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Parte 6

Él también volvió a su caverna al ver que ella se fue.

—¿Quién es esta mujer? ¿De dónde salió? —se preguntaba a sí mismo Cel rãu.

Empezaba a obsesionarse con ella. Cuando llegó, se tiró en su cama y también se durmió profundamente…

El hombre despertó al otro día, tomó una ducha, se vistió solo con un jean negro y una camisa que usaba desprendida. Miró la hora en su reloj de oro. Cel rãu tenía otros escondites aquí y también en Transilvania, donde él había nacido. Pero él prefería el exilio de aquellas playas porque se encontraban alejadas del bullicio de la gente.

Esa mañana amaneció fresca, seguro que llovería, el mar estaba agitado.


Cel rãu decidió desayunar con un café y salir lo más rápido posible hacia el monte. Le gustaba cazar conejos salvajes que después cenaría. Así fue como este hombre cargó su arma con municiones, subió a su camioneta y salió acelerando por el camino. Llegó hasta un punto donde la vegetación era abundante. Muchas plantas formaban un frondoso bosque extenso. Había flores y enredaderas perfumadas. El aroma invadía el lugar.

Cel rãu caminó lentamente y, cuando divisó un pequeño conejo, se agachó tras un risco de piedra.

Estaba oculto cuando hizo el primer disparo. Le dio de lleno en la cabeza al pobre animal, que murió en el acto…

Increíblemente junto al animal muerto estaba esa bella mujer rubia de la playa.

La sangre del conejo salpicó su hermoso rostro…

La mujer estaba paralizada del susto y Cel rãu estaba perplejo…

¿Qué demonios hacía ella aquí?...


—¡No! —gritó Celith aterrada. Llevando sus manos a su rostro, tratando de quitarse la sangre de aquel pobre animal.

Miró con odio hacia aquel extraño que ahora avanzaba peligrosamente hacia ella con la escopeta en las manos.

Cel rãu llegó hasta ella…

—¿Estás loca? —le gritó él—. ¿Qué demonios haces aquí?...

Celith sintió que este hombre le hablaba como si ya la conociera. Lo miró fijamente, notó sus ojos azules, increíblemente bello para ser un asesino de animalitos indefensos.

Fue lo último que Celith pensó antes de desfallecer…


—¡Pude matarte con el disparo! —exclamó Cel rãu casi gritando y acercándose hacia la mujer.

Contempló su bello rostro salpicado de sangre y comprendió que el disparo pudo haberle dado de lleno en la cara de la mujer. Estuvo muy cerca de matarla accidentalmente.

—¡Pudiste morir! —exclamó ya más calmado, notando que la chica se desmayaba.

Alcanzó a sujetarla por la cintura antes que cayera al suelo. Evitando que se golpeara la cabeza contra el suelo, la atrajo hacia su pecho de un solo impulso. Cayendo él de rodillas, apoyando suavemente el cuerpo desfallecido de la mujer en el suelo.

El pasto estaba húmedo, comenzaba a llover.

—¡Despierta! —dijo Cel rãu…

Limpió su rostro con su mano y notó que sangraba uno de sus oídos. Seguro que el estruendo del disparo lastimó el tímpano de su oído derecho y por eso el desmayo.

Miró hacia todos lados, estaban solos, la mujer llegó sola hacia ese lugar, nadie venía con ella…

La levantó en sus brazos y la llevó hasta su camioneta. La recostó sobre el asiento trasero. Ella seguía inconsciente.

Una vez que estuvo recostada, el hombre dio un último vistazo al lugar.

Vio el auto de la mujer estacionado a un costado del camino. Cel rãu corrió hacia el coche, abrió la puerta, vio que estaban las llaves y una mochila de la mujer. Agarró las cosas y cerró la puerta del auto con llave, llevando con él lo que seguramente era de aquella chica. Dejó las llaves y el bolso junto a la mujer que seguía inconsciente. Puso en marcha su camioneta y emprendió el regreso hacia su caverna, llevándose a esa mujer para cuidarla y darle los primeros auxilios.

Ya para entonces llovía copiosamente…

Llegaron a la caverna, Cel rãu estacionó el vehículo y bajando rápidamente cargó en brazos a la chica llevándola adentro.

La recostó suavemente sobre su cama negra con dibujos góticos tallados. Con una gasa limpió la sangre que aún tenía sobre su rostro, con demasiada lentitud…

“Es más bonita de lo que recordaba”, pensó para sí el hombre. Mientras aspiraba el olor de su perfume mezclado con la sangre, cubrió su cuerpo con una manta y en ese instante Celith recuperó la conciencia…

El ritual del vampiro

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