Читать книгу A estudiar se aprende - Cecilia García Huidobro - Страница 6
ОглавлениеPresentación
En un país como el nuestro, en el que la cobertura de escolaridad es casi total, la tarea de los padres parece limitarse a elegir bien, vale decir, escoger aquellos colegios cuyos proyectos educativos garanticen el ingreso a la educación superior.
Cumplida la misión de elegir, los padres se alivian: ahora la tarea se reduce a estimular al niño a ser un estudiante aprovechado y, para ello, la mayoría pone el énfasis en las condiciones ambientales más favorables para el estudio, aderezándolas con medidas disciplinarias conducentes a formar y consolidar un hábito de estudio. Consideran que estimular al niño a destinar un tiempo cada día a los deberes escolares, un lugar adecuado y libre de estímulos distractores, debería desarrollar en él las destrezas propias de un estudiante aprovechado. El común de los padres cree que el estudio es un proceso intelectual, que se lleva a cabo a través de poner sistemáticamente al servicio del aprender todas las habilidades de la inteligencia, habilidades que posee ampliamente un 95 por ciento de los niños, de modo tal que, estadísticamente, un 95 por ciento de la población infantil debería constituir el grupo de los "buenos alumnos ", si sus familias propician las facilidades necesarias, y los gobiernos favorecen las oportunidades e igualdades educativas.
Sin embargo, muy poco de lo anterior se ajusta a la realidad; el proceso de aprender no sólo moviliza energías cognitivas: sin la llamita de la motivación, el entusiasmo, del asombro, todo aprendizaje es efímero, vale decir, no es aprendizaje; en otras palabras, sin emoción no hay verdadero conocimiento. Las condiciones ambientales tampoco bastan por sí solas: el más confortable escritorio, los más atractivos libros de consulta, no logran derrotar a los enemigos ocultos: la TV y su pseudo condición de maestro moderno, un multimedia que sólo se asemeja a un largo y bullicioso recreo... el tedio de poseer demasiados elementos que ayuden a matar un tiempo libre a menudo estéril, y a ocupar esas horas destinadas a un estudio que no rinde los frutos esperados. Se precisa tesón, voluntad, capacidad de planificación, perseverancia, autodireccionalidad…
En otras palabras, ser un estudiante aprovechado requiere de ciertos dones, la mayoría de los cuales dice relación con el trabajo a conciencia más que con un talento innato. Es este trabajo a conciencia, que moviliza armónicamente las destrezas cognitivas, los dones del carácter y las energías motivacionales del niño, el que en definitiva abrirá el camino a un verdadero y fructífero aprendizaje. Por lo tanto, más que aprender nuevos conocimientos, el niño debe comenzar por aprender a trabajar el cómo aprender, y es precisamente la teoría y práctica de este arte del aprender lo que el libro de Cecilia García-Huidobro B., María Cristina Gutiérrez G. y Eliana Condemarín G. aporta, en un diseño que armoniza magistralmente la seriedad de los fundamentos neuropsicológicos sobre los cuales se sustenta el aprender con método, con la versatilidad de una práctica pedagógica que va decantando diestramente mil y una sugerencias prácticas, de tal modo que el libro se convierte en un manual indispensable para todo quien desee transformar a un niño deseoso de aprender; en uno que practica con soltura y entusiasmo el difícil arte del aprender fructífero, de ese aprender que deja huellas, engramas cerebrales que transforman, engrandecen y perfeccionan.
Amanda Céspedes C.
Neuropsiquiatra Infantil