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La muerte de Diógenes

Ayer miré a Diógenes caminando por la playa.

Sigiloso escondió su lámpara en el viento.

Miró hacia mi cabaña y, seguro de la soledad,

escribió en la arena: ¡busco a un hombre!

Y se perdió en el mar.

Julio Iraheta Santos

Las dos grandezas Uno altivo, otro sin ley, Así dos hablando están. –Yo soy Alejandro el rey. –Y yo Diógenes el can. –Vengo a hacerte más honrada tu vida de caracol… ¿Qué quieres de mí? –Yo, nada: que no me quites el sol. –Mi poder… –Es asombroso, pero a mí nada me asombra. –Yo puedo hacerte dichoso. –Lo sé, no haciéndome sombra. –¡Tendrás riquezas sin tasa, un palacio y un dosel! –¿Y para qué quiero casa más grande que este tonel? –Mantos reales gastarás de oro y seda. –¡Nada, nada! ¿No ves que me abriga más esta capa remendada? –Ricos manjares devoro. –Yo con pan duro me allano. –Bebo el Chipre en copas de oro. –Yo bebo el agua en la mano. –¿Mandaré cuanto tú mandes? –¡Vanidad de cosas vanas! ¿Y a unas miserias tan grandes las llamáis dichas humanas? –Mi poder a cuantos gimen, va con gloria a socorrer. –¡La gloria! capa del crimen, crimen sin capa ¡el poder! –Toda la tierra, iracundo, tengo postrada ante mí. –¿Y eres el dueño del mundo, no siendo dueño de ti? –Yo sé que, del orbe dueño, seré del mundo el dichoso. –Yo sé que tu último sueño será tu primer reposo. –Yo impongo a mi arbitrio leyes. –¿Tanto de injusto blasonas? –Llevo vencidos cien reyes. –¡Buen bandido de coronas! –Vivir podré aborrecido, mas no moriré olvidado. –Viviré desconocido, mas nunca moriré odiado. –¡Adiós! pues romper no puedo de tu cinismo el crisol. –¡Adiós! ¡Cuán dichoso quedo, pues no me quitas el sol! Y al partir, con mutuo agravio, uno altivo, otro implacable, –¡Miserable! dice el sabio; y el rey dice: –¡Miserable!

Campoamor


Diógenes Moderno

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