Читать книгу Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo - Creusa Muñoz - Страница 6
ОглавлениеPRÓLOGO
El feminismo comprometido con la conquista del aborto voluntario logró desestabilizar los sentidos asociados a esa práctica, que se han cristalizado, de maneras diversas, en las principales regulaciones restrictivas. Así, sus argumentos fueron una cuña en los discursos religiosos, legales o científicos que impregnaban –y saturaban– al aborto reduciéndolo a un entramado compuesto por pecado, delito y enfermedad. De esta forma, puso en circulación –en las calles, en los medios de comunicación, en las universidades y en los parlamentos, entre otros espacios– una construcción diferente del aborto que comenzó a ocupar un lugar protagónico en la política sexual contemporánea.
Y si ello es así en la Argentina, Latinoamérica no es una excepción, ya que el activismo feminista ha logrado impactar en diferentes esferas ampliando la legitimidad de esta práctica más allá de las normas jurídicas que, en general, aún se resisten. Ello se evidencia en las encuestas ciudadanas, en el apoyo creciente de distintos sectores políticos e, incluso, en las modificaciones del sistema legal en algunos países de la región. También se han dado importantes cambios en las prácticas. Si bien el aborto ha sido históricamente utilizado para regular la reproducción, el activismo feminista lo ha resignificado a través de los colectivos de mujeres que acompañan, asesoran e informan. Líneas telefónicas, sitios en la web o encuentros personales operan como vehículos para revertir el secreto o la vergüenza que suelen acompañar la construcción de sentidos de las prácticas abortivas.
Esta lucha ha implicado, entre otros aspectos, confrontar una maquinaria religioso-política que, lejos de replegarse, extremó su ejercicio de poder y sofisticó sus formas de influencia. En la búsqueda por legitimar una práctica histórica, criticar las normas culturales y morales o modificar el sistema legal, el feminismo ha generado la reacción de un complejo entramado de líderes religiosos, políticos y sociales que consideran al aborto como un límite infranqueable. A pesar de la legislación altamente ineficiente de América Latina –ya que los abortos se producen incluso en mayor número que con legislaciones menos restrictivas–, se han diversificado y fortalecido los sectores que se oponen a modificar la regulación restrictiva sobre el aborto. Mixturando discursos religiosos y científicos, manifestaciones públicas y lobbies privados, canales democráticos y presiones extorsivas, la maquinaria religioso-política impacta en forma compleja sobre la política sexual contemporánea e instituye la ilegalización como una demanda prioritaria.
Redefinir los marcos de inteligibilidad del aborto resultó ser mucho más radical de lo esperado por muchas y muchos. El terreno de las significaciones, los modos de representar cuerpos y subjetividades en torno a esta práctica se han convertido en un vector central de las disputas políticas contemporáneas.
Historia de una desobediencia. Aborto y Feminismo aparece, entonces, en el momento preciso ya que representa, entre otros, un aporte invaluable para comprender a quienes están involucrados en esta lucha, también los discursos y estrategias que han permitido la irrupción de nuevos sentidos sobre el aborto. Frente a la complejidad actual en las políticas referidas a esta práctica, el libro construye una genealogía del activismo feminista y su lucha por el aborto que, combinando distintos registros, convierten en necesaria la reflexión sobre el camino recorrido. Volver a mirar la producción de sentidos del feminismo a los largo de las últimas décadas es importante no solo para re-pensar dónde estamos sino también para reimaginar alternativas.
Este libro escapa, por suerte, a las tipificaciones disciplinarias y por ende resiste una lectura convencional. A la vez presenta una profunda y rigurosa cartografía de las luchas feministas por el aborto, relevante para activistas, académicas y académicos y personas interesadas en la temática. Es un libro polifónico, en el que Mabel Bellucci conjuga su propia voz con las de distintas interlocutoras en entrevistas y conversatorios, así como con la bibliografía específica y las producciones colectivas anónimas que van generando miradas diversas y complejas sobre el activismo feminista y el aborto. Este prólogo se suma, entonces, a esta comunidad de voces y miradas. Además de presentar, brevemente, el contenido de la publicación, pretendo identificar algunas tensiones y desafíos que el libro permite iluminar a lo largo de sus páginas.
UNA CARTOGRAFÍA
El recorrido de Bellucci reconstruye, mixtura niveles y dimensiones diferentes. El trabajo comienza retratando al feminismo internacional como un antecedente relevante y complejo para comprender la política del cuerpo y, por consiguiente, del aborto. Así, la primera parte del libro nos acerca al entramado de producciones teóricas, estrategias judiciales y acciones políticas acontecidas en las principales ciudades de Estados Unidos y de Europa durante los años 60 y 70. Estas páginas combinan referencias de las principales obras teóricas que montaron el Feminismo de la Segunda Ola, junto con las organizaciones –algunas ya míticas– generadas por el activismo de una intensa radicalidad. Ese conjunto continúa siendo relevante para confrontar los sentidos del aborto enquistados en culturas y legislaciones represivas. El relevamiento internacional también le permite a la autora comenzar a delinearlos como “la historia de una desobediencia”, por la cual las mujeres profundizan la fractura con la reproducción compulsiva en tanto mandato de la heterosexualidad como régimen político.
Este marco internacional da lugar al objetivo principal del libro: exhibir una cartografía del feminismo en la Argentina desde los años 60 hasta los desarrollos actuales. El trabajo ofrece un análisis de los distintos contextos políticos e identifica los principales desafíos y posibilidades de la lucha por el aborto. Así, a lo largo de las páginas, se describen distintas facetas del activismo feminista. Entre ellas, el complejo rol de las mujeres dentro de las organizaciones revolucionarias de esas décadas, caracterizadas por un fuerte disciplinamiento de las costumbres; a lo cual se le ha sumado la experiencia de la dictadura militar –que provocó la devastación de los movimientos sociales pero también la resistencia a través de grupos de estudios–, de la politización de la vida privada, la profundización del activismo en los últimos años de la dictadura y su fortalecimiento durante la transición y consolidación democráticas; las reacciones feministas ante el impacto del neoliberalismo de los años 90, la revuelta de 2001 con sus consecuencias más inmediatas; en particular, la creación de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito como un continnuum de las batallas emprendidas en 1988 con la creación de la Comisión por el Derecho al Aborto, en manos de la histórica luchadora Dora Coledesky.
Este recorrido se estructura con el entramado de las historias personales y de las organizaciones, con los testimonios y las producciones teóricas, de campañas callejeras o encuentros clandestinos que han permitido la circulación de diversos sentidos feministas sobre el aborto. Este libro es tanto reconocimiento, crítica como desafío para el feminismo. Y es, sin duda, un reconocimiento a las mujeres y también a los colectivos de varones y de personas trans que han hecho del feminismo uno de los movimientos sociales más relevantes en la vida política y académica contemporánea. Brinda un análisis comprensivo de diferentes momentos del feminismo internacional y nacional, mientras marca los principales hitos y también tensiones en la lucha por el aborto. El libro es, al igual que su autora, erudito en información, en indagación teórica y empírica y se resiste a ser encasillado. No pretende agotar la historia que retrata (no sería posible), sino que se propone hilvanar las décadas de activismo feminista en un valioso trabajo integrador.
Para aquellos que investigamos desde la teoría feminista esta obra visibiliza una historia, una genealogía del movimiento feminista que se vuelve indispensable para comprender la política sexual contemporánea. Para aquellos que nos movilizamos por legitimar el aborto, el libro nos recuerda que el activismo feminista ha sido conformado por desobediencias que buscan desmontar un orden sexual opresivo. No se regodea en el pasado, no lo trae ni como pieza de museo ni como pura nostalgia, sino que lo vuelve interrogante sobre el sujeto político del feminismo que estamos construyendo hoy. Genera, en todo caso, una melancolía politizada que considera al aborto como un momento para pensar horizontes normativos más radicales respecto a la sexualidad.
Bellucci traza el itinerario principal pero el texto inscribe, de formas diversas, una polifonía de voces. Por un lado, se entremezclan y potencian distintos registros: la investigadora, la activista feminista queer y también la protagonista del relato que reconstruye. Así, su texto mixtura lecturas teóricas, materiales específicos del activismo (volantes, documentos, archivos), investigaciones empíricas, entrevistas con las principales protagonistas y su patrimonio como “testigas”. Una voz situada en el propio relato que construye. Por otro lado, suma a otras autoras, pronunciaciones en su mayoría descentradas de la ciudad de Buenos Aires. Un texto, “La gesta del aborto propio”, escrito por Belén Grosso, María Trpin, Ruth Zurbriggen, de la colectiva feminista de La Revuelta, de Neuquén, sobre la valiosa experiencia que vienen desarrollando desde 2009 en Socorro Rosa, un servicio de información y acompañamiento de abortos mediante el uso del misoprostol. Un bello escrito desde Rafaela, Santa Fe, de Dahiana Belfiori, quien se identifica como una de las “hijas revoltosas e insurrectas” de la cartografía propuesta. Un conversatorio con Martha Rosenberg, una voz crucial del feminismo, que deja ver la heterogeneidad y las tensiones que caracterizan a la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Finalmente, otro conversatorio con alejandra ciriza que propone un diálogo complejo y profundo sobre feminismo y lucha por el aborto en y desde Mendoza.
En suma, es este un libro que desafía al feminismo ya que presenta un texto disconforme que se ofrece a distintas lecturas y apropiaciones. La cartografía propuesta nos interpela desde diferentes lugares, abriendo interrogantes y planteos relevantes para la política del aborto. En particular quiero marcar dos contribuciones importantes que se desprenden del libro: la forma en que tensiona los bordes del feminismo como movimiento y los desafíos que la cartografía implica para las luchas contemporáneas por el aborto.
TENSIONANDO LOS BORDES
Un riesgo de las periodizaciones del feminismo es poner en circulación categorías allí donde hay porosidad, impregnación y continuidad. El escrito de Mabel Bellucci resiste las periodizaciones innecesarias y los rótulos simplificadores, se concentra en ciertas etapas o momentos de esa lucha pero lo hace desde su heterogeneidad constitutiva y, por momentos, desde las tensiones no resueltas en el interior del movimiento. Las biografías, las referencias históricas, las producciones activistas, académicas o las estrategias políticas, entre otros aspectos que se analizan, van tejiendo al feminismo como un constructo complejo, con fronteras borrosas y móviles. Uno de sus aportes es tensar los bordes del feminismo ya que al hacer legibles las luchas por el aborto la autora también permite entender un feminismo dinámico y en conflicto.
En esta dirección, uno de los bordes que el libro complejiza es la influencia internacional en el momento de caracterizar al feminismo argentino. En particular, destaco el concepto de “viajeras militantes”, como bisagra para evidenciar la presencia del feminismo internacional en los debates y desarrollos del movimiento en la Argentina. Mujeres que con sus desplazamientos geográficos permitieron, durante los años 60 y 70, fortalecer un flujo informativo determinante en la construcción de una agenda favorable al aborto. Estas viajeras traían escritos inéditos a la Argentina, los traducían y, en algunos casos, lograban publicarlos gracias a las editoriales amigas. Sin desconocer su carácter elitista, estos viajes fueron centrales en la llegada y difusión de trabajos teóricos que impactaron notablemente en el activismo favorable al aborto. Gran parte de las consignas y posicionamientos que aún caracterizan los sentidos feministas del aborto circularon durante esos años por el accionar de estas viajeras militantes.
Otra dimensión que este libro incluye es la cambiante relación del feminismo con los movimientos y partidos de izquierda. La articulación entre las demandas feministas –en particular la del aborto– con la izquierda, en la Argentina, ha sido un proceso complejo y no siempre resuelto. En las décadas de 1960 y 1970, ciertos sectores de izquierda vieron en el movimiento feminista un riesgo burgués, un orden de demandas no necesariamente compatibles con la lucha social que tenía a la clase como sujeto histórico. A lo que se agrega que, en algunos casos y como señala el texto, los “códigos de moral revolucionaria” implicaban una normatividad antagónica con el proyecto feminista. Sin embargo, estos bordes se han ido, al menos parcialmente, desmontando. La presencia de los feminismos en distintas luchas sociales y sindicales así como la demanda por el aborto desde grupos y partidos de izquierda son ejemplos de la forma en que estos sectores articulan, no sin tensiones y conflictos, sus posicionamientos políticos.
Otro borde que Bellucci devela en su artificialidad es el existente entre el movimiento feminista y el movimiento LGTTB. A pesar de sus distintos solapamientos, en la política y en la teoría existe la tendencia a enfatizar sus diferencias. La cartografía, sin embargo, muestra cómo las demarcaciones entre estos movimientos siempre fueron porosas o incluso inexistentes. Historia de una desobediencia. Aborto y Feminismo considera los entrecruzamientos entre las personas y las agendas del activismo feminista y el homosexual, particularmente en la temática del aborto. Así, por ejemplo, la creación del Grupo de Política Sexual (GPS) a principios de la década de 1970, integrado por feministas y miembros del Frente de Liberación Homosexual (FLH), posibilitó, según la autora, el “primer frente entre homosexuales, feministas y militantes de izquierda que se haya dado en nuestro país entre colectivos periféricos con un fin político preciso y puntual”. Estos cruces también se despliegan en la actualidad ya que el activismo queer integra la lucha por el aborto dentro de sus distintas agendas. Incluso uno de los sentidos del aborto que orienta al libro es considerarlo un acto de desobediencia a la heterosexualidad compulsiva y a su mandato reproductivo.
La cartografía presentada también permite desestabilizar la dicotomización entre activismo y academia. Si bien cierta tradición feminista busca desmontar esta distinción, existe en algunos sectores una tendencia a fortalecer este binarismo. Particularmente en los últimos años, el impacto del feminismo en las universidades y su institucionalización en programas de investigación o de enseñanza relacionados con los estudios de género corre el riesgo de cimentar la diferenciación con el activismo. Sin embargo, este libro nos expone a la porosidad de las fronteras entre el activismo y la academia en la historia, la teoría y la práctica feministas. El profundo relevamiento que el libro hace de escritos, traducciones y notas en diferentes medios de comunicación de masas –en gran medida codificadores y potenciadores del feminismo, así como de los primeros grupos de reflexión o los centros y programas de investigación– trasponen esa dicotomía. A ello se agrega que las prácticas del aborto son también consideradas como momentos de generación y acumulación de conocimiento técnico, político y retórico.
DESAFIANDO LA POLÍTICA SEXUAL
Finalmente, el libro nos interpela para que reconsideremos la política contemporánea del aborto, en particular la compleja situación de su ilegalidad. Siguiendo diferentes estrategias, el feminismo ha buscado impactar en el sistema legal como una forma de generar un cambio socio-cultural respecto al aborto y sus prácticas. La Argentina no es la excepción ya que se han ido incrementando los esfuerzos por influir en algunos organismos del Estado y de este modo ampliar su legalidad. Sin embargo, como lo afirma ciriza en el conversatorio, “la demanda de legalización nos coloca en un terreno sobre el cual nuestra posibilidad de incidencia efectiva ha sido hasta ahora escasa, cuando no frustrante”. Es una frase difícil pero necesaria para este momento en que se han dado cambios importantes en la forma de regular la sexualidad y la reproducción mientras se sigue resistiendo la legalización del aborto. Sin desconocer la importancia del derecho como arena y vehículo para la lucha por los sentidos del aborto, es también preciso preguntarnos acerca de los desafíos y limitaciones de una agenda feminista montada sobre la reforma del sistema legal.
Como contracara de las políticas de influencia dirigidas al estado, Historia de una desobediencia. Aborto y Feminismo visibiliza otro tipo de activismo que, a veces, queda velado en las políticas del aborto. Si bien la cara más visible del feminismo politiza al derecho como el espacio de sujeción de los cuerpos y como terreno privilegiado para activar los cambios necesarios, existe un feminismo que politiza un lugar encubierto aunque cotidiano. Un activismo que se focaliza en las prácticas concretas, en la interrupción del embarazo como un momento de resistencia, de desobediencia. Además de (o junto a) las estrategias de influencia sobre el estado, durante décadas el feminismo se ha movilizado para desmontar la construcción de sentidos que encierran al aborto en el ámbito privado, en el afuera de la política. De distintas formas y en diferentes contextos, las campañas testimoniales del “Yo aborté” reconfiguran al aborto, que pasó del secreto a la voz pública. Caras conocidas o anónimas cuestionan el estigma y la invisibilidad que suelen envolver la decisión de abortar y hablan de sus experiencias desde lugares diversos. Este libro también destaca las formas del activismo feminista que buscan facilitar el acceso –material y simbólico– al aborto en contextos represivos. Allí donde prima un régimen restrictivo, también existen mujeres organizadas que acompañan y facilitan la implementación de las decisiones personales en hechos políticos colectivos por fuera del orden legal.
Esta politización desde las prácticas abre una nueva temporalidad cuando se considera el creciente uso del misoprostol. Sin desconocer los problemas de accesibilidad por razones económicas y las consecuencias en la Salud Pública debido a la ilegalidad, el aborto medicamentoso potencia el poder y la autonomía de las mujeres sobre sus cuerpos reconfigurando los sentidos desde las prácticas. Estos actos de desobediencia no solo desafían las reglas formalizadas por el estado sino que también generan un entramado normativo alternativo. No solo son actos de resistencia a la ilegalidad sino también momentos de construcción de una ética y de un derecho alternativo o, como lo afirma, Martha Rosenberg en su entrevista, “la práctica crea un espacio de derecho”.
Si nos alejamos de las miradas formalistas del Derecho –aquellas que lo consideran solo en tanto proviene normatizado desde el estado–, estas nuevas prácticas también producen normas. Mientras el derecho positivo, estatal, ilegaliza, el derecho “insurgente” o “emancipatorio” que se construye desde las prácticas genera un contradiscurso a favor de la legalización. Una apropiación de la legalidad desde las mujeres que acompañan y las que abortan convencidas, en muchos casos, de su derecho a hacerlo, por su decisión emancipatoria. Allí donde una mujer interrumpe un embarazo se condensa un tejido de emociones y experiencias tan divergentes que escapan a cualquier tipo de caracterización; sin embargo, el feminismo ha ido resignificando este momento como parte de su lucha y generando comunidades de acompañamiento y afecto entre hermanas, amigas y anónimas que revierten la clandestinidad y el secreto.
Así como las fábricas, hoteles o clínicas recuperadas luego de la revuelta de 2001 generaron un derecho alternativo, estos “cuerpos recuperados” de la reproducción compulsiva, junto a las redes comunitarias que los sostienen, van conformando un nuevo derecho, un “derecho vivo”. Un cuerpo no sujeto al derecho formal que construye y hace circular una juridicidad alternativa, un derecho indisciplinado, desobediente, que inscribe posibilidad allí donde el estado cercena libertades. Aunque la ilegalidad siga siendo el sentido que instituyen los estados latinoamericanos, la “historia de una desobediencia” implica una creciente legalización desde abajo. No solo las mujeres siguen abortando como un modo de insubordinarse, sino que cada vez más lo hacen convencidas de que es su derecho a decidir sobre su propio cuerpo.
Juan Marco Vaggione
Córdoba, marzo de 2014