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Palabras que me repito en la noche cuando me golpeo la cabeza contra un muro

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Todo es sagrado.

Lo tremendo no era ser Dios sino ser humano.

El matrimonio del cielo y el infierno, que dijera Blake

conviviendo en la carne.

El primate pudo ser un cuadrúpedo, pero se irguió.

La bondad, como el instinto, es consustancial al hombre.

Y el Amor rige y domina los cuatro elementos.

Lo tremendo era no ser sólo el hijo de Dios

sino el hijo de la mujer y del carpintero.

Lo tremendo era pertenecer, entregarse,

amar la tierra, la carne , el polvo

y levantarse en espirales infinitas.

Sagrada la hoja de hierba que cantó Walt Whitman

y sagrados los hombres que cortaron el pasto.

Sagrada la boca y los besos de la boca y sagrado el ano, esa otra boca.

Sagradas las piernas y los tobillos

las manos y cada arteria

los huesos la sangre los cartílagos

y las clavículas y las mucosas y sus secreciones

y el ojo, con su visión,

y la columna vertebral izándonos como una bandera.

Hubo Ugolino, que se comió a sus hijos por hambre

pero también existió la judía que se negó el privilegio de su enfermedad

y se resistió a comer una porción de más

que las entregadas por las cartillas de racionamiento de guerra

porque era inmoral y se dejó morir.

La única hambre y la única comida verdadera es el Amor.

Sagrados los que tengan esa hambre

porque ellos serán siempre insatisfechos

y buscarán y crearán y compartirán ese alimento luminoso.

Sagrados los clavos, el madero,

la Madre, el Padre,

el Hijo y el Espíritu.

Sagrado el que negó tres veces

y asentó la roca de la afirmación.

Sagrado el cansancio dominical

de los que trabajan toda la semana.

Sagrados los mineros que bajaron a la mina

y los que no regresaron.

Sagrado el miedo, el asombro

que reunió a los hombres alrededor del fuego

y los hizo que se convirtieran en un relato.

Sagrado el coraje que avivó las llamas

trocando los cuerpos en herramientas

en instrumentos sonoros.

Sagrado el fuego

y la mano que robó el fuego.

Sagrados aquellos hijos de vecino de Prometeo

que mantienen el fulgor ígneo en los ojos.

Los que avanzan dando tumbos en la fe

los enamorados del Amor

porque de ellos es el Reino en la Tierra.

Benditos sean.

Benditos sean.

Benditos son.

Las pulsaciones de la derrota

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