Читать книгу Desafiando a las alturas - Claudio Daniel Bo - Страница 6
ОглавлениеNATURALEZA
Vivir en el campo desde que nací me permite estar en contacto permanente con la naturaleza. Tengo la posibilidad de ser testigo de lo más maravilloso del día: el amanecer o un atardecer. De observar no solo el sol y las sombras, la luna y las estrellas, las nubes y las lluvias, los vientos y el comportamiento de los animales. Todo tiene su lectura, la naturaleza te da señales y guarda secretos. El hecho de estar todos los días disfrutando del trabajo al aire libre no hace que no sea rutinario. Y aquí aparecen las escapadas a las sierras cordobesas: monte, sierras y ríos. Pasar el día en esa paz que transmite un río bajando por las piedras, el sol brillando a pleno, el verde de las plantas.
Explorar el interior de los cerros desde una mina abandonada en La Carolina, San Luis. Esos túneles con historias de mineros que perecieron en épocas de esplendor haciéndose paso a golpe de pico y el misterio que esconden las piedras en su interior, siempre un poco más allá.
O un viaje a Mendoza y ver de cerca la cordillera, pensar en esas tremendas piedras que se elevan sobre la superficie y atraviesan al continente de punta a punta despertando curiosidad porque no es esa montañita con la cumbre nevada que dibujaba en la escuela, es mucho más.
Y así desde el campo pasé por las sierras de Córdoba a San Luis y llegué a Mendoza. De la llanura a sierras y de sierras a cerros o montañas.