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Un análisis sobre la dignidad

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Para este análisis, partimos de la dignidad como pieza fundamental de la relación con el otro, del reconocerlo y darle un lugar como humano, como persona, como ser. La dignidad es, pues, el eje para analizar la novela Oscuro bosque oscuro de Jorge Volpi a través de una lectura de las acciones y situaciones que ella presenta.

Este relato no nace de la nada: surge de un seguimiento profundo y detallado que el escritor hace de la historia del siglo xx, en particular del genocidio nazi, y de aquello que ha implicado la pregunta por la dignidad, el reconocimiento del otro, la capacidad del ser humano para degradar y ser degradado. Este genocidio, esta Shoá,1 ha generado un significante que se ha perpetuado en el transcurso del tiempo (Sánchez, 2010).

De acuerdo con McDonald (2008), las Shoás han sido muchas: la historia de la humanidad está atravesada por diversos tipos de genocidios, masacres y degradaciones. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial marcó de manera especial el discurso pavoroso de la guerra y de la expropiación de la dignidad humana: la Shoá, como afirma Ran (2009) es un símbolo del “trauma histórico”.

Oscuro bosque oscuro retoma este símbolo histórico y describe con detalle el entorno del conflicto, el discurso de la guerra, el ambiente, el aire, el olor y todo lo que genera la degradación humana, aquella que aleja a la humanidad de sí misma, que la vuelve autómata de un sistema y transforma el ser, lo aliena, muchas veces en beneficio de un colectivo, de un otro o de un afuera. “El aire de Vosej huele a la hierba del verano, al caldo de carnero que preparan las mujeres, al sudor de los invasores” (Volpi, 2009, p. 71).

El texto nos lleva poco a poco, mediante la historia de sus personajes, a reflexionar sobre cómo gente del común, con un camino de vida recorrido, con experiencia, familia y trabajo, logra transformarse ante los otros a partir de un discurso externo que la envuelve hasta convertirla en parte de la guerra, en pieza de un ejército macabro, maligno y perverso. “La guerra es la esencia de la vida, aprendimos en la escuela, los más fuertes prevalecen” (p. 43).

El interrogante por el acto, por la pulsión, genera múltiples interpretaciones y reflexiones: ¿por qué los seres humanos podemos cambiar nuestra esencia?, ¿por qué podemos llegar a cometer actos en los cuales no creemos y con los que no estamos de acuerdo? Son estas las preguntas inquietantes y angustiosas que se formula Volpi a través del personaje del capitán:

Órdenes terribles, órdenes tremendas, órdenes atroces,

órdenes que no quisiera jamás haber leído,

murmurará el capitán, extenuado, enfermo, los ojos otra vez acuosos,

órdenes que tengo que cumplir. (p. 43)

Preguntas que no tienen ningún significado para el subteniente Drajurian, quien más bien quisiera saber:

Qué clase de batallón es este,

(…)

panaderos, sastres, estibadores, carniceros, plomeros, artesanos.

Qué clase de batallón, cielo santo,

electricistas, jardineros, albañiles, carpinteros, taxistas,

vendedores de seguros, verduleros, maestros de primaria,

agentes de viaje, cielo santo, ningún menor de cincuenta, ninguno, solo viejos, un batallón de viejos, a quién se le ocurre, cielo santo, cómo darles órdenes a estos carcamales, cómo, cielo santo. (p. 23)

Muchas de las situaciones que presenta la novela generan una reflexión sobre ciertos actos con los que, en principio, el individuo no está de acuerdo, pero que se producen a pesar del individuo –y aun en contra de él– si la construcción de su ética no tiene las bases fundamentales.

A partir de esta concepción intrínseca de dignidad en lo humano se puede comprender la gran dificultad que experimentan los personajes: al no reconocerse a sí mismos como dignos, mucho menos pueden otorgar dignidad al otro, lo que los envuelve en su sufrimiento interior. Oscuro bosque oscuro retrata de manera desgarradora y cruel el dilema de hombres en posiciones de mando que, bajo presión, no tienen la capacidad de decidir sobre sus actos y, por el contrario, deben instigar a otros a ejecutar órdenes con las que ellos mismos no están de acuerdo.

Puedo entenderlos, es más, los entiendo,

continuará el capitán.

Quién querría, quién, una misión tan atroz, quién.

Pero yo soy su capitán y no tengo salida,

insistirá el capitán,

no la tengo, cumplo órdenes, es mi deber,

continuará el capitán, reprimirá un sollozo,

yo no puedo elegir, yo no,

en cambio ustedes, caballeros (…). (p. 43)

Ahora bien, los discursos son fundamentales en el desarrollo de la cultura, de la sociedad: la palabra nos rige y orienta el devenir de nuestras vidas. Sin embargo, los discursos están inevitablemente anclados a la condición humana, razón por la cual están constituidos también por nuestros fantasmas y demonios, que se evidencian en el ejercicio despótico del poder, en la maldad, en la envidia y en todo aquello que puede lastimar al ser humano.

En la novela, un batallón del ejército está organizado alrededor del discurso que lastima al pueblo de Vosej, perdido en la campiña polaca. En medio de la guerra, este pueblo ve crecer la desesperanza y siente su dignidad más expuesta y degradada cada día. Los niños comienzan a ser vulnerados, se convierten en foco de persecución. Esto pone en evidencia uno de los horrores más grandes de la guerra: los niños, mujeres y ancianos del pueblo son llamados “insectos” por las fuerzas invasoras.

Como afirma Torralba (2005), la vulnerabilidad forma parte del ser humano: “El ser humano no es solo vulnerable, sino que también puede llegar a ser consciente de su vulnerabilidad (…) la vulnerabilidad está arraigada a su ser, a su hacer y a su decir” (p. 2). Todos estamos expuestos al caos y a la maldad. Si la constitución específica del ser no cuenta con una solidez ética, de criterio propio, la vulnerabilidad puede llegar a comandar la vivencia en el mundo, pues no solo son vulnerables el cuerpo y la existencia, sino también la propia condición humana.

En el contexto de Oscuro bosque oscuro, se accede a esa vulnerabilidad mediante la sistemática y repetitiva propaganda del poder. Podemos pensar que el autor, al detener su mirada en los niños del pueblo de Vosej, muestra cómo en determinadas circunstancias la sociedad agrede a los más vulnerables y a aquellos que apenas están construyendo su ser. Los llamados “insectos” son vistos como una amenaza en el futuro, por lo que se considera mejor asegurar su eliminación en el presente.

Gracias a la propaganda repetitiva, en el entrenamiento los hombres dejan a un lado su identidad, lo que son y lo que han sido, para aprender y convivir en un mundo nuevo, heterogéneo y sin identidad propia; se transforman en parte de un grupo que solo recibe órdenes que deben ser ejecutadas sin reparo. No se puede preguntar, no se puede reclamar, no se puede tener miedo; lo único que está permitido y a lo que se obliga es al cumplimiento de la orden.

Saludar, ya,

un paso al frente, ya,

paso veloz, ya,

flanco izquierdo, ya,

flanco derecho, ya,

presentar armas, ya,

saludar, ya,

un paso al frente, ya,

paso veloz, ya,

flanco izquierdo, ya,

flanco derecho, ya,

presentar armas, ya,

paso veloz, ya,

saludar, ya,

flanco izquierdo, ya,

paso veloz, ya,

saludar, ya,

saludar, ya,

saludar, ya. (Volpi, 2009, p. 75)

Según Volpi, degradar y reducir al rival a la condición de animal ha sido una estrategia común en la guerra, estrategia que busca negar la dignidad humana de los enemigos, aumentar la fuerza de los combatientes e instarlos a cometer hechos atroces (Padilla, 2011). “[Esta] idea de llamar ‘insectos’ a los judíos no viene de la época nazi, sino del genocidio de Ruanda donde, durante semanas, la radio se dedicó a decir que las minorías eran ‘cucarachas’ que estaban ‘haciendo daño’ a la nación” (Nieto, 2009, párr. 7).

La propaganda es uno de los más eficaces instrumentos para lograr la incorporación del discurso del poder. La enajenación y el autoritarismo alejan al sujeto de su condición social, su cultura, sus creencias y valores, y lo despojan de su integridad, su capacidad de decidir y su dignidad. La influencia de la propaganda, la presión social y el discurso del poder llevan a un comportamiento despojado de la dignidad individual, al servicio de un objetivo “común”.

De esta manera, la propaganda es el instrumento del cual se vale el ejército nazi para llegar al pensamiento de quienes podían ser débiles y modificar así su conducta y su ser. Los protagonistas, entonces, acaban por asumir como propio el discurso que desatará la tragedia a la que nos enfrenta el autor. En una entrevista, este refiere:

Cuando encontré el tema del libro, esta historia en torno a los genocidios, me di cuenta de que la propaganda y su repetición constante se hallaban, en buena medida, en el origen de estos terribles acontecimientos. Así que busqué un ritmo narrativo que recordara esas repeticiones constantes y obsesivas de la propaganda nazi o de los mensajes por la radio de Ruanda, y me di cuenta de que solo el verso libre, lleno de repeticiones, más que de rimas, podría servir para crear ese ambiente hipnótico en el lector. (Padilla, 2011, párr. 10)

A lo largo de la narración, se alerta de manera constante sobre la presencia de “insectos” y se establece la orden perentoria de acabar con ellos. La dignidad humana es desconocida, hecha a un lado, pisoteada; los otros ya no son personas, sino alimañas que deben ser exterminadas: “Matar a un insecto no es matar” (Volpi, 2009, p. 28), “Cuando veas correr a un insecto, persíguelo, cuando descubras a un insecto en su escondite, denúncialo, cuando un insecto te implore clemencia, aplástalo” (p. 42), “No son humanos los insectos” (p. 52).

En situaciones particulares, la propaganda emanada de los discursos del poder genera dudas, preguntas y culpas. También motiva luchas ajenas, en las cuales el individuo puede terminar inmerso aunque no esté de acuerdo con ellas. Y esto puede llevarlo a transformar el odio en torturas, delaciones o crímenes de personas a quienes quiere, respeta y admira, o simplemente, con las que ha convivido sin desprecio o violencia. La inmersión en el discurso del poder es tan intensa y la presión es tan potente que terminan afectando al individuo, y este deja de ser, para no ser. Cuando se deja de ser, ya no es posible reconocer el ser de otro.

Oscuro bosque oscuro nos sumerge en la Segunda Guerra Mundial, en la vida de hombres, mujeres y niños de un pequeño poblado, en sus trabajos cotidianos. Atrapados en la contienda, son sometidos a la propaganda constante del ejército invasor, que los convierte, finalmente, en actores; las armas no fueron su elección de vida y, sin embargo, se vuelven protagonistas de su deshumanización, su dolor y su silencio.

La propaganda, como se ha señalado, es uno de los más eficaces instrumentos para lograr la incorporación sin crítica ni preguntas, sin juicio ni compasión, del discurso del poder. “Los insectos se esconden por doquier, advierte otro cartel” (p. 16). Esos discursos de poder, enajenación y autoritarismo alejan al sujeto de su condición social, de su pertenencia a una cultura, a unas creencias y, sobre todo, a unos valores reconocidos, lo cual se traduce en un despojo de la integridad, la capacidad de decidir y la dignidad.

La propaganda se puede definir neutralmente como una forma sistemática e intencional de persuasión que intenta influir en las emociones, actitudes, opiniones y acciones de una audiencia específica con propósitos ideológicos, políticos o comerciales a través de la transmisión controlada de mensajes unilaterales (que pueden ser o no factuales) a través de medios masivos y canales directos. (Nelson, citado en Johnson, s. f., traducción propia).

Como forma masiva, repetitiva y sesgada, la propaganda puede generar actitudes, pensamientos y comportamientos que no están mediados por la razón; en otras palabras, lo que se procura con ella como arma política es anular o reemplazar la razón para generar conductas sin juicio. Está dirigida al “inconsciente colectivo”, que opera como regulador y ejecutor de sus objetivos. Por esa razón, se constituye en una poderosa arma de lucha o de guerra, que acompaña prácticamente todos los discursos del poder, con miras a ganar adeptos, fortalecer a los partidarios y debilitar a los contrarios. Esto puede explicar el hecho de que Volpi haya erigido la propaganda como uno de los ejes de su novela.

Encuentros de contextos desde la reflexión bioética

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