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INTRODUCCIÓN

¿SOMOS CÓMPLICES DE LA NECROPOLÍTICA DEL NEOLIBERALISMO?

Con la dictadura nos mataban. Ahora nos dejan morir.

Grafitti

El capitalismo neoliberal mantiene el poder y la riqueza de los privilegiados a través de las órdenes de los mercados que operan destruyendo el planeta y sus habitantes, empezando por las personas excluidas. Los privilegiados y sus corporaciones aumentan sus beneficios desorbitados mediante el incumplimiento de las leyes (no pagar impuestos, corrupción, explotación del medio ambiente) o de crear sus propias leyes (como el tratado ttip que, entre otras cosas, acelerará la mercantilización de los bienes públicos como la sanidad).

Las desigualdades aumentan a una velocidad vertiginosa, ponen en evidencia que el neoblieralismo no es compatible con la vida de los excluidos, de los que no pueden o no quieren creer en el mito del desarrollo. Ellos son los más afectados por las injusticias y la violencia del neoliberalismo: los sin trabajo o con trabajos mal pagados, los sin techo, los enfermos, discapacitados y dependientes, los ancianos, jóvenes y niños hambrientos, y los que han llegado aquí huyendo de la pobreza, de los conflictos armados y de los efectos del cambio climático en otros lugares.

La necropolítica (del griego necro, «muerte») del neoliberalismo no necesita armas para matar a los excluidos. Por medio de sus políticas, los excluidos viven muertos en vida o se les deja morir porque no son rentables. No sirven ni para ser esclavos. Pero, ¿no es suficiente con dejarlos morir sin acceso a comida, techo y atención sanitaria? ¿Por qué se desarrollan políticas y maneras de gobernar que aceleran su muerte, que se aseguran de que estén al límite de la vida con el «privilegio» de sobrevivir? Porque son una amenaza. Sin darse cuenta ni proponérselo, los excluidos y los precarios ponen en evidencia, como cuerpos resonantes, como altavoces, todas las injusticias del neoliberalismo. Y eso, los poderosos no lo van a tolerar porque podría inspirar solidaridad en el resto de la sociedad, solidaridad y empatía que se podrían convertir en revuelta.

Por eso, a través de muchas formas de violencia discreta, se aplasta, una y otra vez, a los excluidos. Se les remata (como se desarrollará en el capítulo 3). Y se convence al resto de la sociedad de que participen en esa necropolítica, no solo asegurándose de que no haya solidaridad, sino también utilizando a los «incluidos» y a los expertos para mantener a los excluidos a raya (tema que se trata en el capítulo 4).

El neoliberalismo se mantiene, en parte, gracias a esos «incluidos» que aún creen que están a salvo, los que aún creen, falsamente, que son libres y los que esperan que vengan tiempos mejores por arte de magia. Por eso urge, más que nunca, la creación de una empatía radical para amenazar al neoliberalismo (idea que se elaborará en el capítulo 6).

Los espacios intersticiales en los que habitan los excluidos podrían ser el punto desde el cual el 99% podría comenzar a desarrollar una empatía radical. No es cuestión de incluir a los excluidos en los movimientos sociales. Esa vieja estrategia paternalista ya ha mostrado su inutilidad. Ahora es necesario que los que piensan que son los «incluidos» dejen de creer las historias tranquilizantes y despolitizadoras (que quitan el contenido político de los temas sociales) de los poderosos. Urge darse cuenta de la propia vulnerabilidad y mirar al excluido a la cara.

Esa cara descoloca y crea intranquilidad. Esa es la intranquilidad que se necesita para repolitizar, para volver a ver que lo social es político y para despertar solidaridad para crear una empatía radical. Es necesario poner el cuerpo y la mirada en los espacios intersticiales. Cualquier resistencia a participar en la necropolítica del neoliberalismo tiene que surgir de la claridad de poder ver que todos somos vulnerables y excluidos.

No es cuestión de volver al Estado de bienestar que tan fácilmente ha sido saboteado y ha tomado tintes de caridad. Tampoco creemos que «tomar el poder» a través de la política electoral, a la larga, sea la manera de reducir el sufrimiento.

En el último capítulo se exploran maneras de abandonar el capitalismo neoliberal y de desarrollar la mirada y la escucha en nuevos espacios como paso previo antes de crear unas sociedades en común.

Abandonar el barco, no porque se esté hundiendo, sino para que se hunda.

Simon Critchley, Infinitely Demanding

De la necropolítica neoliberal a la empatía radical

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