Читать книгу De la necropolítica neoliberal a la empatía radical - Clara Valverde Gefaell - Страница 10

Оглавление

II. LOS CUERPOS QUE ESTORBAN: DE CIUDADANOS A EXCLUIDOS

Los excluidos

No camina, no habla, se atraganta al comer, necesita supervisión 24 horas al día.

Padre hablando de su hijo David de 5 años, que tiene una discapacidad del 86%, viven con 450 euros al mes

El capitalismo neoliberal solo desea cuerpos rentables. Los que no pueden o no quieren ser emprendedores ni consumir (para enriquecer al 1%) son excluidos. Aunque, en realidad, la mayoría está en una situación precaria porque es el sistema mismo el que los excluye. Los enfermos crónicos, los discapacitados, los ancianos con pensiones míseras, los parados o con trabajos mal pagados, los sin techo, los niños hambrientos, los jóvenes sin futuro, los enfermos mentales sin red de apoyo y los inmigrantes de países del Tercer Mundo son el producto de las desigualdades que crea el neoliberalismo. Pero se les etiqueta como culpables de su situación,1 como irresponsables y sospechosos. O, en el mejor de los casos, como personas con mala suerte.

La realidad que viven los excluidos se presenta como un problema individual y no como lo que es: el resultado del neoliberalismo. Los poderosos y privilegiados, a través de su prensa y sus «expertos», se aseguran de que los que aún no han sido excluidos no se identifiquen con los que estorban.

Aunque estadísticamente el número de excluidos crece,2 el discurso neoliberal repite una y otra vez que son una minoría que «no encaja», una minoría cuyas vidas no son importantes. ¿Cuándo fue la última vez que vimos una esquela por la muerte de una persona sin techo?

Se les excluye y se les mantiene al borde de la muerte. Así funciona la necropolítica del neoliberalismo. Se abren los albergues y se aumenta el número de camas cuando la temperatura ambiental llega a los cero grados. Cuando los sin techo están a punto de congelarse, los ayuntamientos activan la «Operación Frío».3 Hay personas dependientes a quienes se les otorga ayudas cuando ya han fallecido, o bien son ayudas tan escasas que obligan a las familias a escoger entre comer o tener electricidad.4 Según la Organización de Consumidores y Usuarios (ocu), el 41% de los grandes dependientes españoles no reciben ningún tipo de ayuda, ni el 51% de los dependientes severos, ni el 60% de los moderados entre los cuales solo el 10% tiene la capacidad económica para sufragar sus cuidados. Porque según los datos del Imserso presentados a principios del 2015, los dependientes y sus familias tienen que aportar un repago más alto que lo que invierte en ellos el Gobierno español. El dependiente tiene que pagar un 19% del coste total mientras el Estado aporta el 18% (el 63% restante lo aportan las Comunidades Autónomas). Este coste no es asumible para muchas familias.5

El gobierno presume de que la lista de espera de dependientes ha descendido. De los 575.973 dependientes a quien el gobierno había reconocido en el 2011 su necesidad de ayuda, 274.769 han sido atendidos, a 29.838 se les ha retirado el derecho a tener ayuda, 170.296 siguen esperando las ayudas y 101.070 han fallecido esperando. Una de cada 5 personas dependientes a las que se les ha concedido una ayuda en España fallece antes de recibirla.

Una pareja ha acabado esta noche en Pontons (Barcelona) con la vida de su hija, de 28 años de edad, y posteriormente se ha suicidado, en una actuación que el matrimonio había acordado y que ha dejado explicada por escrito. El hombre, de 61 años de edad, y su esposa, de 57 años, presuntamente resolvieron de común acuerdo poner fin a la vida de su hija en lo que, fuentes de la investigación han calificado de «acto de desesperación». La hija, de 28 años estaba afectada por una discapacidad y aquejada por graves e irreversibles problemas de salud. El matrimonio, tras llegar a la conclusión que cada vez tenían más dificultades para hacerse cargo de ella y temiendo por su posible desamparo en caso de ausencia o incapacidad de alguno de ellos, resolvió terminar con su vida de un disparo en la cabeza. (El País, 10 de julio del 2015)

«Ponte en tu sitio»: exclusión espacial

Aunque el derecho al espacio y a habitar y usar la ciudad es un derecho básico, el capitalismo controla y forma el espacio para hacer posible la existencia de su sistema económico. Muestras de ello son la gentrificación, la mercantilización de las ciudades y la criminalización de las personas sin techo. El espacio es una pieza central en la lucha de clases porque tiene un rol clave en los comportamientos y en la identidad social,6 por lo que es fuertemente controlado. El capitalismo ha sobrevivido ocupando espacio y produciendo espacio.7

El capitalismo neoliberal intenta mantener el mito de que hay libertad de movimiento, pero en realidad cada sujeto tiene su sitio. Los que tienen menos privilegios tienen que mantenerse en ciertos lugares, y los que no tienen ningún recurso no tienen un sitio, tienen que desaparecer. Las ciudades no son para los vulnerables.

Los que controlan la ciudad por medio de las leyes, la policía, y que además son dueños del suelo, de los edificios y negocios, hacen todo lo posible para que su uso social y comercial sea el «legítimo», o sea, el que les dé beneficios. Al mismo tiempo controlan y manipulan la acción social. Los que tienen el poder definen qué significa cada espacio, quién puede utilizarlo y excluyen a los que llevan a cabo las acciones consideradas «malas»8 (como dormir en un cajero). A través de leyes y normas (las normas son más dañinas que las leyes porque no están escritas y están interiorizadas por gran parte de la población), se define cómo se debe utilizar el espacio para reforzar «lo que está bien» y «lo que está mal» para imponer la ideología neoliberal y el «sentido común».

El capitalismo necesita la ciudad para hacer negocio. La mercantilización del espacio urbano convierte a la ciudad en un parque temático («¡Sonríe, eres Madrid!»), en una marca comercial («Marca Barcelona») y en un gran centro comercial («Barcelona, la millor botiga del món») para miles de turistas que desplazan a los residentes.

La gentrificación, es decir, la conversión de barrios de las clases trabajadores y medias con viviendas asequibles en barrios para las clases privilegiadas con viviendas exclusivas, es un tipo de colonización que pone en evidencia la lucha de clases que se está llevando a cabo en las ciudades. Y para mantener el control del espacio, el neoliberalismo criminaliza a los que no tienen techo que, debido a los desalojos, cada vez son más. Estas personas se ven forzadas a vivir en espacios públicos. El constante acoso de la policía y de las cámaras de vigilancia hacen imposible la vida de los sin techo. No tienen dónde descansar ni hacer sus necesidades.

No solo los sin techo, también las personas con hambre (un importante porcentaje de la población en el Estado español, según Cáritas)9 ven sus esfuerzos para obtener comida de los contenedores de la basura impedidos por la policía.

En muchas ciudades de los eeuu, ya hay leyes que prohíben «compartir comida en espacios públicos»10 ante las iniciativas de ciudadanos concienciados que dan comida a los sin techo. En las ciudades del Estado español, desgraciadamente, no hay suficiente conciencia social para que las administraciones urbanas se planteen tales medidas, porque para la mayoría de los ciudadanos, los sin techo y los hambrientos son invisibles. La amenaza, esa forma de violencia «discreta» del neoliberalismo que nos recuerda que el 99% de las personas puede acabar como el sin techo que mendiga en la esquina, se utiliza para no mirar y para no ver, y así aumenta el poder divisorio del neoliberalismo.

La lucha por el espacio, por definirlo, por el derecho a la ciudad es uno de los grandes temas pendientes de los movimientos sociales.

Dentro y fuera al mismo tiempo: espacios intersticiales

Los excluidos están en nuestra sociedad pero no se ven. Son invisibles. La antropóloga Julienne Lipson, en su investigación sobre los enfermos y el uso del espacio, da un ejemplo de esto. Lipson definió tres tipos de invisibilidad. Primera, no se ve a los enfermos porque en la mayoría de los casos están encerrados en sus casas demasiado enfermos para salir. Segunda, si consiguen salir, no se les ve porque muchas enfermedades no tienen señales externas. La tercera forma de invisibilidad, según Lipson, es cuando la persona dice que está enferma pero no se la cree ni se la toma en serio.11

Tim Cresswell, en su libro In Place/Out of Place, explica que los excluidos utilizan el espacio para lo que los poderosos no quieren que se utilice. Los sin techo que duermen en el cajero automático, los hambrientos buscando comida en el contenedor de la basura y los trabajadores precarios en la cola del comedor de Cáritas, están pero no se les quiere ver. Están, dice Cresswell, «fuera de sitio»12 y la gente controla su propia mirada para no verles. Los excluidos habitan espacios intersticiales: dentro de la sociedad pero excluidos. Dentro y fuera al mismo tiempo.13

Los administradores de las ciudades están también promocionando una arquitectura «disuasoria», cuyo objetivo es expulsar de los espacios públicos a las personas que no son rentables.14 Los bancos de los parques y avenidas se diseñan para que nadie se pueda echar. Los bordillos de las paredes tienen forma de pinchos para que el anciano agotado no se pueda apoyar unos minutos en sus desplazamientos. Los portales anchos de los edificios públicos tienen púas para que nadie se pueda resguardar por la noche.

Los que se supone que administran la ciudad para todos los contribuyentes, en realidad, hacen grandes esfuerzos para que solo las personas con dinero que viven en la ciudad, o los turistas, puedan estar cómodos y utilizarla. La ciudad es de los que pueden comprar, ir a restaurantes y a hoteles.

No se entiende: gente sin casa y casi sin gente.

Pancarta de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca

Hay numerosos edificios y pisos vacíos con los que especulan los bancos,15 y son esos mismos bancos los que desahucian a las personas que no pueden seguir pagando su hipoteca o alquiler. España está en cabeza de la lista de los países europeos con pisos vacíos. Hay más de 3,4 millones. Suficientes para alojar a las personas en exclusión residencial.

Los desahucios aumentan. Según el Instituto Nacional de Estadística, durante el segundo trimestre del 2014, se llevaron a cabo 18.749 desahucios, un 3,74% más que durante el mismo periodo el año anterior. Cataluña, con el 23% de los desahucios, encabeza la lista. A estos datos hay que añadir los que no se publican: el de las familias, miles de familias, que deciden

«auto-desahuciarse» porque el desahucio es inminente y quieren evitar que la familia, especialmente los niños, vivan la violencia de la policía durante los desahucios.

Elvira de Madrid y sus tres hijos pequeños lo vivieron en el 2014. La mañana de su desahucio, se presentaron delante de su casa ocho furgones de la Policía Nacional, con un total de sesenta policías vestidos de antidisturbios (cascos, escudos, etc), visión que traumatiza a cientos de niños cada día en España, trauma que se añade al de perder su hogar. Los cincuenta vecinos, amigos y miembros de la pah (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) que intentaron parar el desahucio de Elvira y sus niños, no pudieron contra la fuerza de la policía. Son ya memorables las fotos de los policías riéndose después del desahucio de la familia de Elvira.16

Los miembros de la pah y otros vecinos solidarios que intentan parar desahucios son sometidos a violencia física, multas y encarcelamientos. Ahora, con la nueva Ley de Seguridad Ciudadana («Ley Mordaza»), las multas por intentar parar un desahucio llegarán hasta los 30.000 euros, pero aun así, personas como Fernando de la pah de Pinto, siguen su actividad solidaria. «Meterse en esto tiene muchas consecuencias, sobre todo a nivel anímico», dice:

Uno nunca se acostumbra a que un policía te ponga contra una pared, a recibir golpes o a dar la cara en un juzgado. Mucha gente no entiende por qué seguimos. Les invito a que se acerquen a un desahucio, a que suban a la vivienda. Cuando ves a la familia no puedes hacer otra cosa que quedarte.

Y que salga el sol por donde salga.17

Disculpen las molestias: estamos creando un mundo mejor para sus hijos.

Pancarta del 15M

A veces, cuando suficientes personas se indignan y salen a las plazas a protestar, a reunirse para conversar sobre cómo mejorar todas estas injusticias, la policía, bajo las órdenes de las administraciones, les desalojan a golpes.18 El uso determinado de un espacio crea significado.19 Para que la Plaça de Catalunya no siguiera siendo la Plaça del 15M, el Ayuntamiento de Barcelona instaló, en el otoño del 2011, una pista de patinaje sobre hielo para los ricos y los turistas, iniciativa que ha sido parada en el 2015 por el Ayuntamiento de Ada Colau.

El responsable del desalojo del Movimiento 15M en Barcelona en el 2011 fue el entonces Conseller d’Interior, Felip Puig, que en el 2015, como nuevo Conseller del Departamento de Empresa y Empleo recortó un 50% el presupuesto para la reinserción laboral de los discapacitados y aumentó el presupuesto de su gabinete un 75%.20

Poner en evidencia

Cuando se expone la situación de la realidad, dicen que desmoralizamos.

Sebastián Mora, secretario general de Cáritas

Sin querer y sin darse cuenta, los excluidos se convierten en cuerpos resonantes: resuenan con grandes verdades. Sin palabras y con solo su presencia, ponen en evidencia las desigualdades y las injusticias de la exclusión. Son como faros que arrojan luz sobre las mentiras de la propaganda sobre la «libertad», la «democracia» y la «recuperación».

Una madre con sus hijos que busca comida en el contenedor de la basura delante de un restaurante. Un anciano que tiene dificultades para desplazarse y, ante un semáforo, su confusión le impide cruzar la calle. Un enfermo de Sensibilidades Químicas Múltiples lleva puesta una mascarilla industrial. Una mujer empuja un carrito de la compra donde están todas sus pertenencias. Una mujer joven, en silla de ruedas, mira a la calle desde su balcón en un cuarto piso sin ascensor. Un joven está delante de un hospital con un cartel que dice: «No me quiero morir: medicaciones ya!». En un barrio privilegiado, las ancianas andan despacito con sus bastones y del brazo de mujeres jóvenes de piel morena y con facciones indígenas.

Todas estas personas, sin conocerse, sin ser parte de un movimiento social, ponen en evidencia las crecientes desigualdades socioeconómicas, el abandono de las personas mayores, la falta de ayuda a los niños que viven con inseguridad alimentaria, el racismo, la discriminación de género, el desmantelamiento de los servicios públicos y todo lo que los políticos y la prensa «reverencial» no quieren que se vea ni que provoque solidaridad ni empatía.

Lo único que quieren los políticos que sienta la gente es que esos cuerpos resonantes les impiden «disfrutar de lo propio»: de la terraza del restaurante, de la avenida o de la ciudad parque-temático.

Recientemente, Cáritas presentó un estudio que muestra que más de 11,7 millones de personas en España (el 25%) viven en situación de exclusión, de estos, un 77% sufre exclusión en el empleo, un 61,7% en la vivienda y un 46% en la salud.

Y añaden que España es el segundo país de la Unión Europea con más pobreza infantil después de Rumanía. Ante este informe, el Ministro de Hacienda, Montoro, se ha enfadado y ha pedido a Cáritas que «no provoque debates». También ha intentado descreditar el informe diciendo que el contenido es «puramente estadístico».21

Más violencia

En Francia, la organización Le Collectif des Morts de la Rue (Colectivo de los Muertos de la Calle), aparte de educar a la sociedad sobre la realidad de los sin techo y sin hogar, de trabajar para que los albergues se adapten a la realidad de los sin techo, llevan a cabo funerales dignos para los sin techo que mueren a menudo sin que se sepa su nombre, y también acompañan en el duelo a los cercanos del fallecido, en general, otras personas sin hogar.22

Según ethos (Tipología Europea del Sinhogarismo), los «sin techo» es solo uno de los grupos afectados por la falta de vivienda. Estos son los que viven en un espacio público o a veces duermen en un albergue. Según Cáritas, hay 40.000 personas sin techo en España y según el Instituto Nacional de Estadística (ine), hay 23.000. Claro que, menos en Barcelona, en las otras ciudades los ayuntamientos no cuentan a los inmigrantes sin techo. Y, además, según Sonia Olea, responsable de Personas Sin Hogar de Cáritas, «las estadísticas del ine no contemplan a las personas de la calle que ocupan bajos, puentes, pasajes…! es incalculable!». Los otros grupos en exclusión residencial, según ethos, son los «sin vivienda», que viven en albergues o refugios temporales, y los «con vivienda insegura», que viven sin contrato, con notificación de abandono de vivienda o bajo la amenaza de violencia por parte de la familia o la pareja.23

En España hay un Observatorio de Delitos de Odio Contra las Personas sin Hogar (Hatento), que recoge datos sobre tales delitos, forma a profesionales y diseña herramientas para la detección y prevención de la violencia de los que viven en la calle.24

En algunos países, como en Canadá, se ha puesto en marcha el programa Housing First, en el que se prestan pisos vacíos a personas sin hogar, y se trabaja con ellos, desde el respeto y sin paternalismo para que puedan recuperar su vida privada, así como la confianza y dignidad que han perdido durante los años en la calle.

En Toronto, Canadá, la Fundación Fred Victor tiene como objetivo ayudar a la gente sin techo ni hogar a encontrar «place and purpose» («lugar y sentido»). El usuario de Fred Victor es el protagonista y, a través de varios programas en los que se le trata como a un compañero ciudadano, se le facilita un espacio en el que pueda vivir, pero aún más: en el que pueda definir su sentido y sus deseos.25

Creo que merezco estar en un sitio más bonito.

José, usuario de una ong

Pero también hay servicios y ong que, con buenas intenciones, mantienen a las personas sin recursos en espacios que no les ayudan a desarrollar su dignidad ni sus deseos. Recientemente, visité un local de día para drogodependientes con hogar precario o sin techo en el barrio del Raval de Barcelona. Los educadores del pequeño centro daban cobijo, calor, algo de comer y actividades de forma respetuosa y solidaria. Pero cuando pregunté a José, un usuario habitual del centro por su buen trato, que qué le gustaría tener, después de felicitar a los educadores sociales del centro, dijo: «Me gustaría que un sitio así fuera más bonito y que estuviera en un sitio más bonito. Este centro está en la misma calle sucia en la que nos pasamos la vida. Creo que merezco estar en un sitio más bonito». La ong, con buenas intenciones y bajo la idea de la «proximidad» y de «ir a donde está el usuario», está, sin darse cuenta, manteniendo a la gente en su espacio de exclusión.

La mayoría de los ayuntamientos, en cambio, no tienen buenas intenciones. Su objetivo es excluir y esconder. Recientemente, ha salido a la luz que en la ciudad francesa de Toulouse las personas sin techo ni hogar están obligadas a llevar una tarjeta con un triángulo amarillo pegado a la ropa (que recuerda a los triángulos y estrellas que los nazis obligaban a llevar a varios colectivos excluidos y marcados para morir) con una lista de enfermedades que sufre la persona.26 En todas las ciudades de Europa se acosa a los sin techo y en muchos casos se les multa.

La violencia del neoliberalismo ha excluido a muchísima gente. Pero no es suficiente excluirlos. El poder les aplica aún más violencia, formas de violencia a veces discretas (véase el Capítulo III).

Mientras tanto, el resto de la sociedad, al ver que se aplican estas medidas sobre ciertos ciudadanos, cree el discurso dominante de que se lleva a cabo tal represión porque estas personas son peligrosas y sospechosas, porque «algo habrán hecho».

Y así se evita que los aún-no-excluidos se identifiquen con los ya excluidos y se les anima, activa o pasivamente, a participar en su exclusión.

Y aun así, los poderosos, los privilegiados y los incluidos se sienten descolocados al ver que, con toda la violencia adicional que se aplica a los excluidos, estos parecen querer seguir viviendo.

1. http://elpais.com/diario/2011/10/26/catalunya/1319591239_850215. html

2. www.publico.es/actualidad/66-poblacion-espanola-afectado-exclusion.html.

3. www.elmundo.es/cataluna/2015/02/03/54d0c0b3ca4741c2318b4586.html.

4. www.ideal.es/granada/provincia-granada/201501/21/cortan-familias-lachar-ancianos-20150121091534.html.

5. www.eldiario.es/sociedad/primera-anos-usuarios-pagan-Gobierno_0_356264578.html.

6. Harvey, D., Spaces of Hope. Edinburgh: Edinburgh University Press, 2000.

7. Lefebvre, H., La production de l’espace. París: Anthropos, 1974.

8.Bourdieu P., Distinction: A Social Critique of the Judgement of Taste. Cambridge, Massachussets: Harvard University Press, 1984.

9. http://www.eldiario.es/andalucia/buscan-vida-basura_12_218148188.html

10. http://www.motherjones.com/politics/2014/11/90-year-old-florida-veteran-arrested-feeding-homeless-bans

11. http://mcs-america.org/November2008pg242526.pdf.

12. Cresswell, T., In Place/Out of Place: Geography, Ideology and Transgression, University of Minnesota Press, 1996.

13. Critchley, S., Ibid.

14. http://www.eldiario.es/catalunya/opinions/Carta-arquitectura-disuasoria_6_272332768.html.

15.http://afectadosporlahipoteca.com/2014/10/10/los-datos-del-cgpj-confirman-que-siguen-aumentando-los-desahucios-en-espana/.

16. www.eldiario.es/sociedad/Bankia-desaloja-familia-hijos-meses_0_355914661.html.

17. www.eldiario.es/sociedad/Dar-cara-desahucios-pasa-factura_0_356264505.html.

18. politica.elpais.com/politica/2011/05/27/actualidad/1306489864_137130.html.

19. www.rebelion.org/noticias/2011/6/129936.pdf.

20. www.eldiario.es/catalunya/Hachazo-Felip-Puig-discapacitados-presupuesto_0_348215560.html.

21. http://www.lasexta.com/noticias/nacional/montoro-dice-que-caritas-miente-informe-pide-que-provoque_2014032800341.html.

22.http://www.mortsdelarue.org/.

23. www.fundacionsmp.org/spip.php?article24.

24.http://hatento.org/.

25.http://fredvictor.org/.

26. www.elperiodico.com/es/noticias/internacional/polemica-marsella-por-triangulo-amarillo-para-los-sin-techo-3748583.%£%

De la necropolítica neoliberal a la empatía radical

Подняться наверх