Читать книгу Todos los cuadros que tiré - Cecilia Pavón - Страница 7

AMALIA ULMAN (UNA SEMANA FELIZ)

Оглавление

Ayer, comenzó una semana feliz. Y si fue feliz fue gracias a las personas con las que me crucé. Voy a hacer una lista con todas ellas como forma de agradecimiento. No me fascinan las listas pero a veces las necesito. Sobre todo últimamente que no sé cómo hablar de la felicidad. Pero pienso que aunque estas personas nunca lleguen a leer este texto, algo de este agradecimiento les va a llegar de todas formas porque, como dice Mario Levrero, escribir sobre la realidad es introducirse en las fuerzas misteriosas que controlan el mundo.

Viernes

Gracias, Sabrina, nueva profesora de pilates. Sentir el cuerpo es una forma de felicidad. Llegué a ese altillo con césped artificial, paredes pintadas de un color violeta disonante y pobre pensando que la clase iba a ser como las del otro gimnasio, el que iba antes, donde a pesar de haber concurrido durante dos años seguidos nunca aprendí, o nunca nadie me explicó bien, la base de la técnica de pilates: toda la fuerza tiene que salir del estómago. Es porque son gimnasios baratos de un barrio más bien poco glamoroso como el mío y las clientas no son exigentes. Obvio, yo tampoco. Pero ayer Sabrina me lo explicó y lo entendí, y mientras hacía los ejercicios, pensé que me sentía de veinte años, y que siempre me iba a sentir así porque era una cosa espiritual y no física. También sentí que hacer gimnasia me ayudaría a escribir poemas sinceros de alguien de veinte años, como los que escribe Francisco Garamona, que los escribe directamente en Facebook y pone todo lo que siente en el momento.

Gracias a mi hijo Félix y a su compañera de quinto grado Isabella. Los pasé a buscar por la escuela para llevarlos a almorzar y a repasar el capítulo tres del libro de Ciencias Naturales porque a la tarde tenían examen. Estudiamos sobre los alimentos, los lípidos, las proteínas y los carbohidratos. Aprendí que la falta de vitaminas del complejo B provoca problemas en el sistema circulatorio y que los lípidos poseen nueve kilocalorías cada cien gramos, mientras que los carbohidratos, solo cuatro. Era algo que ignoraba. Hasta ahora yo pensaba que el pan engordaba más que el aceite de oliva.

Gracias, Lucas, alumno de mi taller literario, por haber aceptado el desafío de inaugurar el ciclo de lecturas “solo show” que se me ocurrió crear para usar la oficina que me prestó mi novio. El espectáculo de veinticinco minutos que creaste fue como un ovni que hubiera aterrizado en el microcentro. Te aprendiste todos los poemas de memoria y los recitaste acompañándolos con tu cuerpo de una forma que nos dejó a todos con la boca abierta. Te golpeabas los muslos, dabas saltos, rezabas de rodillas y seguías el ritmo de los dos raps finales castañeando los dedos. Tu mensaje quedó flotando en el aire. Ahora la oficina está impregnada con esas palabras.

Gracias, Claudio, por acostarte conmigo en la penumbra de mi cuarto y abrazarme desde atrás mientras te contaba lo que había aprendido al mediodía sobre los lípidos. Me explicaste cómo los minerales actúan de corriente eléctrica en los músculos para moverlos. Mientras hablabas te pregunté cuántos millones de años haría que esas sales (el potasio, el sodio, el calcio) estaban en la Tierra: desde siempre, me dijiste. Porque no se generan, no salen de ningún lado, ¿no?, dije y vos contestaste: se generan en las estrellas. Aunque ya casi no tenemos sexo, esa conversación fue mejor que hacer el amor.

Sábado

Gracias, artista de una galería esnob en la Boca, por hacer una obra con cortinados rojos y con una paloma fotografiada cientos de veces. Sentí y escribí en la última hoja del libro que llevaba en la cartera que el amor es un experimento. Que se puede amar a un humano y también, cuando todo sale mal con los humanos, se puede amar a una paloma de la calle.

Gracias, Julia Roberts, por haber actuado hace veintisiete años en una película que nunca vi en ese momento y que se llama Durmiendo con el enemigo, sobre la violencia a la que a veces somos sometidas las mujeres. Tu película me hizo entender que durante muchos años fui víctima de abusos por parte de los hombres y también de las mujeres. Cuando al final matás de tres tiros a tu marido, también entendí que la única forma de terminar con el abuso es liquidar la fuente de este. Que es imposible negociar con la violencia.

Domingo

Gracias, señora del quiosco de enfrente, que después de comprar un solo cigarrillo suelto me dijiste: “Bueno, es solo uno, no estás tan mal. Vos el año pasado estabas mucho peor, cuando comprabas de a tres”.

Gracias, Radio Nova de París que escuché en la bañera, por pasar una canción que dice “Everybody must get stoned”, y gracias, Bob Dylan, por escribirla, cantarla y grabarla en 1968. Primero pensé que la canción se trataba de drogas, pero después me di cuenta de que lo que dice, en realidad, es que a todos nos van a apedrear.

Todos los cuadros que tiré

Подняться наверх