Читать книгу Inconsciente y emergencia ambiental - Cosimo Schinaia - Страница 11

Capítulo 1

Breves notas sobre las principales etapas del proceso de oposición a la emergencia climática

Оглавление

Nuestra tarea es elegir las ventajas del progreso sin caer en sus riesgos.

Jared Diamond, 30 años para salvar el planeta

El 6 de diciembre de 1988 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó por unanimidad una resolución sobre la “Tutela del clima global para las generaciones presentes y futuras de la humanidad”. Sobre esta resolución se construyó todo el proceso general que llevó con los años a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambios Climático de 1992, al Protocolo de Kioto de 1997, ratificado por 192 países, a la Conferencia sobre el Clima de Copenhague en 2009, en la cual las potencias con economías en vía de desarrollo y con abundantes recursos naturales –recursos estratégicos− como China e India, asumieron una actitud reivindicativa, reclamando más tiempo y no aceptando ponerse en el mismo plano que las potencias occidentales, responsables durante dos siglos de una industrialización salvaje y de la devastación del medioambiente.

El texto aprobado por 196 países en la Conferencia sobre el clima en París en 2015 parte de un presupuesto fundamental: El cambio climático representa una amenaza urgente y potencialmente irreversible para las sociedades humanas y para el planeta.

Reclama, por lo tanto, “la máxima cooperación de todos los países” con el objetivo de “acelerar la reducción de las emisiones de los gases que causan el efecto invernadero”. Para entrar en vigencia en el 2020, el acuerdo debe ser ratificado, aceptado o aprobado por al menos 55 países, que representan en conjunto el 55 % del total de las emisiones mundiales de gases que provocan el efecto invernadero.

El acuerdo prevé:

 Mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2° C. En la Conferencia sobre el clima de Copenhague del 2009, los casi 200 países participantes se pusieron el objetivo de limitar el aumento de la temperatura global respecto a los niveles de la era preindustrial. El Acuerdo de París establece que este aumento está “bien por debajo de los 2°centígrados”, esforzándose hasta detenerse en +1,5°. Para alcanzar el objetivo, las emisiones deben disminuir a partir del año 2020.

 Consenso global. A diferencia de hace 6 años, cuando el Acuerdo se había estancado, ahora adhirió todo el mundo, incluidos los 4 más grandes contaminadores: además de Europa, también China, India y los Estados Unidos se han comprometido a recortar las emisiones.

 Controles cada 5 años. El texto prevé un proceso de revisión de los objetivos que deberá realizarse cada 5 años. Ya en el 2018 se pidió a los Estados aumentar los cortes de emisiones, para llegar preparados al 2020. El primer control quinquenal será, pues, en el 2023 y seguirán a partir de allí.

 Fondos para energía limpia. Los países de la vieja industrialización erogarán 100 millones por años (desde el 2020) para difundir en todo el mundo las tecnologías verdes y “descarbonizar” la economía. Un nuevo objetivo financiero será fijado a más tardar en el 2025. Podrán contribuir también fondos e inversores privados.

 Reembolsos a los países más expuestos. El Acuerdo aprueba un mecanismo de reembolsos para compensar las pérdidas financieras causadas por los cambios climáticos en los países geográficamente más vulnerables, que a menudo son también los más pobres.

 El principio de equidad climática. Los países ricos deberán descender a 0 emisión en el período de 12 años partiendo de las emisiones actuales, de modo que los países más pobres puedan en compensación elevar los estándares de vida, dotándose de infraestructuras, como rutas, hospitales, redes eléctricas e hídricas.

En ocasión de la Cumbre del G20 de septiembre de 2016 en Hangzhou, los alcaldes de las ciudades más importantes del mundo dirigieron un llamado a los líderes nacionales para enfrentar juntos la amenaza global de los cambios climáticos y para construir un mundo basado en una economía con bajas emisiones y con seguridad climática. Los presidentes de China y de Estados Unidos −y posteriormente la Comunidad Europea− anunciaron la adhesión formal al Acuerdo de París, por lo cual, antes del 2020, tal como fue previsto en el 2015, se da por descontado que el plan será aprobado por más de 55 países. Menos mal, porque, en el 2015, por segundo año consecutivo, se comprobó que la economía mundial creció sin haberse registrado al mismo tiempo un aumento de las emisiones globales de CO22. La organización mundial de la ONU para la meteorología registró una cantidad estable de anhídrido carbónico en la atmósfera superior al umbral psicológico de 400 partes por millón. Esto quiere decir que la masa de CO2 producida en los últimos años comenzó a disminuir, pero no lo suficiente como para que pueda ser reabsorbida por los llamados carbon sinks, los tanques naturales, tales como los océanos y los bosques capaces de removerla de la atmósfera. Según el IV Informe del IPCC (organización internacional dependiente de la ONU que monitorea los resultados de la climatología) con una cantidad de CO2 en la atmósfera igual a 450 partes por millón es lícito esperar un aumento de la temperatura igual a 2,1º, mientras que para llegar a 1 solo grado de calentamiento deberíamos detenernos en una cuota de 350 ppm. Para evitar alterar el clima más allá de lo razonable, la cantidad de anhídrido carbónico presente en la atmósfera debe estabilizarse antes del 2030.

En 2017, la nueva administración Trump de los Estados Unidos puso en discusión la aprobación del Acuerdo de París, mediante la cancelación del Clean Power Plan de su predecesor Barack Obama (que preveía la restricción de las emisiones industriales), la reducción de las centrales a carbón y el rechazo a firmar la declaración conjunta sobre el clima en el G7 de energía de Roma.

Para la postura adoptada por Donald Trump pueden valer las palabras de Paul Hogget (2013):

“En las primeras fases de toda investigación científica […] el escepticismo juega un rol constructivo en la búsqueda de pruebas sólidas. Pero una vez que los resultados son científicamente evidentes, entonces la postura del escéptico se transforma en una testaruda obstinación en la afirmación de cuanto es falso e irracional, o sea, se transforma en perversa. […] El recurso de la ciencia climática en la utilización de estimaciones sobre las tendencias futuras permite al escéptico valerse de eventuales imperfecciones para atacar la verdad. Para el escéptico las estimaciones son sólo eso, no son pruebas. Se solicita la verdad absoluta y, en su ausencia, el valor de verdad resultante de la evidencia y de las teorías es anulado.”

El escepticismo lleva perversamente a la simplificación de los problemas y, por lo tanto, a un relativismo reduccionista, para terminar en el verdadero y auténtico negacionismo climático, que transforma las mediciones científicas en suposiciones no probadas, en conjeturas fantasiosas. En apoyo del negacionismo climático se propuso la tesis según la cual existirían regulares oscilaciones cíclicas de la evolución de las temperaturas. El historiador Emmanuel Le Roy Ladurie (1967) define como “poseídos por el demonio de la ciclomanía” a los defensores de estas tesis, que se demostraron científicamente equivocadas.

Sin embargo, la Unión Europea, China y muchas de las principales economías permanecen fieles al Acuerdo de París, junto al uso creciente de las energías renovables y a la rentabilidad de la llamada green economy (Jamieson y Mancuso, 2017). En cambio, el nuevo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, también él con acentos negacionistas, autorizó nuevos y peligrosos proyectos de deforestación.

La Conferencia sobre el clima de Katowice en 2018, sin embargo, evidenció una notable diferencia entre los objetivos suscriptos en París (evitar el crecimiento de la temperatura que supere el umbral de 2 grados respecto de la era preindustrial) y los compromisos suscriptos voluntariamente por los gobiernos y, por lo tanto, no fueron establecidas reglas para el mercado del carbono3 después del 2020. La trayectoria actual lleva al riesgosísimo aumento de más de 3 grados. Se hizo idea y se transformó en un lugar común que la protección del medioambiente frena el crecimiento, castiga ocupaciones y empobrece a los más pobres. Para algunos discursos, esto podría corresponder a la verdad si, junto con las investigaciones sobre energías renovables, el auto eléctrico y las nuevas tecnologías sostenibles, no se incluyeran soluciones concretas para quien se convierte en víctima del abandono de las energías fósiles.

El informe del Comité Científico de la ONU (IPCC) presentado en Ginebra en 2019 se centra en la relación entre el cambio climático y la salud del suelo, mostrando que cerca de un cuarto de las emisiones de gas con efecto invernadero deriva de un mal uso del suelo, por lo cual es necesario reducir la deforestación, incrementar la reforestación y la forestación (la creación de nuevos bosques, que además, por el proceso de fotosíntesis, favorece el enfriamiento de la atmósfera) y también practicar una agricultura sostenible para consumir menos suelo, teniendo en cuenta que el consumo hídrico para el riego de campos es igual al 70 % del total del consumo humano de agua dulce. Además, propone el paso a una dieta predominantemente vegetal, o sea, conformada por una mayor cantidad de frutas y verduras, cuyo cultivo tiene bajas emisiones de carbono y una menor cantidad de carne roja, por la notable producción de metano, gas de efecto invernadero, en gran parte eructado, pero sobre todo exhalado y transferido en los excrementos, en la crianza (sobre todo en las explotaciones industriales intensivas) por causa de los procesos digestivos principalmente de los bovinos.4 El IPCC estima que del 25 al 30 % del alimento se pierde o se tira, y desde el 2010 al 2016 esto contribuyó del 8 al 10 % del total de la emisión de gases con efecto invernadero producidos por el hombre.

En diciembre de 2019, la ONU organizó en Madrid la Cop25, conferencia que protagonizaron los representantes de cerca de 200 países, quienes debían presentar juntos los caminos elegidos para mejorar las estrategias contra el recalentamiento global a partir de 2020, decididas antes del Protocolo de Kioto y después del Acuerdo de París (2015). Las principales medidas para alcanzar el ambicioso objetivo de reducir a cero las emisiones antes del 2050 consistirían en abandonar los combustibles fósiles, facilitar los fondos para los países en vía de desarrollo, revidar el plan de transporte automovilístico, aéreo y marítimo por medio de un riguroso plan de “descarbonización” energética, incluso a través de los smart grids (redes digitales inteligentes). Lamentablemente no se alcanzó ningún acuerdo sobre las medidas prácticas a adoptar para el cumplimiento de los objetivos prefijados, lo que confirma la extendida subvalorización de los problemas.

Siguen apareciendo enfermedades que migran como viajeros sin paz desde sus originarias regiones tropicales, desde países pobres y remotos, donde son endémicas, a nuevos lugares en los que se adaptan y echan raíces como si fueran residentes en los recientes hábitats que conquistan. Ya no es necesario ir a África para contagiarse la malaria ni, por dar un ejemplo menos dramático, nadar en el océano Atlántico o Índico para encontrar coloridos peces desconocidos que atraviesan el agua junto a nuestro róbalo perdido, desconcertado por estos encuentros cercanos, como podría estar el hombre frente a una invasión de extraterrestres. (Preta, 2017).

Los humanos somos 7.000 millones de personas (de un 1.900.000 que éramos en 1900) y se dice que seremos 9.000 millones en la mitad de este siglo. A pesar de los significativos progresos de los últimos 15 años, el acceso al agua potable limpia y segura es un objetivo inalcanzable para gran parte de la población del mundo.

En el 2015, 3 personas sobre 10 (2,1 millones) no tenían acceso al agua potable y 4,5 millones de personas, igual a 6 sobre 10, no tenían servicios higiénicos seguros. Lo revela el último informe de la Unesco sobre desarrollo hídrico global en el título “Ninguno sea dejado atrás”, publicado con ocasión de la Jornada Mundial del Agua, convocada por la ONU el 22 de marzo de 2019.

Las muertes anuales por polución ambiental son de 5 a 6 millones en el mundo. Un artículo publicado en la revista The Lancet (Landrigan et al., 2017) con la firma de la misma The Lancet Commission on Pollution and Health (un proyecto bienal que involucró a más de 40 autores de varios países del mundo) afirma que las muertes prematuras debidas al agua contaminada y al aire sucio en el 2015 han sido 9 millones. La exposición al aire, al agua y al suelo contaminado mata más personas que la obesidad, el alcohol, los accidentes viales y la desnutrición. Los niños son los más golpeados y afrontan los riesgos más altos porque son víctimas de enfermedades permanentes, discapacidades y muertes que pueden surgir también por breves exposiciones a las sustancias químicas contaminadas en el útero y en la primera infancia.

El informe de 250 científicos de 70 países, el Global Environment Outlook, presentado en la Asamblea de la ONU para el Ambiente en Nairobi en 2019 dice que un muerto prematuro sobre 4 en el mundo se debe a las decadentes condiciones ambientales de la región en la que vive. El riesgo para la población que debe abandonar la propia tierra, sujeta a una progresiva desertificación por eventos meteorológicos extremos, es hoy el 60 % mayor que hace 40 años. La Organización Internacional para la Migración (IOM) calcula que los llamados migrantes climáticos serían hoy 25,3 millones, estimando en 143 millones para el año 2050. Los refugiados ambientales, sobre todo por el aumento del nivel de los mares, causado por el descongelamiento de los hielos y por el aumento de la temperatura del agua, factores que determinan la erosión de extensos tramos costeros, son el triple de los provocados por conflictos armados y están en continuo aumento. En general, el 9% de las migraciones de los últimos 10 años han sido provocadas por motivos ambientales, por cuanto las poblaciones autóctonas dependen más directamente para su subsistencia de los equilibrios en el ecosistema y quien huye de los desastres ambientales está hoy forzado a vivir en la clandestinidad y en la pobreza y, además, a ser sostenido como el enemigo universal, lo siniestro freudiano, cuya culpa consiste en que con su sola presencia atenta contra el bienestar occidental.

El acceso al agua potable segura y a los servicios higiénicos-sanitarios ha sido reconocido como derecho humano en 20105 pero todavía no está asegurado para todos. En el mundo aumentan los movimientos para el reconocimiento del derecho al agua como derecho humano, por el contraste con el global grabbing, el acaparamiento de las cuencas acuíferas por parte de las multinacionales y por la tutela de las comunidades autóctonas, más directamente sometidas al riesgo de contacto con redes hídricas contaminadas, que reducen las resistencias a virus y bacterias, con el consiguiente aumento de los decesos, la caída de la fertilidad masculina y femenina y daños en el desarrollo neuro-cerebral de los niños.

Diversos ámbitos culturales −desde la sociología a la antropología, de la filosofía política a la filosofía de la ciencia, de la psicología a la arquitectura y urbanística, de la climatología a las ciencias ambientales− sostienen la validez de las temáticas ecológicas y la necesidad de afirmar el derecho/deber en el equilibrio climático, en la conservación de los recursos del planeta, en la valorización de la biodiversidad6, en la utilización de energías alternativas al petróleo (como la solar y la eólica), en la lucha por los desperdicios alimenticios7 y al vencimiento programado8, dando lugar a la reutilización, a la regeneración y al reciclaje, evitando la continua artificialización del terreno (sobre todo los litorales) y el deterioro ambiental, por ejemplo, a la formación de islas de desechos viajando en los océanos9, de la muerte de delfines y pájaros ahogados por las bolsas plásticas, del depósito de microplásticos10 que ponen en peligro la salud de los mares11, ya gravemente heridos por la acidificación de las aguas y por la pesca a destajo.

Hay que oponerse a los graves deterioros de la naturaleza y de la biodiversidad, que van desde la desforestación salvaje a la suba del nivel de los mares con graves consecuencias para las costas y las islas, a la destrucción progresiva de las barreras de coral, consideradas los bosques de los océanos, a la drástica reducción (casi hasta la extinción) de las especies vegetales y animales12 de quienes depende el equilibrio de la biosfera.

Sería necesario frenar la extracción continua y el uso inmoderado y desmedido de los combustibles fósiles y, consecuentemente, el incremento de las emisiones de gases con efecto invernadero (en particular, el anhídrido carbónico13) y los relativos desequilibrios climáticos, portadores de enormes desastres ambientales, que van desde aluviones a olas de calor siempre más calientes y a olas de frío siempre más frías.

Convendría darse cuenta de que los trastornos que van desde las sequías extendidas −con el consecuente descenso de la producción alimentaria− al abuso de los fitofármacos en los campos, tanto pesticidas como fertilizantes no siempre aceptados por las leyes, que, además de contaminar nuestro alimento (frutas, verduras y cereales) para conseguir una apariencia estética apetecible −con un desplazamiento de lo “bueno” a lo “bello”, del placer del cuerpo al placer de los ojos−14 matan las abejas y otros insectos polinizadores.

Si bien es cierto que los cambios climáticos, con fenómenos extremos como la glaciación y desglaciación, han existido siempre en la historia del planeta, ellos se han manifestado, sin embargo, en fases temporales mucho más amplias, no tan comprimidas, con tanto aceleramiento, tal como ha sido registrado en nuestro siglo.15

En Hielos. Viaje en el continente que desaparece (2019), escrito con la colaboración de Alberto Flores D´Arcais, el glaciólogo Marco Tedesco, uno de los máximos expertos mundiales en cambio climático, habla de Groenlandia, del país de los hielos, describiendo el peligroso descenso del nivel de las aguas, las locas marchas de los osos blancos hacia el interior en busca de alimento, así como el recorrido siempre mayor de rutas hasta hace un tiempo inviolables, como el legendario “pasaje al noroeste”.

Se debería considerar responsablemente los desequilibrios que van desde la carencia hídrica a la contaminación ambiental, de la cementación sin reglas a la urbanización descontrolada, en suma, aquello que Ron Giblett (2019) llama psicogeopatologías y reequilibrar la relación hombre-naturaleza respecto a los reclamos ocho-novecentistas de un desarrollo ilimitado16, para evitar el riesgo del llamado “efecto mariposa”, por el cual un movimiento de las moléculas generado por el aleteo del insecto puede causar un movimiento de otras moléculas hasta desencadenar un huracán a miles de kilómetros de distancia. La metáfora de la mariposa describe el riesgo que pequeñas variaciones en las condiciones iniciales pueden producir grandes variaciones a distancia y en el comportamiento a largo plazo de un sistema complejo.

2 El anhídrido carbónico es un gas insípido, inodoro, invisible y detectable sólo a través de sofisticadas técnicas de monitoreo y reconstrucción. En un artículo de 1896, el químico sueco Svante Arrhenius (1859-1927) estimó que la duplicación del anhídrido carbónico en la atmósfera podría aumentar la temperatura de 5 a 6 grados y, con un cierto sentido ingenuo, sostuvo que el consumo de combustibles fósiles propio de la industrialización aportaría beneficios a la agricultura por causa del fenómeno del efecto invernadero natural y haría más leve el clima de Estocolmo. Calculó que serían necesarios milenios, pero no pudo prever el desmesurado incremento del consumo que se produjo en el siglo XX. En el Códice Arundel, hace unos 500 años, Leonardo da Vinci anticipó el tema del recalentamiento global, imaginando lo que sucedería en el futuro en el planeta y describiendo una tierra quemada por el sol, donde el calor de su superficie extinguiría los seres vivientes “hasta terminar con la naturaleza terrestre”. El Códice Arundel (toma el nombre de su primer dueño reconocido, Henry Howard, XXII° conde de Arundel) es una colección de diseños y escritos de Leonardo da Vinci que comprende 283 folios fechados entre 1478 y 1518, actualmente conservado en la British Library de Londres.

3 Se trata de International Emissions Trading. Los Estados que adhirieron al protocolo de Kioto aceptaron respetar los objetivos de limitación/reducción de las emisiones de gases que provocan el efecto invernadero. Estos objetivos son expresados como niveles de emisiones consentida o “cantidad designada” en un cierto período. Las emisiones consentidas por cada Estado están subdivididas en “unidades de cantidad designada”. El intercambio de emisiones, como establece el art. 17 del Protocolo de Kyoto, permite a sujetos que disponen de unidad de emisión asignada que han sido “guardadas” (emisiones que deberían haber sido consentidas pero que no han sido “utilizadas”) vender estas cantidades a sujetos que superan sus propios límites. Porque el dióxido de carbono es el principal gas del efecto invernadero se habla simplemente de “comercio de carbono”. Las emisiones de carbono están monitoreadas e intercambiadas como cualquier otro bien. Este mecanismo se conoce como “mercado del carbono” (carbon market).

4 El tema de la dieta y, por lo tanto, de la drástica reducción del consumo de productos de origen animal para contrarrestar las emisiones de gas con efecto invernadero, está señalado por el escritor Jonathan Safran Foer (2009; 2019), quien escribe: “Cambiar nuestro modo de comer no será suficiente por sí mismo para salvar el planeta, pero no podremos salvar el planeta sin cambiar nuestro modo de comer.” (Foer, 2019, p. 110)

5 En el 2010, por iniciativa de algunos países latinoamericanos, la Asamblea General de la ONU y después el Consejo de Derechos Humanos aprobaron dos importantes Resoluciones que establecen el derecho el agua y a los servicios higiénico-sanitarios como un derecho humano universal, autónomo y específico. Fue reconocido que se trata de un derecho del hombre esencial para su calidad de vida y al ejercicio de todos los derechos del hombre.

6 La agricultura industrial es responsable en gran parte de la pérdida de la biodiversidad global, por lo que necesitaría pasarse a un sistema agroecológico diversificado y sustentable. Desde mediados del siglo 20 en adelante, con el desarrollo de las semillas híbridas primero y después con las modificaciones genéticas de sus núcleos, se desarrolló un mercado de las patentes. El patentamiento de los productos de la tierra por parte de las grandes multinacionales, generalmente las mismas que producen los fitofármacos y los herbicidas, determina un desequilibrio de los sistemas agrícolas y obliga a los agricultores a abastecerse con ellos, en un régimen de dependencia, incrementando el riesgo de fragilizar sectores enteros a través del abandono de las tradiciones autóctonas de cultivo. En Europa, por ejemplo, según un informe de la OCSE publicado en 2018, las multinacionales detentan el 72% de los derechos de las semillas de tomate cultivado, el 94% de las variedades de pepinos, el 95% de los tipos de zanahorias. Contra las patentes de los productos naturales se expresó en septiembre de 2019 el Parlamento europeo con una moción que reitera que: “Las variedades vegetales y animales, los procedimientos esencialmente biológicos y sus productos, no son de ninguna manera patentables” (Sironi, 2019).

7 En Francia, según una ley del 2005, los supermercados con una superficie de más de 400 metros cuadrados deben firmar un convenio con entidades de caridad para donar los productos no vendidos, obteniendo incentivos fiscales. En 2019 la obligación se extendió a restaurantes, comedores públicos y privados y pequeños negocios alimenticios. El problema más grande, y no sólo en Francia, consiste en los desperdicios de las casas privadas, que representa el 40 % del total.

8 Siempre en Francia, según una ley de 2019, antes del 2023, todos los productos quitados de las estanterías o no vendidos por haber sido superados por un nuevo modelo deberán ser donados a las asociaciones de caridad. Están favorecidos los servicios de reparación, sobre todo de los electrodomésticos, y a las empresas se les pedirá que pongan en los productos a la venta etiquetas con la duración de vida útil prevista para cada artículo. Además, la normativa, que entrará en vigencia en los países de la Unión Europea en el año 2021, prevé la obligación de parte de las fábricas de electrodomésticos, de disponer de repuestos hasta siete años desde el momento de la venta.

9 En el océano Pacífico, hace algunos años, fue individualizada una isla de desechos, un enorme cúmulo de basura flotante, compuesto al menos de un 80% de material plástico, llamada Pacific Trash Vortex o Great Pacific Garbage Patch (gran mancha de basura en el Pacífico), tan grande como –según las estimaciones– una o dos veces el territorio de Texas o incluso con una superficie más grande que la de los Estados Unidos (Moore y Phillips, 2011). Una mancha de los detritos flotantes similar, con densidad comparable, hay en el océano Atlántico (es llamada “North Atlantic garbage patch”).

10 Los microplásticos son pequeñas partecitas de plástico, con una variación de tamaño desde los 330 micrómetros a 5 mm, provenientes de la degradación en el mar de objetos de plásticos grandes por efecto del viento, del movimiento de las olas o de los rayos ultravioleta. Los filamentos plásticos son difíciles de distinguir en el plancton y, por lo tanto, son ingeridos por los organismos marinos, peces y moluscos, con potenciales efectos sanitarios tras el consumo de productos ictícolas. Más adelante, los microplásticos pueden constituir un soporte para la proliferación de colonias de microbios patógenos (Greenpeace, 2016).

11 En 2019 se lanzó en Italia la campaña “Juicio Universal” de sensibilización, información, activación social y de presión hacia las instituciones para promover la primera acción legal contra el Estado italiano para que reconozca la gravedad de la situación, las violaciones a los derechos humanos causadas por los impactos de los cambios climáticos y se adopten metas de reducción de las emisiones de gases para mantener el recalentamiento global cerca del límite prudencial de +1,5°C respecto al período preindustrial.

12 En 2017, 15.364 científicos de 184 países firmaron la declaración “World Scientists’ Warning to Humanity: A Second Notice” en la que, entre otras, se afirmaba: “Hemos desatado un evento de extinción de masa, el sexto en cerca de 540 millones de años, en el que muchas formas de vida actuales podrían ser aniquiladas o extinguidas hacia el fin de este siglo.”

13 El transporte aéreo es particularmente contaminante por cuanto produce anhídrido carbónico más rápido que todas los otros originadores de emisiones de gases con efecto invernadero. El transporte aéreo es una suerte de mancha ciega en el interior de las preocupaciones ambientales. En Francia, 15 diputados de la Asamblea nacional propusieron abolir los vuelos internos de corta distancia.

Escribe Greta Thunberg (2019a, pp. 94-95): “Según el servicio para la compensación climática de Arlanda en Suecia, una persona que vuela en clase económica de Estocolmo a Tokio ida y vuelta produce 5,14 toneladas de anhídrido carbónico. […] Según el Banco Mundial, la media de emisión de un habitante de la India es de 1,7 toneladas al año. En Bangladesh es de 0,5 toneladas.”

Lamentablemente, hoy no existen ni motores ni carburantes alternativos, aunque están en experimentación motores eléctricos para el próximo decenio y ya comenzó la experimentación de aviones pequeños sin carburantes.

14 Se piensa como prototipo la manzana envenenada que la madrastra da a Blancanieves y que tiene una perfecta representación visual en el filme animado de Walt Disney de 1937 Blancanieves y los 7 enanitos (Snow White and the Seven Dwarfs). Su aspecto ilusorio, atractivo y seductor, disfraza el sentido sustancialmente negativo y los riesgos asociados a su valor simbólico. Una investigación dirigida por Stephen D. Porter, David S. Reay, Elizabeth Bomberg y Peter Higgins de la Universidad de Edimburgo en mayo de 2018, aparecida online en el Journal of Cleaner Production en agosto del mismo año, calculó que, en Europa, se descartan entre 3,7 y 51,5 millones de toneladas de productos agroalimentarios porque son juzgados inadecuados para el consumo, no satisfaciendo los cánones estéticos actuales y los estándares de comercialización previstos en las normas europeas. La fruta y la verdura tiradas han generado, en su producción, una media en Europa de 22 millones de toneladas de anhídrido carbónico en un año. Están naciendo movimientos que, creando una red entre granjas, restaurantes, escuelas y consumidores, se oponen al derroche en nombre de la bondad de la imperfección.

15 El permafrost designa una particular condición térmica del subsuelo muy difundida en los climas fríos que actualmente cubren cerca del 25% de la superficie terrestre. La mayor parte del permafrost está localizada en las regiones ártica y antártica. Atrapadas debajo del permafrost permanente, que sirve como cubierta impermeable, se pueden encontrar grandes cantidades de gas metano, acumulado en el transcurso de los milenios. Actualmente, estos yacimientos gasíferos están cerrados naturalmente en la parte superior de las vastas extensiones de terrenos congelados, impermeables incluso a los gases. En el territorio ártico del hemisferio boreal (donde está la mayor parte de la superficie total del planeta y por lo tanto expuestas al congelamiento y descongelamiento) se teme, como consecuencia del derretimiento del permafrost por causa de los movimientos climáticos, la liberación de grandes cantidades de metano a la atmósfera terrestre, que se agregarían a los otros gases que ya favorecen el efecto invernadero, desencadenando un círculo vicioso para el recalentamiento global.

16 El filósofo Paul Virilio sostiene que hoy no es más posible distinguir netamente entre catástrofes naturales y catástrofes industriales, o sea, las causadas por el progreso tecnológico, y escribe: “Con el siglo XXI hemos entrado en la era de la “catástrofe integral”, la que golpea al mundo entero de cualquier modo.” (Virilio, in Daniel Binswanger, 2005, p. 28)

Inconsciente y emergencia ambiental

Подняться наверх