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Agradecimientos

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Este libro no hubiera sido posible sin la intuición visionaria, la coordinación y dirección de Tomaso Molinari, el enfermero que pensó antes que nadie en la preparación de un gran pesebre en el Hospital Psiquiátrico de Cogoleto, alejándose de las tradicionales representaciones folclóricas y dando lugar a imágenes de la vida institucional en la fase de transición, en la que lo viejo agonizaba y lo nuevo no era todavía nítidamente visible en el horizonte.1 Este libro está dedicado a su memoria.

La habilidad artesanal y la creatividad artística de Bruno Galati, jardinero del Hospital psiquiátrico, fue igualmente fundamental para la realización del pesebre. A él se debe la mayor parte de las estatuillas en cerámica y papel maché y las escenas. Va mi inmenso agradecimiento. Bruno Galati transformó y transfiguró en una obra de arte pobre2 las experiencias y los recuerdos de Tomaso Molinari. Luego se consolidó como artista de estilo hiperrealista y dirigió el taller de cerámica dentro de los proyectos de rehabilitación psiquiátrica.

También me gustaría agradecer uno por uno a todos los hospitalizados y los trabajadores psiquiátricos de ese momento. Ellos aportaron sus competencias, sus habilidades y sus recuerdos, contribuyendo significativamente con el diseño y la realización del pesebre.

Un cálido agradecimiento para Giovanna Terminiello Rotondi, historiadora del arte y hoy superintendente para los bienes artísticos e históricos de la Región de Liguria. Ella reconoció inmediatamente el sentido artístico y monumental de la obra, empeñándose con entusiasmo en primera persona para su valorización y conservación. Vuelvo a agradecerle por el epílogo, donde hace un balance del estado de la obra.

También debo agradecer a Fausto Petrella, maestro y amigo de la vida, muerto hace poco tiempo, por la generosidad que mostró al escribir el bello y apasionado prólogo, que en la distancia de los años muestra toda su actualidad y originalidad.

Agradezco a Francesco Barale, Tiziana Bastianini y Giorgio Bergami; Armando Besio, Natale Calderaro y Rocco Canosa; Lino Ciancaglini, Pietro Ciliberti y Carmelo Conforto; Giorgio Cosmacini, Luigi Ferrannini y Marie Antoinette Ferroni; Antonio Maria Ferro, Costantino Gilardi y Vito Guidi; Piero Iozzia, Uliano Lucas y Emilio Maura; Giovanni Meriana, Gianfranco Meterangelis y Bruno Orsini; Paolo Francesco Peloso, Adriano Sansa y Simone Vender, quienes propiciaron de diverso modo el nacimiento de este libro y acompañaron su camino.

Un afectivo reconocimiento para Antonio Balletto, Giuseppe Berti Ceroni y Piera Bevilacqua; Aristo Ciruzzi, Michel David y Dario De Martis; Gilda De Simone, Antonio Drommi y Giovanni Franzoni; Andrea Gallo, Roberto Ghirardelli y Giuseppe Menduni; Sergio Piro, Edoardo Sanguineti y Franco Sborgi; Antonio Slavich, Gian Soldi y Gianfranco Vendemmiati, quienes no están más.

Un recuerdo particular dedico a las personas que colaboraron en el momento de la clausura del Hospital Psiquiátrico de Cogoleto: Marco Barisone, Elisabetta Biancucci y Nicola Buogo; Orietta Cagnana, Luisa Ciammella y Maurizio Cristofanini; Maurizio Ferro, Camelia Jianu y Luigi Maccioni; Claudio Marcenaro, Antonio Pischedda y Olga Schiaffino; Claudia Traversa, Simona Traverso, Cristina Valle, Massimo Valeri y a todos los enfermeros que creyeron y se empeñaron en su transformación.

Agradezco a Daniela Pittaluga, profesora en la Escuela Politécnica de la Universidad de Génova, por su compromiso con el estudio, la conservación y la restauración de las obras de arte del Hospital y, junto con ella, a Luca Nanni y Maurizio Gugliotta, quienes con sus asociaciones de voluntarios mantienen viva la memoria de esos lugares y esas historias.

Estoy agradecido al cantautor Simone Cristicchi por recordar ampliamente en su libro al Pesebre del Hospital Psiquiátrico de Cogoleto.3

Gracias, además, a Giacomo Doni, quien en 2016 publicó un libro fotográfico del pesebre.4

Por la continua atención y el generoso apoyo recuerdo y agradezco a los exintendentes del municipio de Cogoleto Luigi Cola, Anita Venturi y Mauro Cavelli y a la exviceintendente Marina Costa.

El último y particularmente intenso sentimiento de gratitud es para Margherita Loewy, quien con sus espléndidas fotografías permitió que el pesebre saliera de los fondos de un miserable galpón de un hospital psiquiátrico para mostrarse a las miradas curiosas y conmovidas de tantas mujeres y tantos hombres.

1 Molinari, T. (2008). Un eretico in manicomio, Quaderno FBC, 2. Ecig, Génova, 2016, pp. 1-67.

2 El arte pobre es un movimiento que nace en abierta polémica con el arte tradicional −del que rechaza técnicas y soportes para recurrir a materiales “pobres” como tierra, madera, hierro, trapos, plásticos− con la intención de evocar las estructuras originales del lenguaje de la sociedad contemporánea. Otra característica del trabajo de los artistas de este movimiento es la instalación como lugar de relación entre obra y ambiente.

3 Cristicchi, S. (2007). Centro de igiene mentale. Un cantastorie tra i matti. Milán: Mondadori.

4 Doni, G. (2016). Anime di cartapesta. Carmignano: Attucci.

El pesebre de los locos

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