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Agradecimientos

de la primera edición (1999)

Tengo una gran deuda con la gente de Cusco y San Jerónimo. Guido Delrán, Isabel Hurtado, Lucho Nieto, Gabriela Ramos, Marisa Remy, Henrique Urbano y Pilar Zevallos están entre aquellos que hicieron que mi estadía en el Centro Bartolomé de Las Casas fuese tan fructífera. Mis estudiantes de la Universidad San Antonio Abad me enseñaron mucho, particularmente en los sombríos días de fines de la década de 1980. Quiero agradecer especialmente a los miembros del Taller de Historia, quienes me asistieron en la investigación: Margarita Castro, Eduardo Luza, José Luis Mendoza y Margareth Najarro. Mis “veranos” en Cusco se han visto enormemente gratificados por la amistad de Miryam Quispe y de Thomas Krüggeler, siempre generoso con su conocimiento sobre Cusco. Desde los años en que trabajamos juntos en el Archivo Departamental del Cusco, Kathryn Burns ha sido una gran amiga. También agradezco a Marisol de la Cadena por la cuidadosa lectura de mi trabajo y por su apoyo. Una de mis grandes deudas en Cusco es a la amistad perdurable de Iván Hinojosa. Nadie me ha enseñado más sobre el Perú ni me ha hecho disfrutar más de él que Iván. Este proyecto comenzó en la Universidad de Chicago. Bernard Cohn me empujó a prestar una atención especial al lenguaje y al uso del espacio, en tanto que Friedrich Katz me obligó a pensar comparativamente. John Coatsworth nunca ha cesado de favorecerme ni de impresionarme con la inteligencia, compromiso y amabilidad que le son características. Muchas de las ideas de este libro fueron desarrolladas en discusiones con él. Nils Jacobsen, de la Universidad de Illinois, me hizo partícipe de su enorme conocimiento y entusiasmo por la historia del Perú. Michael Ducey, Michel Gobat, Laura Gotkowitz, Roland Hsu y Aldo Lauria-Santiago han sido amigos y críticos extraordinarios. Peter Guardino y Rich Warren han leído incontables borradores de los capítulos y siempre me han alentado con sus comentarios, así como con su propio trabajo.

Ruth Borja, Manuel Burga, Eleazar Crucinta, Marcos Cueto, Neus Escandell-Tur, Emilio Garzón, Luis Miguel Glave, Manuel Glave, Pedro Guibovich, Christine Hünefeldt, Marta Irurozqui, Elia Lazarte, Maruja Martínez, Aldo Panfichi, Franklin Pease, Mariana Pease, Víctor Peralta, Scarlett O’Phelan Godoy y Núria Sala i Vila me han ayudado en diferentes etapas del proyecto. También recibí el aliento de Alberto Flores Galindo, quien ya no se encuentra entre nosotros y, como les ocurre a muchas otras personas, siento enormemente su falta. A lo largo de los años, la familia Mendoza me apoyó de muchas formas. Quisiera agradecer particularmente a don Eduardo y doña Zoila por su cariñosa amabilidad. Carlos Aguirre ha sido un amigo muy querido y un importante colaborador, y francamente no sé qué hubiera hecho sin él y su maravillosa familia. También quisiera agradecer a la gente del Archivo Departamental del Cusco —en particular a Jorge Polo y Horacio Villanueva Urteaga—, de la Biblioteca del Centro Las Casas —especialmente a Mary Chino y Julia Rodríguez—, del Archivo General de la Nación, de la Biblioteca Nacional, del Archivo Histórico Militar, del Instituto Riva-Agüero y del Archivo General de Indias. Félix Denegri Luna me abrió las puertas de su biblioteca, compartiendo su conocimiento sobre Cusco y sobre la historia del Perú. Antonio Acosta no solo me facilitó el trabajo en España, sino también hizo que Cusco y Sevilla fueran más placenteras. Mis colegas han confirmado la reputación que tiene el Departamento de Historia de la Universidad de California, Davis, como un lugar agradable. Lucy Barber, Bill Hagen, Ted Margadant, Barbara Metcalf, Andrés Reséndez, Alan Taylor y Clarence Walker hicieron invalorables comentarios al manuscrito. Ben Orlove también ha sido un amigo generoso. Sobre todo, quisiera agradecer a Arnold J. Bauer, quien leyó cada capítulo una y otra vez. Arnie mejoró mi prosa, calificó mis argumentos y me mantuvo con la sonrisa a flor de piel. No hubiera tenido un mejor mentor. Los estudiantes que me han apoyado son: William Ayala, Felicia Azzopardi, Patrick Barr, Keith Heningburg, Albert Lacson, Claudio Robles, Leticia Rosado Russell y Adam Warren. También me he visto beneficiado por las sugerencias de una serie de excelentes especialistas fuera de Davis, entre quienes están Cristóbal Aljovín, Jo Ann Kawell, Peter Klarén, Brooke Larson, Florencia Mallon, John Rowe, Linda Seligmann, Matt Shirts, Steve Stern, Enrique Tandeter y Ann Wightman. Paul Gootenberg me asesoró por varios años y Eric Van Young hizo valiosos comentarios a varios capítulos. Tulio Halperin Donghi me ha inspirado desde mis tiempos de estudiante de pregrado. Me fue posible desarrollar mi investigación en Cusco y Lima gracias a las becas de la Fundación Wenner-Gren, la Sociedad Filosófica Americana, la Fundación Nacional por las Humanidades y la Fundación Tinker. En la Universidad de California, Davis, tuve becas del Instituto de Humanidades, el Rectorado y el Comité de Investigación.

Tengo una familia maravillosa que siempre apoyó mi pasión por América Latina. Mary me empujó a tener una visión amplia del mundo y mi hermano John, quien leyó el manuscrito, siempre ha estado presente cuando lo he necesitado. Maggie me ha mimado por décadas, y aprecio su amor, aunque nunca lo haya admitido. Finalmente, quisiera mencionar a las tres mujeres a quienes este libro está dedicado. Mi madre, Nancy Walker, siempre ha sido mi principal impulso, y quiero agradecerle por su inquebrantable amor y apoyo. Mi esposa, Zoila Mendoza, me ha enseñado sobre la vida más que nadie y siempre ha creído en mí como historiador. Mi hija, María, es una permanente alegría para mí. A ellas, todo mi amor.

De Túpac Amaru a Gamarra: Cusco y la formación del Perú republicano

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