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3ª Predicación: “Angustias y fobias III”

“Porque mis días se disipan como el humo,

y mis huesos arden como brasas”.

Salmo 102, 4.

Aceptemos benignamente las pérdidas inevitables de la vida. Dios, en su misericordia, nos ha suministrado capacidades, entre ellas la eficiencia. Al conceptuar esta palabra nos aproximamos a descubrir habilidades, actitudes predisponentes, inclinaciones hacia el progreso, apertura de caminos, etc.

Siempre comprendamos que la personalidad está integrada por la constitución (lo físico, lo heredado genéticamente), el temperamento (características afectas estables predominantes) y el carácter (conducta habitual).

Nosotros inmiscuyámonos en lo que hace a aquello que es modificable desde un punto de vista psico–espiritual: la conducta.

El sentido de la conducta radica en el contexto del cual ésta emerge, es decir, en el conjunto de relaciones que hemos establecido en la vida. Distintos tipos de relaciones establecen distintas modalidades de sentido. Estas se refieren a las distintas relaciones que tiene una conducta o una situación con otras conductas o situaciones, ubicadas, estas últimas, en el presente, en el pasado o en el futuro.

Prestemos nuevamente oídos a aquella enseñanza de Freud y es que “el subconsciente ni miente ni envejece”. Con esto se sostiene que las experiencias ocultas influencian nuestro presente e incluso nuestro futuro.

Claro está que el Señor Jesús vino a “liberar a los oprimidos; a los cautivos” (Lucas 4), lo cual está en concordancia con nuestro pasado. Y podemos preguntarnos ¿cómo se activa el pasado? Y la respuesta es: por asociación. Vemos imágenes que nos recuerdan situaciones vividas, aunque no iguales, pero sí similares. La similitud es un instrumento de la razón para asociar. Otras veces, palabras, dichos, actitudes, tonos de voz…

En la vida, a pesar de que pueda no haber dolor sino interrogantes, existen “transacciones incompletas”. Dios, en su gran sabiduría, nos creó para que fuéramos seres completos, tanto física como emocional y espiritualmente. Este es el principio que se denomina homeóstasis por el cual todos los organismos tratan de mantener un equilibrio interno. Por ejemplo, cuando sentimos la necesidad de comer algo dulce, el cuerpo necesita azúcar, lo mismo en otras situaciones. Muchas personas están desequilibradas debido a un “negocio” inconcluso o a una transacción incompleta o alguna deuda de amor.

Todo conlleva a que en el presente nos encontremos con un proceso del pasado incompleto. Y la ausencia de logros pauperiza el sentido de vida. Cuanto más incompletez mayor será la demanda hacia el pasado. Podemos, a primera vista, tomar dos caminos:

1. Iniciar un proceso de depresión.

2. Cerrar capítulos de la vida definitivamente.

También conviene considerar que muchas de las circunstancias de la vida pueden dar paso a pérdidas que producen depresión.

√ Dificultades económicas: vivimos en una sociedad materialista que depende del dinero. El materialismo conduce a experimentar depresiones reactivas. Con la inestabilidad de la economía nacional y mundial, más y más personas tienen menos para vivir. Esto es una pérdida significativa.

√ Problemas de trabajo: en muchos casos las fuentes laborales se convierten en una fuente importante de tensión y de dificultades. Se soporta en función de ganarnos la vida. Los ambientes de trabajo son cada vez más conglomerados; el hombre parece que se está robotizando.

√ Problemas con la familia y los hijos: aquellos que están más cerca de nosotros son frecuentemente la causa de nuestros dolores más profundos. Incluso, aquellos padres cuyos hijos no llegan a ver lo que ellos deseaban pueden experimentar pérdidas significativas. Los conflictos más comunes son entre padres e hijos. Por eso, se tornan en una seria fuente de depresión.

√ Problemas con los hábitos: algunos se hacen adictos a ciertos patrones de conducta social y económica, como en el caso del prestigio o la reputación. Además de otros hábitos tales como la droga, el sexo fuera de un contexto de amor bendecido, el juego, el alcohol, el trabajo…

√ Poca autoestima: puede ser tanto síntoma como consecuencia de la depresión. Recuperemos la dignidad que es lo que mayormente se desintegra en la autoestima; indaguemos sobre lo que implica la palabra dignidad.

√ El paso de los años: A medida que nos acercamos al tiempo de promediar nuestra vida y hacia el final de la misma, la conciencia de que tenemos un tiempo de vida limitado se hace muy real. En estos tiempos, cuando empezamos a pensar acerca de lo que no hemos logrado hacer, puede advenir una depresión. Dos pautas importantes que pueden favorecernos, y mucho, son:

1. Todos tenemos una duración.

2. Aceptemos nuestros límites. Recordemos que cada uno hizo lo que pudo en la su vida. Los límites (biológicos, psicológicos, espirituales) deben sonar más frecuentemente en nuestro interior.

√ La soledad, el aburrimiento y la desesperación: Fuera del ambiente fraterno de comunidad, nos hemos venido convirtiendo en una sociedad solitaria. La gente no siempre se saluda en un ascensor y son todos consorcistas… El saludo “Buen día” al llegar al trabajo, tantas veces pronunciado casi obligatoria y desganadamente, etc. Esto nos hace pensar y evaluar si nosotros tenemos una clara idea de los propósitos de Dios en la vida o bien la clara idea de cuánto Dios actúa en nosotros para llegar a la felicidad.

√ La falta de vínculos: Se da cuando aún no hemos logrado estar vinculados a algo mayor que uno mismo, a Dios. Es la primera fuente que asegura el sentido de la vida. Dios es Autor, Creador y Dueño.

Nos preguntamos y nos respondemos:

• ¿Puede nuestra actitud y conducta causar depresión? Sin lugar a dudas. Analicemos distintas causas que pudieron haberse infiltrado en nuestra historia.

• Descontento: Es la tendencia de envidiar a otros y no estar satisfecho con lo que hemos hecho o resentirse por y con lo que tenemos.

• Escala equivocada de valores: Juzgar equivocadamente lo que es importante en la vida y la tendencia a concentrarse demasiado en cosas insignificantes.

• Creencias equívocas: Inclinación de creer que todo debe sernos favorable, o que la vida solamente debe presentarnos bendiciones.

• Reacciones equivocadas: Ser demasiado sensible en cuanto a lo que nos dicen o nos hacen, o ser inmaduro y no ser capaz del equilibrio adecuado.

En cada uno de nosotros hay una necesidad puesta por Dios que debe ser satisfecha y es la Unidad con Él. Siguiendo los textos patrológicos (inherentes a la creación), el hombre original es un ser completo. Fue el pecado el que desequilibró su vida y destruyó la visión de perfección. Ahora, mediante Cristo Jesús, queremos ser de nuevo completos; esto crea tensión. Sin lugar a dudas que escudriñar el pasado para completar asuntos inconclusos produce temor. Más aún, solo pensarlo, atemoriza a las personas. Es difícil volver atrás y completar tareas inconclusas.

Es en el presente en el que podemos aplicar lo que Blumenfeld denomina “sentido éidico”: se refiere a la relación de la parte con el todo. Dicho de otro modo, es la inclusión de conductas coexistentes en una solo conducta total. En síntesis: la conducta psicosocial, sociodinámica e institucional es una sola conducta.

Si a lo largo de nuestra vida aparecen sentidos contradictorios o al menos no concordantes, éstos pertenecen a la estructura objetiva del fenómeno y no a las deficiencias metodológicas.

El apóstol Pablo nos enseña que debemos “andar en el Espíritu”, por lo tanto, eso es algo que se aprende; en algún momento de la vida conviene confrontar los conflictos no resueltos y desarrollar nuevas formas de contender con nuestras emociones. El pasado nos puede ser útil para traer hoy a la memoria cómo tratamos de resolver nuestros desafíos: ¿enfadándonos?, ¿pateando el piso?, ¿huyendo?, ¿escondiéndonos?, ¿delegando a otros? Recordemos que la conducta infantil es evasiva. La conducta adulta analiza y cambia el modo de responder en el presente para que la vida nos brinde una respuesta que corone nuestros esfuerzos.

Nos preguntamos y nos respondemos:

Pistas de pensamientos para que a partir de hoy nuestra vida encuentre un sentido desde Cristo y para el Señor.

• No pretendas cambiar el mundo, tu familia, intenta cambiarte a ti mismo.

• Haz de tu historia personal y vincular, un canto de alabanza, evitando los desaciertos ya que todos los hombres los tenemos.

• Inhala el Nombre de Jesús las veces que lo necesites y exhala tu aliento con Su Nombre para aliviar tu alma.

• ¿Qué opinas de la siguiente afirmación?: “El más placentero desafío es ser como Cristo”.

• Amar es donarse uno mismo (Santa Teresita).

• No permitas que la depresión enseñoree tu vida. Sólo Jesús debe hacerlo, su amor, su perdón, su comprensión.

• ¿Por cuál (es) de todos ellos, hoy, optas para completarte y así tu historia frente a Dios no quede desintegrada?

“Confía en el Señor y practica el bien;

habita en la tierra y vive tranquilo;

que el Señor sea tu único deleite,

y él colmará los deseos de tu corazón”.

Salmo 37, 3.

El sentido de la vida

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