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El despojo de la dignidad (reflexión final)
ОглавлениеNo es fácil leer Oscuro bosque oscuro. No es grato ni nos reconcilia con la vida, pero es importante hacerlo para desenmascarar el alma humana, para enfrentarnos con nosotros mismos y mostrarnos de manera contundente que no hay límite a la crueldad, que muchos fantasmas forman parte de nosotros, de nuestro pasado y de nuestro presente.
Volpi nos pone ante la responsabilidad de quien lee, interpreta y vive la historia narrada, y por eso constantemente nos llama, nos convoca, nos sacude y nos incita a participar en el batallón de reserva. Con esto no solo nos recuerda nuestra propia vulnerabilidad, nuestras debilidades y ausencias, sino que perturba nuestra paz y comodidad como lectores. Sentirnos buenos, nobles y dignos no nos brinda ninguna seguridad. Si nuestros fundamentos éticos no están suficientemente estructurados podemos ser víctimas del discurso del poder, perder nuestra dignidad y despojar a los demás de la suya.
Tú también despiertas, lector, en las barracas,
tú también has dejado atrás a tu familia,
a tu esposa y a tus hijos,
también despiertas solo en las barracas, las inmundas barracas,
eres un policía de la reserva, un policía como los que
ahora te rodean,
un miembro más del batallón 303 de la policía de reserva,
lector (Volpi, p. 38).
Esta convocatoria al lector, a diferencia de lo que ocurre en relatos similares, quiere propiciar explícitamente una reflexión activa frente a acontecimientos terribles que no solo son parte de la novela, sino de todas las guerras y conflictos: “Comprendes ahora, lector, que ya nunca saldrás del oscuro bosque oscuro” (p. 84).
Esta reflexión debe trascender la narración para comprometer todos los aspectos de nuestra vida cotidiana y reflejarse en un análisis permanente de los conflictos personales y sociales en relación con la dignidad y con fundamento en los principios bioéticos. Pensamos que este es, sin duda, uno de los objetivos primordiales de lo que comprendemos como ética narrativa.
Esta es una manera de abordar algunos de los conflictos latinoamericanos en los que clases dirigentes y partidos políticos de esencia supuestamente democrática no han cumplido su verdadero papel de interpretar y solucionar las carencias y angustias de sus pueblos, sino que, por el contrario, han utilizado el poder para beneficio personal, de sus familias y de sus colectivos. En consecuencia, numerosos grupos han padecido la miseria, la falta de educación, la enfermedad y la violencia. Se les ha despojado de su dignidad como personas, pero también como grupos sociales: campesinos, desplazados, indígenas, negritudes, que deberían manifestarse como indignados. Por su parte, esos grupos dominantes carecen también de dignidad; son indignos. Esto lleva a Galeano (2011) a exclamar: “Bienaventurados sean los indignados y malditos sean los indignos”.
Existe una coincidencia entre Kemp y Rendtorff (2000) y Galeano (2011; Sanchís, 2012), en cuanto a la debilidad que tienen las personas para obedecer órdenes con las que no están de acuerdo, y que saben indignas para sí mismas y para los demás. El despojo de la dignidad del colectivo mediante la difusión propagandística del discurso del poder termina por destruir la dignidad del individuo.
En últimas, la historia narrada en Oscuro bosque oscuro puede entenderse como el despojo de la dignidad de individuos y colectivos que claudican frente al discurso del poder. La dignidad individual se pierde por igual en víctimas y victimarios. Las primeras no tienen otra alternativa que asumir el despojo de su dignidad debido al uso de la violencia en su contra; los segundos deben renunciar a su dignidad para hacerse parte del colectivo genocida. También la dignidad colectiva se pierde por igual en víctimas y victimarios cuando caen, sin un propósito, en el discurso impuesto por la guerra, discurso que convierte a las primeras en mártires sin posibilidades de indignarse, y a los segundos en seres crueles e indignos.