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1.2 El origen de un término

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Se ha atribuido a William Gass el haber acuñado el término metaficción (así lo afirman Scholes, Alter, Waugh, Currie y casi todos los críticos que exploran este asunto).6 Este autor lo usó por primera vez en 1970 en su libro Fiction and the Figures of Life para señalar una característica que él percibía en distintos textos que se cuestionaban, implícita o explícitamente, sobre la ficción y sus posibilidades en el mismo acto de la escritura. Gass analiza en ese libro una novela metaficcional paradigmática de Nabokov: Rey, dama y valet, pero también menciona las obras de Borges, Barth y O’Brien para examinar y explicar las características de ese tipo de narrativa. Para Gass, la metaficción era un fenómeno equivalente al de distintas áreas del conocimiento, donde se producían diversos metateoremas con una finalidad autorreflexiva. Sin embargo, Gass no proporcionó una clara definición de lo que entendía por dicho concepto, sólo señaló el trabajo de algunos autores que correspondía a lo que él concebía como metaficcional, en los que ciertas formas de la ficción actualizaban aspectos de los textos que hasta entonces no habían sido evidenciados tan claramente:

There are metatheorems in mathematics and logic, ethics has its linguistic oversoul, everywhere lingos to converse about lingos are being contrived, and the case is not different in the novel. I don’t mean those drearily predictable pieces about writers who are writing about what they are writing, but those, like some of the work of Borges, Barth and Flann O’Brien, for example, in which the forms of fiction serve as the material upon which further forms can be imposed. Indeed many of the so called anti-novels are really metafictions.7 Hay metateoremas en matemáticas y lógica, la ética tiene su propia lingüística, en todos lados, jergas para referirse a otras jergas están siendo construidas, y el caso no es diferente en la novela. No me refiero a esas monótonas y predecibles obras acerca de escritores que están escribiendo acerca de lo que están escribiendo, sino a ésas, como algunos de los trabajos de Borges, Barth y Flann O’Brien, por ejemplo, en los cuales la forma de la ficción sirve como el material a través del cual otras formas pueden ser impuestas. En realidad muchas de las llamadas antinovelas son realmente metaficciones.

En este multicitado fragmento, Gass no sólo creó un concepto, simultáneamente también delimitó el fenómeno aludido por esta noción, al enmarcarlo en un cierto tipo de narrativa y, también, efectuó una diferenciación esencial entre lo que ahora se concibe como metaficción y la llamada antinovela. De esta manera, al distinguir estos dos modos de ficción, Gass puso de relieve la autonomía de dos fenómenos distintos, aunque, como se verá más adelante, algunas veces coincidentes.

El hecho de que esta narrativa recibiera un nombre que la identificara hasta los principios de los años setenta no significa que sólo hasta entonces la metaficción se hubiera manifestado, pues a pesar de que carecía de denominación, no es un fenómeno surgido apenas en este siglo, su origen se remonta, según casi todos los planteamientos estudiados, a un pasado muy lejano: “the term ‘metafiction’ might be new, the practice is as old (if not older) than the novel itself”.8 [el término “metaficción” puede ser nuevo, la práctica es tan vieja (si no es que más vieja) que la novela misma.]

Es por ello que Christensen afirma que, al analizar este concepto, tres elementos deben ser tomados en consideración:

1. El origen del término

2. La designación del fenómeno

3. El origen del fenómeno9

Al establecer esta distinción se determina el origen del fenómeno, tan lejano como la literatura misma y el origen del término que lo designa, acuñado apenas en la década de los setenta, además de plantearse la necesidad de explorar las propiedades que caracterizan este aspecto.

Panorama de la metaficción

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