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2. EDITH

La muerte de Mabel Tolkien acentuó la incertidumbre que había dominado las vidas de Ronald y Hilary. Ronald tenía doce años y su hermano solo diez. Ronald se había ausentado de la escuela durante los días lectivos del verano, tiempo que pasó en el lejano Hove con su tía Jane y el nuevo marido de esta, Edwin Neave. Durante el periodo otoñal tuvo que ir cada día desde Woodside Cottage al colegio, parte a pie y parte en tren hasta el centro de la ciudad. No sorprendió que en los exámenes de diciembre Ronald quedase relegado al puesto once de los quince alumnos de su clase. Con la ausencia de su madre, los chicos ya no podían seguir en la casita de campo.

Mabel había expresado formalmente que el tutor de sus hijos fuese el padre Francis Morgan. Era patente que quería que permaneciesen bajo el cuidado de la Iglesia Católica. La historia hubiera sido diferente si los parientes Tolkien o los Suffield se hubiera hecho cargo de los chicos; habrían tenido una educación baptista o utilitarista.

El padre Francis asumió la carga con deportividad y su habitual entusiasmo. Se enfrentó con un dilema inmediato. El Oratorio de Edgbaston no podía albergar a los dos huérfanos. Los chicos de la Oratory Public School utilizaban parte del edificio como dormitorios, ocupando casi la totalidad del espacio disponible. Como recurso temporal, permanecieron con su tío Lawrence Tolkien en King’s Norton, entonces un pueblo fuera de los límites de la ciudad, pero situado en el trazado de la principal línea ferroviaria que llevaba al centro de la ciudad. Esto facilitó los viajes a la King Edward’s School.

El padre Francis se encontró con una solución que le pareció satisfactoria desde varios puntos de vista. El hermano más joven de Mabel, Will, que había fallecido antes que ella aquel mismo año, había dejado una viuda sin hijos, la tía Bea —Beatrice Suffield; de soltera, Barlett—, que estaba deseosa de tenerlos alojados. Carecía de convicciones religiosas fuertes. Disponía de poco dinero, por lo que se alegró de recibir las cuatro libras y dieciséis chelines mensuales que le pagaba el padre Francis. La tía Bea vivía en el número 25 de Stirling Road, calle adyacente a la principal que cruzaba Edgbaston. Los chicos compartieron la habitación del piso alto en aquella sombría casa que daba a una amplia vista de los miles de tejados y de las chimeneas de las fábricas sobre el horizonte, y que ofrecía una seductora vista del lejano paisaje rural.

Pero esto fue algunos años antes de que su tutor descubriera lo infelices que Ronald y Hilary se sentían en casa de su tía. Hacía poco más que proporcionarles alojamiento y comida, pues no les mostraba mucho afecto. Su reciente viudedad pudo tener que ver con aquello. La ausencia de empatía se hizo evidente cuando, un día, Ronald se encontró con las cenizas de las cartas y papeles de su madre. Parece ser que la tía Bea no llegó a captar la importancia que tenían para Ronald cuando los quemó.

El Oratorio estaba cerca de Stirling Road. Su fundador, el Cardenal Newman, seguramente en consonancia con su visión de las cosas, concibió el Oratorio como un hogar para los chicos. Años más tarde, Ronald ya anciano escribió a su hijo Michael: «Tuve (entonces) la ventaja de una escuela de primera clase y de un «buen hogar católico», «in excelsis»: virtualmente, un joven interno en la casa del Oratorio, en la que vivían muchos doctos padres… La observancia de la religión era estricta. Se esperaba que Hilary y yo, y generalmente lo hacíamos, ayudáramos como monaguillos en la misa diaria antes de montar en las bicicletas para ir a la escuela a New Street…»[1]. Ronald y Hilary desayunaban en el refectorio de los padres después de ayudar a misa al padre Francis. Les gustaba marear al sumiso gato de la cocina en el torno giratorio, o «tambor» —que conectaba la cocina con el refectorio— antes de salir para la escuela.

Tras conseguir una beca, Hilary había seguido los pasos de Ronald como alumno en la King Edward’s School. A veces pedaleaban hasta la escuela, otras tomaban un tranvía tirado por caballos o caminaban, o si llegaban tarde combinaban el paseo y el tranvía. La ruta les llevaba por Hagley Road, calle amplia y flanqueada por árboles, hasta la extensa intersección conocida como Five Ways, y luego por Broad Street hacia el centro de la ciudad y más allá del ayuntamiento, donde inmediatamente el edificio gótico de la escuela, grande y mugriento, emergía sobre New Street.

Ronald y Hilary pronto se volvieron muy familiares a los vecinos de Edgbaston. En gran medida, la comunidad del Oratorio venía a ser para ellos un lugar de seguridad y oración, donde asistían a misa a diario antes de ir a la escuela. No hay duda de que Ronald debió de asimilar tanto su arquitectura como los adornos de la capilla. Como a muchos niños, le debió fascinar la construcción de una iglesia de planta basilical que acabaría reemplazando a la capilla provisional. La nueva iglesia había sido el proyecto del Cardenal Newman, aunque su construcción no comenzó hasta pasados años de su muerte. Se pusieron los cimientos en 1903, y, al año siguiente, Ronald y Hilary pudieron ver la construcción de su estructura externa alrededor de la capilla en que rezaban. La nave se terminó en 1906 y el transepto en 1909. La vieja capilla se mantuvo en uso durante los primeros tres años de la construcción.

Los chicos participaban con entusiasmo en las labores asistenciales de la comunidad del Oratorio. Según la revista de la parroquia (mayo de 1909): «Tres patrullas de scouts se han puesto en marcha al mando de los hermanos Tolkien, y desfilaron brillantemente en la inauguración de la Brigada de Chicos el lunes de Pascua. Cuando hayan hecho un poco más de instrucción, les pediremos ayuda a algunos amigos para que les proporcionen camisetas, mochilas, etc.»[2]. Teniendo en cuenta que el movimiento scout había comenzado solo dos años antes de la mano de Robert Baden-Powell, ¡se puede considerar que los hermanos Tolkien eran auténticos pioneros! Este nuevo movimiento quería fomentar el desarrollo físico, mental y espiritual de los chicos —y más tarde de las chicas—, de modo que estuviesen preparados para contribuir constructivamente a la sociedad. Seguramente Ronald tenía un ejemplar de Scouting for Boys, el manual clásico, escrito por Baden-Powell y publicado el año anterior. El hobbit Sam Gamyi muestra sus habilidades de scout cuando cocina un conejo para él y Frodo en El Señor de los Anillos.

Aparte del Oratorio, también había muchas cosas de interés para Ronald en Edgbaston. Pasada Stirling Road, estaba la Waterworks Road —la calle de las depuradoras de agua—. Tenía dos elementos emblemáticos, conocidos localmente como las «Dos Torres», que dominaban el perfil aéreo. Uno, la chimenea victoriana de la planta depuradora de agua, de aire neogótico con ladrillos azules y rojos. El otro, una torre del siglo XVIII, esbelta y elegante, apodada sin contemplaciones como «la locura de Perrott», en honor a su constructor. Estaba al lado de la casa de Humphrey Perrott, donde había un coto de caza vallado. Se ha especulado mucho sobre si aquellas dos torres podrían ser una semilla de las Dos Torres en El Señor de los Anillos. Aunque es una idea atractiva, no existe certeza, al menos no para quien escribe estas líneas. Tolkien mismo dio información poco clara sobre lo que significaban las Dos Torres en su libro[3]. Durante la infancia de Ronald, sin embargo, hubo un constante trasiego de actividad alrededor de la torre de la depuradora. Quedaba al lado de la casa de las máquinas, la del vapor y de los talleres, y algunas veces la inmensa chimenea, como la de la fábrica de Saruman en Orthanc —probablemente una de las «Dos Torres» en el tomo II de El Señor de los Anillos—, echaba humo negro acompañado por el ruido constante del bombeo de las máquinas, cuyas vibraciones en el suelo podían sentirse desde una buena distancia. Las bombas proveían a Birmingham y Aston del agua de los pozos perforados en las rocas saturadas y en los sedimentos sobre los que se asienta la ciudad[4].

Junto a las depuradoras hay un gran estanque que todavía aprovisiona al sistema de canales de la ciudad. El Rotton Park Reservoir, como se le llamaba entonces, era un lugar popular para pasear, y Ronald y Hilary pudieron recorrerlo muchas veces. De hecho, según el historiador Robert Blackham, el estanque «en aquella época atraía por ser como una zona costera de interior. Tenía kiosco de música, alquiler de botes para remar y playas»[5]. Hoy es todavía el centro de muchas actividades de ocio.

Ronald tenía una curiosidad intelectual insaciable, y sin duda había muchas cosas en el vecindario de Edgbaston que cautivaban su interés. Aquí se puede especular. Por ejemplo, ¿dio con el nombre de Drogo de Edgbaston entonces, y luego lo utilizó? En El Señor de los Anillos, Drogo Bolsón es el padre de Frodo, y el primo segundo de Bilbo. Según el Libro de Domesday, al poco tiempo de la conquista normanda, Drogo de Whitley fue el señor de la aldea de Edgbaston en el 1086 d. C.[6]. Muchos nombres de las West Midlands se ajustan fácilmente al mundo lingüístico tolkiniano de la Comarca. Un nombre que Tolkien conscientente utilizó es el de Sam Gamyi —o propiamente, el doctor Joseph Sampson Gamgee—. La viuda de este famoso cirujano vivía al otro lado de la calle donde se alojaba Ronald, en Stirling Road. «Gamgee» era la denominación local para lo que llamamos «gasa de algodón», el tejido de algodón que inventó el doctor Gamgee. Gamgee era amigo de Joseph Lister[7] y también de Louis Pasteur. Otro nombre que parece que se le quedó grabado a Ronald es el de un pub en Hagley Road por cuya puerta pasaban él y Hilary de camino a la escuela, The Ivy Bush, que resulta ser el de una taberna favorita de Frodo, Sam y sus amigos en la Bywater Road cerca de Hobbiton, en El Señor de los Anillos [8].

Además de su implicación en la vida del Oratorio, Ronald y Hilary tenían contacto regular con sus familiares, a quienes visitaban en las vacaciones escolares. Ronald y Hilary, es cierto, habían estado separados durante la enfermedad de su madre, y a su muerte se juntaron por un breve tiempo en casa de un tío. Había dos tías, una en Newcastle upon Tyne y otra en la cercana Moseley, hermanas de su padre. También estaba la hermana mayor de Mabel, la tía May, que se había casado con un hombre de negocios llamado Walter Incledon. Sus dos hijas eran Marjorie y Mary, la primera un año mayor que Ronald y la segunda un año menor que Hilary. Fue con los Incledon con quienes más tiempo pasaron los chicos. Vivían al sur de la metrópolis, en Barnt Green, en el corazón de Worcestershire, no lejos de Rednal y la casita de campo en la que habían vivido hasta la muerte de Mabel.

Más tarde Tolkien recordaría, en una carta a su hijo Michael, cómo le contaba a su prima Marjorie el impacto que fue la muerte de su madre: «… cuando todavía no tenía trece años tras la muerte de mi madre… dirigiéndome al cielo con la mano, vanamente, como diciendo “hace mucho frío y está vacío”». Lo que intentaba transmitir a Marjorie era su sentimiento de verse «como un náufrago abandonado en una isla desierta bajo un cielo indiferente tras la pérdida de un gran barco»[9].

Una señal de lo cercano que Ronald se sentía a sus primas Marjorie y Mary fue compartir la afición a inventar idiomas, algo que tocaba el corazón de su creatividad. Le ayudaron a darse cuenta de que no se encontraba solo en aquello; de hecho, años más tarde se convenció de que no era algo inusual en los niños. Su propia inventiva para los idiomas le conduciría a la creación de la Tierra Media, donde tendrían un escenario y una historia. Había pueblos que los utilizaban, como los elfos, los orcos, los hobbits y los ents.

Cuando eran más pequeñas, Marjorie y Mary utilizaban un idioma sencillo llamado «animálico», porque principalmente consistía en sustituir palabras por nombres de animales. Ronald participaba alegremente en el juego. El biógrafo oficial de Tol­kien, Humphrey Carpenter, da esta frase como ejemplo: Dog nightingale woodpecker forty [perro ruiseñor pájaro-carpintero cuarenta], que significaba: «Eres tonto». Marjorie finalmente se cansó de las limitaciones del animálico, mientras que Ronald y Mary continuaron hasta forjar un idioma más avanzado, que llamaron «Nevbosh», es decir, «la nueva tontería». Lo constituían palabras que recordaban al latín, inglés y francés. Durante muchos años Ronald llamaría sus «tonterías» personales o su «afición» a los idiomas que iba inventando —como el de los elfos—, y a las primeras historias que se correspondían con ellos, aunque realmente funcionaban como en el mundo real los idiomas e historias se corresponden con una geografía existente.

En una entrevista posterior, Tolkien reveló que había «inventado varios idiomas» cuando tenía «solo ocho o nueve años», pero que «los destruyó» cuando su madre no lo vio apropiado. «Veía mis idiomas como una frivolidad inútil que consumía un tiempo que se podía emplear mejor en el estudio»[10].

La atención constante del padre Francis, sin embargo, proporcionó más continuidad en las vidas de Ronald y Hilary que las visitas a los familiares —e incluso, durante muchos años, más seguridad que el periodo pasado en la King Edward’s School, teniendo en cuenta lo importante que sería para Ronald—. El padre Francis estuvo muy atento a sus tutorandos, aunque su conocimiento del mundo de los niños era limitado. No solo completó generosamente la exigua renta procedente de una pequeña inversión que Arthur Tolkien había dejado a su mujer en el momento de su súbita e inesperada muerte, sino que también se preocupó de que tuvieran manutención y alojamiento, así como asistencia espiritual y emocional. Esto se manifestaba en la costumbre de llevarlos de excursión a Lickey Hills. También planeaba cuidadosamente sus vacaciones.

Un lugar en especial ayudó a que se asentara —o mejor, se restaurara— en Ronald un deseo de contacto con el mar, que ya sería constante a lo largo de toda su vida, y que aparece en muchos lugares de sus cuentos de la Tierra Media. C. S. Lewis recordaba: «Del padre Morgan, Tolkien siempre habló con la gratitud y el afecto más cálidos»[11]. Cada verano, el padre Francis llevaba a los chicos en tren a uno de sus centros de esparcimiento favoritos, Lyme Regis en West Dorset, en la costa sur de Inglaterra. En 1903 se abrió una vía de tren hasta este lugar, porque hasta entonces el terreno entre Axminster y Lyme Regis había augurado una construcción muy difícil y cara.

El trío se alojaba en el hotel The Three Cups[12]. Tan solo había un breve y empinado trayecto que bajaba por Broad Street hasta el paseo, y después una corta distancia en dirección al Oeste hasta el puerto de Lyme Regis, lleno de botes pesqueros. Al lado sobresalía majestuosamente The Cobb, en forma de serpiente. Aparece en Persuasión de Jane Austen y en La mujer del teniente francés, novela de John Fowles publicada en 1969. Más allá, en dirección al Oeste, está el emblemático Undercliff, el vestigio de un deslizamiento del terreno que se extiende a lo largo de varios kilómetros. Uno de estos deslizamientos particularmente dramático ocurrido en el siglo XIX dejó a la vista un gran tesoro de fósiles. En una ocasión Ronald encontró una quijada prehistórica ¡y llegó a la conclusión que había pertenecido a un dragón! Adoraba el paisaje de la costa de Lyme, que exploraba en los días secos y donde dibujaba si el tiempo era húmedo. Algunos de sus apuntes, juveniles, pero conseguidos, se guardan en la Bodleian Library de Oxford, entre los que hay una imagen del puerto.

Las vacaciones de verano en Lyme le dieron muchas oportunidades al padre Francis para charlar con los chicos. Tras varias vacaciones llegó a descubrir, en 1907, que Ronald y Hilary no estaban contentos viviendo con la tía Bea en Stirling Road, y tomó la determinación de encontrarles alojamientos más adecuados.

Entonces se acordó de Mrs. Faulkner. Su marido era un negociante de vinos —el padre Francis tenía un interés profesional por el vino, debido al pasado familiar—. La mujer estaba muy activa en la parroquia del Oratorio y tenía huéspedes en su casa, en el número 37 de Duchess Road, muy cerca del Oratorio. Las veladas musicales de Mrs. Faulkner gozaban de popularidad entre algunos de los padres del Oratorio. Los chicos se trasladaron a su nueva morada a inicios de 1908. De este modo, Ronald conoció a Edith Bratt, que no solo echaba una mano en las veladas musicales —tocaba el piano con talento—, sino que además se alojaba en el piso inferior al suyo. Era huérfana, como ellos. Edith era pequeña, esbelta y bonita, de ojos grises. No aparentaba los tres años que le sacaba a Ronald. Y él, aunque tenía dieciséis, tampoco aparentaba su edad; se había hecho más alto y más robusto recientemente, y su buena forma física había ganado con su entusiasta participación en los partidos de rugby de la King Edward’s School. Pronto se enamoraron.

La madre de Edith, Frances, que la había criado como madre soltera, murió a los cuarenta y pocos años, en 1903, el año en que Tolkien había conseguido la beca para la King Edward’s School. Lo que le pudieran haber contado a Edith sobre su padre no es claro. La familia Bratt conocía su nombre, y probablemente ella también. La familia de Frances, que vivía en Wolverhampton, tenía medios económicos y trabajaba en el negocio de la confección de botas y zapatos.

Veinte años antes, Frances había sido empleada como gobernanta en el hogar de un comerciante de papel llamado Alfred Frederick Warrillow (1842-1891) en Handsworth, no lejos de Edgbaston. Los Warrillow tenían una hija, Nellie, nacida en 1875, que había tenido a Frances como profesora. Solo sabemos datos muy esquemáticos sobre lo que sucedió. La evidencia claramente apunta a que Warrillow dejó embarazada a la profesora de Nellie. Frances se trasladó a Gloucester para apartar a la criatura del escándalo, llevándose la fotografía del padre con ella. Fue en 1888, mientras Frances continuaba con su embarazo, cuando la mujer de Warrillow, Charlotte, pidió el divorcio. Tras el nacimiento de Edith, Frances se trasladó de nuevo al área de Birmingham. Allí, en algún momento, tomó de nuevo contacto con Warrillow, ciertamente después del divorcio, y pasó a convertirse en la ejecutora única de la voluntad del difunto[13]. Alfred Warrillow murió en 1891, a la edad de 48 años, cuando Edith tenía dos. Aunque no hay evidencia de que Warrillow proveyera a Frances de ninguna cantidad de la sustanciosa herencia que dejó, por ley ella podía beneficiarse de la voluntad que la había hecho ejecutora. Warrillow podía haber incurrido en responsabilidades comerciales: sabemos por noticias en la prensa que su empresa en los primeros años había pasado por dificultades financieras. Humphrey Carpenter revela que Edith había heredado tierras en «varias partes de Birmingham», que le producían una renta de subsistencia.

Frances crió a su hija con la bienvenida ayuda de su sobrina, Mary Jane Grove, conocida como Jennie, que era solo cinco años más joven que ella. Edith tenía catorce años cuando falleció su madre. Su tutor legal, Stephen Gateley, envió a Edith a la Dresden House School en Evesham, donde recibió educación musical y desarrolló su afición y talento por el piano. Pasaron varios años antes de que, habiendo terminado la escuela secundaria, Edith volviese a Birmingham, para alojarse en las habitaciones de los Faulkner en Duchess Road. Aunque Mrs. Faulkner estaba contenta de poder contar con la participación de Edith en sus veladas musicales, le impuso que no practicara el piano. Según contaría Priscilla Tolkien muchos años más tarde, a partir de lo escrito en algunos cuadernos de música en los que su madre transcribía partituras con esmero, los gustos de Edith iban «desde la música clásica hasta las baladas ligeras del momento». Priscilla recordaba cómo su madre le contaba que «solía disipar sus frustraciones con el piano, tocando algo que tuviera fuerza y fuera conmovedor, como un impromptu de Schubert o una sonata de Beethoven».

Cuando Ronald y Hilary comenzaron a alojarse en Duchess Road, Edith no tardó en conspirar con ellos contra «la vieja», como la apodaban. Los chicos, constantemente enfadados bajo el régimen de Mrs. Faulkner, pronto comenzaron a beneficiarse de una actividad de contrabando: Edith conseguía habitualmente la ayuda de Annie Gollins, la sirvienta, para distraer algo de comida de la cocina. Ronald y Hilary descolgaban una cesta desde su segundo piso para recoger la comida. Cuando la vieja señora estaba fuera, los chicos iban a veces a la habitación de Edith para darse banquetes clandestinos.

Los tejemanejes clandestinos fueron subiendo de intensidad cuando Edith y Ronald comenzaron a encontrarse en secreto —y, desde luego, sin carabina— en los salones de té de Birmingham, especialmente en uno con una balconada sobre el ajetreado tráfico de la calle. Su bienintencionada rebelión se expresaba tirando terrones de azúcar desde su mesa a los sombreros de los viandantes. Cuando un cuenco de azúcar se vaciaba, pasaban a otra mesa. Aún fue más emocionante la invención de un silbido especial para llamarse. Al escucharlo, fuera ya en la cama o durante el día, Ronald corría a la ventana. Al asomarse podía ver a Edith en la ventana del piso inferior. A veces tenían largas conversaciones nocturnas mientras el reloj iba marcando las horas. En aquel momento, el nombre que Edith prefería para Ronald era John.

Pasaron casi dos años desde que Edith y Ronald se encontraran por primera vez. A finales del periodo de otoño de 1909 decidieron acometer una arriesgada aventura. No estaban muy lejos las fechas en las que Ronald tendría que examinarse para conseguir una beca para Oxford —la King Edward’s School tenía una sobresaliente tradición de alumnos que accedían a las mejores universidades—. Edith ya estaba cerca de una edad importante —en pocos meses tendría veintiún años, y unas semanas después Ronald tendría dieciocho—. Los dos conspiraron para ir de excursión en bici una tarde a las Lickey Hills, tan familiares para Ronald. Irían por separado —Edith diría que iba a visitar a su prima Jennie Grover— y se encontrarían allí, para volver más tarde cada uno por su cuenta. A nadie se le podría ocurrir que habrían estado juntos.

Pero alguien vio a los dos amantes tomando té juntos en Rednal, cerca de Woodside Cottage y de la casa de retiro del Oratorio, tan queridos por Ronald. La noticia fue comunicada a la patrona de aquella casa, que a su vez la chismorreó a la cocinera del Oratorio. Así las noticias llegaron al padre Francis, que no sospechaba nada. Al tutor de Ronald le preocupaba que las atenciones de este a Edith le distrajeran de la concentración necesaria para los amenazantes exámenes de Oxford. Las pesquisas del padre Francis esclarecieron algo de la frecuencia de los encuentros clandestinos. Ya solo quedaba exigir a Ronald y Edith que dejasen de verse.

Hasta aquel momento, el padre Francis no había insistido en que cortaran la relación. Pronto Ronald se desanimó por partida doble. No solo se habían terminado sus encuentros con Edith, sino que además no había conseguido la beca. La inquietud se intensificó cuando, en enero de 1910, su tutor encontró nuevos alojamientos para los hermanos al otro lado de Edgbaston Road, en el número 4 de Highfield Road. Desesperado, Ronald decidió que él y Edith debían hablar sobre qué hacer. Secretamente tomaron un tren hasta el campo y más tarde visitaron una joyería en el centro de la ciudad, donde cada uno le compró al otro un regalo: el de Ronald fue una pulsera por el vigesimoprimer aniversario de Edith, y Edith una pluma estilográfica por el decimoctavo de él. El día siguiente era el cumpleaños de Edith, y lo celebraron en un salón de té. Edith le dijo que había decidido trasladarse a Cheltenham, no lejos de donde había nacido —unos antiguos amigos le habían invitado a que fuese a vivir con ellos—. Convinieron los dos en que era un buen plan. Desafortunadamente, fueron vistos juntos. Finalmente, el padre Francis se vio forzado a ser claro. Ronald no podría ver, ni siquiera escribir, a Edith sin su permiso hasta que cumpliese veintiún años. Claramente, le preocupaba que su tutorando volviese a perder la oportunidad de entrar en Oxford en el próximo intento, porque ¿después, qué?

No había duda de que Ronald desobedecería la exigencia explícita del padre Francis, el hombre que había sido verdaderamente un padre para él antes de la muerte de su madre. Mientras tanto, Edith encontró en Cheltenham una vida más a su gusto y más plena de lo que había esperado. No podía comunicarse con Ronald, y con el paso del tiempo llegó a comprometerse con un joven granjero llamado George Field, hermano de una amiga.

[1] J. R. R. Tolkien (Humphrey Carpenter, ed.), The Letters of J. R. R. Tolkien (London: HarperCollins, 2006), p. 395.

[2] Citado por Mr. Gerard Tracey en: http://www.birminghamoratory.org.uk/TheOratory/Tolkien/tabid/76/Default.aspx

[3] Las Dos Torres, de Peter Jackson, se alinea con la opinion de que las torres sean Orthanc y Barad-dûr, una posibilidad considerada por Tolkien. En la propia historia, no hay una indicación clara al respecto.

[4] Sobre las waterworks de Edgbaston, vid. Robert S. Blackham, The Roots of Tolkien’s Middleearth (Stroud: Tempus, 2006), p. 99.

[5] Ibídem, p. 105.

[6] http://domesdaymap.co.uk/place/SP0584/edgbaston/

[7] Vid. Blackham, op. cit., p. 98 and http://en.wikipedia.org/wiki/Sampson_Gamgee

[8] Blackham, op. cit., p. 105.

[9] J. R. R. Tolkien (Humphrey Carpenter, ed.), The Letters of J. R. R. Tolkien (London: HarperCollins, 2006), p. 416.

[10] Richard Plotz, entrevista a Tolkien, «J. R. R. Tolkien Talks about the Discovery of Middle-earth, the Origins of Elvish», Seventeen (enero 1967), p. 118.

[11] El obiturario de J. R. R. Tolkien en The Times, el 3 de septiembre de 1973.

[12] Ya no existe este hotel, y el edificio se encuentra en malas condiciones de habitabilidad. Vid. www.savethe3cups.info

[13] El Index of Wills and Administation de 1891 contiene la siguiente entrada para Alfred Frederick Warrillow (Propiedades personales: £8,724 15s. 2d.): «23 de abril. El testamento de Alfred Frederick Warrilow, fallecido en Hudson House de Strechford, perteneciente a la parroquia de Yardley en la region de Worcester, y residente en el número 101 de Great-Hampton-street de la ciudad de Birmingham, comerciante de papel que falleció el 12 de marzo de 1891, designa a Frances Bratt, de Hudson House, soltera, como la única ejecutora de su testamento.»

J.R.R. Tolkien: Génesis de una leyenda

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