Читать книгу Experimentar la Divinidad en la vida cotidiana - Daniel Gabarró - Страница 11

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Antes de seguir leyendo, detente durante unos instantes.

Cierra los ojos, respira profundamente. Concédete permiso para leer este capítulo con apertura, dejando que sus contenidos te lleguen al alma.

Durante un minuto respira calmada y profundamente, abriéndote a lo que este capítulo pueda entregarte.

No te pedimos que creas nada, pero sí que acojas el contenido de este capítulo con una mirada y un oído limpio de prejuicios. Respirar suave y profundamente durante un minuto te ayudará.

Yo no he nacido, Dios ha nacido en mí.

Respira calmadamente mientras te propones escuchar desde la honestidad del corazón.

¿Lo has hecho? Pues ahora sí te animamos a seguir leyendo...

Yo no he nacido, Dios ha nacido en mí.

Mira hacia adentro con honestidad.

Observa que el corazón late al margen de tu voluntad.

Observa cómo la digestión se produce en ti al margen de tu voluntad. Observa, por tanto, que no eres tú quien hace la digestión; sino que la digestión se produce en ti.

Deduce, en consecuencia, que no eres tú quien hace latir el corazón, sino que este late por la fuerza vital que te habita.

Observa que, aunque tú puedes respirar más o menos profundamente, la respiración se produce en ti al margen de tu voluntad.

La 'fuerza vital' te habita y te respira.

No corras. Detente. Observa eso. Míralo durante un minuto o dos.

Eso es sorprendente. Es todo un milagro.

Ahora, cierra los ojos y vuelve a abrirlos al cabo de unos instantes.

Te darás cuenta de que la visión se produce en ti. Tú no produces la visión, sino que, simplemente, esta se produce en ti.

Cuando escuchas, tú no produces el oír. Simplemente, este se produce en ti.

Igual como en ti no produces tu comprensión: se da en ti. De repente, ¡zas!, comprendes. La comprensión se produce en tu interior.

¿No te parece sorprendente?

Y si todo lo anterior es cierto, entonces, tú eres un espacio donde la Vida aparece, un espacio donde la Vida se produce.

Eres un espacio donde el Amor, la Energía y la Comprensión surgen.

Eres un espacio donde el Amor, la Energía y la Compren­sión surgen.

Pero date cuenta de que tú no produces ni el amor, ni la fuerza, ni la comprensión, ni la visión, ni Todo eso te preexiste y aparece a través de ti.

Todo eso te habita. En última instancia, eso se produce en ti, eso Es en ti.

Decimos que eso Es en ti, porque esa fuerza existe sin que tú la produzcas, pero te hace Ser. Sin ella, no serías.

Lo que eres, te animamos a observarlo, es la Consciencia que se da cuenta de ser habitada por la Vida. En realidad, si pudiéramos ser un poco más exactos, diríamos que somos la Consciencia dándose cuenta de sí misma y constituida por esa Fuerza Vital que nos constituye.

¿Puedes abrir un espacio interior para percibirlo?

¿Puedes dejar caer las ideas para, simplemente, percibir esa Fuerza Vital en ti?

¿Puedes dejarte caer confiadamente en ese Aliento Vital que te habita?

¿Puedes dejarte caer en tu interior como si te dejaras caer en un sofá, confiando en la Fuerza Vital que te hace respirar, mover, oír...?

No tienes que ir a ningún sitio.

Basta con estar en ti y reposar en esa fuerza que dirige tu digestión, tu latir, tu comprender, tu ver, tu oír, tu respirar

Por lo tanto, es erróneo decir que "yo he nacido". Debería decir "Dios (o Ello o la Esencia o la Energía o la Vida…) ha nacido en mí".

Todos nuestros sentidos y capacidades son, en realidad, el instrumento musical a través del cual lo Superior se expresa, aquí y ahora.

Soy un mirador desde el cual lo Superior se conoce a sí mismo.

Soy, a la vez, la creación y el actor. Aquí y ahora. Soy la Consciencia dándose cuenta de sí misma, gracias a la Fuerza Vital que la constituye.

El gran error es creerse separado de lo Superior.

Lo Superior me habita. Yo no tengo que conectar con la Divinidad: estoy en su interior. Solo tengo que mirar en mi interior, descubrir que la Vida ya me habita y decir que sí a lo que soy y a lo que ocurre.

El gran error es creerse separado de lo Superior.

Yo soy porque Dios es en mí.

No soy yo quien nació, sino que la Vida (llámalo como quieras: Dios, Energía, Consciencia) nació en mí.

Yo no soy sino el Aliento Vital que me habita. Sin esa Fuerza no sería, no existiría.

Yo soy, en realidad, ese Aliento Vital expresándose a través de este cuerpo y esta mente. Pero no soy ni el cuerpo ni la mente: esos son meros instrumentos. De hecho, cuando los instrumentos mueren, la Vida sigue existiendo.

Cuando nos damos cuenta de esto, vemos que no merece la pena seguir poniendo la atención en lo efímero, en lo que no es (y que no somos), sino en lo que siempre es y siempre ha sido.

No tienes que ir a ningún sitio.

Pon atención en ello: eres la Totalidad dándose cuenta de sí misma.

Vuelve hacia adentro y reposa en la Fuerza Vital amorosa que te habita.

¿Lo intentas?

No te pedimos que tengas éxito; solo te pedimos que lo intentes.

Se trata de algo tan sencillo que, quizás, pasó desapercibido a lo largo de tu vida. Pero es muy simple. Seguro lo viste de una forma evidente cuando lo miraste.

Pon atención en ello: eres la Totalidad dándose cuenta de sí misma.

Experimentar la Divinidad en la vida cotidiana

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