Читать книгу Nuestros enojos - Claudio Rizzo - Страница 5
Оглавление1ª Predicación:
“Nuestros enojos: conflictos enigmáticos (1)
“El enojo y la metanoia” (1)
“Si se enojan, no se dejen arrastrar al pecado
ni permitan que la noche los sorprenda enojados,
dando así ocasión al demonio”.
Efesios 4, 26
Entramos en el campo de las emociones, muchas de las cuales quizás aún no advertimos como insanas. Tal es el caso de nuestros enojos y la necesidad de convertirlos (metanoia – μετανοία en griego). Entiendo conveniente vislumbrar la diferencia entre emociones y sentimientos. Sucintamente, la palabra “emoción” deriva del verbo latino emovere: remover, excitar. Los sentimientos en vez, son “el resultado del desarrollo de nuestras emociones”.
El enojo concretamente, es, en esencia, un remanente de energía psico-afectiva que está destinado a aumentar nuestros recursos para resolver el problema que nos produce el enojo. No obstante, al no saber cómo canalizarlo, termina convirtiéndose en un factor que daña aún más la situación a que nos enfrentamos. Por este motivo es de fundamental importancia conocer de qué está hecha esta emoción y aprender a transformar el enojo que destruye en enojo que resuelve.
Hablamos del verbo convertir que consiste en transformar una realidad en otra distinta, siempre en alianza con Cristo, nuestro Gran Dios y Salvador.
Al referirnos al verbo convertir tenemos que acudir a un vocablo que aparece veintidós veces en el Nuevo Testamento y es la palabra griega metanoia (μετανοία).
La Iglesia en su Magisterio traduce de los veintidós textos, diecinueve como “penitencia”. Ahora bien, en dos de los veintidós traduce Metanoia como “conversión”. Reproduzcámoslos a continuación:
“… instando a judíos y paganos a convertirse a Dios y a creer en nuestro Señor Jesús” (Hch 20, 21). “Por el contrario, dirigiéndome primero a los habitantes de Damasco, luego a los de Jerusalén y de todo el país de Judea, y finalmente a los paganos, les prediqué que era necesario arrepentirse y convertirse a Dios, manifestando su conversión con obras” (Hch 26, 20).
Es ineludible hacer el comentario y plantear que los traductores de la Biblia no han podido dejar de lado su propia ideología. Por eso, vemos el acento muchas veces sobre el arrepentimiento y otras pocas sobre la conversión. Y el Evangelio de Jesús es un Evangelio de Salvación, y no de acusación. Recordemos siempre “El crecimiento empieza donde la acusación termina”.
El excesivo énfasis en el arrepentimiento –muchas veces en un contexto meramente moralista y pietista–, apunta a reconocer como pecado aquello que tiene que ver con la sexualidad.
De todos los Evangelio, el mistagógico es el de Juan y ni el sustantivo “arrepentimiento” ni el verbo “arrepentirse” no aparece ni siquiera una sola vez. Es interpelante, ¿verdad?
El enojo, indudablemente, es una de las emociones que más ha preocupado a la humanidad. La verdadera Metanoia neotestamentaria consiste en lograr explorar nuevas facetas que permitan transformar el enojo que destruye en enojo que resuelve.
“Metanoia en griego significa cambio de mente. Es una concepción religiosa, originariamente del Antiguo Testamento, que significa la conversión o vuelta a Dios, y ya en el Antiguo Testamento se emplea hablando del hombre en todas sus dimensiones. Es decir, la metanoia hay que probarla externamente (confesión de la culpa, ayunos, etc.) estando a la vez fundamentada en la transformación de la mentalidad” (K. Rahner y H. Vorgrimler, Diccionario teológico, Herder, Barcelona 1970, p. 426).
De esta definición los invito a resaltar dos elementos: 1) la conversión del ser humano en todas sus dimensiones, 2) fundamentada en la transformación de su mentalidad.
Las dimensiones del ser humano desde lo específicamente ético-religioso-espiritual son: dimensión afectiva, dimensión centralmente ética (el lugar que ocupamos en la tierra), dimensión nocional (nos movemos con conceptos y a veces ideologías), dimensión psicológica (nuestro mecanismos conscientes, inconscientes y preconscientes), dimensión económica, dimensión religiosa (nuestra relación con la Iglesia Institución), y dimensión espiritual (nuestra experiencia de Iglesia comunidad de creyentes tanto en el orden personal trascendente como en el orden comunitario trascendente). De toda esta gama, la prioridad es la “transformación de la mentalidad” que haría posible la armonía del ser humano con Dios y consigo mismo, desde un plano bio-psíquico y espiritual.
Con sus palabras y actos Jesús muestra la necesidad de la Metanoia, del cambio de mentalidad. Tomemos el lavatorio de los pies en Jn 13, 1-5. Jesús asume el lugar del siervo para transmitir, por una especie de psicodrama, la humildad y la necesidad de encarnar el ministerio del amor y el servicio. En Flp 2, Pablo presenta la doctrina de la kénosis (abajamiento-humillación) y reflexiona de manera magistral sobre la actitud del Señor. Su mensaje fundamental se refiere a la conducta que debe asumir el cristiano ante el otro que tiene delante, tomando como modelo a Jesucristo, dado que él se humilló dos veces, en la encarnación y en la crucifixión, para hacer posible la redención humana. El énfasis está puesto en la práctica de la humildad en las relaciones con los demás. Vemos en San Pablo como se convirtió de perseguidor de la Iglesia en predicador. Su experiencia en el camino a Damasco (Hch 9, 1-18) significó un cambio tal en su manera de pensar y sentir… Este es el eje central del pensamiento por el cual podremos avanzar sobre nuestros enojos: lograr un cambio en la manera de pensar y sentir. Intentemos esclarecer la causa de esta emoción llamada enojo.
Para poder expresarnos de un modo sencillo y escueto, nos enojamos cuando algo nos frustra. Recordemos que las frustraciones son experiencias mal logradas (cuyos resultados no están de acuerdo a nuestras expectativas). Sin embargo, quedémonos con aseverar que nos lanzamos a la experiencia.
Claro está que hay una diferencia en la duración de la manifestación del enojo. Este puede ser una reacción (duración corta) o bien un sentimiento (duración prolongada). En el ámbito reactivo podemos citar ejemplos tales como: “Estoy conduciendo y se produce un atasco”; “me han prometido algo y no han cumplido”; “esperaba algo de mi mujer, mi marido, mis hijos, mis hermanos de comunidad, etc., y lo que esperaba no ocurrió”. Los motivos son numerosísimos. Ahora bien, si no nos ocupamos de alistarlos puede que reprimamos. Y no es exactamente la propuesta de Efesios. La releemos al principio: “Si se enojan… no permanezcan...”, lo que equivale a decir salgan, salgan de ese estado.
La humildad, como en tantas cosas, también ayuda notablemente en estos casos. Los enojos leves suelen tener corta duración (son reactivos). En cambio, los crónicos son sentimientos, por tanto, permanecen haciendo lo propio, es decir frustrarnos, hasta que no los resolvamos. Estos últimos suelen ser amenazadores. Por la duración en el síntoma es que son patológicos. En todos los casos, siempre existe un factor común: la frustración. Si los enojos son sentimentales, a medida que no los trabajamos se produce un cúmulo de insatisfacciones que luego va minando toda nuestra vida. ¡Atención!, parece ser que todo empieza a ir mal… y esto es así…
Nuestras emociones necesitan paz, bienestar, tranquilidad para poder sostener nuestra propia entidad. A veces, nos enojamos con nosotros (por no tener la humildad de aceptar nuestros límites: vacíos, oscuridades, debilidades). Otras, nos enojamos por la falta de tolerancia con nosotros y con los otros o con ciertas situaciones (todo pasa en la vida… Dios no se muda).
Otras, nos conectamos con la irritación que desde el mundo externo nos pueden proyectar por envidia, malicia, codicia… (cuidémonos también de estas últimas). Alguna vez sostuvimos que afuera puede llover, pero por dentro no mojarnos… Este símbolo ilustrativo apunta a preparar una personalidad evangélica (con dones y carismas) en los que la formación juega un rol esencial, y así no permeabilizar todo lo que pueda afectarnos ya sea por nuestro ego, por la injusticia personal, por nuestro temperamento, por nuestra fama o reputación. “El Padre que está en lo secreto lo ve todo y él te recompensará” (éstos son los caminos misteriosos de la Providencia de Dios). Recordemos: para los que estamos en el Camino “estaré siempre con ustedes hasta el fin de los tiempos”.
Cuando la energía del deseo que se encamina hacia su realización encuentra un obstáculo. La obstrucción que éste produce genera una sobrecarga energética en ese deseo. Esta sobrecarga es lo que llamamos enojo. Es relevante destacar que la función original de esa sobrecarga de energía es asegurar la realización del deseo y la necesidad amenazada. Lo que ocurre es que al no saber cómo implementar adecuadamente tal sobrecarga de energía, en lugar de contribuir a la resolución se convierte en un problema más.
“Quiero adorar tu majestad sobre el cielo:
con la alabanza de los niños y de los más pequeños”.
Salmo 8, 2b-3b