Читать книгу Inconsciente y emergencia ambiental - Cosimo Schinaia - Страница 10

Introducción

El rol del psicoanálisis

Оглавление

El psicoanálisis me mata cuando entra en todo lugar sin ser invitado y se afirma como interpretación de todas las interpretaciones posibles.

Jean-Bertrand Pontalis, El amor a los comienzos

Este libro nace como natural continuación de los temas abordados en mi libro anterior −Interno Externo. Miradas psicoanalíticas sobre arquitectura y urbanismo. El intercambio osmótico ente lo interno y lo externo, entre consciente e inconsciente, entre organización mental y organización social, entre naturaleza y cultura, los pasajes, los vaivenes entre el “adentro” y el “afuera”, entre el espacio mental y el espacio externo, la constante e inestable redefinición de las las relaciones entre los dos territorios a través de sus cambios, sus transformaciones, sus reorganizaciones se constituyen como una delicada cuestión, en el doble registro intrapsíquico e interpersonal. Estamos rodeados por el medioambiente, respiramos el medioambiente, dependemos del medioambiente y al mismo tiempo lo tenemos incorporado en nuestras mentes, en nuestros sueños, en nuestros conflictos, en nuestras angustias, en nuestros miedos.

Arthur Rimbaud escribió admirablemente en Iluminación (1886): “He tirado cuerdas de campanario a campanario; guirnaldas de ventana a ventana; cadenas de oro de estrella a estrella, y bailo.”

Y Jean-Bertrand Pontalis (1986, p. 57) dice que “se necesitan varios lugares dentro de uno para tener alguna esperanza de ser ellos mismos.”

Del ya citado Interno Externo (Schinaia, 2016, p. XXXIV) rescato:

“Texto (del latín, textus) significa tejido. Deseo que al final la búsqueda y el reconocimiento del hilo rojo de esta textura, de este recorrido de escritura, de este viaje de búsqueda, resulte ágil para el lector, que podrá beneficiarse de mis consideraciones personales en el interior de un cuadro de teorías, observaciones, puntos de vista y reflexiones amplio y complejo, pero absolutamente rico y vital, accediendo ‘al placer a través de la cohabitación de los lenguajes, que trabajan juntos, flanco a flanco’” (Barthes, 1973, p. 4).

Es necesario, entonces, construir espacios contenedores para los intercambios entre el adentro y el afuera que garanticen transiciones, intercambios, interconexiones.

La discusión entre diferentes lenguajes científicos y culturales puede permitir la estructuración de diferentes y originales formas de lenguaje y de experiencia que no son la suma de los lenguajes y de las experiencias del comienzo pero que encuentran su configuración y su vida autónoma y original.

Continuando en el camino comenzado con aquellas consideraciones, mi intención es mostrar cómo el psicoanálisis puede ser un recurso (no un lujo) para explotar adecuadamente y profundizar el estudio de los mecanismos de defensa individuales y comunitarios respecto de la toma de conciencia de los graves problemas ecológicos de hoy, de las catástrofes y de los desafíos con los que nos debemos enfrentar. Teniendo abiertas todas las preguntas, se evidencia la absoluta necesidad de confrontar permanentemente con otros saberes, con otros lenguajes, sin presuntuosas ambiciones colonizadoras ni búsquedas de armonías totalizadoras, pero con la certeza de la significativa peculiaridad de la contribución de la cultura y de la experiencia psicoanalíticas, que pueden ofrecer resortes, instrumentos y procesos para afrontar constructivamente los desafíos ecológicos.

No se trata, ciertamente, de proponer nuevamente el viejo concepto de psicoanálisis aplicado, o sea, la explicación e interpretación subjetiva, a-histórica, sustancialmente reduccionista y enfermiza del intérprete (sin, además, ninguna posibilidad de confirmación o de refutación) de la realidad externa, reportándola al trabajo inconsciente y a su interpretación, sin tener en cuenta la multiplicidad de sus significados.

Jacques Lacan propone en el Seminario VII (1959-60) dedicado a La ética del psicoanálisis, en lugar del mencionado psicoanálisis aplicado, un psicoanálisis implicado, o sea que, si bien su cuerpo teórico es poderoso y muy estratificado en el tiempo, es capaz de enriquecerse de términos teóricos y clínicos en contacto con otras culturas y volverse un organismo vivo y en evolución, capaz de entender e imaginar la humanidad que se está, o mejor, estamos construyendo (Preta, 2019).

Luc Magnenat (2019a, pp. 30-31) describe bien las razones de la inadecuación del concepto de psicoanálisis aplicado:

“La clásica expresión de ‘psicoanálisis aplicado’ a campos diferentes de la clínica me parece inapropiada al menos por tres razones. En primer lugar, pone al psicoanálisis en una posición arrogante en la comparación con el saber que va a explorar. En segundo lugar, expone a la teoría psicoanalítica a una ‘aplicación’ mecánica que no tendría en cuenta el enriquecimiento recíproco que nace del encuentro con los campos artísticos, científicos, filosóficos, religiosos, antropológicos, sociales, políticos, etcétera. La tercera razón, y esencial, es que, interesándose por otros campos de la clínica, el psicoanálisis se priva de su principal instrumento de valoración: la escucha del analista de la escucha consciente e inconsciente que el analizando hace de sus interpretaciones. Es a través de la escucha de la escucha del paciente, en el aprés-coup de la interpretación, que el analista puede valorar la parte de la verdad psíquica contenida en el trabajo interpretativo de la pareja analítica. Fuera de la práctica clínica, cuando se interesa por otros campos culturales, el psicoanalista debe meterse también en la escucha de otra escucha, la de los expertos del campo que va a investigar. El psicoanálisis debe estar ‘interesado’ pero no ‘aplicado’, referido en la etimología ‘inter esse / ser entre’.”

¿Cómo enfrentar la contradicción entre, por una parte, las imágenes del progreso, de lo inagotable, del desarrollo ilimitado y, por otra, el hambre y las informaciones sobre el clima que dramáticamente nos llueven?

¿Qué sucede a las neuronas sentimentales, a las pequeñas voluntades emotivas que, a pesar de las alertas existenciales, siguen amando y soñando y estudian cómo sobrevivir mientras producen pensamientos de fuga? (Neri, 2020)

Para Jenny Offill (2020), nuestra relación con la crisis climática está llena de altos y bajos, locura y arrojos; la amenaza ambiental es un doble a quien hacer frente.

¡Cuán impregnada está de intensa conflictividad la condición humana! Exterminamos las especies vivientes y después nos ocupamos de salvaguardarlas de la extinción; destruimos el ecosistema y damos alarmas para salvar el planeta; construimos casas frágiles en zonas sísmicas y, cuando llega un terremoto, descubrimos virtudes heroicas, arriesgando nuestras vidas para salvar aunque sea una sola persona de los escombros. (De Renzis, 2020)

Sujeto sensible, incandescente, polémico, más particularmente un tema de pregunta y de preocupación, pero también de diferencia y de toma de distancia, el medioambiente se ha vuelto uno de los símbolos indisociables de la sociedad moderna. (Berger y Roques, 2016).

Hoy se piensa mayormente que puede ser estudiado sólo aquello que es mensurable, excluyendo áreas de la subjetividad humana, como nuestros sentimientos hacia la naturaleza y los cambios climáticos y nuestra empatía y conexión con las otras especies (Wentrobe, 2013a).

Jorge Bergoglio (2015, p. 1), comentando el testimonio de Francisco de Asís, afirma comprensiblemente que “la ecología integral requiere apertura hacia categorías que trascienden el lenguaje de las ciencias exactas y de la biología y que nos conectan con la esencia del hombre.”

La actitud cognitiva del papa Francisco está reforzada con las palabras de Alberto Einstein, que había dicho: “No todo aquello que puede ser contado, cuenta, y no todo aquello que cuenta, puede ser contado”1, dando valor, también él, a los aspectos emotivos, subjetivos, que entran en juego en las ciencias experimentales.

De su advertencia deberían sacar provecho muchos discursos ambientalísticos que, basándose solamente en la descripción dramáticamente objetiva de la catástrofe hacia la que vamos, no consideran la fuerza de las defensas psíquicas tanto individuales como grupales que socavan la conciencia de la objetividad del daño provocado y sufrido al mismo tiempo.

Nathaniel Rich (2019), después de analizar a fondo los aspectos políticos, científicos, tecnológicos y económicos de la historia más reciente del conflicto de la crisis ambiental sostiene que la política, la ciencia, la tecnología y la economía por sí solas no alcanzan para conseguir y mantener resultados satisfactorios. Para él es necesario poner en el centro del debate internacional la “dimensión ética” del problema. Para Michel Benasayag (2020), la dimensión ética consiste en la praxis de un hacer orientado a la creación de un paradigma de felicidad y deseo alternativo al hasta ahora conocido, dictado por el sistema capitalista contemporáneo, que propone un modelo de progreso infinito y que orienta las elecciones individuales y colectivas hacia formas agresivas de uso de los recursos naturales.

La sociedad globalizada, el contexto histórico cultural en el que vivimos, marcan significativamente cada subjetividad, tanto de forma individuales como en los vínculos sociales.

Lorena Preta (2018, pp. 199-200) nos advierte de la necesidad de enfrentarnos con los cambios de nuestro psiquismo determinados por las modificaciones de las condiciones ambientales:

“El psicoanálisis, aunque estructurado, al menos desde el punto de vista de su aparato terapéutico, sobre un encuentro directo y exclusivo con la interioridad del paciente, con su mundo fantasmático y pulsional, adicto a la construcción del específico espacio analítico creado por el encuentro de los inconscientes del analista y del paciente, no puede no preguntarse sobre estos grandes cambios y cómo reorientan el pensamiento sobre la psiquis y sus dinámicas.”

Jacques Press pone en evidencia las numerosas dificultades implícitas en el enfrentamiento con una realidad nueva y crítica:

“¿Cómo es posible pensar cuando la casa arde? De pronto se produce un hiato entre, por una parte, la exigencia de la acción conexa con la urgencia de la situación y, por otra, la parálisis de nuestro funcionamiento psíquico, más en un contexto muy particular porque somos los agentes de la destrucción en curso. Existe el riesgo de una teorización concreta de adherir, sin la necesaria distancia, conceptos psicoanalíticos a una situación que necesita nuevos instrumentos de pensamiento para ser aprovechada en su complejidad.” (2019, p. 266)

En el contacto con una nueva realidad es necesario pensar con instrumentos que, refiriéndose a lo conocido, tengan en cuenta los nuevos contextos y sepan interactuar con ellos, siguiendo la sugerencia de Pierre Fédida (2007, p. 52): “El rol del analista es imaginar. [...] Imaginar aquello que otro ha vivido.”

Imaginar también delante de lo que aparece como un agujero, un blanco de imágenes, un vacío sin cavidad. Más radicalmente, imaginar la desaparición, el deshacerse, la cancelación de los rastros (Galiani, 2009).

Escribe René Käes (2013):

“Debemos arriesgar nuevos análisis, fabricar instrumentos mentales, proponer modelos inteligibles para pensar de nuevo y provisoriamente esta relación con lo desconocido que hemos elegido como nuestro modo de ser en el mundo.”

El primer capítulo −Breves notas sobre las principales etapas del proceso de oposición a la emergencia climática− hace balance sobre la crisis ambiental de nuestros días, sobre sus especificidades, sobre las consecuencias y cómo todo el mundo se está equipando para remediar con acuerdos de cooperación, pero también con desacuerdos que atrasan las acciones reparadoras.

El segundo capítulo −Nosotros y el medioambiente− destaca la enterrelación en el interior de la comunidad de todos los viviente y de todas las especies, como antídoto para la destrucción de los ecosistemas. En el medio de la reflexión se pone también la necesidad de una nueva urbanística, que equilibre lo construido con el verde y que tenga como fulcro la reparación de la ciudad. Finalmente se trata el problema de la transmisión transgeneracional y de nuestro legado al futuro de nuestros hijos.

El capítulo tercero −La relación de Freud con el medioambiente− está dividido en dos secciones. En la primera se describe la relación romántica de Freud con la naturaleza, tal como está descripto en sus cartas desde lugares montañosos o marítimos y con algunas anotaciones sobre las ciudades que son propedéuticas para las reflexiones presentes en el ensayo “El malestar en la cultura”, de 1929. En la segunda sección se analizan los pensamientos contradictorios de Freud acerca de la relación hombre-naturaleza en los que más puntualmente manifiesta sus ideas sobre el medioambiente y sus implicancias respecto de la construcción de la civilización y del progreso.

El cuarto capítulo −El psicoanálisis y la crisis ecológica− describe la evolución del pensamiento psicoanalítico después de Freud respecto de la naturaleza y del medioambiente y también una sustancial dificultad de los psicoanalistas a enfrentarse con los temas ecológicos. Harold Searles intenta acercarse a esta temática recién en los años 60, abriendo la puerta a reflexiones que encontrarán nuevos intereses en los 2000, cuando los temas de la polución y del recalentamiento climático se vuelven angustiosamente actuales y se corporiza el estudio de las defensas patológicas, ya sean individuales o grupales, que impiden una plena y madura conciencia de la gravedad de la situación.

El quinto capítulo −La basura− propone el tema de la basura, evidenciando sus diversos significados simbólicos. A través de la exposición de algunas viñetas clínicas se presenta cómo diferentes aspectos neuróticos de la personalidad y diferentes historias personales entran en juego en la relación del hombre con la basura, determinando actitudes inadecuadas, incoherentes y, a veces, riesgosas.

El sexto capítulo −El derroche− enfrenta el tema de los restos y los desperdicios. El tema de los desperdicios de agua y de calor en las casas, o sea, el problema del consumismo en general, se aborda cruzado con partes de algunas historias clínicas con problemáticas generales y la representación de la interdependencia entre mundo interno y características medioambientales.

El séptimo capítulo −La contaminación luminosa y acústica− enfrenta el tema de la relación entre el acceso de luz y de sonido y del rumor de fondo en la sociedad y el atentado al bienestar psicofísico del hombre y de las otras especies. Los reflejos que estos aspectos polutivos tienen en la vida de las personas, por un lado, y las actitudes en los enfrentamientos de la luz y de la oscuridad y de los sonidos y del silencio en las historias y conflictos individuales encuentran una posible elaboración en las vicisitudes de la relación analítica.

El octavo capítulo −De lo individual a lo social− describe la relación entre los mecanismos de defensa individuales, las modalidades defensivas grupales y comunitarias, poniendo de relieve similitudes y diferencias. Se analizan algunos aspectos defensivos de la militancia ambientalista, que puede reducir el impacto comunicativo del mensaje ecologista. La adhesión fanática a la ideología ecologista, la exaltación acrítica del mundo natural, la dramatización obsesiva de las prácticas de defensa ambiental, la oposición al progreso científico, pueden configurarse como un mecanismo de defensa que, enfatizando idealmente la relación del hombre con la naturaleza, en los hechos lo desnaturaliza, transformándolo retórico y sustancialmente inauténtico. También, los esfuerzos directos por proponer sólo acciones prácticas de cambio ambiental, si además son también culposos y terroristas, tienen el riesgo de fallar porque no tienen en cuenta las confusas inversiones afectivas, de la memoria, de los deseos y de las angustias de las personas.

El noveno capítulo −El conflicto trabajo-salud− insiste sobre la permanente contradicción entre bienestar psicofísico y medioambiente salubre y dirigido al trabajo, basándose en un viaje histórico sentimental entre Taranto, lugar donde nací, a Génova, donde vivo, dos ciudades italianas en las que las acerías manifestaron todo su poder polutivo, con graves consecuencias para la habitabilidad y el sostenimiento ambiental.

El décimo y último capítulo −Servidores del futuro− intenta resumir los razonamientos y reflexiones de los capítulos anteriores, hacer balance, tratando de dibujar algunas posibilidades operativas que salen de los cortes nostalgia-utopía, para proponer algunas modalidades de aproximación individual y grupal, real y optimistamente constructivas.

1 Not everything that counts can be counted, and not everything that can be counted counts. La cita aparece por primera vez en el texto de William Bruce Cameron Informal Sociology: A Casual Introduction to Sociological Thinking (New York: Random House, 1963). Einstein habría escrito esta cita en el pizarrón de su oficina en el Institute for Advance Studies de Princeton, New Jersey (USA).

Inconsciente y emergencia ambiental

Подняться наверх