Читать книгу Reflexionar I - Daniel Cestau Liz - Страница 20
Оглавление10.
EL ANCIANO Y EL NIÑO
Eran un anciano y un niño que viajaban con un burro de pueblo en pueblo. Llegaron a una aldea caminando junto al asno y, al pasar por ella, un grupo de jóvenes se rió de ellos, gritando:
- “¡Mirad que par de tontos! Tienen un burro y, en lugar de montarlo, van los dos andando a su lado. Por lo menos, el viejo podría subirse al burro”.
Entonces el anciano se subió al burro y prosiguieron la marcha. Llegaron a otro pueblo y, al pasar por el mismo, algunas personas se llenaron de indignación cuando vieron al viejo sobre el burro y al niño caminando al lado. Dijeron:
-“¡Parece mentira! ¡Qué desfachatez! El viejo sentado en el burro y el pobre niño caminando”.
Al salir del pueblo, el anciano y el niño intercambiaron sus puestos. Siguieron haciendo camino hasta llegar a otra aldea. Cuando la gente los vio, exclamaron escandalizados:
-“¡Esto es verdaderamente intolerable! ¿Habéis visto algo semejante? El muchacho montado en el burro y el pobre anciano
caminando a su lado. ¡Qué vergüenza!”.
Puestas así las cosas, el viejo y el niño compartieron el burro. El fiel animal llevaba ahora los cuerpos de ambos sobre su lomo. Cruzaron junto a un grupo de campesinos y éstos comenzaron a vociferar:
-“¡Sinvergüenzas! ¿Es que no tenéis corazón? ¡Vais a reventar al pobre animal!”.
El anciano y el niño optaron por cargar al burro sobre sus hombros. De este modo llegaron al siguiente pueblo. La gente se apiñó alrededor de ellos. Entre las carcajadas, los pueblerinos se mofaban gritando:
-“Nunca hemos visto gente tan tonta. Tienen un burro y, en lugar de montarse sobre él, lo llevan a cuestas. ¡Esto sí que es bueno! ¡Qué par de tontos!”.
Al dejar el último pueblo, el anciano y el niño ya no sabían cómo enfrentar la próxima aldea, las críticas los habían confundido, así que se sentaron frente a un río, y al mirar el reflejo de sus rostros en el agua, comprendieron que estaban solos, que su camino dependía únicamente de ellos, que para continuar debían seguir su propia intuición, vivir sus propias experiencias. Porque al escuchar permanentemente las opiniones de los demás, uno debe obligadamente discernir entre la crítica constructiva, la crítica injusta, y la mala intención, o terminará confundido y lastimado.
Nunca debe dejar de importarnos lo que la gente nos diga, siempre necesitamos de la crítica y del incentivo de los demás.
No se trata de pasar por alto las opiniones, se trata de saber escucharlas. Muchas nos ayudan a mejorar, a corregir nuestro camino, a aprender.