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Relatos sociológicos y sociedad
Frente a los múltiples problemas que emergen en el mundo social afectando a la población y a las cambiantes situaciones generadoras de incertidumbre en la vida colectiva, los individuos buscan orientaciones. Así, recurrentemente surgen narrativas o relatos de circulación pública que procuran servir de guía y aportar sentido. Tales relatos identifican problemas –“la propiedad extranjera de las riquezas básicas”, “el lucro”, la “política de los acuerdos”, el “extractivismo”, la “desigualdad social”–, señalan culpables –el “imperialismo yanqui”, la “dependencia estructural”, las “cúpulas políticas de la Concertación”, el “duopolio político”, el “patriarcado”–, muestran vías de acción –nacionalización de la minería del cobre, gratuidad de la educación, acción política extra institucional– y proveen explicaciones y justificaciones. En la primera mitad del siglo XX tres grandes fuentes de tales relatos fueron la Iglesia Católica, el positivismo y el marxismo, este último en su recepción fundamentalmente por parte del Partido Comunista, primero, y luego por parte del Partido Socialista. Desde los años 1940 el relato económico se hace destacable en los asuntos de gobierno. En los años 1960 el cuadro de los relatos sobre el mundo social se complejiza con la incorporación, creciente, de elementos de las ciencias sociales, que ganan lugar en el debate político y se incorporan en las conversaciones. Al discurso de la modernización le seguirán discursos neomarxistas, posestructuralistas, feministas y otros. En el discurso de la Democracia Cristiana, por ejemplo, adquieren creciente importancia narrativas provenientes de la sociología y de la economía. Eduardo Frei Montalva, una figura prototípica en esta materia, lee, asimila y emplea textos sociológicos y económicos, combinándolos con sus lecturas filosóficas, de Maritain y autores semejantes. Este presidente es un anticipo de lo que serán los futuros “tecnopols” en el país1. Bajo la dictadura de Pinochet el discurso económico liberal llega a hacerse dominante, hasta los años recientes, en que en el país circulan textos cuestionando el “modelo” sostenido por la Concertación y promoviendo un “nuevo modelo”. A su vez, en el movimiento estudiantil y en la izquierda fuera de la Nueva Mayoría han tenido acogida textos de autores como Jorge Atria, Alberto Mayol, Chantal Mouffe, Hardt y Negri y otros, que contribuyen al contenido de su discurso y orientación de su acción.
De tal modo, los relatos de la ciencia social se hacen parte del mundo social, de cómo hacemos sentido de él, de cómo lo experimentamos (Czarniawska, 2004). Estos relatos se convierten en componentes de sus operaciones. Circulan dentro de la red compleja de acciones de los partidos políticos, organismos del Estado y sociedad civil; aparecen en la esfera pública constituida por los medios masivos de comunicación; emergen en las conversaciones de la vida cotidiana.
Con el término “relato sociológico” me estoy refiriendo a un específico tipo de elaboración sociológica: la narrativa interpretativa sobre la realidad social basada, directa o indirectamente, en la investigación sobre ella y en la acumulación teórica existente. En términos teóricos, estoy concibiendo a las narrativas o relatos como modos de conocimiento (Polkinghorne, 1988) y como componentes pragmáticos de la acción2. En la constitución de estos relatos se pueden distinguir diferentes operaciones en las que se conjugan sus dimensiones semánticas y pragmáticas: (1) Las narrativas sociales permiten darle forma significativa, forma semántica, a experiencias difusas que eventualmente aparecen como problemáticas, como fuentes de malestar o inquietud. Esas experiencias requieren traducción, requieren una articulación verbal, para convertirse en efectivos problemas públicos. Estas narrativas, que toman forma en prácticas situadas en el entramado sociocultural, pueden convertirse, de tal modo, en configuradoras y transportadoras de esas experiencias. Las “voces de la calle” no se hacen escuchar si no pasan por esas mediaciones que las hagan transportables. Pero, es necesario destacarlo, tal transporte requiere reconfiguración. Lo transportado toma forma en la operación misma de transporte. (2) La construcción narrativa societal incluye la especificación de realidades y hace formulaciones fácticas. Si bien en la manera en que la ciencia social hace sus planteamientos estos asumen un carácter hipotético, necesitado de continua contrastación empírica, en su circulación pública estas narrativas se desprenden de tal carácter meramente conjetural y adquieren el de afirmaciones fácticas: “las contradicciones internas del capitalismo lo llevan a su destrucción”, “el modelo económico neoliberal ha fracasado”, “en la sociedad socialista el Estado lo controla el proletariado”. En contraste con la ciencia, los públicos usuarios de estos discursos tienden básicamente a buscar información confirmatoria y con el tiempo les cuesta cada vez más separarse de sus narrativas, que quedan como filtros incorporados a los individuos, como parte de sus mapas neuronales estabilizados (Castells, 2009). (3) Estos relatos, en la medida que son efectivos, canalizan y conectan emocionalidades referidas a múltiples experiencias que, de alguna forma, se ven expresadas y unidas con el relato. Temores, inquietudes, angustias, anhelos pueden asociarse a las narrativas. (4) Estos relatos societales dan forma a deseos colectivos, diseñan futuros supuestamente posibles, plantean metas, estados deseables, configuraciones societales alternativas: “sociedad socialista”, “desarrollo humano”, “desarrollo sustentable”, “posdesarrollo”, “vida buena”. (5) Conjuntamente, delinean caminos de acción para el logro de tales fines colectivos y combaten o descartan otros: “revolución en libertad”, “socialismo a la chilena”, “transición a la democracia”. En ellos se apela a la emocionalidad asociada; se apela a la indignación, se apela a los temores. (6) Todo lo anterior va acompañado de justificaciones, que articulan lógicas tradicionales de justificación o incorporan nuevos elementos (Boltanski y Thevenot, 2006; Boltanski y Chiapello, 2002).
Frente a la gran complejidad social, en cuanto a su realidad misma como en cuanto a problemas a enfrentar, metas a lograr y caminos a seguir, estas narrativas colectivas cumplen una función de ahorro cognitivo y proveen guiones colectivos o “mapas de navegación”, como los llama Lechner (2004). Se convierten en motores de la acción social. Son capaces de movilizar acciones, llevan a defender realidades. Legitiman y deslegitiman. Llevan a transformar o estabilizar. Hay, además, una creciente pluralidad de tales narrativas y, por tanto, hay confrontación y lucha entre ellas, una lucha continua.
La creación de narrativas es un muy antiguo procedimiento humano. Narrar es una forma de otorgar sentido al mundo y de transmitir tal sentido. De tal modo, es una forma de conocerlo. De hecho, etimológicamente, las palabras narrar y conocer, en sus orígenes (narro y gnarus) se mezclan (Porter, 2008). La narración es vía de conocimiento del mundo. Como dice Barthes (1982: 251, 252), “bajo su casi infinita diversidad de formas, el relato está presente en toda época, en todo lugar, en toda sociedad; comienza con la historia misma de la humanidad y no hay ni nunca ha habido un pueblo sin narrativa. Todas las clases, todos los grupos humanos tienen sus relatos y muy a menudo esos relatos los disfrutan en común hombres con trasfondos culturales diferentes, incluso opuestos […] Los relatos son internacionales, transhistóricos, transculturales; están simplemente ahí, como la vida misma”.
El término “narración”, sin embargo, hasta hace pocas décadas, tendió a aplicarse particularmente a la ficción literaria, a la creación artística. La ciencia, durante mucho tiempo no fue considerada un género narrativo, homologable, de alguna forma, con la elaboración literaria. A los textos científicos, aun a los de las ciencias sociales, llenos de contenido narrativo, se les otorgaba un estatus diferenciado y privilegiado, no reconociendo en ellos su condición narrativa.
Los relatos o narrativas sobre lo que llamamos sociedad nos sitúan en un espacio social, con subdivisiones reconocibles, poblado de entidades ontológicamente identificables y estables, con determinadas relaciones entre ellas, y en el que toman lugar determinados procesos. Tales procesos ocurren desplegándose en una dimensión temporal que el relato traza, delimitando un pasado relevante y proyectándose hacia diferentes formas de futuros posibles (Güell, 2009). Podrá tratarse de un gran relato de índole geopolítica, como el de la Guerra Fría, o un relato que apunta a las conductas individuales, como el relato sobre el aborto, o un relato sobre entidades organizacionales, como el relato sobre las universidades públicas. Los relatos sociales, y los sociológicos son una variedad de ellos, pueden abarcar sociedades enteras, formas institucionales, procesos históricos, trayectorias individuales. Los relatos sociales cubren y semantizan el mundo en su totalidad.
Las narrativas son herramientas cognitivas, proveen una inteligencia colectiva (Herman, 2013), con diferentes grados de potencialidad adaptativa, y se interrelacionan con conjuntos de prácticas y materialidades. El relato configura, condensa y transporta experiencia, permitiendo abordar problemas prácticos. El concepto foucaultiano de “discurso” engloba precisamente ese complejo de elementos que va más allá de lo meramente lingüístico. Así, el discurso médico incluye ideas sobre salud, enfermedad y su tratamiento, reglamentaciones, organización hospitalaria, prácticas sanitarias, etc. La noción de relato que empleo aquí está estrechamente asociada a esa noción de discurso. Se trata del relato en su uso práctico, inserto en circuitos institucionales y parte de procesos de poder.
El relato científico social
Así como los relatos sociales ya orientaban la conducta en el Antiguo Egipto, hace más de 24 siglos, bajo la forma de una narrativa de contenido religioso y asociada a prácticas rituales, el relato científico social no tiene más de tres siglos, siendo componente central de la sociedad moderna, de su autodescripción, y herramienta fundamental de su autorregulación (Wagner, 2003). En las palabras de Lechner (2006 [2002]: 438), “la teoría social representa un relato que narra la sociedad acerca de sí misma”. Desde principios del siglo XX la ciencia social ha tenido una creciente participación en estas narrativas sociales, y el peso de la ciencia, de las afirmaciones y argumentaciones de la ciencia, en la esfera pública es significativo. Su presencia en los medios masivos de comunicación se sigue incrementando con el tiempo (Jacobs y Townsley, 2011).
La ciencia social surge en una sociedad que se diferencia funcionalmente y que crea formas narrativas especializadas; la suya se aparta de las formas literarias, religiosas y jurídicas de hacer sentido en el mundo y va acoplada a su propio conjunto de prácticas, dispositivos técnicos, instrumentos e instituciones, siendo central entre estas últimas la universidad. La elaboración del relato científico social es una empresa colectiva que se vale de formas peculiares y sistematizadas para conectar su narrativa con la experiencia del mundo. No se basa, como típicamente ocurre en la literatura, del aprovechamiento meramente de la experiencia personal, sino que, a través de variados procedimientos y técnicas –análisis de documentos, entrevistas, uso de datos generados por fuentes institucionales, análisis estadístico, encuestas, etc.–, conecta con la experiencia de muchos actores, del presente y del pasado, y transporta dichas experiencias al relato, a través de una secuencia de operaciones que las llevan a un formato escrito, impreso y multiplicable. Como empresa colectiva, este esfuerzo científico además, conlleva particulares procesos de revisión y ajuste de sus afirmaciones, lo cual toma lugar a través de un sistema de publicaciones, con la capacidad de extenderse globalmente, en el cual, con el apoyo de sus programas teórico y metodológico, se seleccionan, enlazan, sistematizan y acumulan sus conocimientos. Es así una narrativa sustentada en un particular aparato de producción, el cual le proporciona sus especiales potencialidades como herramienta de orientación en el mundo.
El relato científico se rodea, asimismo, de sus propios mitos que son, a su vez, otras construcciones narrativas, que contribuyen a su legitimación: el de su objetividad en la descripción del mundo, el de su asepsia normativa, el de su desconexión del poder, el de su despegamiento de los juicios subjetivos, el de su autonomía o incluso autopoiesis, entre otros. Aquí no entraremos a discutirlos, sencillamente los obviaremos3.
Las vinculaciones pragmáticas de estos relatos con los intereses de los actores y con el ordenamiento del mundo hacen que su construcción y uso no sean inocuos, generándose debates y controversias que van más allá del ámbito de la academia. Cabe destacar las diferencias que, en este aspecto, tienen las ciencias sociales con las naturales. Los objetos de estas últimas –como los virus o las galaxias– no se apropian de los relatos que los describen y analizan; no les orienta su comportamiento ni se rebelan contra ellos. Complejizando la situación, la incidencia de los relatos científico-sociales toma lugar en un espacio social donde concurren diversas otras narraciones, de variadas procedencias: narrativas literarias, fílmicas, ideológicas, de las artes plásticas, etc. Ellas pueden complementarse o competir. Sobre la percepción de la población respecto a los procesos subterráneos en las redes del gobierno estatal, por ejemplo, pueden ser más convincentes series de televisión como The West Wing o House of Cards que un texto sociológico. En contraste, para dar cuenta de procesos más complejos, como el declive del capital social colectivo en EE.UU., que describe Putnam, o del “sistema mundo”, expuesto por Wallerstein, logra un mejor efecto un largo texto sociológico, aunque requerirá traducciones simplificadoras para ampliar su difusión.
Así como con la modernidad hace su gran entrada el relato de la ciencia social, llegando a tener gran centralidad en el gobierno de las conductas y en la construcción de realidad social, con la modernidad tardía, con la época de la proliferación de las tecnologías digitales de comunicación, se llegará a una enorme multiplicación y difusión de las narrativas que debilita la fuerza moldeadora que posee el discurso científico social. En la circulación de las comunicaciones a través del rizoma de las vías digitales, la convención ficcional de la narrativa literaria, que lleva a suspender la duda, y la convención referencial de la ciencia, que activa el escepticismo, se confunden y la ciencia pierde efectividad operacional4. Ello contribuye a la inestabilidad de la realidad social, a su reblandecimiento (Czarniawska, 2004).
Otra peculiaridad de la narrativa de la ciencia social, en contraste con la ciencia natural, es que habitualmente está orientada a una doble audiencia: la académica, del campo científico, y la externa a la ciencia, propia de la esfera pública, de las instituciones y de la sociedad civil. Esto es sumamente evidente en el caso de la sociología en Chile. La narrativa se ve así orientada por dos vectores que la llevan en direcciones diferentes y que la tensionan, lo cual tiene repercusiones en la labor productiva de los autores.
Tal uso de los relatos en la vida social, haciéndose parte del tejido mismo de los procesos que la constituyen, es una de las facetas pragmáticas de estas narrativas. Otra faceta pragmática, por ende, extratextual, corresponde a su proceso de producción. Este no es un mero proceso intelectivo individual. La producción de los relatos ocurre en redes de producción, en encadenamientos de actores y otros elementos, en redes que están vinculadas a la acción colectiva e institucional. El relato toma forma en estos encadenamientos agenciales. Ellos, a su vez, contribuyen a esparcir y traducir el relato, en la esfera pública, en esferas institucionales, en organizaciones y movimientos sociales, y a incorporarlo a la acción.
Randall Collins, en su gran estudio histórico y global sobre la producción filosófica, argumenta que “las redes son los actores del escenario intelectual”, redes que conectan con microsituaciones en que vivimos y con audiencias imaginarias anticipadas (Collins, 1998: XVIII). Al decir esto, piensa específicamente en redes de seres humanos y considera fundamentales sus “rituales de interacción” y la “energía emocional” que circula en tales redes dando fuerza y recargando a los participantes. Collins concibe tales redes como compuestas exclusivamente de intelectuales. En nuestro caso, siguiendo a Latour (2001, 2005) las concibo como redes heterogéneas, en varios sentidos. Por un lado, en cuanto también se hacen parte de ellas otros agentes que no son integrantes del campo científico: políticos, autoridades del Estado, autoridades o integrantes de diversas otras instituciones y de organismos internacionales. Por otro, en cuanto a que en tales redes se integran, junto con seres humanos, otros entes, materiales o tecnológicos. Casos distintivos y destacados de esto son libros, bibliotecas, archivos, fichas, mimeógrafos, máquinas de escribir, computadores, bases de datos, programas computacionales de análisis estadístico o cualitativo, grabadoras, transcripciones, registros en la memoria de computadores, etc.
En esta red, las interacciones que ocurren a través del lenguaje, en conexiones personales, institucionales o bibliográficas, están infiltradas por el pasado. Son “interacciones enmarcadas”, dice Latour (1996: 231), cuyas conexiones se proyectan muy lejos, en el tiempo y en el espacio. Respecto a esto último, es típico de la red de producción científica que sea parte de una red global, expresada fundamentalmente en las conexiones entre publicaciones y que permanezca integrada a esa red bibliográfica que la nutre y a la cual contribuye. Esas redes, dice Latour, junto con estar enmarcadas, al mismo tiempo están continuamente sometidas a fuerzas de dislocación y borrado, bajo la acción de redes que van en todas direcciones.
Performatividad
Es en tales redes que ocurre la producción de los relatos científico sociales sobre la realidad social, relatos que, a su vez, en su circulación ampliada, más allá de la academia, en la esfera pública, el aparato del Estado e instituciones diversas, alcanzando a veces las conversaciones cotidianas de mucha gente, moldean los sentidos de sociedad, dando forma a entes sociales, eventos y procesos colectivos. En ese espacio narrativo conviven lo micro y lo macro, la definición de situaciones particulares y de sus contextos, lo local y lo global, los objetos sociales y sus relaciones; es decir, la configuración significativa de un complejo mundo social.
En estas redes toman lugar multiplicidad de operaciones. No solo las conocidas labores intelectuales de investigación –lectura, escritura, diálogo, conducción de investigación empírica, análisis, etc.–, sino también, entre otras, operaciones de legitimación de la red y del relato; de clarificación y debate normativo; de cuestionamiento a otros relatos y búsqueda de su deslegitimación; de enmarcamiento y reenmarcamiento de la producción intelectual, usando para ello elementos tanto científicos como extra científicos; de participación en controversias públicas, que habitualmente incluyen elementos ideológicos y normativos; de enrolamiento de nuevos actores a la red, enganchando sus intereses; de generalización del relato, pese a sus habituales limitaciones; de traducción y ajuste del relato para apelar a públicos diferentes; y de transporte y movilización de los relatos hacia las audiencias de interés.
Los relatos sociológicos hacen reconocibles los componentes, procesos y génesis de la sociedad. Crean un espacio figurativo sobre el cual trazar y encontrar el sentido de lo que está ocurriendo, en una perspectiva de conjunto, más allá de lo que muestra la experiencia directa e inmediata. La actitud habitual hacia esos relatos y hacia lo que en ellos está incluido –Estado, clases sociales, hegemonía, desigualdad, etc.– es como si fuera la realidad social, con una duradera suspensión de la duda. En la medida que logran efectividad en su capacidad de orientación y convencimiento, son asumidos como expresión fidedigna del mundo social y guían la acción.
Los actores sociales, situados en el entretejimiento de acciones del macro agregado social, buscan orientación para su acción, particularmente cuando enfrentan situaciones problemáticas o de incertidumbre. Los relatos sociológicos son una importante fuente de tales orientaciones, suministrando los “mapas de navegación” que señalaba Lechner. Solo que en su uso normalmente se confunden mapa y territorio. La mediación “cartográfica” es parte del territorio, incide en la configuración del territorio y no solo lo describe. Es la dimensión performativa de la ciencia: el relato científico moldea o contribuye al moldeamiento de la realidad. No solo al modelamiento abstracto, sino que también al moldeamiento de la realidad misma. No solo el territorio es regulado de cierta forma por el mapa, sino que el mapa, además, a través de las acciones que guía, contribuye a otorgar nueva forma al propio territorio5.
Enfoque teórico
Los lineamientos teóricos que guían esta investigación tienen tres grandes fuentes fundamentales. En primer término, provienen del enfoque de la teoría del actor-red, tal como se expresa particularmente en la obra de Latour. Atendiendo a él, una tarea relevante ha sido el trazado de la red –de actores humanos, textos, instituciones, tecnologías, etc.– que van llevando a la elaboración de los relatos-mapas que a su vez van (re)configurando, en algún grado, el mundo social.
Un segundo gran enfoque que nos orienta es el de la gubernamentalidad de Foucault. Tales redes, en las que se produce y circula conocimiento, pueden verse como expresiones de la conducción de la conducta de las grandes masas de población, en el marco de la sociedad moderna. Los mapas narrativos son herramientas tanto cognitivas como de poder, de regulación de las conductas. Las artes de gobierno incluyen el uso de herramientas cognitivas provistas por la ciencia social; un conjunto o tipo de ellas asume la forma de narrativas interpretativas.
El tercer enfoque involucrado es el de la performatividad, expresado en obras como las de Callon, Mackenzie y Butler. La ciencia social no solamente describe la realidad, sino que, a través de un entramado semántico-práctico-tecnológico, desarrolla capacidades, promueve o facilita acciones y así enacta realidad; en algunos casos, haciendo emerger aquello que describe, en una especie de profecía autocumplida; en otros casos, los resultados performativos son más inespecíficos. De cualquier modo, este enfoque muestra el papel agencial de la ciencia en sus operaciones que aparecen como meramente descriptivas, papel que juega sin necesariamente tener objetivos de intervención.
Subyacen a todo esto las concepciones de una ontología relacional, que rechaza tanto la primacía de los átomos individuales como de las grandes estructuras y que, en cambio, sitúa las bases de la constitución de la realidad en el tejido relacional, del cual no escapa ni el propio observador, el cual también es parte de la realidad que observa y a la cual, indeclinablemente, influye, a través de su propia operación de observación6.
Conviene quizás precisar los enfoques que no sigo, para evitar malos entendidos. Aunque en el foco del estudio está la obra y trayectoria de tres intelectuales, la perspectiva seguida, presentada en los párrafos previos, se aparta de la propia a la llamada sociología de los intelectuales, expresada en autores como Mills, Coser o Mannheim. Considera algunas de las nociones de Bourdieu sobre campo científico y capitales, pero tampoco se encasilla en esa perspectiva de análisis. La investigación atiende a una perspectiva pragmática sobre la producción de conocimiento científico, la cual se considera que ocurre dentro de redes de producción, circulación y uso, con eventuales efectos performativos, en asociación con el despliegue de procesos de poder, englobables bajo el término gubernamentalidad.
La forma de abordaje seguida tiene similitudes con el enfoque que Eyal y Bucholz (2010) denominan “sociología de la intervención”. Tal término, sin embargo, no me parece el más apropiado. Tiene una connotación de instrumentalidad y deliberación que aprehende solo parcialmente el fenómeno. Las redes de producción, que son fundamentales en contraste con la mera creatividad individual, no se adivinan en tal término. La noción de performatividad no equivale a intervención. Si bien la performatividad involucra efectivamente intervención, explícita o no, deliberada o no, no toda intervención es propiamente performativa.
Objetivo
El objetivo en este trabajo es estudiar un hilo del complejo tejido discursivo que se va configurando desde los años 1960, el discurso sociológico, el cual no tiene la nitidez del discurso neoliberal ni la dominancia que el discurso católico tuvo en el siglo XIX, pero que es expansivo y moldea muchas realidades, haciéndose luego invisible, difícil muchas veces de discernir, aunque no por ello menos importante.
Mi interrogante más general es cómo ciertas construcciones sociológicas se constituyen, difunden y orientan interpretaciones colectivas, cómo se produce el flujo desde el campo de las ciencias sociales al de la vida social y política, cómo se entremezclan ciencia y normatividad social.
Aunque la producción de los relatos ocurre dentro de redes complejas de producción, difíciles de identificar y precisar, mi planteamiento operativo (o hipótesis auxiliar de trabajo) es que en ellas hay ciertos nodos centrales, ciertos individuos que son especialmente relevantes en la configuración de ella, particularmente a través de sus elaboraciones textuales, y que pueden tomarse como puntos de arranque para la exploración. Nuestra atención estará concentrada en tres de tales nodos centrales. Tomás Moulian, José Joaquín Brunner y Pedro Morandé. Un estudio anterior sobre el campo científico (Ramos, 2014a, 2012b) mostró que ellos estaban entre los nodos con más centralidad del campo de las ciencias sociales (sociología, ciencia política y antropología), centralidad que, además, mantienen durante un período prolongado, entre las décadas de 1980 y 2000, al menos. Estos tres autores aparecen, por otra parte, durante su trayectoria, como exponentes de tres tipos de narrativa que podríamos denominar crítica, modernizante y tradicional católica. Ya veremos, no obstante, que esta tipificación, aunque sirva de guía, simplifica elaboraciones sociológicas de gran versatilidad y complejidad.
Investigaciones en el área
Algunos aspectos de lo abordado en este libro han sido tratados, por diversos autores, en otras obras, con las cuales hay complementaciones, aunque los enfoques son diferentes. Sin pretender exhaustividad, mencionaré a continuación algunas de ellas; otras se encuentran citadas a través del libro.
Los trabajos de Cristina Moyano, MAPU o la seducción del poder y la juventud y El MAPU durante la dictadura (2009, 2010) hacen un iluminador recorrido sobre los “saberes y prácticas políticas” desarrollados en torno al MAPU, entre 1969 y 1989. Es una obra que se integra bien con el presente libro, sigue otras redes que se interconectan con las aquí seguidas. En sus libros aparecen Moulian y Brunner, pero dentro de un concierto de actores mucho más abundante, con los que guardan relación. Algo análogo se puede decir de los libros de Esteban Valenzuela, Dios, Marx… y el MAPU (2014a) y La conversión de los socialistas chilenos (2014b); la suya también la veo como una investigación complementaria, con su atención a prácticas, circulación de conocimientos y formas organizativas, descritas con precisión.
Varios autores han estudiado las conexiones entre expertos y tecnócratas con las labores de gobierno. En las obras de Joignant, quien los denomina technopols, hay un detallado análisis de los micromecanismos a través de los cuales circulaban y se ponían en acción los conocimientos de los intelectuales vinculados al gobierno de la Concertación de Partidos por la Democracia. Es un análisis de la microfísica del poder. También en esa línea está el trabajo de Mella (2011) sobre los centros académicos independientes y los intelectuales de la Concertación. Otras investigaciones relevantes para nuestro tema son los de Silva (2009), que estudia la tecnocracia en Chile desde principios del siglo XX, y de Gárate (2012a, 2012b), quien analiza el uso de conocimientos científicos, particularmente de tipo económico, bajo la dictadura y la primera década del gobierno de la Concertación. Este autor analiza la élite tecnocrática expresada en diversas entidades organizadas, como Odeplan, dentro del aparato de Estado, y Cieplan. La combinación de tecnocracia y política dentro de Odeplan, en los años de Pinochet, también es investigada por Huneeus (2008), adentrándose en el proceso técnico-político. Un estudio previo sobre los Chicago Boys de Valdés (1995) entrega más detalles acerca de la constitución y los vínculos internacionales de este particular grupo de tecnopols. Otra aproximación a las redes internacionales que cruzan el desarrollo de las ciencias sociales en el país se encuentra en la investigación de Beigel (2009, 2011). Sobre los economistas, están las obras de Montecinos (1998) y Montecinos y Markoff (2012). Moreno (2010) estudia los think-tanks y su incidencia en la formación de políticas públicas. Iglesias (2016) y Cortés (2018) han indagado, con diferentes aproximaciones, las elaboraciones sociológicas realizadas durante los años 1980 por un grupo de investigadores situados en SUR –los Touraine Boys– sobre el movimiento de pobladores y cuyas conclusiones niegan su carácter de actor político; Iglesias y Cortés atienden a los efectos performativos que tiene tal afirmación. Ariztía y Bernasconi (2012) estudian los relatos de cuatro sociólogos, Brunner, Garretón, Moulian y Tironi, durante los años 1990, aplicándoles un análisis narrativo. Proveen una visión sintética y bien desmenuzada del relato de expresión pública de estos autores. Este estudio tiene afinidades con nuestra investigación, aunque no atiende al proceso generativo de los relatos ni a sus redes de producción, ni a la complejidad científico-social involucrada, que son materia de nuestro trabajo. Un estudio que da buena cuenta de la performatividad del relato de los intelectuales de las ciencias sociales se encuentra en el libro de Puryear (1994), Politics: Intellectuals and Democracy in Chile (1973-1988), escrito muy cercanamente al proceso estudiado, aportando un esclarecido análisis, a lo cual suma las voces de los actores mismos. Entre este y los trabajos de Moyano, Valenzuela, Joignant, Cortés e Iglesias se obtiene un buen panorama de la imbricación científico política y de la potencialidad performativa de la construcción sociológica. Respecto a la conexión entre las elaboraciones sociológicas y el debate político son de particular relevancia las obras de Garretón (2000, 2012, 2014). Las conexiones entre relatos sociales y sociológicos, así como con la constitución de la identidad colectiva nacional, están indagadas acuciosamente en las obras de Larraín (1996, 2001, 2005).
Todos estos textos son complementarios para profundizar en el cuadro que traza la presente obra. Esta se suma a la indagación contenida en ellos.
Por otra parte, tal como este libro estudia la construcción de relatos sobre la sociedad y sus procesos y componentes, que hacen Moulian, Brunner y Morandé, estos tres autores han sido, a su vez, avezados analistas de la producción discursiva de las ciencias sociales y de sus entretejimientos sociopolíticos. Parte fundamental de sus propias elaboraciones ha sido, como veremos, el desmontaje y crítica de relatos previos. Este libro agrega una nueva capa de reflexividad, una meta perspectiva respecto a esa meta-perspectiva de estos tres autores (hago la labor de observador de observadores de observadores).
Considerando ese conjunto de publicaciones en torno al tema, ¿cuál es la contribución específica de este libro? Son varias las características propias del presente trabajo que estimo son fuente de aporte. Mencionaré seis: (1) El ángulo o punto de arranque, el cual está puesto en la elaboración científico social, y la atención a la particular clase de redes, en parte bibliográficas, que dan forma a estos relatos, yendo desde allí a la difusión y llegada al espacio público. (2) La atención prestada a las peculiaridades de la forma de construcción del relato científico social que en buena parte de los trabajos sobre estos temas se obvia y no se le presta ni atención ni importancia. (3) El foco en agentes individuales, los tres autores, permite profundizar en procesos que a través de la mirada colectiva se difuminan. (4) El análisis en paralelo de la construcción de la narrativa sociológica y de la constitución y reconstitución de las redes de producción, hace posible conjeturar sobre la influencia recíproca entre ambas, en su coevolución o coproducción. (5) La cobertura de cinco décadas aporta una mirada longitudinal de más largo plazo que la mayoría de los estudios mencionados. (6) La profundización en la construcción sociológica permite atender a la diferencia que tiene con las meras narrativas sociales y atender a sus méritos particulares.
Metodología
El método, en líneas gruesas, ha consistido en seguir a los autores a través de sus redes de conexiones personales, textuales e institucionales, desde los inicios de su actividad intelectual hasta el presente, un presente que había estado proyectado hasta el 2015, pero que, siguiendo los pasos de los tres autores, fue extendiéndose hasta el 2018. Tal seguimiento ha apelado fundamentalmente a las huellas textuales, pero también a entrevistas con integrantes destacados de sus redes (personales, intelectuales, políticas, institucionales). No se trata propiamente de una biografía ni de una prosopografía, aunque tiene algunos rasgos de ambos procedimientos.
Esquema de análisis
Para el estudio de los relatos y de su proceso constructivo y de difusión y efectos, distingo los siguientes componentes:
(1) La red de producción de la cual nuestros autores son parte y en la cual toma forma el relato. Ella a su vez está compuesta de diversos tipos de redes que se entremezclan, y que podemos sintetizar en las cuatro siguientes:
a. Redes interpersonales, tanto con otros integrantes del campo científico, como con integrantes de otros ámbitos de la vida social: con autoridades estatales, representantes políticos, integrantes de movimientos sociales, etc. Estas redes, a su vez, son tanto nacionales como internacionales.
b. Conexiones institucionales: la inclusión de los autores en particulares instituciones formativas; las pertenencias o adscripciones institucionales; la labor de asesoría o consultoría con instituciones; la participación en comités de revistas, en academias, en consejos institucionales, etc. Tal como en el caso anterior, estas conexiones también son nacionales e internacionales.
Estos dos primeros conjuntos de redes son fundamentales para la incorporación en el relato científico de elementos que van más allá de los contenidos explícitamente científicos, para la incorporación de supuestos y creencias de trasfondo, de elementos o criterios normativos y otros aspectos habitualmente no tematizados en la investigación, sino que asumidos de manera tácita y con frecuencia de modo no plenamente consciente.
c. Redes intertextuales. Es propio de la producción científica hacer uso de la acumulación internacional y nacional. Esto significa que los textos propios de un investigador contienen múltiples referencias a otros textos, usando de ellos elementos teóricos, metodológicos y empíricos, o entrando en diálogo con ellos, sea para reforzarlos o cuestionarlos. Esta red es fundamental para la construcción teórico metodológica de la investigación. Considero los hilos fundamentales de procedencia de los contenidos presentes en los relatos estudiados, los autores y teorías que les sirven de apoyo, tanto teórico como empírico, y la red textual de lo escrito por el propio autor y cómo ella va extendiéndose y densificándose. Tales redes intertextuales pueden entenderse como redes de influencia, pero también son redes de abastecimiento de recursos teóricos y metodológicos, analíticos e interpretativos, que alimentan la creatividad local, siendo apropiados y reconvertidos por nuestros autores.
d. Red de transporte de la referencia. El relato sociológico no es como cualquier otro relato sobre la sociedad, como puede ser el relato religioso, el relato literario o el meramente ideológico. En la elaboración narrativa científico social es fundamental, por una parte, su armazón teórico conceptual y metodológica, nutrida decisivamente por vía de la red intertextual y, por otra parte, el proceso de revisión y ratificación, rechazo o modificación de sus afirmaciones a partir del diseño de alguna forma de conexión con el mundo, de manera tal de generarse “irritaciones”, como dice Luhmann, que lleven a la revisión del conocimiento científico acumulado y al aprendizaje cognitivo. Esta conexión es entendida por Latour como una cadena de operaciones a través de las cuales circula la referencia desde el mundo, desde el espacio de la experiencia, hasta las oficinas o lugar de trabajo del investigador y que, finalmente, en forma muy “aplanada” y plegada, es llevada a sus publicaciones (Latour, 2001; Latour y Woolgar, 1986; Ramos, 2012c). Por medio de ella se introduce en el texto ese material acarreado: experiencias diversas de la población del país, del momento presente o de la historia anterior. Esta es una red de conexiones distintiva de la ciencia y fuente de su peculiar potencialidad orientadora con respecto a la realidad.
La red de producción, propiamente hablando, está compuesta por todas estas subredes7. No obstante, dentro de la presentación a lo largo del libro hablaré con frecuencia de “red de producción”, con esas palabras, para referirme a las dos primeras, que corresponden a las redes desde las cuales se articula el relato. A las dos segundas me referiré con su nombre particular –red intertextual o red de circulación de la referencia–, como redes cuyos contenidos circulantes son objeto de integración al relato.
(2) Los relatos mismos. Respecto a este segundo componente, estudiaré la construcción argumentativa, con su tejido teórico y con el material evidencial que le sirve de sustento, todo lo cual adopta expresión textual de acceso público en la forma de publicaciones. A través suyo emergen entidades, procesos y relaciones atribuidos al mundo, configurándolo de modos determinados y otorgándole sentido. En cuanto elaboración científica, este relato se guía por el código de la verdad; cuando menos, la noción de verdad sirve como ideal regulatorio. Junto con estos elementos, que son los propios de la construcción propiamente científica, también revisten importancia el estilo en la redacción y las formas retóricas que se empleen, que contribuyen a la persuasión de sus receptores tanto dentro como fuera del campo de la ciencia. Atiendo a los ejes argumentales, al estilo y a las características retóricas de los textos. También, en algunos casos, cuando sea relevante, aludiré a los soportes materiales del texto. Aunque estos análisis los he hecho con respecto a una gran cantidad de textos, aquí solo presentaré algunos de ellos que sean especialmente relevantes.
(3) La difusión y alcance logrado por los relatos es el tercer aspecto a analizar. La publicación de artículos y libros proyecta el alcance de los relatos. Las ediciones de libros para publicación masiva lo extienden más allá de las fronteras de la ciencia. Los textos se hacen parte de prácticas y son usados para fines diversos por los actores sociales. Eventualmente los relatos tienen algún grado de performatividad. Al respecto, es necesario advertir que la forma en que estas narrativas se entretejen con la trama discursiva y práctica de la sociedad es extremadamente compleja y muy difícil de desentrañar. Por tanto, lo más que podré hacer es señalar algunos eslabonamientos destacados y plantear ciertas inferencias plausibles sobre la forma general y dirección de tal proceso de difusión. Del mismo modo, sobre el resultado performativo de tal diseminación del relato haré algunas conjeturas generales apoyadas en la información obtenida8.
Selección de autores
¿Cómo indagar simultáneamente en el contenido de publicaciones sociológicas, redes de producción de ellas y performatividad que logran los sociólogos estudiados? Ante la abundancia de sus trabajos sociológicos, sobre todo si la intención es cubrir el desarrollo histórico de los relatos, era necesario tomar opciones que restringieran el campo de estudio, que definieran una ruta relativamente acotada a seguir en la investigación. La decisión fue seleccionar la obra de unos pocos autores que constituyeran nodos centrales en las redes de elaboración de relatos sociológicos en el país y, a través de ellos, explorar las conexiones desplegadas, en un recorrido temporal que cubriera desde los inicios de la sociología, de la sociología institucionalizada, en el país.
Una estrategia alternativa podría haber sido comenzar por identificar relatos, hacer un mapeo de tales relatos y de allí identificar autores. Pero, ¿cómo hacer tal mapa?, ¿qué corpus seleccionar para ello?, ¿desde dónde partir? De cualquier modo que respondiera a tales preguntas, una vez identificado un conjunto de relatos podría dirigir la indagación hacia su red de producción. Esta sería una red compleja, con diferentes centros y agrupaciones. ¿Cómo abordarla? ¿Sería útil hacer un análisis de redes? En fin, es una estrategia que tiene sus potencialidades, pero también sus incógnitas y dificultades. El balance de beneficios y costos me llevó al camino finalmente adoptado, de poner el foco en tres autores y seguirlos.
Los tres autores fueron seleccionados dentro del grupo de los que son más citados en el campo de las ciencias sociales y de los que tienen más visibilidad en la esfera pública medial (Ramos, 2012b, 2014a, 2012a). Los tres sociólogos elegidos son conspicuos intelectuales, importantes creadores y difusores de conocimiento científico social, muy productivos, ampliamente reconocidos, dentro y fuera de la academia, y que han recibido distinciones nacionales e internacionales por su obra. Están entre los más leídos y citados del país durante los últimos 30 o más años. Los tres han aplicado extensamente las herramientas de la sociología para comprender y explicar la realidad social en que vivimos.
Hay algunos otros nombres que podrían haber sido elegidos. De hecho, tuve varios en carpeta. En listados iniciales consideré también a Manuel Antonio Garretón, Eugenio Tironi, Gabriel Salazar y, como exponente de una generación más reciente, a Alberto Mayol.
Garretón es un destacado intelectual público, con una obra reconocida, y cuya voz se ha escuchado en torno a la política y sociedad en Chile desde la década de 1970, e incluso antes, cuando formó parte del movimiento estudiantil en la Universidad Católica. Su producción y labor de difusión de sus ideas tiene una magnitud comparable a la de los autores seleccionados. Pese a que era un buen candidato, finalmente no lo elegí porque tenía, al menos en el período inicial, bastante superposición con Moulian, y mi intención era explorar zonas discursivas más marcadamente diferenciadas, más contrastantes. Por tanto, debía elegir entre ambos, y Moulian es el que deriva más marcadamente hacia la zona crítica que era importante aprehender.
Un muy interesante exponente de las narrativas sobre la sociedad es Norbert Lechner, quien agrega una dimensión subjetiva ausente en otros relatos. No lo incluí en el listado dado que opté por concentrar la atención en los sociólogos y la elaboración argumentativa desde tal disciplina9. A Jorge Larraín no lo consideré, por su larga ausencia del país, durante 20 años, y por su mayor reclusión en la academia. A Salazar, pese a que es historiador, en principio pensé incluirlo, por su formación como sociólogo en su doctorado y porque da forma a un relato marcadamente contrastante con el de los otros autores, con su atención a las luchas y movimientos populares y a lo que llama el “bajo pueblo”, aunque es un relato de menor difusión. También incluí al inicio a Eugenio Tironi, quien llega a establecer una conexión con el mundo de la empresa que los otros no tienen, y que muestra una deriva en sus redes de producción y una elaboración narrativa atractivas de indagar. Mayol, otro nombre en la lista inicial, refleja un nuevo tipo de relato, usando estilo y recursos diferentes, en conexión con una red de producción también contrastante.
Luego de un cierto trecho, tuve que decidir acotarme a solo los tres autores indicados. No resultaba razonable o estratégicamente conveniente tratar de abarcar más. Estudiar a todos los candidatos pensados, aunque resultaba sumamente atractivo, hubiera multiplicado textos, lecturas, análisis y escritura, de manera inmanejable. Agregar otros cientos de publicaciones para leer y analizar, con el derivado de al menos otras 300 páginas de escritura, era demasiado para este investigador y habría sido excesivo para el lector, que ya reclamará por la longitud del actual. Por otro lado, tal obra ampliada, en su elaboración, tendría que haberse demorado, al menos, otros tres años más.
De todos modos, si bien estos otros autores son excluidos como focos centrales de atención, no dejan de tener presencia en el libro. Emergen reiteradamente como actores ineludibles de la trama.
Métodos de recolección y análisis de información
La investigación siguió a los tres autores en sus trayectorias biográficas explorando sus redes de producción, las características de su obra y del relato sobre la sociedad que toma forma en ella. Con tal fin, las fuentes de información fueron: (1) cuarenta entrevistas realizadas a informantes estratégicos vinculados a tales trayectorias: colegas, colaboradores, amigos, parientes, autoridades, etc.; (2) material de prensa de todo el período histórico cubierto referido a nuestros autores y su obra (más de 200 artículos de prensa); (3) las publicaciones de los autores, realizando un registro y revisión exhaustivos de ellas, que suman más de 900, y el análisis posterior de tal producción; (4) la revisión y uso de documentos y materiales de diversa índole que sirvieran para proveer información sobre la trayectoria, instituciones de pertenencia y conexión u otras materias de relevancia.
Una tarea inicial, menos sencilla de lo que parece, fue armar el corpus de publicaciones de cada autor. Las publicaciones de estos autores están desperdigadas en revistas y libros, muchas de ellas de la etapa predigital, y a través del mundo, lo que dificulta encontrarlas. Brunner, si bien es el que cuenta con una obra más abundante y más dispersa internacionalmente, es también el que más facilita el trabajo, proporcionando listados de sus obras y poniendo en Internet parte de sus publicaciones. Aun así, tampoco sus registros están completos y varios textos no conseguí encontrarlos. De cualquier modo, el listado de publicaciones que se incluye al final de este libro reporta una proporción muy cercana a la totalidad y nada hace pensar que en obras no incluidas o no encontradas se halle algo significativamente diferente a lo revisado.
En la reconstrucción argumentativa constituyente de los relatos opero directamente con el material textual escrito por los autores, esforzándome por ser adecuadamente fiel a los textos, procurando entender y expresar las ideas contenidas en ellos, sustentando mis interpretaciones en ellos sin elaboraciones artificiosas. En la presentación empleo el propio léxico de los autores e intercalo citas que permiten captar no solo sus ideas, sino que también su propia “voz”: su estilo, retórica y forma narrativa. Atiendo a lo que los textos dicen y procuro transmitirlo, de manera sintética, en el libro. Pese a todo eso, por cierto, ineludiblemente, lo que presento es una traducción; realizada desde un lugar de observación diferente al de los autores estudiados. Toda lectura e interpretación de un texto lo es. Estoy leyéndolos desde mis inquietudes en el presente, el presente de la segunda década del siglo XXI, en un Chile que, según diversos analistas, estaría iniciando un nuevo ciclo político.
El análisis sigue el esquema previamente anotado. En base a él, junto con la identificación de la red de producción y el relato que se genera en ella, una preocupación analítica destacada es examinar la relación entre la red de producción, incluyendo las interacciones del autor dentro de ella, y la configuración del relato. Las controversias ayudan a precisar aspectos críticos de los relatos; en consecuencia, presto atención a varios debates en que entran los autores. En ellos se perfilan líneas centrales de los relatos al ser confrontados.
Se hizo un registro exhaustivo de las publicaciones de los tres autores, sumando 95910. De ellas, no accedí ni material ni digitalmente, a alrededor del 5 %. Revisé y leí, con diferentes grados de aplicación, todas las publicaciones encontradas, descontando aquellas cuyo contenido era reiterativo respecto de otras del mismo corpus. A las que aparecían como más destacadas y representativas de los distintos períodos les apliqué una detallada pauta, describiendo y analizando, a través de ella, diversas características. Este subconjunto se compone de cerca de 300 textos, y en él está la casi totalidad de los libros. Las características registradas fueron las siguientes:
(1) Problema o pregunta que se responde con el texto; de qué se quiere dar cuenta.
(2) Elementos centrales del contenido semántico (argumentos, conceptos, relaciones).
(3) Entidades presentes en la trama argumental (estructuras sociales, entidades humanas, mecanismos explicativos, etc.).
(4) Forma en que es presentada la cadena referencial; forma de transporte y presentación de la evidencia empírica.
(5) Características retóricas del texto: rasgos destacados del estilo y recursos retóricos empleados y que juegan un papel relevante en la construcción narrativa.
(6) Contenido evaluativo o normativo con respecto a la realidad estudiada.
(7) Destinatario potencial del texto, intencionado o esperable.
(8) Emociones o reacciones que el texto puede evocar o activar, si es el caso (inferido a partir de mi propio acercamiento al texto e imaginación de reacciones posibles).
(9) Performatividad del texto: qué puede inferirse que el texto hace o puede hacer en sus espacios posibles de uso.
(10) Referencias bibliográficas más destacadas (en cuanto a su uso por el autor analizado) presentes en el texto y algunas características de los principales autores citados.
La cantidad total de textos que revisé y leí de los tres autores, con o sin aplicación de tal plantilla, es de alrededor de 800.
Aclaraciones
En los capítulos siguientes analizo la narrativa sociológica que construye cada autor en su búsqueda de comprensión y explicación de la sociedad. En cada narrativa distingo ejes argumentales, estructuras conceptuales y mecanismos explicativos. Me refiero a tales construcciones como “relatos”. Esto no quiere decir que cada autor constituya un relato único y homogéneo, ni que las construcciones narrativas de cada autor no tengan variaciones en el tiempo. Me refiero al “relato de Moulian” o al “relato de Brunner” para aludir a ese conjunto de elaboraciones discursivas de cada uno. A través del libro exploraremos cómo algunas de tales elaboraciones alcanzan mayor coherencia, responden mejor a las búsquedas de sentido de la población y, a través de sucesivas traducciones, llegan a una audiencia más extensa que la meramente académica, convirtiéndose de relato sociológico en relato social. El término relato es, así, usado flexiblemente y simplifica tal complejidad.
Las reconstrucciones biográficas suelen realizarse buscando hacer coherencia, construyendo un relato que haga sentido. Con ello se incurre en lo que Bourdieu (2011) denomina la “ilusión biográfica”: la imputación retórica de linealidad y consistencia para fines de hacer sentido en la audiencia, al mostrar la coherencia de una identidad. Las vidas, por el contrario, tienen discontinuidades, contradicciones y aleatoriedad, muchas veces como resultado de ajustes a sus cambiantes entornos. Aquí no busco construir “relatos de vida” de los tres autores, ni pretendo alinear su pasado con su presente. Expongo algunos fragmentos de la vida de estos autores y sus conexiones con sus redes personales y textuales, y con su producción general, pero sin pretensiones de totalizar hacia su vida personal.
Tal como los tres autores realizan un reiterado trabajo de investigación sobre la realidad social, yo, por mi parte, recojo y sintetizo sus interpretaciones, procurando hacerlo con rigurosidad, pero también, inevitablemente, hago mis propias interpretaciones. De un trabajo interpretativo no cabe esperar una validación objetiva (¿cómo podría lograrse eso?), pero sí que pase la prueba de la coherencia argumental, del adecuado y fidedigno uso de las fuentes y de la consistencia con otras interpretaciones, llevando a cabo una lectura cuidadosa de cada texto en conjunto con las otras obras del autor. Como advierte Humberto Eco (1997: 34), “no todo acto de interpretación tiene un final feliz”, si no repara en criterios como los indicados. A ellos he atendido lo mejor que he podido, confiando en reducir los riesgos de infelicidad interpretativa.
El producto de este trabajo tal vez sea un híbrido no fácil de clasificar. No es la biografía de tres sociólogos. No es una historia de las ideas. No es un libro de teoría sociológica chilena. No es un libro de historia de la sociología en Chile en las últimas cinco décadas. No es eso; pretende ser otra cosa: un análisis pragmático de los relatos sociológicos de tres autores y de sus redes de producción. Pero también tiene algo de todo eso que cabalmente no es.
Si bien estamos en tiempos en que se valoran los híbridos, cuán digno de merecerlo sea este es algo que quedará a juicio de cada lector.
Subproductos
Aunque la atención central del libro está puesta en la elaboración de los relatos sociológicos dentro de redes de producción y su proyección hacia las interpretaciones que circulan y se usan en la vida institucional y cotidiana, el libro también aporta una panorámica del trabajo de elaboración teórica de índole sociológica realizada en el país, desde los inicios de la institucionalización de la sociología. Permite, en particular, adentrarse en el quehacer intelectual de tres sociólogos durante alrededor de medio siglo. Se los ve afinando sus herramientas teóricas, procesando material informativo, conectándose de variadas maneras con el mundo, buscando dar cuenta de la realidad en la que están sumergidos y responder a sus compromisos, científicos, políticos, institucionales, religiosos o de cualquier otro tipo. Y sobre todo, lo más evidente, se los ve escribiendo, escribiendo mucho. A quien no haya conocido a estos tres autores, o los conozca poco, esta obra podrá darle una visión más completa sobre ellos. A quien no conozca sobre el trabajo sociológico de elaboración teórica en el país, el cual, por lo demás, es en general poco conocido, incluso en las escuelas de sociología, este libro puede proveerle una visión instructiva. Probablemente pueda ayudar a ver tal elaboración, con sus potencialidades y restricciones, con su fuerza transformadora y sus condicionamientos. No solo se observa la elaboración de sus armazones sociológicas argumentativas, sino que, además, lo que sus autores y otros actores sociales están haciendo con ellas. Esos textos con elaboraciones sociológicas están enraizados en redes de prácticas, conectándose con redes mundiales de producción de conocimientos, y esas elaboraciones son usadas prácticamente en la vida social e institucional, frente a los desafíos de la contingencia. Son una parte del mundo social, tanto en su producción como en su uso y derivaciones. Se constituyen así en componente destacado de la autodescripción y reflexividad de la sociedad.
Siempre una obra puede leerse de muchas formas. Para quien no esté interesado en la elaboración teórica, este libro, aunque no es su objetivo, puede ser leído, o al menos parte de él puede serlo, como la historia de tres sociólogos. Eso es lo que aparece en la primera sección de los capítulos I al VI. La segunda sección de esos capítulos contiene la revisión de las obras, atendiendo a su construcción argumentativa, forma de conexión con el mundo, retórica empleada y otros aspectos relevantes. La revisión comprimida de una gran cantidad de obras, sumada a las complejidades teóricas de algunas de ellas, hace que el producto probablemente no sea de lectura veloz, haciendo tal vez recomendable una lectura selectiva.
Asumo, a posteriori, que este libro pueda servir para tal labor de difusión sobre la elaboración sociológica nacional y sobre las “vidas ejemplares” de sociólogos. Esto último sin la pretensión de canonizarlos, sino de mostrarlos como ejemplos destacados de lo mucho que se puede hacer como sociólogo y del esfuerzo y autodisciplina que ello requiere.
El texto provee una descripción de cadenas argumentativas que se extienden durante las últimas décadas y que ayudan a comprender, así como a interrogar, los nuevos relatos sobre la sociedad que emergen, sobre ese telón de fondo discursivo, desde mediados de la década del 2000, y a los que han contribuido nuevos autores, tales como Fernando Atria, Kathya Araujo, Aldo Mascareño, Alberto Mayol y Carlos Ruiz Encina, trayendo renovadas narrativas.
Orden de la presentación
La exposición del proceso de constitución del relato y el despliegue de la red de producción siguen la perspectiva temporal asociada a la trayectoria de los tres autores. Iremos analizando, por tanto, las reconfiguraciones que ocurren en redes y relatos, y las interconexiones entre ambos planos durante el período estudiado. La atención central estará en los ciclos de producción de cada uno, que, en conjunto, se extienden desde 1965 hasta la actualidad. Lo mismo hago con respecto a las obras: sigo la secuencia de su elaboración.
De tal modo, en los capítulos I, II y III, comenzaré presentando la trayectoria, obra y relato sociológico de los tres autores, Moulian, Brunner y Morandé, sucesivamente, llegando hasta la década de 1980, aunque hasta un diferente año específico en cada caso, hasta un año en que hay alguna inflexión o algún hito destacado en la producción intelectual de cada uno. En cada capítulo presento primero la trayectoria y red de producción, y luego la obra y aspectos del relato que son destacables durante el período de referencia. En los capítulos IV, V y VI repito la misma pauta de presentación en referencia a los tres autores en el período restante hasta aproximadamente 2018. El Capítulo VII rompe con el orden seguido, tratando por separado una dimensión de la elaboración sociológica de Brunner, la referida a la educación superior. La gran relevancia que esta temática llega a alcanzar a lo largo de toda la trayectoria de Brunner y en su obra, así como las complejidades del entrelazamiento entre el relato sociológico y los procesos sociopolíticos, que se manifiestan en la cantidad de páginas requerida para abordarlo, me convencieron para tratar separadamente esta área de la obra de Brunner, aunque con ello rompa la armonía expositiva. En el Capítulo VIII atiendo a grandes debates ocurridos en este período, en los cuales están involucrados muy centralmente Brunner y Moulian. Uno de ellos, en particular, sirve para contrastar las construcciones de estos autores en torno a varios ejes centrales en sus elaboraciones. Finalmente, en un capítulo de conclusiones, destaco algunos puntos que estimo merecen atención y reflexión, y menciono algunas líneas de potencial interés investigativo.
Al final del libro se incluye un listado de las obras de cada autor que procuré fuera lo más exhaustiva posible. Tal intención llevó a una extensa búsqueda de publicaciones tanto nacionales como internacionales, en los diferentes formatos posibles. Al final se logró una gran cobertura, pero algunos textos, especialmente publicados en el extranjero, no fue posible encontrarlos y algunos registros son incompletos. He chequeado, además, numerosas veces la precisión de textos, años y páginas, buscando minimizar los errores. Las referencias que hago a los textos de los autores permiten que cada lector realice su propio recorrido a través de ellos.