Читать книгу J.R.R. Tolkien: Génesis de una leyenda - Colin Duriez - Страница 6
ОглавлениеPRÓLOGO
Estaba allí, en la tienda. Un libro titulado El Hobbit, ilustrado en la cubierta con un dragón volador herido en el pecho por una flecha. Lo tomé y lo abrí —las runas y los mapas del final me intrigaron—. Rápidamente lo compré y pronto me hallé siguiendo las aventuras de Bilbo en su camino a la Montaña Solitaria. Descubrí que el autor era un íntimo amigo de C. S. Lewis, y a Lewis lo había descubierto recientemente, incluso estaba leyendo su autobiografía, Sorprendido por la alegría.
La siguiente vez que visité la biblioteca busqué la letra «T» y me encontré con aquellos tres volúmenes encuadernados en tela roja. Los abrí en medio de una gran emoción. La Comunidad del Anillo tenía mucho más sobre hobbits. Saqué prestado el primero de los tres tomos de El Señor de los Anillos, y comenzó otra fase de mi descubrimiento.
Hoy es difícil imaginar un mundo sin las historias de la Tierra Media y los elfos, magos y hobbits de J. R. R. Tolkien. Su nombre ya es familiar, desde Tunbridge Wells hasta Toronto, desde Kyoto hasta Ciudad del Cabo. Mucho antes de las exitosas películas, los libros de El Hobbit y El Señor de los Anillos tenían una popularidad global. Sus fieles lectores incluían fontaneros y estudiantes de posgrado, especialistas en tecnologías de la información y acaudalados banqueros, mecánicos y profesores, pensionistas y niños. El fenómeno Tolkien comenzó con las agitaciones de los años 60 y creó una demanda sin precedentes de historias de fantasía y de otros mundos, como la serie de Harry Potter, la de Crepúsculo y otras que llenan las grandes secciones de las tiendas de libros en todo el planeta.
¿Quién fue aquel hombre que se convirtió en leyenda? ¿De dónde surgieron las historias y la mitología subyacente a la Tierra Media? Esta es la historia de un profesor excéntrico, brillante y celoso de su mundo particular, especialista en una disciplina universitaria, cuya imaginación conectaba con nuestra sed natural de historias que, como todas las historias que han destacado y sobrevivido al paso de las épocas, nutran nuestro espíritu. Cuando quiso publicar El Señor de los Anillos —el fruto de unos doce años de escritura— tuvo dificultades para encontrar un editor. Y cuando lo consiguió, el editor, aunque entusiasmado, asumió la obra como un proyecto que traería pérdidas económicas: no podía prever los beneficios que reportaría tanto para la editorial como para su autor. La propia vida de Tolkien está duramente marcada por la orfandad y las estrecheces económicas. Su tutor legal le prohibió comunicarse en modo alguno durante tres años con la mujer de la que se había enamorado. Después de que su brillantez intelectual fuese reconocida en Oxford, le llegó el trauma de haber participado en la Batalla del Somme, sirviendo a su país en la Primera Guerra Mundial.
Esto es solo parte de la historia de J. R. R. Tolkien. Tras las profundidades y la riqueza de El Señor de los Anillos, hay más de cincuenta años de una creatividad que ha unido las lenguas, la historia, las gentes y la geografía de la Tierra Media a una mitología coherente y a una colección de leyendas inspiradas por su formidable conocimiento de la primitiva historia y cultura del noroeste europeo. Tolkien solo llegó a convertirse en leyenda al forjar él mismo una leyenda que ha fascinado la imaginación de una asombrosa variedad de personas en todo el mundo.
Sí quiero indicar un detalle aclaratorio: como ya es tradición al escribir sobre Tolkien, me he sumado a la necesidad de distinguir El Silmarillion publicado en 1977 (cuatro años después de la muerte del autor) de la ingente cantidad de borradores inacabados de historias, crónicas, vocabularios y datos sobre el desarrollo de los lenguajes élficos que Tolkien dejó al morir. A este enorme depósito me referiré cuando utilice la expresión entrecomillada «El Silmarillion», porque expresa el trabajo en borrador de esa parte de la historia imaginada de la Tierra Media que tiene que ver con las piedras preciosas conocidas como silmarils, o con aquel periodo, visto como pasado o como futuro. El Silmarillion de 1977 es una versión concisa y autorizada, extractada a partir del material existente, y editada por el hijo de Tolkien, Christopher Tolkien.
Al presentar esta biografía debo reconocer al menos algunas de mis deudas con otros autores. Con el paso de los años he sido testigo de un asombroso aluvión de trabajos académicos de gran calidad sobre J. R. R. Tolkien, algunos de los cuales me han sido particularmente útiles. La biografía oficial que publicó en 1977 el difunto Humphrey Carpenter continúa siendo indispensable, incluso ahora que se pueden consultar muchos más escritos de Tolkien, particularmente por el acceso que tuvo a documentos privados y por su habilidad para encontrar sentido en medio de un universo de textos inacabados, diarios personales escritos en un código particular y opiniones contradictorias. Al de Carpenter debo añadir los nombres de John Garth, Christina Scull y Wayne G. Hammond, Brian Sibley, Bob Blackham, Douglas A. Anderson, Matthew Dickerson, Michael Drout, Tom Shippey, Colin Manlove, Dimitra Fimi, Verlyn Fliegar, Corey Olsen, John Rateliff, Walter Hooper, el difunto Clyde S. Kilby y A. N. Wilson. Si bien muchos de sus libros no son biográficos, me han proporcionado conocimiento, datos claros e inspiración. Aunque mi libro no está pensado para eruditos, sino para cualquier lector que desee explorar la vida de Tolkien y su relación con las historias de la Tierra Media, toda la sabiduría que se encierra en las obras de los autores mencionados, y muchos otros, constituye un transfondo imprescindible.
Igualmente agradezco a The Marion E. Wade Center del Wheaton College en Illinois y a la Bodleian Library de Oxford, con su colección especial sobre J. R. R. Tolkien, por sus documentos únicos en el mundo. Gracias a la Paulist Press por dejarme adaptar algunos materiales de mi libro Tolkien and C. S. Lewis: The Gift of Friendship. También debo estar agradecido a mi infatigable y entusiasmante editora y amiga Alison Hull; y a Kirsten Etheridge, Leisa Nugent y a más personas que me facilitaron el trabajo en Lion Hudson. Y a mi mujer, Cindy Zudys, no solo por su apoyo animante, sino también por el trabajo duro en tiempos difíciles que hizo que siguiera llegando dinero a casa. Mi deuda final es con los fans, grandes y pequeños, y con algunos que sin duda tenían pies peludos y quizás orejas puntiagudas, que me he encontrado en muchos países. Su amor por la obra de Tolkien es infeccioso, y muchas veces todo lo que saben resulta ser impresionante, especialmente cuando llega el momento de las preguntas al final de mis conferencias. Me alegra inmensamente que cuando di mi primera conferencia en The Tolkien Society, y las preguntas serias comenzaron a serpentear amenazantes, mi contestación a la pregunta «¿Tienen alas los Balrogs?» fuera «No lo sé». Si hubiese sido sí o no, el debate aún continuaría, y yo no hubiese tenido tiempo de escribir libros.
Colin Duriez,
Keswick, Cumbria, abril de 2012.