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2ª Predicación: “Angustias y fobias II”

“Examínenlo todo, quédense con lo bueno”.

1ª Tesalonicenses 5, 21.

La objetividad nos propone la distancia psicológica de los hechos y personas con que nos topamos. Nos permite evaluar y clarificar, sin la influencia de “voces extrañas” (murmuraciones, fines personalistas…) que otros pueden pretender inculcar. La objetividad forma parte de la esencia del sentido de la vida… Y llamamos esencia a aquello que define, limita, pone fin y, por tanto, establece sentido.

Este verbo “establecer”, garantiza la fidelidad a la opción hecha. La continuidad en aquello que entendemos, nos genera felicidad y ayuda a crecer como seres humanos y en Cristo. Por eso, Santa Teresa, nos recuerda que “al que tiene a Dios nada le falta, solo Dios basta”. No obstante, a esto hay que llegar, no es una mera emoción, es una determinación de nuestros sentimientos. La finalidad siempre es indispensable para completar el sentido de la vida, el siempre presente ¿para qué?, pregunta que tiene que ver con la moralidad teológica.

Cristo el Señor constantemente en su conducta nos señala la importancia del para qué. Él se encargó de mostrarnos en él mismo, el camino que conduce al Padre. Ese Padre es el Autor, Creador y Dueño de nuestra vida.

En esta perspectiva es que sugiero integrar a la vida una mirada escatológica (ver la eternidad como un espejo según dice Santa Clara de Asís) y no ver la vida desde el prisma apocalíptico. Jesús valoró la tierra, de ahí que fue enviado por el Padre.

Esforzarse por descubrir y encontrar el sentido por el aquí y ahora es muy importante para el allá y el después. Esto es Evangelio.

Para poder ayudarnos a elaborar interiormente el sentido de la vida, esclarezcamos cuatro posibilidades que nos permiten acceder a un proceso de priorización y a la respuesta en nuestro caminar, a saber:

a. Sentido semántico (de nuestras palabras y actitudes): es la relación entre signos y objetos.

b. Sentido télico (final): con algo que es un medio que persigue un fin. La relación es entre un acontecimiento y otro.

c. Sentido lógico o fundamentante: relación entre un enunciado y su fundamentación.

d. Sentido de motivación: relación entre comportamiento y su motivación.

Alguna vez Freud sostuvo que “el subconsciente ni miente ni envejece”. Algunos no aceptan a Freud y rechazan de plano sus teorías. Entiendo que eso viola el principio bíblico en el que San Pablo nos dice: “Examínenlo todo, quédense con lo bueno”, 1ª Tesalonicenses 5, 21.

Cuando Freud escribió esas palabras significó sencillamente que las experiencias ocultas de nuestro pasado influencian nuestro presente, incluso nuestro futuro. Por supuesto, un punto de vista espiritual no tiene pasado, presente ni futuro. Es una terminología que aconsejo tener presente porque el pasado es activo, lo cual significa que la persona no olvida lo que le ocurre. Puede ser que no lo recuerde y llame a eso olvido; lo que en realidad hace es empujar las experiencias dolorosas hacia la mente subconsciente. En lo emocional y en lo espiritual, no existe el tiempo ni el espacio. Los dolores hay que tratarlos para erradicarlos en Cristo, definitivamente. No tocarlos es un grave error porque generan represión. Si uno lo libera las represiones acumuladas, corremos el riesgo de entrar en trastornos mentales.

Nos preguntamos y nos respondemos:

• ¿Qué cosas en mi vida aún no han sido resueltas? ¿Por qué?

• ¿Qué impide que hoy seas lo que desearías ser?

• ¿Qué importancia genera Jesús con su Evangelio en tu presente? ¿Cómo calificarías: indispensable, saludable, liberadora, contenedora, protectora, alentadora?

• ¿Adviertes la necesidad interior de entregar en el retiro de hoy algún dolor del pasado o inquietud del presente? Si la respuesta es sí, no dudes en decirle: “Señor Jesús, aquí y ahora te entrego esto que tanto me ha pesado o pesa actualmente:

“Tu, Señor, reinas para siempre,

y tu nombre permanece eternamente”.

Salmo 102, 13.

El sentido de la vida

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