasado pude comprobar la manera en que había peleado con mi alma: dejándola al garete y viviendo en función de mis compulsiones y las relaciones que había construido con mi familia, basadas en repeticiones y patrones de creencias que no me correspondían.

El otro camino ideal para el adicto es aprender a regular sus emociones y aquello está asociado con volverlas conscientes. Los adictos pasamos de la ira al miedo, del miedo a la culpa, de la culpa a la ansiedad, de la ansiedad a la depresión y de la depresión a la soberbia. Por esto es clave aprender a obsérvalas y hablar con ellas.

No hay nada más enriquecedor en la existencia que aprender de lo que vivimos, sin juzgamientos que no le aportan a nuestra salud emocional. Por más doloroso que sea esta experiencia, siempre habrá una gran lección y el camino a seguir no es la amargura, sino ampliar nuestra consciencia.

Este libro es una invitación a la reflexión, al análisis y a la búsqueda de esas respuestas que no hemos podido encontrar sobre nosotros mismos y, ante todo, a ser honestos y encarar los problemas que tenemos, con aceptación, amor y sin juzgarnos.

La Sociedad Médica Estadounidense de Adicciones (ASAM) menciona que las adicciones son una enfermedad crónica del cerebro. Con esta definición se busca comprender los retos de este mal que tantos conflictos genera alrededor de las familias.

“Fundamentalmente, la adicción no es tan solo un problema social, moral o criminal. Es un problema del cerebro, cuyo comportamiento se manifiesta en otras áreas”, explica el doctor Michael Miller, quien coordinó el esfuerzo de ASAM para desarrollar este informe.

El documento La adicción es una enfermedad cerebral, de la Sociedad Médica Estadounidense de Adicciones, plantea que esta nueva definición es el resultado de un proceso de cuatro años con más de ochenta expertos en medicina de adicción e investigadores de neurología de Estados Unidos3.

A partir de mi realidad y en el proceso de hacerla consciente, encontré que hay un común denominador que nos une a los adictos y es la misión de encarar un demonio que tiene mucho poder sobre nosotros.

Hay adicciones que parecen ‘inofensivas’ pero generan ansiedad y desgaste emocional, ya que, al no volverlas conscientes, estamos evadiendo un conflicto interior que no sabemos cómo desahogar y se proyecta a través de su compulsión.

El caso que les quiero compartir es el de una persona que estaba obsesionada por las compras. A todos nos gusta darnos gusto, pero para él esto se convirtió en una repetición, donde compraba de manera compulsiva, sin reflexionar si necesitaba algo o no.

Su walking closet era impresionante: trescientos pares de zapatos, quinientas camisas, cuatrocientas camisetas, más de cien chaquetas de todos los estilos y doscientos vestidos de paño. En fin, su ropero se veía muy atractivo, pero lo triste es que era muy poca la ropa que usaba en realidad.

Esta persona tenía poder adquisitivo y, para él, comprar era en apariencia un placer; sin embargo, esto no era del todo cierto, ya que esa conducta se volvió repetitiva y hasta incitaba a su círculo más cercano a que lo hiciera. Si la persona se negaba, se molestaba muchísimo y la criticaba. En el fondo lo que buscaba cuando otros seguían sus insinuaciones de compra era sentirse bien consigo mismo, para negar la culpa que sentía al hacer compras absurdas, aunque tuviera los medios económicos para hacerlo.

Cuando uno tiene una adicción y no es consciente de la enfermedad, piensa que está actuando bien. Es más, esta nos permite disfrazar nuestros vacíos emocionales con una aparente alegría. En el caso de esta persona, esta alegría terminaba in so facto cuando salía de los almacenes con los paquetes.

El conflicto radica en que, al volver consciente su adicción, terminó aceptándola y, si bien en apariencia es inofensiva, esto le generó varios problemas de ansiedad más adelante, por lo que en estos momentos requiere de ayuda para controlar su enfermedad.

Incluso comenzó a sentir culpa cuando terminaba comprando y se decía a él mismo que no tenía sentido seguir adquiriendo cosas que no necesitaba.

Por desgracia esto le pasa a mucha gente: en vez de trabajar dentro su mal de manera interna, prefieren doparlo con medicamentos u otros tipos de realidades, pues no es nada fácil aceptar que se está enfermo y más cuando se trata de una adicción, ya que para nadie es un secreto que se trata de un tema que genera vergüenza y es rechazado por la sociedad.

Es como si los adictos estuviéramos condenados a ser quemados en la hoguera por el solo hecho de vivir en función de situaciones repetitivas que nos hacen sentir mal.

Más adelante les mencionaré cómo pude comprender la ansiedad, uno de los peores enemigos que tenemos los adictos y que debemos aprender a manejar a base de paciencia y constancia.

Vicio

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