Читать книгу J.R.R. Tolkien: Génesis de una leyenda - Colin Duriez - Страница 9

Оглавление

3. DÍAS DE ESCUELA Y EL TCBS.

Era el periodo de verano de 1911, y había pasado un año y medio desde que Edith Bratt se mudara al sur, a Cheltenham. Ronald solo había podido escribirle dos veces, con el permiso del padre Francis. El anterior mes de diciembre ella le había enviado una felicitación navideña en blanco para evitar que Ronald se viese en peligrosos apuros. La amenaza de perder la oportunidad de estudiar en la Universidad de Oxford y la lealtad a su tutor marcaron aquel silencio ambiguo. Tenía que incorporarse a Oxford en el periodo académico de otoño.

Ronald todavía sufría a causa de Edith, y sus relaciones se limitaban a la compañía masculina de la King Edward’s School, aunque tenía contacto intermitente con chicas de la familia, tanto por el lado de su padre como por el de su madre, que incluía a sus primas Marjorie y Mary Incledon, y a su querida tía Jane Neave. Humphrey Carpenter aventura que, tras la partida de Edith, «Todos los placeres y descubrimientos de los siguientes tres años —tan vitales en su desarrollo como los pasados con su madre— tendría que compartirlos no con Edith, sino con camaradas del mismo sexo, así que vino a asociar la compañía masculina con mucho de lo que era bueno en la vida»[1]. Esto quizás es una exageración: en años posteriores, tanto Ronald como C. S. Lewis entraron en el sistema social en los colleges de Oxford, donde las asociaciones y comunidades eran de acceso exclusivo para personas del mismo sexo. Esto se reflejó en el modo de actuar de los chicos en la masculina King Edward’s School, que aspiraba a enviar alumnos a Oxford o Cambridge, y a que entrararn en los Officers’ Training Corps [adiestramiento militar superior para estudiantes universitarios].

Algunos meses antes, quien en un futuro ocuparía dos distinguidas cátedras en la universidad, había superado los exámenes para la beca al segundo intento, aunque, hay que reconocerlo, con poca gloria si se compara con las altas calificaciones de bastantes alumnos de la King Edward’s. Su modesta calificación iba a necesitar ser suplementada con una beca escolar, y con la generosidad incansable del padre Francis. Podría haber tenido una beca mucho mejor, pero le habría abocado a un montón de distracciones —frecuentes partidos de rugby, participación en la escuela de la Asociación de debate —a veces en latín—, entrenamiento y ejercicios de campo con los Officers’ Training Corps, pero sobre todo, aquella absorbente fascinación por los idiomas, reales o inventados, y preferentemente los antiguos. En la Asociación de debate, su primer discurso fue sobre la moción para la emancipación de la mujer, algo muy valiente en una época en que las mujeres no votaban: «Esta casa expresa su simpatía hacia los objetivos, y su admiración con las tácticas del sufragismo militante». Su modo de exponer no siempre estaba a la altura de la fuerza de sus argumentos. Algunos le tildaban de perezoso, pero en modo alguno era así. Más bien fluctuaba entre arrebatos en busca de sus proyectos personales, y el encantamiento de las distracciones universitarias. Y como ocurrió muy a menudo en su vida, las «distracciones» a veces resultaron ser lo que verdaderamente tuvo un papel en aquella visión interior que paulatinamente iba alumbrando su camino. Esto era particularmente cierto con respecto a su disfrute con los idiomas. C. S. Lewis lo vio muy bien cuando escribió: «Tolkien solía describirse a sí mismo como “uno de los chavales más ociosos que ha tenido Gilson (el rector)”. Pero la “ociosidad” significaba en este caso mucho estudio, por cuenta propia y sin ayuda de nadie, del gótico, anglosajón y galés, y sus primeros intentos de hacer investigación lingüística».

Muy al contrario de su supuesta pereza, Ronald asumió muchos puestos de responsabilidad en la King Edward’s, y de modo responsable los llevó a cabo, llegando incluso a obtener el codiciado puesto de bibliotecario —fue uno de los pocos alumnos que consiguieron serlo, entre los que se encontraban algunos de sus amigos más íntimos—. También se tomó muy en serio el rugby, y llegó a ser un jugador eficaz. El año anterior se había hecho un severo corte en la lengua en medio del fragor del juego. Años más tarde sería notoria su falta de claridad en el habla, que él solía achacar a aquella lesión —si bien enunciaba con claridad cuando leía en voz alta o recitaba—. Desde que había conseguido entrar en la First Class en 1907, cuatro años antes, muchos de sus amigos habían llegado también allí al ganar antigüedad. Por aquellos años, la escuela tenía una compleja estructura. De las clases, la más baja era la decimotercera, e incluso algunas ni siquiera tenían numeración. King Edward’s insistía especialmente en la educación en los clásicos, pero estaba la posibilidad de seguir una línea Moderna —o Científica— tras un curso de transición. Hilary había decidido que no se formaría para ir a la Universidad; su auténtico deseo era trabajar en el campo. Dejó la King Edward’s al final del periodo de verano de 1910, a los dieciséis años. Durante aquellos años de escuela Hilary se había esforzado de verdad. En aquella época la mayoría de los niños —que ni estaban en un instituto, ni en una escuela privada—, abandonaba los estudios a los trece años, o incluso los doce, para dedicarse a trabajos manuales.

La biblioteca de la escuela se había convertido en el lugar de encuentro del grupo de amigos de Ronald. Burlando las prohibiciones escolares sobre el consumo de comida y bebida allí, los muchachos sisaban de las cocinas tazas de té y galletas. Años más tarde, uno del grupo recordaría que una olvidada lata de pescado estuvo bastante tiempo pudriéndose en un estante de la biblioteca, hasta que el hedor se hizo insoportable. Así, el Tea Club —pues ese nombre se dieron a sí mismos por primera vez— vino a existir. ¿Pero quiénes eran estos amigos?

A uno de sus mejores amigos, miembro del Tea Club, Ronald lo había conocido algún tiempo después de volver a la King Edward’s tras el breve periodo de la St Philip’s School. Christopher Wiseman —quien recordaría la anécdota del pescado rancio—, se encontraba en la quinta clase con Ronald en el periodo lectivo de otoño de 1905. Para cuando terminó el periodo, Ronald había quedado el primero de la clase y Wiseman el segundo. Se hicieron amigos jugando al rugby y les llamaban «los grandes hermanos gemelos». Aunque pertenecía a una familia metodista bien conocida en Birmingham, Wiseman encontró gran afinidad con el católico Tolkien. Los dos compartían el interés por la arqueología de las Islas Británicas, el Rey Arturo, las inscripciones y los idiomas antiguos, y el placer de hablar de cualquier cosa que existiera en el mundo[2]. Wiseman también secundaba los experimentos de Tolkien con los idiomas inventados. Por cuenta propia se dedicaba a los jeroglíficos y al idioma del antiguo Egipto. Como muchos de los amigos de Tolkien, Wiseman combinaba la seriedad con el ingenio y el humor. Humphrey Carpenter lo describe como poseedor de «un modo de ser enérgicamente crítico»[3].

Wiseman, al contrario que Tolkien, tenía un acusado interés por la ciencia moderna, aunque Ronald también se atenía a un gran rigor en sus trabajos técnicos de naturaleza lingüística. Como muchos científicos hasta nuestros días, Wiseman no veía en la ciencia oposición a su devota vivencia de la fe cristiana. Músico notable, consideraba a Ronald con poco oído musical. Además de hábil para componer música —le pondría música a uno de los primeros poemas de Ronald, «Luz del día en el bosque», para acompañamiento de dos violines, chelo y fagot—, era un sobresaliente matemático. Sesenta años después, Wiseman le describía el origen del Tea Club al biógrafo oficial de Tolkien, Humphrey Carpenter. Comenzó «con un acto de gran osadía». En el periodo de verano de 1911, como era habitual, hubo seis semanas de exámenes. «A menos que uno tuviera un examen, la verdad es que no había mucho que hacer, de modo que empezamos a tomar el té en la biblioteca de la escuela… Solíamos calentar la tetera con un calentador de alcohol; pero el gran problema era qué hacer con las hojas de té. El Tea Club a menudo tenía sus reuniones tras las clases, y entonces aparecían las señoras de la limpieza con escobas, mopas y cubos, echaban serrín y lo barrían; y nosotros echábamos las hojas de té a los cubos. Esas primeras reuniones se celebraban en uno de los gabinetes de la biblioteca. Entonces, cuando llegó el periodo de verano, salíamos y tomábamos el té en Barrow’s Stores en Corporation Street. En el salón de té había una especie de compartimento con una mesa para seis entre dos largos bancos, muy apartado, conocido como el vagoncito de tren. Se convirtió en nuestro lugar favorito, y por eso cambiamos el nombre del club por Barrovian Society, en honor a aquellas reuniones en Barrow’s Stores»[4] .

El café en Barrow’s Stores se había abierto en 1905, seis años antes, y era uno de los lugares conocidos del centro de la ciudad[5]. De la Barrovian Society se pasó al acrónimo BS, que a su vez se combinó con el antiguo TC (Tea Club), quedando finalmente en TCBS como nombre para aquel grupo de amigos con intereses comunes.

Otro de los amigos de Ronald del TCBS fue Rob Gilson. Como Ronald y Wiseman, fue uno de los primeros miembros. Robert Quilter Gilson era el hijo del distinguido jefe de estudios de la King Edward’s School —algunos años antes, Ronald consiguió permiso de los padres del Oratorio para asistir a las clases adicionales de griego neotestamentario que daba el padre de Rob—. La madre de Rob había muerto cuatro años antes, en 1907, y su padre había vuelto a casarse. La madre adoptiva alentó el interés ferviente y precoz del muchacho por la pintura renacentista y su talento para el dibujo y los apuntes del natural. Ronald tampoco era un artista mediocre —como millones de personas descubrirían al leer El Hobbit—. El arte visual era solo uno de los intereses que compartían los chavales, aunque no llegaría a ser tan estrecho como el que unía a Ronald y Wiseman. Pronto esa cercanía especial también la compartiría otro alumno, casi tres años más joven: Geoffrey Bache Smith.

Como todos sus amigos en el núcleo duro del TCBS, Rob Gilson era un orador persuasivo en los debates. También le interesaba mucho el teatro, tanto como actor como director. Unos pocos meses después de la fundación del TCBS, Gilson presentó la función teatral anual de la escuela, con un reparto inevitablemente integrado por chicos. Se trataba de la pieza The Rivals, del dramaturgo del siglo XVIII R. B. Sheridan, y Ronald, que volvió desde Oxford al terminar su primer periodo académico, dio una cautivadora interpretación de Mrs. Malaprop, muy en consonancia con sus intereses idiomáticos. Mrs. Malaprop, como su nombre sugiere, tenía el hábito de utilizar incorrectamente las palabras. Frases o expresiones como «es la auténtica piña de la buena educación» o «tan testarudo como una alegoría en las orillas del Nilo» revelaba el uso ingenuo y equivocado de la lengua. De ese personaje se formó el término «malapropism», que entró en la lengua inglesa. Años más tarde, C. S. Lewis —autor de La alegoría del amor, sobre poesía amorosa medieval—, jugaba con aquel malapropismo «alegoría sobre las orillas» al despedirse en una carta como «el caimán del amor». «Malapropiadamente», pero siguiendo el espíritu de la broma, tras el ensayo general, la compañía de actores se fue a pasar un rato a Barrow’s Stores, desfilando por la concurrida Corporation Street vestidos con el atrezzo de la obra.

La King Edward’s School Chronicle publicó lo siguiente:

La actuación de J. R. R. Tolkien como Mrs. Malaprop fue una auténtica creación, excelente en todos los aspectos, sin excluir la caracterización. Rob Gilson, como Captain Absolute, representó a un héroe muy atractivo, asumiendo un papel muy difícil con un espíritu y una habilidad admirables; C. L. Wiseman fue muy efectivo en su personaje del colérico Sir Anthony. Entre los personajes secundarios, la interpretación del difícil e ingrato papel de Faulkland por G. B. Smith fue merecedora de grandes elogios[6].

El TCBS dejaría una marca indeleble en la persona de Tolkien, reflejada en la idea de «comunidad», como aparece en el título del primer volumen de El Señor de los Anillos, La Comunidad del Anillo. Allí se cuenta el reclutamiento entre las gentes de la Tierra Media —elfos, enanos, hobbits y hombres— de los que formarían parte de la expedición para destruir al Anillo de poder, con la ayuda del portador del anillo, Frodo Bolsón. Los amigos de Tolkien disfrutaban y apoyaban su interés por las sagas del norte y la literatura medieval inglesa, junto con las cosas que en la mente de Tolkien se relacionaban con todo aquello. Un hito en los descubrimientos de Ronald, cuando ya se acercaba el momento de dejar la King Edward’s, fue el poema épico nacional finés Tierra de héroes o Kalevala. No mucho después escribió que «cuanto más lo leía, más familiar me parecía y más disfrutaba»[7]. Años más tarde, incluiría gustosamente algunos elementos del Kalevala en su historia de un guerrero que mata a un dragón, «El cuento de Túrin Turambar», cuyo héroe se casa sin saberlo con su propia hermana.

Otra de las cosas que suscitó gran apoyo por parte de sus amigos fue su descubrimiento del idioma gótico antiguo: algo que no habría llamado la atención de nadie, excepto Ronald, que pudo compartir sus hallazgos con los amigos del TCBS. Aquello tendría resonancias futuras, cuando la vida profesional de Ronald fuera centrándose en idiomas como el gótico: vocación que incluiría tanto el trabajo académico, como las obras de ficción literaria, que acabarían finalmente convergiendo. También descubrió a los dieciséis años un libro de texto, A Primer of the Gothic Language de Joseph Wright, que le condujo a aquel idioma antiguo germánico —ancestro originario del inglés, el alemán y otros de la misma familia— del cual solo han sobrevivido unos pocos textos; y con él, la disciplina académica de la que sería no solo profesor, sino también un sobresaliente impulsor y creador: la filología. El libro de Tom Shippey, J. R. R. Tolkien: autor del siglo, presenta una imagen clara y amplia de la importancia de la filología como área de estudio para los escritos de Tolkien:

En mi opinión… la esencia de la filología es, en primer lugar, el estudio de las formas históricas de una o varias lenguas, incluyendo las variantes dialectales y fuera del estándar, y también de lenguas relacionadas… No obstante, la filología no se limita, y no debería limitarse, al estudio de las lenguas. Los textos en que sobreviven estas antiguas variantes lingüísticas son con frecuencia obras literarias muy impactantes y distintivas…[8]

Ronald, muchos años más tarde, describiría su encuentro con el gótico en una carta, y diría que era «un idioma bello», que había alcanzado la «eminencia» en su uso en la liturgia de la Iglesia[9]. En otra carta a su amigo, el poeta W. H. Auden, reveló que en el libro sobre el gótico de Wright no solo había descubierto «la filología histórica moderna, que buscaba la parte histórica y científica, sino, por primera vez, el estudio de un idioma por el simple amor al idioma»[10]. También mostraba cómo se expresaba en gótico su nombre, Ronald, que provenía del antiguo nórdico, y su apellido germánico, Tolkien: «Ruginwaldus Dwalakoneis». En una clase confesó que «el gótico fue el primero [de los idiomas] que me arrebató, que conmovió mi corazón»[11].

Geoffrey Bache Smith («GBS»), que actuó en The Rivals en aquel periodo de invierno en la King Edward’s, se convirtió en otro de los miembros del núcleo duro del TCBS, con quien Ronald compartía descubrimientos como estos y que, como él, era uno de los poetas genuinos del grupo[12]. El deseo común de escribir y de explorar la literatura antigua, aproximaría paulatinamente a Ronald y a Smith. Uno de los muchos intereses que compartían eran los caminos antiguos y el proceso por el que se habían deteriorado a lo largo del tiempo. Smith publicó algunos de sus poemas en la King Edward’s School Chronicle. Los dos amigos hablaban sobre poetas contemporáneos como W. B. Yeats y A. E. Housman, que influyeron en los poemas de Smith. La conversación, sin embargo, podía igualmente derivar hacia las baladas del inglés antiguo o al ciclo galés de las historias célticas, The Mabinogion, con toda la importancia que tenía para el conocimiento del pasado mitológico de Gran Bretaña. Smith comentaba los poemas de Ronald, incluyendo, cuando llegó el momento, los primeros relacionados con la Tierra Media. Como había nacido casi tres años después que Ronald, Smith a menudo estaba dos clases por detrás, y esto explica por qué no llegaron a conocerse hasta que actuaron en The Rivals. Su padre había muerto en 1905, un año después de Mabel Tolkien, y había dejado a su viuda, Ruth Annie Smith, con dos hijos. El hecho de que ambos hubiesen perdido a sus padres pudo ser parte de la afinidad que habría entre Ronald y Geoffrey.

Ronald distinguía a sus amigos entre los más íntimos y los que ocupaban una especie de segunda división, por ser, por ejemplo, demasiado frívolos para su gusto —C. S. Lewis había hecho una distinción similar de joven, y cuando conoció a Tolkien como colega en Oxford, lo relegó a la segunda división—. Del TCBS, Wiseman y Smith estaban claramente en la primera división, y Gilson finalmente también. Sin embargo, Ronald también tuvo otros notables amigos en el TCBS que parecían ocupar la segunda división. Entre estos se incluía un número de compañeros de la King Edward’s School: Sydney Barrowclough, Thomas Kenneth «Tea-Cake» Barnsley y dos hermanos, Wilfred Hugo Payton —«Whiffy»— y Ralph Stuart Payton —el joven Payton, de ahí el apodo de «the Baby»—. A Barnsley se le conocía por su exuberante y fluido ingenio. Su padre era teniente coronel —más tarde general de brigada— en el ejército británico. El apodo de Barnsley —Tea-Cake [pastel para el té]— con mucha seguridad procedía de la fijación del TCBS —como los hobbits— por las tazas de té y los pasteles, así como de una broma con sus iniciales, T. K. Otro de los integrantes, Wilfred Hugh, el Payton mayor, se había ganado el respeto por su participación en una amplia gama de actividades escolares, en cuya dirección colaboraba. Fue a la Universidad de Cambridge para cursar estudios clásicos, al mismo tiempo que Ronald marchaba a Oxford. El hermano pequeño, Ralph Stuart Payton, también estaba bien considerado y participaba en muchos clubs y asociaciones de la escuela, como el club de tiro, la revista y la Asociación de debate. Finalmente siguió a su hermano en los estudios clásicos en Cambridge. Sydney Barrowclough era dos o tres años más joven que Ronald. Participaba en muchas de estas mismas actividades como otros amigos miembros del TCBS, pero nunca estuvo en el núcleo duro. Finalmente fue a Cambridge al mismo tiempo que R. S. Payton —«the Baby»—, a cursar estudios clásicos también.

Un íntimo amigo de Ronald, Vincent Trought, constituyó un caso especial. Con Ronald y Wiseman, fue uno de los primeros miembros del TCBS. Como ellos, también apoyaba con entusiasmo las actividades de la escuela, y era conocido por su capacidad para hacer juegos de palabras. Se le consideraba algo tardo para razonar, quizás porque hablaba «a menudo de un modo nebuloso, y con un estilo monótono en los debates»[13]. Estuvo enfermo durante el periodo de otoño de 1911, cuando Ronald entró en Oxford. Tras un viaje a Cornwall para huir del aire de las fábricas de Birmingham y poder descansar, murió súbitamente en enero de 1912, a la edad de dieciocho años. Ocurrió solo unos meses después de la inauguración del club. Sus poemas auguraban grandes promesas. La King Edward’s School Chronicle indicó: «En la poesía encontró los medios de expresión más afines a su carácter, y algunos de sus poemas muestran gran profundidad de sentimiento y control del lenguaje»[14]. Ronald lloró la pérdida, pero no le avisaron con el tiempo suficiente para llegar al funeral en Cornwall desde Oxford. Sí pudo pagar parte de la corona de flores que envió el TCBS.

Igual que los amigos de la escuela, los profesores fueron muy importantes en estos años formativos. De la vida escolar de Ronald en la King Edward’s, C. S. Lewis decía que Tolkien «recordaba muchas cosas buenas y pocas malas. El profesor encargado de su clase, George Brewerton —un «fiero profesor»—, le hizo conocer a Chaucer enseñándole a pronunciar correctamente aquel inglés y le prestó una gramática de anglosajón, mientras que R. W. Reynolds le introdujo en la crítica literaria». El buen nivel de enseñanza de las materias clásicas les permitía a Ronald y a sus amigos conversar en griego y en latín. Como resultado de sus «aficiones» privadas, Ronald sorprendía al hablar con fluidez en gótico o inglés primitivo (anglosajón).

En la época en que Ronald dejó la escuela para ir a Oxford, George Brewerton se aproximaba a la edad de jubilarse, pero no parecía perder nada de pasión. Era el profesor de estudios clásicos, además del de literatura inglesa, donde mostraba gran conocimiento y entusiasmo. Además de aquella gramática de inglés antiguo que le prestara, Ronald valoró particularmente que le introdujera en el mundo de Geoffrey Chaucer, uno de los más grandes poetas y narradores de Inglaterra, del que finalmente se convertiría en toda una autoridad. Fue especialmente importante para el chico la correcta pronunciación de Brewerton del inglés medio de Chaucer al leer Los cuentos de Canterbury. Ronald ya era muy consciente de los enormes cambios que se habían dado en la lengua inglesa en el pasado, y empezaba a ver el enorme impacto que la conquista normanda en el siglo XI había supuesto en los inicios de la lengua y la literatura inglesas. Comenzaba a descubrir que aquel Chaucer que había vivido en el área de Londres, representaba el éxito de las influencias del «romance» normando y continental sobre los esfuerzos de otros escritores más conservadores de entonces, que todavía utilizaban en sus creaciones las estructuras antiguas del inglés. Ronald se sentía especialmente fascinado por los turbulentos cambios en la lengua y la literatura inglesas en el siglo XIV en particular: aquel periodo intensamente innovador en que Chaucer y otros escritores con los que se deleitaba habían compuesto sus poemas. Tales eran las semillas que germinaban en él cuando fue a Oxford, y que crecerían al contacto con sus experimentos en la creación de idiomas.

El otro profesor que menciona C. S. Lewis fue R. W. —«Dickie»— Reynolds, que, como Brewerton, le enseñó inglés a Ronald —la asignatura apenas destacaba en medio del plan de estudios oficial de la escuela—. También daba clase de estudios clásicos e historia. Antes de dedicarse a enseñar, Reynolds había escrito crítica literaria para una revista especializada muy leída, el National Observer. A Ronald le parecía que su modo de enseñar estas materias era «aburrido» y poco entusiasmante; era obvio que lo que verdaderamente le entusiasmaba a Reynolds era la literatura. Humphrey Carpenter aventura que los intentos del profesor por inculcar la apreciación del estilo y del gusto en sus alumnos fueron lo que hizo que Ronald se animara a escribir poesía. Uno de sus primeros poemas, aquel al que Wiseman, su amigo del TCBS, había puesto música, llevaba el título «Luz del día en el bosque»[15]. En él escribió sobre «cosas luminosas de fantasía» que estaban «investidas de fulgor, ajenas al sufrimiento». Tras dejar la King Edward’s, Ronald mantuvo el contacto con Reynolds, a quien consideró «enormemente interesante como persona», y a quien le enviaba sus propios textos para que le diera su opinión, que tanto valoraba.

El periodo final de Ronald en la King Edward’s School terminó el 26 de julio de 1911, y comprendió un acto de despedida, la puesta en escena de la obra de Aristófanes La paz. Ronald fue uno de los que actuaron en la comedia, que se representó en griego y con melodías populares de los music halls de la época para la música de los coros. La obra de Aristófanes se había estrenado en Atenas el año 421 a. C., en la época de la guerra del Peloponeso, en un momento en que había grandes esperanzas de que pronto terminase, aunque duraría diez años. Considerándolo ahora, la elección de aquella obra resultaba muy tópica en un país que solo tres años más tarde sería arrastrado a la «guerra que terminaría con todas las guerras». Unas semanas después de dejar la escuela, Ronald disfrutó de unas vacaciones en Suiza que habrían de dejarle una huella duradera.

Aunque quizás no tuvieran aquel motivo, dichas vacaciones vinieron a celebrar el rito de paso de Ronald de la escuela a la universidad. En retrospectiva, se puede ver aquellas excursiones arduas y a veces peligrosas por sierras de increíbles alturas como un viaje simbólico desde sus días en la escuela hasta el estudio serio y adulto en Oxford, y luego la guerra. Cincuenta años más tarde, todavía lo recordaba vivamente, y lo que vio quedaría reflejado tanto en El Hobbit como en El Señor de los Anillos.

Aquella aventura fue posible por la amistad de la tía de Ronald, Jane Neave con la familia Brookes-Smith. En algún momento la tía Jane se había hecho amiga de la familia, quizás en su trabajo de guardesa del college de mujeres de la Universidad de St Andrews. Hilary Tolkien —que en ese momento tenía diecisiete años— se encontraba trabajando en la granja de sus tíos, en Hurst Green. El resultado fue que la tía Jane, Ronald y Hilary acompañaron a la familia a Suiza en el verano de 1911. Jane Neave se encargaría de cocinar, mientras ellos harían excursiones y acampadas. La familia estaba compuesta por James y Ellen Brookes-Smith, sus hijas Phyllis —de dieciséis o diecisiete años— y Doris —de catorce o quince—, y su hijo Colin —de doce o trece—. Además había «una o dos institutrices solteras»[16] y un par o quizás más de miembros en aquel grupo. Algunos se adhirieron durante las vacaciones. Una fotografía en The Tolkien Family Album, muestra a algunos de los integrantes sobre el gran glaciar de Aletsch, con Ronald sentado en primer plano, junto a una de las hijas. Todos llevan bastones de caminar largos y sólidos, recias botas y sombreros de ala ancha para el aire libre como protección para el sol.

Los viajeros partieron en barco desde Harwich hasta Ostende en Bélgica, después fueron en tren pasando por Colonia, Frankfurt, Munich, hasta Innsbruck en Austria, cerca de la frontera con Suiza, donde comenzaba el tour. El viaje se volvió entonces más rudimentario. Era a pie, y en tren solo cuando era necesario. Hicieron una enorme distancia hasta Interlaken, en Suiza, seguramente a menudo en tren. Desde aquí a pie y con sus pesadas mochilas hasta Lauterbrunnen, siguiendo la mayor parte del trayecto sendas de montaña y a veces durmiendo de cualquier modo en graneros (el nombre «Lauterbrunnen» seguramente significa «pozo profundo», «manantial profundo» o algo similar, lo que da pie a la idea razonable de que inspiró el río Loudwater —traducción del río Bruinen en las historias de Tolkien— en Rivendel). De hecho, es fácil imaginarse que el profundo valle de Lauterbrunnen tuviera algo que ver con la posterior creación tolkiniana de Rivendel. Desde allí, finalmente, caminaron hasta dejar atrás las cumbres de Eiger y de Mönch —«Monk»—, y más adelante la de Jungfrau, antes de encontrar un paso para entrar en Brig y el valle del Rin. Estas cumbres fueron una inspiración para la imaginación de Ronald, pues aparecerían años más tarde en sus dibujos y descripciones de las Montañas Nubladas en la Tierra Media. Casi sesenta años más tarde, escribiría en una carta: «Dejé atrás el paisaje de Jungfrau con gran nostalgia: nieves perpetuas, como cinceladas contra la eterna luz del sol, con la cumbre del Silberhorn destacándose afilada contra la oscuridad: el Silvertine —Celebdil— de mis sueños.»[17]

Desde Brig volvieron a las montañas, dirigiéndose al glaciar gigante de Aletsch. Se alojaron en una posada a miles de pies de altura, y desde allí fueron con guías a la gran aventura del glaciar. Aquel año había habido meses de tiempo cálido que habían derretido la nieve y dejado al descubierto cantos y piedras que de normal estaban bien fijas por el hielo. Ronald confesó que «estuve cerca de perecer»[18]. Mientras cruzaban en fila un desfiladero estrecho con una pronunciada pendiente de nieve a su derecha y una caída vertiginosa a un precipicio a su izquierda, unos cantos desprendidos de varias moles comenzaron a rodar por el declive que tenían encima por efecto del deshielo. Uno de ellos pasó entre Ronald y un anciano profesor que le precedía y que con un grito se echó hacia delante justo a tiempo. El canto no impactó en Ronald por menos de medio metro, y aquello le dejó con las rodillas temblando. El incidente ayudó a inspirar la «batalla de truenos» en el capítulo IV de El Hobbit, que lleva a Bilbo, Gandalf y los enanos a refugiarse en una gruta aparentemente segura y seca[19]. Posiblemente también inspiró aquel dibujo de Tolkien de «El sendero de montaña» en el mismo capítulo. Los viajes de Ronald por estrechas sendas de montaña que ascendían por las enormes cumbres nevadas también reaparecieron en momentos determinados tanto en El Hobbit como en El Señor de los Anillos, como cuando Frodo y sus compañeros intentan en vano cruzar las montañas junto a la cumbre gigante de Caradhras, y están a punto de perecer en una tormenta.

El rico almacén de recuerdos de lugares y eventos que Ronald se trajo de Suiza es un ejemplo de cómo escenarios y lugares del mundo real se convertirían en historias y lugares inventados en la Tierra Media. Tenía un agudo sentido del lugar, que armonizaba muy bien con su sensibilidad para los idiomas. A lo largo de toda su vida, sus experiencias —de normal bastante ordinarias— irían alimentando constantemente su imaginación, y desde ahí, sus obras de ficción. Tenía el sobresaliente don de capturar la plasticidad de un paisaje, o incluso de un idioma particular, de tal modo que sus lectores también pudiesen experimentarlo. Utilizando una de sus imágenes, encontrarse con la plasticidad de un nuevo idioma era para él como cuando un amante del vino descubre una deliciosa botella en una bodega, y la prueba por primera vez. La gozosa experiencia del lector de Tolkien es algo que C. S. Lewis también indicó, cuando comentó en otro contexto que la lectura puede agrandar nuestro ser al ampliar nuestra experiencia, pues tal es el poder de las palabras. Dijo: «Al leer literatura me convierto en mil hombres y sin embargo sigo siendo el mismo. Como el cielo nocturno en el poema griego, veo con miles de ojos, pero sigo siendo yo quien veo. En esto, como en la oración, en el amor, en la acción moral y en el conocimiento. Me trasciendo, y nunca soy más yo que cuando lo hago»[20].

[1] Humphrey Carpenter, J. R. R. Tolkien: A Biography (London: Unwin Paperbacks, 1978), pp. 41, 45.

[2] Vid. John Garth, «Wiseman, Christopher», en Michael D. C. Drout (ed.), J. R. R. Tolkien Encyclopedia (New York and London: Routledge, 2007), pp. 708-709.

[3] Humphrey Carpenter, op. cit., p. 41.

[4] Ibídem, pp. 53-54.

[5] A. Douglas, D. Moore y J. Douglas, Birmingham Remembered: A Centenary Celebration (Birmingham: The Birmingham Post & Mail, 1988), p. 103.

[6] «The Musical and Dramatic Society», en King Edward’s School Chronicle, n.s. 27, no. 191 (marzo 1912), p. 10 – citado en Christina Scull y Wayne G. Hammond, The J. R. R. Tolkien Companion and Guide: Chronology (London: HarperCollins, 2006), pp. 30-31.

[7] Humphrey Carpenter, op. cit., p. 57.

[8] Tom Shippey, J. R. R. Tolkien: Author of the Century (London: HarperCollins, 2001), p. xii.

[9] J. R. R. Tolkien (Humphrey Carpenter, ed.), The Letters of J. R. R. Tolkien (London: HarperCollins, 2006), p. 357, 20 de julio de 1965.

[10] Ibídem, p. 213.

[11] «English and Welsh», en J. R. R. Tolkien, The Monsters and the Critics and Other Essays (London: George Allen and Unwin, 1983), p. 191.

[12] Sobre G. B. Smith y otros miembros del TCBS, vid. el completísimo libro de John Garth, Tolkien and the Great War (London: HarperCollins, 2005).

[13] C. Scull y W. G. Hammond, Chronology, p. 1045.

[14] King Edward’s School Chronicle, n.s. 27, no. 191 (marzo de 1912), p. 4.

[15] Citado en Humphrey Carpenter, J. R. R. Tolkien: A Biography (London: Unwin Paperbacks, 1978), p. 55.

[16] Carpenter, op. cit., p. 58.

[17] The Letters of J. R. R. Tolkien, no. 306.

[18] Ibídem.

[19] Tolkien lo cuenta así, ibídem, p. 309.

[20] C. S. Lewis, An Experiment in Criticism (Cambridge: Cambridge University Press, 1961), pp. 140-141.

J.R.R. Tolkien: Génesis de una leyenda

Подняться наверх