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Capítulo Uno
POSMILENIALISMO
ОглавлениеKenneth L. Gentry Jr.
Fácil y frecuentemente, la escatología se utiliza de mala manera. Su importancia, sin embargo, es fundamental para tener una cosmovsión distintivamente bíblica. Aunque somos criaturas limitadas por el tiempo (Job 14:1-67) y el espacio (Hechos 17:26), Dios ha puesto la eternidad en nuestros corazones (Eclesiastés 3:11). Por eso, tenemos un interés innato en el futuro —cosa que necesariamente afecta nuestra conducta en el presente—.
A la luz de estas verdades, la revelación bíblica del futuro tiene mucha importancia y relevancia para el pueblo de Dios.
2 Timoteo 3:16-17 nos enseña que «Toda Escritura es inspirada por Dios» (y por lo tanto tiene importancia), «a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra» (y es por tanto, práctica). La no desdeñable tarea de la escatología es explorar la revelación entera de la Palabra infalible de Dios con el objetivo de discernir el curso de la historia del mundo. Dicho curso ha sido ordenado por Dios y revelado proféticamente desde la creación hasta la consumación. Esta tarea tiene como fin emitir «un llamado a la acción y obediencia en el presente».1
En este capítulo presentaré los fundamentos bíblicos y contornos básicos del sistema de escatología conocido como posmilenialismo. Empezaré dando una definición de la idea básica, a saber: el posmilenialismo espera que la proclamación del Evangelio de Jesucristo, bendecida por el Espíritu, ganará la vasta mayoría de seres humanos a la salvación en esta época presente. El éxito creciente del Evangelio producirá de manera gradual una época en la historia, antes de la segunda venida de Cristo, en la cual la fe, la justicia, la paz, y la prosperidad prevalecerán en los asuntos de personas y naciones. Después de una época extensa de tales condiciones, el Señor volverá visible y corporalmente, en gran gloria, poniendo fin a la historia con una resurrección general y el juicio final de toda la humanidad.2 Por tanto, nuestro sistema es posmilenial porque el retorno glorioso del Señor ocurre después de una época de condiciones «mileniales». De esta manera, la persona que adopta el sistema de escatología denominado posmilenialismo proclama en una forma especial que la historia está bajo el control de Él.
EL DESARROLLO HISTÓRICO DEL POSMILENIALISMO
A pesar de frecuentes afirmaciones proféticas en los escritos de los padres de la Iglesia, se presenta un fenómeno curioso: ningún credo antiguo afirma un punto de vista específico sobre el milenio. Aunque están subordinados a las Escrituras, los credos tienen un papel importante en definir la ortodoxia cristiana. Protegen a la Iglesia, a lo interno de la corrupción de la fe, y a lo externo, de los ataques de la incredulidad.
El posmilenialismo antiguo
Las formulaciones tempranas de los credos del cristianismo proveen solamente los elementos más sencillos de la escatología. Por ejemplo, el Credo de los Apóstoles simplemente afirma, «Ascendió al cielo, y se sentó a la derecha de Dios Padre Todopoderoso; desde dónde volverá para juzgar a los vivos y a los muertos», y «Yo creo . . . en la resurrección del cuerpo, y la vida eterna». La escatología del credo de Nicea hace solo un pequeño avance, afirmando que Él «ascendió al cielo, y se sentó a la derecha del Padre; y volverá otra vez con gloria para juzgar a los vivos y a los muertos; cuyo Reino no tendrá fin».
Tanto el amilenialismo como el posmilenialismo se adaptan fácilmente con estos y con otros credos antiguos. En cambio, es más difícil adaptar el premilenialismo a los credos antiguos, porque requiere dos resurrecciones y dos juicios separados en lugar de una resurrección y un juicio general que abarquen simultáneamente a todas las personas. Por esta razón, tal como admite el teólogo dispensacionalista Robert P. Lightner:
«Ninguno de los credos importantes de la Iglesia incluyen el premilenialismo en sus afirmaciones».3 Sin embargo, ninguno de los credos tempranos afirma explícitamente alguno de los puntos de vistas sobre el milenio como la posición ortodoxa. Esto no es causa de sorpresa porque como explica Erickson, «Los tres puntos de vistas sobre el milenio han existido durante toda la historia de la Iglesia».4
Tomando nota de esto, esperamos pues encontrar en la historia temprana del cristianismo, un desarrollo progresivo de los diferentes puntos de vista sobre el milenio, en lugar de un sistema ya completamente desarrollado. Por ejemplo, Walvoord confiesa, cuando se da a la tarea de defender el dispensacionalismo: «Es necesario conceder que una teología desarrollada y detallada de pretribulacionismo no se encuentra en los escritos de los primeros padres de la Iglesia, pero tampoco encontramos ninguna otra exposición detallada y establecida de otra variante del premilenialismo. El desarrollo de la mayoría de las doctrinas importantes duró siglos»5. Y aunque el premilenialismo se desarrolló un poco más temprano (especialmente en Ireneo, 130-202 d.C.6), el teólogo Donald G. Bloesch escribe: «El posmilenialismo fue anticipado ya en los escritos patrísticos de Eusebio de Cesarea (260-340 d.C.)7». Schaff le atribuye al posmilenialismo un origen aun mas temprano, notando que Origenes (185-254 d.C.) «esperaba que el cristianismo, debido a su crecimiento continuo, lograría dominio sobre todo el mundo».8
Atanasio (296-372 d.C.) y Agustín (354-430 d.C.) son otros dos padres prominentes de la época temprana de la iglesia cuya confianza histórica parece expresar una forma incipiente de posmilenialismo.9 Tal como Zoba comenta, Agustín enseñó que la historia «será marcada por la influencia siempre creciente de la Iglesia al vencer la maldad del mundo antes de la venida del Señor».10 Esto eventualmente resultará en un «descanso futuro de los santos en la tierra» (Agustín, Sermón 259:2) «cuando la Iglesia sea libre de todos sus malos elementos, los cuales están en el presente mezclados entre sus miembros y Cristo reinará en paz en medio de ellos».11 Este posmilenialismo temprano e incipiente contiene dentro de sí el elemento primordial sistemático de su desarrollo tardío: una esperanza firme en la victoria del evangelio antes del retorno de Cristo.
Posmilenialismo en la Reforma
Después, como afirma Bloesch: «el posmilenialismo experimentó un crecimiento en la edad media» como lo demuestran los escritos de Joaquín de Fiore (1145-1202) y otros.12 Pero el posmilenialismo más completamente desarrollado aparece durante los siglos XVII-XIX, especialmente bajo influencia puritana y reformada en Inglaterra y Estados Unidos. Rodney Peterson escribe que «este punto de vista había sufrido cambios, especialmente desde el tiempo de Thomas Brightman (1562-1607)». Brightman es uno de los padres del presbiterianismo en Inglaterra.13 El libro “A Revelation of the Revelation” [Una revelación del Apocalipsis] publicado después de su muerte en 1609 explica en detalle su punto de vista posmilenialista y muy pronto llegó a ser una de las obras más traducidas en su tiempo. De hecho, algunos historiadores de la Iglesia consideran esta obra la «revisión más importante e influyente en inglés del concepto reformado y agustiniano del milenio»14. Fue por tanto Brightman el que sistematizó (no engendró) el posmilenialismo en el tiempo moderno.
Bloesch nombra otras figuras importantes de esta “época de oro” del posmilenialismo: Samuel Rutherford (1600-1661), John Owen (1616-1683), Philipp Spener (1635-1705), Daniel Whitby (1638-1726), Isaac Watts (1674-1748), los hermanos Wesley (en los 1700), y Jonathan Edwards (1703-1758).15 A esta lista podríamos añadir a Juan Calvino (1509-1564) como un posmilenialista incipiente.16 En el prefacio del discurso al Rey Francisco I de Francia, Calvino escribe:
Nuestra doctrina debe sobresalir invencible sobre toda la gloria y sobre todo el poder del mundo, porque no es de nosotros, sino del Dios viviente y de Cristo, a quien el Padre nombró Rey para «reinar de mar a mar, y desde los ríos hasta los confines de la tierra . . .» Y Él reinará de tal manera que quebrará la tierra entera con su fuerza de hierro y bronce, con su brillantez de oro y plata, haciéndola añicos con la vara de su boca como si fuera un vaso de barro, tal como los profetas profetizaron en cuanto a la magnificencia de su reino.17
Calvino es un precursor del posmilenialismo de los reformadores Martín Bucer (1491-1551) y Teodoro Beza (1519-1605). A continuación de estos, pero aún con más claridad, están los puritanos William Perkins (1558-1602), William Gouge (1575-1653), Richard Sibbes (1577-1635), John Cotton (15841652), Thomas Goodwin (1600-1679), George Gillespie (1613-1649), John Owen (1616-1683), Elnathan Parr (¿?-1632), Thomas Brooks (1608-1680), John Howe (¿?-1678), James Renwick (¿?-1688), Matthew Henry (1662-1714), y otros.
La forma puritana del posmilenialismo generalmente enseña, no solo la gloria futura de la Iglesia, sino también que el milenio en sí no comenzará hasta que los judíos se conviertan; y que progresará rápidamente después, prevaleciendo sobre la tierra literalmente durante mil años. Una Iglesia purificada y un gobierno justo regido por la Ley de Dios, se levantarán bajo esta efusión intensa del Espíritu. Todo esto culmina al fin, con el conjunto de eventos asociados con la segunda venida de Cristo. Muchos de los puritanos enseñaron también que los judíos volverían a su tierra durante este tiempo.18
Posmilenialismo moderno
Los posmilenialistas genéricos19 de los siglos XIX y XX generalmente no enseñaban que el pueblo judío volvería a su tierra en cumplimiento de la profecía —aunque Ian Murray y Erroll Hulse son excepciones notables y contemporáneas de esto—. Ellos también creen que el milenio abarca toda la fase de la historia de la Iglesia conocida como El Nuevo Pacto, desarrollándose gradualmente desde el tiempo de Cristo hasta su segunda venida.
Algunos posmilenialistas genéricos prominentes incluyen: Jonathan Edwards (1703-1758), William Carey (1761-1834), Robert Haldane (1764-1842), Archibald Alexander (1772-1851), Charles Hodge (1797-1878), Albert Barnes (1798-1870), David Brown (1803-1897), Patrick Fairbairn (1805-1874), Richard C. Trench (1807-1886), J. A. Alexander (1809-1860), J. H. Thornwell (1812-1862), Robert L. Dabney (1820-1898), William G. T. Shedd (1820-1894), A. A. Hodge (1823-1886), Augustus H. Strong (1836-1921), H. C. G. Moule (1841-1920), B. B. Warfield (1851-1921), O. T. Allis (1880-1973), J. Gresham Machen (1881-1937), John Murray (1891-1975), Loraine Boettner (1903-1989), y J. Marcellus Kik (1903-1965). Defensores contemporáneos incluyen Norman Shepherd, John Jefferson Davis, Erroll Hulse, Ian Murray, Donald Macleod, Douglas Kelly, John R. deWitt, J. Ligon Duncan, Henry Morris III, y Willard Ramsey.
Un desarrollo dentro de la tradición posmilenialista desde los años 1960 se llama Reconstruccionismo Cristiano, que involucra la ética teonómica (teonómia quiere decir Ley de Dios). El posmilenialismo teonómico (una característica del Reconstruccionismo Cristiano) combina la idea de un aumento gradual de justicia entre las dos venidas de Cristo con los intereses sociales de los puritanos. El posmilenialismo teonómico enseña un retorno lento a las normas bíblicas de justicia civil como una consecuencia del éxito de la predicación del evangelio por medio del evangelismo, misiones, y educación cristiana. La perspectiva político-judicial del Reconstruccionismo incluye la aplicación de los preceptos de justicia contenidos en las leyes del Antiguo Testamento, interpretados correctamente, adaptados a las circunstancias del nuevo pacto, y aplicados adecuadamente.20
A pesar de la incomprensión general del interés que muestra el Reconstruccionismo en los asuntos socio-políticos, el teólogo evangélico Ronald H. Nash afirma: «No son solamente los posmilenialistas los que pueden ver que su idea del papel central que juegan el evangelismo y la obediencia cristiana a la Palabra de Dios en la transformación de la sociedad está lejos de las repetidas distorsiones» que comúnmente hacen de ella ciertos oponentes.21 Como lo afirma Mark Noll: «La teonomía se parece mucho al liberacionismo populista, sin embargo, debido a que insiste en tener fundamentos teológicos cuidadosamente formulados para la acción política, también aboga por una reflexión política más responsable que lo que se acostumbra en la tradición evangélica».22
Los reconstruccionistas afirman fuertemente la separación entre la Iglesia y el estado.23 Por eso, rechazan la relación a veces tan cercana entre ellos, promovida por los puritanos de Inglaterra y Estados Unidos. Sin embargo, admiran el interés profundo de los puritanos en la aplicación de toda la Palabra de Dios a todos los asuntos de la vida, incluyendo la justicia civil. Un ejemplo de un puritano que anticipó el movimiento de Reconstrucción es el prominente teólogo de Escocia, George Gillespie, quien fue una de las estrellas más brillantes de la Asamblea de Westminster.24 Gillespie argumenta:
«El magistrado cristiano está igual de obligado a guardar la ley jurídica de Moisés como lo estaba el magistrado judío». También nota que las palabras de Cristo en Mateo 5:17-19 (un texto favorito de los reconstruccionistas) «se pueden aplicar a la ley jurídica, pues son parte de la Ley de Moisés».25 Debido a que muchos oponentes del Reconstruccionismo reconocen la semejanza entre este y el puritanismo, al Reconstruccionismo también se le conoce como «neo-puritanismo».26 Otra característica del posmilenialismo teonómico (aunque no es un tema esencial para él) es el trato preterista a un gran número de los pasajes del gran juicio en el Nuevo Testamento. El enfoque preterista (palabra que viene del latín y significa “pasado”) de ciertas profecías, enseña que la Gran Tribulación (Mateo 24:21) ocurrió en la generación que vivía cuando Cristo habló (Mateo 24:34); el libro de Apocalipsis espera que los eventos que relata acontecerán “pronto” (Apocalipsis 1:1, 22:7, 12), porque en el día de Juan, «el tiempo está cerca» (Apocalipsis 1:3; 22:10); y el Anticristo fue un fenómeno del primer siglo (1 Juan 2:18,22; 4:3; 2 Juan 7).27
El preterismo coloca las profecías de maldad intensa y oscuridad sombría en el primer siglo, concentrándose en los acontecimientos de la persecución de Nerón que duró cuarenta y dos meses (64-68 d.C., cf. Apocalipsis 13:5), la guerra de cuarenta y dos meses entre los judíos y los romanos (67-70 d.C., cf. Apocalipsis 11:1-2), y la destrucción del templo (70 d.C., cf. Mateo 23:6-24:34). El punto de vista preterista no pertenece exclusivamente al posmilenialismo teonómico; fue promovido por ejemplo por Eusebio, uno de los padres de la Iglesia, John Lightfoot, un erudito puritano de estudios talmúdicos, Milton S. Terry, un teólogo metodista y autoridad de la hermenéutica del siglo diecinueve, y J. Marcellus Kik y Jay E. Adams, escritores reformados modernos.28 Sin embargo, este punto de vista está grandemente enfatizado por la rama teonómica del posmilenialismo.
FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS DE POSMILENIALISMO
El posmilenialismo espera que la vasta mayoría de la población del mundo se convierta a Cristo como consecuencia de una proclamación del Evangelio bendecida por el Espíritu. En vista de las condiciones actuales del mundo, sin embargo, muchos cristianos se sorprenden que la esperanza posmilenialista todavía exista. Antes de proveer evidencia exegética positiva de la posición posmilenialista, mostraré brevemente que la teología básica de las Escrituras la apoya, aunque parezca extraña al evangélico moderno. De hecho, estos factores sugieren la probabilidad contundente del posmilenialismo.
El propósito de la creación de Dios
En Génesis 1 encontramos el registro de la creación del universo por parte de Dios en el transcurso de seis días.29 Como resultado del propósito y poder creativo de Dios, todo era originalmente «bueno en gran manera» (Génesis 1:31). Por supuesto, esto se sigue del hecho que Dios creó el mundo para su propia gloria: «Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén» (Romanos 11:36). «Todo fue creado por medio de él y para él» (Colosenses 1:16b). Frecuentemente, las Escrituras afirman el amor que Dios tiene para el mundo que creó y su derecho de ser dueño de todo: «De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan».30 El posmilenialista afirma que el amor que tiene Dios por la creación es causa de su preocupación por hacerla volver al propósito original de traer gloria a Él. Por eso la expectativa llena de esperanza del posmilenialista está fundada en la realidad de la creación.
El poder soberano de Dios
Nuestra tarea evangelística en el mundo de Dios debe cobrar ánimo de la certeza que Dios «hace todas las cosas según el designio de su voluntad» (Efesios 1:11). Creemos con confianza que Dios controla la historia por medio de sus decretos, por medio de los cuales Él determina «lo por venir desde el principio» (Isaías 46:10). Por eso, los posmilenialistas afirman que la Palabra de Dios, como Él mismo dice, «no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié» (Isaías 55:11), sin importar la oposición de seres humanos o de demonios, a pesar de fenómenos naturales o circunstancias históricas.
El cristiano, pues, no debería usar factores históricos del pasado o circunstancias culturales del presente para juzgar la posibilidad del éxito futuro del evangelio. Mas bien, debería evaluar la posibilidades solamente basado en la revelación de Dios en las Escrituras —porque el éxito del evangelio vendrá «no con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu» (Zacarías 4:6). Por eso la confianza del posmilenialista está en el Dios soberano.
La provisión bendita de Dios
Además, el Señor de señores capacita a su Iglesia ampliamente para la tarea de la evangelización del mundo. A continuación se mencionan algunas de las abundantes provisiones divinas para la Iglesia:
(1) Tenemos la presencia de Cristo resucitado con nosotros.31 Él es quien nos manda, «id, y haced discípulos a todas las naciones», al mismo tiempo que promete, «he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:19-20). Por eso podemos confiar «que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Filipenses 1:6).
(2) El Espíritu Santo de lo alto mora en nosotros.32 Por eso creemos que «mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo» (1 Juan 4:4b). Entre sus varios ministerios, Él causa el nuevo nacimiento, capacita a los creyentes para vivir en justicia, y bendice la proclamación del Evangelio para atraer a los pecadores a la salvación.33
(3) El Padre se deleita en salvar a los pecadores.34 En verdad, «no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él» (Juan 3:17).
(4) Tenemos el Evangelio, que es el «poder de Dios» para salvación.35 También tenemos la poderosa Palabra de Dios como nuestra arma espiritual: «porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Corintios 10:4-5).36
(5) Para apoyarnos y fortalecernos en la victoria del Evangelio, tenemos acceso sin límite a Dios en oración37 por medio del nombre de Jesús.38 Cristo incluso nos manda a orar al Padre, «Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra» (Mateo 6:10).
(6) Aunque tenemos oposición sobrenatural de parte de Satanás, él es un enemigo vencido como resultado de la primera venida de Cristo. «Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo» (Hebreos 2:14).39 Consecuentemente podemos resistirlo y él huirá de nosotros (Santiago 4:7; 1 Pedro 5:9); podemos aplastarle bajo nuestros pies (Romanos 16:20). En verdad, nuestra misión divina es hacer volver la humanidad «de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios» (Hechos 26:18). Pues el Salvador de gracia da recursos amplios a la Iglesia.
Entonces, puesto que Dios creó el mundo para su gloria, lo gobierna en su inmenso poder, y capacita a su pueblo para vencer al enemigo, el posmilenialista pregunta: «Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?» (Romanos 8:31). Nuestra confianza está en el ministerio del Señor Jesucristo, «el soberano de los reyes de la tierra» (Apocalipsis 1:5). Él está sentado «a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia» (Efesios 1:20-22). Tenemos confianza que la resurrección de Cristo tiene más poder que la caída de Adán.
Por supuesto, todo esto no comprueba que Dios quiera ganar el mundo por medio de la victoria del Evangelio. Pero, debería disipar cualquier idea prematura y caprichosa de descartar el posmilenialismo como una opción evangélica viable, abriendo así paso para volver a reflexionar sobre la causa de nuestra esperanza evangelística. Ahora la pregunta es, ¿está enraizada esta esperanza posmilenial en la Palabra inspirada e infalible de Dios? Consideremos este tema a continuación.
EL MOVIMIENTO HISTÓRICO-REDENTOR DEL POSMILENIALISMO
En la sección principal después de esta, proveeré anotaciones breves exegéticas sobre varios textos prominentes que apoyan el posmilenialismo. Luego de haber levantado un marco teológico general dentro del cual el posmilenialismo se desarrolla, ahora quiero trazar a grandes rasgos, su movimiento histórico-redentor.
La Creación y los Pactos del Edén
El Dios de la creación es un Dios de pacto. Las Escrituras presentan la relación de Dios con la humanidad y con la creación, y su soberanía sobre estos, usando la terminología del pacto.
Aunque el término «pacto» (Hebreo berit) no aparece en Génesis 1, los elementos constitutivos de un pacto están presentes allí. Jeremías utiliza la palabra «pacto» cuando habla de la creación. En Jeremías 33:25-26 el pacto de la creación, que asegura la regularidad de los días y estaciones, sirve como una base de esperanza en la fidelidad de Dios a su pacto para con la gente de este mundo: «Así ha dicho Jehová: Si no permanece mi pacto con el día y la noche, si yo no he puesto las leyes del cielo y la tierra, también desecharé la descendencia de Jacob, y de David mi siervo, para no tomar de su descendencia quien sea señor sobre la posteridad de Abraham, de Isaac y de Jacob. Porque haré volver sus cautivos, y tendré de ellos misericordia».40 Oseas 6:7 también indica un marco basado sobre el pacto para la experiencia de Adán en el Edén, «Mas ellos, cual Adán, traspasaron el pacto; allí prevaricaron contra mí».
En el pacto de la creación, Dios nombra a la humanidad como sus administradores sobre la tierra. El Señor crea a los seres humanos a su imagen y pone a toda la creación debajo de ellos para que su desarrollo glorifique a Dios.41 Aunque hay un rico conjunto de ideas alrededor del concepto de imagen de Dios, textualmente sabemos que al menos una de las principales es el dominio de la humanidad sobre la tierra:
Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. (Génesis 1:26-28, letra cursiva añadida)
Ya que fueron hechos a la imagen de Dios bajo las obligaciones del pacto, Adán y Eva deben desarrollar la cultura humana para la gloria de Dios, ejercitando un dominio justo sobre toda la tierra. Esto, por supuesto, Adán y Eva no lo pueden hacer solos, entonces Dios les bendice y les manda «fructificad y multiplicaos» y «llenad la tierra», para que ellos puedan «sojuzgarla» en obediencia (Génesis 1:28a). Al poder para señorear (la “imagen de Dios”), para el bien de la humanidad (“Dios les bendijo”) le sigue la autorización (“sojuzgad”) y la obligación (“Dios les dijo... señoread”) de ejercer dominio.
Y porque la cultura humana es la suma de las actividades normativas en el mundo, es necesaria la actividad corporativa de todo ser humano trabajando en unidad. Esto requiere orden social y político para promover el desarrollo de la civilización y el progreso de la cultura. Contrario a las teorías evolutivas y humanistas, la Biblia registra sin error el desarrollo temprano de la cultura humana. En verdad, procede a un paso marcadamente rápido: el inicio de la ganadería, la creación de instrumentos musicales, y el trabajo con metales mientras Adán todavía vive (Génesis 4:17-22). Este es el llamado santo de la humanidad, el impulso ordenado por Dios desde la creación: «El hombre tiene que ejercer dominio. Es parte de su naturaleza hacerlo».42 Trágicamente, sin embargo, el pecado entró al mundo
Como resultado de la caída . . . el impulso del hombre a ejercer dominio ahora está pervertido, ahora no ejerce la autoridad bajo Dios y por su gloria, mas bien tiene el deseo de ser igual a Dios. Esta fue precisamente la tentación de Satanás, que cada hombre fuera su propio dios, decidiendo por sí mismo lo que está bien, y lo que está mal (Génesis 3:5).43
En respuesta a la traición rebelde de la humanidad, Dios, quien creó el mundo para su gloria, actua en misericordia soberana para iniciar la redención según el pacto y así poder efectuar la reconciliación con sus criaturas caídas. En el contexto histórico de la caída, Dios promete redención y jura que aplastará a Satanás, quien incita la rebeldía de la humanidad. Dios dice a la serpiente, usada por Satanás y representante de él, (Génesis 3:15):
Y pondré enemistadentre ti y la mujer,y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza,y tú le herirás en el calcañar.
Este es el pacto edénico, que es la fuente de redención y que complementa el pacto de la creación.
Aquí tenemos el proto-evangelio, la primera promesa del Evangelio. Este pasaje anticipa que habrá lucha en la historia: las simientes de los participantes representativos en la caída se trenzarán en un combate mortal. En suma, esta es la lucha cósmica entre Cristo y Satanás, un conflicto desarrollado sobre la tierra y en el tiempo entre la ciudad de la humanidad (bajo el dominio de Satanás) y la ciudad de Dios. Es crucial entender su naturaleza histórica: la caída ocurre en la historia; la lucha ocurre en la historia; la simiente de la mujer aparece en la historia (el Cristo histórico, quien es la encarnación del Creador trascendente, Juan 1:1-3, 14).
Es significativo para el debate escatológico, que esta lucha histórica termina en una victoria histórica: la simiente de la mujer (Cristo) aplasta la simiente de la serpiente (Satanás). Sabemos por la evidencia del Nuevo Testamento, que la crucifixión y resurrección históricas de Cristo fueron causa legal de la ruina de Satanás: «y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz» (Colosenses 2:15). Verdaderamente, esto es una razón fundamental de la encarnación, porque «Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del Diablo» (1 Juan 3:8b; cf. Hebreos 2:14). Además aprendemos que la obra redentora de Cristo tendrá consecuencias en la historia: «Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo» (Juan 12:31-32). El hecho histórico de que Cristo fue levantado, hecho sobre el cual está fundada su victoria, ocurrió ya sea en su crucifixión, o en su resurrección, o en su ascensión, o quizás lo mas probable, en los tres eventos, considerados estos como una sola unidad redentora.
Los posmilenialistas enfatizan la derrota de Satanás en la historia con la primera venida de Cristo, con el desarrollo progresivo de su resultado en la historia en el contexto de la rebeldía original de Adán, la lucha subsiguiente de Satanás, y la llegada en carne de Cristo. El proto-evangelio promete en forma simbólica la victoria de Cristo en la historia, tal como la caída y sus efectos están en la historia. El levantamiento del segundo Adán superará la caída del primer Adán. Dios no abandona la historia.
El pacto con Abraham
Aunque hay varios pactos significativos en las Escrituras que están relacionados con la redención, la falta de espacio no me permite resaltar cada uno. Sin embargo, voy a considerar el pacto con Abraham, un pacto importante que tiene que ver con la redención. La esencia del pacto con Abraham aparece en Génesis 12:2-3 (aunque después la Biblia desarrolla más el concepto del pacto; cf. 15:5-7):
Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré,y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré;y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.
Aquí la revelación de la simiente del pacto se va enfocando cada más, pasando de la simiente de la mujer en general (es decir, un ser humano), a una familia específica (es decir, esta será de la familia de Abraham). Al final, por supuesto, la línea de la simiente se hará más estrecha hasta llegar a un individuo: Jesucristo, «el Hijo de David, el Hijo de Abraham» (Mateo 1:1; cf. Juan 8:56; Gálatas 3:16, 19).
Para mi propósito presente, note que «serán benditas en ti [en Abraham] todas las familias de la tierra». El Nuevo Testamento nos explica esto:
Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones... Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. (Gálatas 3:8,16, letra cursiva añadida)
O, como Pablo lo relata en otro lugar, la promesa a Abraham es «que sería heredero del mundo» (Romanos 4:13).
Esto apoya el optimismo histórico del posmilenialista. Esta condición de Abraham como heredero del mundo, se desarrolla por medio de la extensión del Evangelio. La posibilidad histórica de la victoria del Evangelio, la cual trae bendición sobre todas las naciones, viene por medio de la conversión gradual, no por medio de la imposición catastrófica (como en el premilenialismo) o conclusión apocalíptica (como en el amilenialismo). Esta manera de proceder ha sido el método de Dios y la experiencia del pueblo de Dios en las Escrituras por mucho tiempo. Dios dio a Israel la tierra prometida por medio de un proceso: «Y Jehová tu Dios echará a estas naciones de delante de ti poco a poco; no podrás acabar con ellas en seguida, para que las fieras del campo no se aumenten contra ti» (Deuteronomio 7:22; cf. Éxodo 23:29-30). La profecía también espera el progreso gradual de la victoria redentora entre todas las naciones: vemos el agua de vida fluyendo en forma gradual cada vez más profundamente (Ezequiel 47:1-12), y el Reino del Cielo creciendo lentamente (Daniel 2:35) y extendiéndose (Ezequiel 17:22-24; Mateo 13:31-32), diseminándose más completamente (Mateo 13:33), y produciendo más fruto (Marcos 4:1-8, 26-28).
La meta histórica del pacto de Abraham brilla claramente en los Salmos y los profetas (ver la aclaración que sigue). Permítame el lector ahora avanzar hasta el conclusivo nuevo pacto.
El nuevo pacto
Jeremías 31:31-34 profetiza un nuevo pacto venidero, el cual también anticipa un tiempo de gran gloria:
He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.
Por la destacada influencia del pacto con Abraham, y por las circunstancias históricas de su audiencia, Jeremías orienta el pacto a «la casa de Israel y la casa de Judá». Pero ya que el pacto con Abraham contiene bendiciones para «todas las familias de la tierra» (Génesis 12:3), podemos esperar que el nuevo pacto haga lo mismo. Verdaderamente, en el primer siglo, Cristo establece este nuevo pacto en su muerte y lo representa en la cena del Señor (Lucas 22:20; 1 Corintios 11:25; 2 Corintios 3:6; Hebreos 8:8; 9:15; 12:24), lo cual el cristianismo ortodoxo reconoce es para todo el pueblo de Dios, tanto judíos como gentiles. Todos los que confían en Cristo, consecuentemente, son descendientes de Abraham (Romanos 4:16; cf. Gálatas 3:7, 9, 14, 29), porque estamos en Cristo, y Él es el descendiente postrero de Abraham (Gálatas 3:16). En resumen, los cristianos son actualmente, participantes del nuevo pacto.
Este nuevo pacto será muchísimo más glorioso que el viejo: asegurará el guardar la justicia de Dios con más profundidad y seguridad (Jeremías 31:33b), una relación más firme y más completa con Dios (v. 33c), y un conocimiento de Dios más poderoso y más extenso (v. 34). Así pues, podemos esperar una manifestación maravillosa del reino de Dios en la historia por medio de este pacto glorioso.
EVIDENCIA EXEGÉTICA QUE APOYA EL POSMILENIALISMO
Permítame ahora analizar algunos pasajes específicos que apoyan e ilustran esta expectativa gloriosa. A pesar de algunas quejas, el posmilenialismo no es un sistema teológico sin fundamento exegético.44 No está enraizado solamente en unos pocos textos cuidadosamente seleccionados,45 tampoco depende principalmente del Antiguo Testamento, sin apoyo del Nuevo.46 Numerosos pasajes en ambos testamentos apoyan el sistema posmilenial, demostrando que la Escritura entera respira el aire optimista de la esperanza.47 Por supuesto por la falta de espacio, solamente podré resaltar unos pocos pasajes.
De especial importancia en el debate escatológico son los Salmos mesiánicos. El posmilenialismo cobra gran ánimo por el optimismo histórico de estos himnos gloriosos.
Por ejemplo, el Salmo 22:27 anticipa un tiempo cuando «Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, Y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti» —aparentemente sobre la base de la persuasión evangelística, en lugar de la imposición apocalíptica. Otros Salmos son semejantes: «Para que sea conocido en la tierra tu camino, En todas las naciones tu salvación» (67:2); «Y témanlo todos los términos de la tierra» (67:7); «Todas las naciones que hiciste vendrán y adorarán» (86:9); «Yo me acordaré de Rahab y de Babilonia entre los que me conocen; He aquí Filistea y Tiro, con Etiopía» (87:4); «Entonces las naciones temerán el nombre de Jehová, Y todos los reyes de la tierra tu gloria» (102:15). De hecho, el Mesías estará sentado en el cielo hasta que sus enemigos estén puestos como estrado de sus pies (110:1) —tema del versículo citado con más frecuencia en el Nuevo Testamento.48
En el Salmo 72 la victoria mesiánica está vinculada con la historia previa a la consumación, antes de la renovación del universo presente, y antes del establecimiento de cielos nuevos y tierra nueva, los cuales son eternos:
Te temerán mientras duren el sol y la luna, de generación en generación. Descenderá como la lluvia sobre la hierba cortada; Como el rocío que destila sobre la tierra. Florecerá en sus días justicia, Y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna. Dominará de mar a mar, Y desde el río hasta los confines de la tierra. (Salmo 72:5-8, letra cursiva añadida)
Salmo 2
Enfoquémonos en el Salmo 2, un salmo que nos puede enseñar mucho. La visión gloriosa contenida en este salmo nos provee una interpretación inspirada de la historia humana.49
Narra la turbación cósmica entre las naciones y la seguridad profética de su resultado glorioso. Por eso, sigue el patrón del protο-evangelio (Génesis 3:15), mostrando la lucha temporal y luego la victoria histórica.
El salmo abre con las naciones amotinadas «contra Jehová y contra su ungido» (versículos 1-3). Es cierto que todo el mundo está en oposición a la autoridad de Dios, dicha oposición es la esencia de todo pecado (Génesis 3:5; Romanos 1:18-21). Las naciones del mundo buscan librarse del reino soberano de Jehová y de su ungido: «Rompamos sus ligaduras» (versículo 3).
Esta ferocidad no solo es mala, sino también fútil, porque el Señor está tranquilamente entronado en majestad trascendente en los cielos: «El Señor se burlará de ellos» (versículo 4). Aquí el salmista irónicamente demuestra la confianza de Dios manifestada en su burla a la oposición de sus enemigos contra Él y contra su ungido (versículo 2). El término «ungido» (Hebreo meshíach) señala al gran Redentor y Rey, a quien los judíos esperaban por largo tiempo (ver Juan 1:20, 24-25, 41, 49; cf. Marcos 15:32; Lucas 24:19_21). Él es nuestro Señor y Salvador, Jesucristo (Marcos 8:29-30; 14:61-62).
El Nuevo Testamento interpreta este Salmo mesiánicamente, con la ira de las naciones manifestada especialmente en la crucifixión (Hechos 4:25-27):
Por boca de David tu siervo dijiste: ¿Por qué se amotinan las gentes, Y los pueblos piensan cosas vanas? Se reunieron los reyes de la tierra, Y los príncipes se juntaron en uno contra el Señor, y contra su Cristo. Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel.
En la crucifixión, este Salmo «llegó a su punto álgido, pero no fue consumado o cumplido», porque la batalla cósmica continúa.50
En el versículo 5, la confianza perseverante de Dios cede lugar a su justa indignación, «Luego hablará a ellos en su furor, Y los turbará con su ira». En verdad, en el Salmo 2, David utiliza varias palabras hebreas de Éxodo 15 (az, nibhalû, yõshẽb), donde una canción de celebración relata la derrota de Egipto y anticipa el terror de los enemigos canaeos de Israel. Con seguridad, el Mesías vencerá a las naciones enfadadas del mundo tanto como Dios derrotó a los enemigos cananeos de Israel. Alexander comenta: «El que Dios permita que [tales tonterías] acontezcan sin castigo por largo tiempo, sucede solamente, en el lenguaje figurativo del pasaje, porque Dios primeramente se ríe de la bobería humana, y luego la castiga».51 Además, por supuesto, la providencia avanza lentamente porque «para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día» (2 Pedro 3:8).
En contraste con la ardorosa futilidad de las naciones, la soberanía de Dios declara, «Pero yo [pronombre enfático en el hebreo] he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte» (versículo 6). Dios no habla de esta persona a quien ha puesto como «un rey», o como «el rey», sino como «mi Rey». El versículo 7 aumenta nuestro entendimiento de este nombramiento, mostrando al Mesías hablando por sí mismo: «Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy». El “decreto” es una afirmación de adopción por Dios, una coronación santa que establece el derecho de este Rey (2 Samuel 7:13; Salmo 89:26-27).
La palabra «hoy» sugiere un momento formal en el cual se le da el título al nuevo soberano. En lugar de ocurrir en la segunda venida de Cristo, como muchos creen, el Nuevo Testamento lo relaciona al primer siglo —en el momento de la exaltación de Cristo, comenzando con la resurrección. «Dios ha cumplido esto para los hijos de ellos, es decir nosotros, resucitando a Jesús; como está escrito también en el Salmo dos: “Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy» (Hechos 13:33; cf. Romanos 1:4). Desde la resurrección y ascensión Cristo ha estado instalado como Rey (Romanos 1:4), reinando a la diestra de Dios (Romanos 14:9-11; Efesios 1:20-22; Colosenses 1:18; 1 Pedro 3:22; Apocalipsis 17:14; 19:16). La gran comisión nos dice que a Cristo le fue dada toda autoridad —aparentemente cuando resucitó (Mateo 18:18; cf. el tiempo aoristo en Filipenses 2:9).
Pero, ¿qué pues, de esta instalación sobre el Monte Sion? Sion fue un sitio histórico, por supuesto —una fortaleza de los Jebuseos que David capturó y nombró «Ciudad de David» (2 Samuel 5:6-9). Cuando David trajo el Arca nuevamente a Sion, el monte fue consagrado (2 Samuel 6:10-12). Debido a su significado sagrado, el nombre «Sion» fue aplicado gradualmente más allá del sitio histórico hasta incluir también el Monte Moriah donde Salomón construyó el Templo (Isaías 8:18; Joel 3:17; Miqueas 4:7) y eventualmente, toda Jerusalén (2 Reyes 19:21; Salmo 48:2, 11-13; 69:35; Isaías 1:8).
«Sion llegó a simbolizar en la tradición hebrea el señorío de Dios, el Reino de Dios, un reino de justicia, rectitud, y paz.»52
Así también, Sion representa la nación entera de los Judíos (Isaías 40:9; Zacarías 9:13). En el nuevo Testamento, Sion y Jerusalén trascienden las realidades del Antiguo Testamento, alcanzando al mismo cielo (Gálatas 4:25-26; Hebreos 12:22; Apocalipsis 14:1). De tal manera que el centro del señorío teocrático ha sido trasladado al cielo, donde Cristo ahora preside sobre su Reino (Juan 18:36; Apocalipsis 1:5).
Ahora todo lo que el Mesías entronado necesita es pedir: «Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra» (Salmo 2:8). Notablemente, esta tarea de tomar las naciones la asigna a sus seguidores en la gran comisión:
«Id y haced discípulos de todas las naciones» (Mateo 28:19 a; ver abajo). Él reinará sobre ellos con su vara y desmenuzará a los que rehúsan someterse a Él (Salmo 2:9). Esto lo hace por medio de su Palabra poderosa y bajo su providencia soberana (Hebreos 1:3, 8-13; cf. Mateo 21:43-44). Por esta grandiosa esperanza, las naciones llenas de ira reciben una advertencia (Salmo 2:10-12):
Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes; Admitid amonestación, jueces de la tierra. Servid a Jehová con temor, Y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; Pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían.
Este Salmo continúa desarrollando el tema histórico y redentor de lucha y victoria que comenzó con el proto-evangelio. Palpita con optimismo histórico y sirve como un tratado posmilenial. Permíteme ahora considerar un ejemplo de los profetas.
Isaías 2:2-4
En Isaías 2:2-4 (y Miqueas 4:1-3) aprendemos que en los «últimos días» se observará la influencia universal y atractiva de la adoración a Dios, que requiere la dispersión internacional de la influencia del cristianismo. Esto resultará en un estilo de vida justo a un nivel personal y social, y paz a un nivel cultural y político. Isaías indica que durante los «últimos días» se observarán estas cosas —no en alguna época después de los «últimos días»: «en lo postrero de los tiempos» (versículo 2) quiere decir «durante». Según el Nuevo Testamento los «últimos días» comienzan con la venida de Cristo en el siglo primero.53 Cubren los días que restan de historia temporal hasta la segunda venida de Cristo, que será «el fin» (1 Corintios 15:24; cf. Mateo 13:39-40, 49). Son por tanto, los últimos días, después no hay más.
«Judá y Jerusalén» (Isaías 2:1) representan a todo el pueblo de Dios, igual que «Israel y Judá» en Jeremías 31:31, donde el nuevo pacto específicamente se aplica a la iglesia internacional en el Nuevo Testamento (ver la discusión previa). Las referencias al «monte», a «la casa del Dios de Jacob», y «Sion» se refieren a la Iglesia. Según la revelación del Nuevo Testamento, la Iglesia es el punto principal (aunque no la totalidad) del Reino de Dios (Mateo 16:18-19); ella es el templo y la casa de Dios.54 Ella es la manifestación terrenal de la ciudad de Dios (Gálatas 4:25-26; Hebreos 12:22; 1 Pedro 2:6; Apocalipsis 21:2) y está sentada sobre un monte para influenciar al mundo (Mateo 5:14; Hebreos 12:22; Apocalipsis 14:1; 21-10). Cristo efectuó la redención (Hechos 10:39; Romanos 9:33; 1 Pedro 2:6) y el cristianismo comenzó (Lucas 24:47, 52; Hechos 1:8; 2:1ff.) en la Jerusalén histórica. La «ciudad de paz» histórica simboliza la ciudad de Dios, multinacional, y suprahistórica, desde donde, en ultima instancia, fluye la paz de Dios.55
Isaías dice que la Iglesia de Cristo será confirmada (hebreo kûn) como «cabeza de los montes», indicando que ella estará «puesta permanente y visiblemente».56 Después de la frase introductoria «últimos tiempos», Isaías ha puesto la palabra «confirmado» para darle énfasis. En las representaciones del Antiguo Testamento, esta casa es gigantesca (Ezequiel 40:2); Jerusalén aumenta sus límites (Isaías 54:1-5) y es enaltecida (Zacarías 14:10). De igual manera, la Iglesia está confirmada para ser enaltecida sobre todo el mundo. Ella es un ente permanente y vivificante en la tierra; las puertas del Hades no prevalecerán contra ella (Mateo 16:18), ni será removida (Hebreos 12:28).57 Tanto en Isaías 2:2 y Miqueas 4:1, el participio hebreo nifal se refiere a una condición que perdura, y lo mismo se implica en la representación de los versículos 3, 4 de la función de Jehová de enseñar, de juzgar entre naciones, y del estado de paz y seguridad que prevalece, cada hombre sentado debajo de su vid y debajo de su higuera y ninguno que tenga temor (esto último se menciona solo en Miqueas).58
«Correrán a él todas las naciones» (Isaías 2:2) esto es, hacia la Iglesia para adorar al Señor, quien las salva. La fuerza política no les obliga; al contrario, la gracia de Dios les impulsa. Allí, ellos serán discipulados en sus caminos y en su Ley (versículo 3). El cristianismo se convertirá en un agente de influencia redentora y de gracia sobre el mundo. El río creciente de personas persuadiendo a otros «venid y subamos» a la casa de Dios (versículo 3) describe al evangelismo exitoso que conduce a una prosperidad evangélica.
Con muchos convirtiéndose a Cristo en cantidades abrumadoras y recibiendo un discipulado en la Ley de Dios, sucede naturalmente una gran transformación socio-política (Isaías 2:4).
Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra. (Isaías 2:4)59
La paz para con Dios (versículos 2-3) es ocasión de la paz entre los seres humanos (versículo 4), la adopción derrota a la alienación. Esta profecía debería ser la meta de nuestras oraciones, «Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra» (Mateo 6:10).
Mateo 13
Al entrar al Nuevo Testamento, encontramos el profetizado reino escatológico entrando dentro de la historia. Las narraciones del nacimiento de Cristo reflexionan ampliamente y con gran expectativa en las promesas pactuales y llenas de esperanza del Antiguo Testamento (Lucas 1-2). El reino se acerca (griego engys) en el ministerio temprano de Cristo, porque el tiempo se había cumplido (Marcos 1:14-15; cf. Gálatas 4:4). El poder de Cristo sobre los demonios y sobre el reino de Satanás muestra que el reino viene ya durante su ministerio terrenal (Mateo 12:28). El reino no espera una venida futura, visible, catastrófica (Lucas 17:20-21). Por eso, aunque Cristo resistía al intento de hacerle un rey político (Juan 6:15), acepta adoración como un rey redentor (Lucas 18:38-40) y afirma ser un rey mientras está en la tierra (Juan 18:36-37). Es formalmente entronado como Rey después de su resurrección y ascensión (Hechos 2:30-36). Desde entonces, oímos que su posición es «a la diestra de Dios» como un Rey.60
Por todo esto, los cristianos del primer siglo le proclamaron Rey (Hechos 5:31; 17:7; Apocalipsis 1:5) con dignidad, autoridad y poder reales (Efesios 1:22; Filipenses 2:9). Desde ese tiempo, Cristo nos traslada a su reino cuando nos convertimos (Colosenses 1:12-13; 4:11; 1Tesalonicenses 2:12), nos organiza como un reino (1 Pedro 2:9; Apocalipsis 1:6, 9), y nos hace sentar místicamente con Él en su señorío (1 Corintios 3:21-22; Efesios 1:3; 2:6; Colosenses 3:1).
En sus parábolas del reino en Mateo 13, el Señor bosqueja algunos de los aspectos básicos de su reino espiritual, dos de las cuales son especialmente útiles para el optimismo gradual del posmilenialismo, y ellas merecen nuestra atención. Pero primero, comentaré rápidamente las demás, puesto que las parábolas del reino forman una unidad.
En la parábola del sembrador (Mateo 13:3-13), Cristo identifica los ciudadanos justos de su Reino: los que reciben correctamente la Palabra de Dios. De acuerdo con las expectativas posmileniales —y con los pactos de Génesis 1:26-31; 3:15; 12:2-3 y las profecías del Salmo 2:8 y Isaías 2:3— su cantidad aumentará grandemente: treinta, sesenta y cien veces (Mateo 13:8; cf. La bendición de Dios sobre Isaac en Génesis 26:12).
La parábola de la cizaña (Mateo 13:24-30, 36-43) y la red (13:47-50) advierten que a pesar de un crecimiento increíble de sus ciudadanos, la manifestación historica del reino siempre incluirá una mezcla de los justos y los injustos. No habrá una separación entre ellos hasta la resurrección que ocurrirá durante la segunda venida para finalizar la historia. El reino nunca será perfecto mientras esté en la tierra.
Las parábolas del tesoro escondido (Mateo 13:44) y la perla de gran precio (Mateo 13:45-56) hablan del valor incalculable y las bendiciones del reino. Las parábolas de la semilla de mostaza (13:31-32) y la levadura (13:33) nos instruyen acerca del desarrollo gradual y el resultado final del reino en la historia. Explicaré en mayor detalle el desarrollo gradual del reino, tal como se revela en estas dos últimas parábolas.
La parábola de la semilla de mostaza nos dice: «Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas» (Mateo 13:31-32). La imagen comunica algo magnífico e incomprensible: de una semilla pequeñita se levanta un árbol en el cual los pájaros pueden anidar con sus polluelos. Las aves cantando entre las ramas simbolizan la serenidad pacífica (Salmo 104:12, 17). En Daniel 4:12 y Ezequiel 31:3, 6 la grandeza de Babilonia y Asiria (cosas concedidas en la providencia de Dios, Jeremias 27:5-8; Ezequiel 3:3,9) aparecen como árboles inmensos en los cuales anidan las aves: Daniel presenta la provisión por gracia de alimento para todos; Ezequiel muestra por medio de símbolos, la grandeza del reino. Es decir, estos son reinos grandes, los cuales por un tiempo abastecen a los seres humanos con provisión y abrigo.
Cristo nos enseña que Dios tiene un reino que también crecerá hasta llegar a ser un árbol grande que provee lugar para que los pájaros aniden con sus polluelos. Ezequiel 17:22-24a nos da mas detalles a esta imagen dada por Cristo:
Así ha dicho Jehová el Señor: Tomaré yo del cogollo de aquel alto cedro, y lo plantaré; del principal de sus renuevos cortaré un tallo, y lo plantaré sobre el monte alto y sublime. En el monte alto de Israel lo plantaré, y alzará ramas, y dará fruto, y se hará magnífico cedro; y habitarán debajo de él todas las aves de toda especie; a la sombra de sus ramas habitarán. Y sabrán todos los árboles del campo que yo Jehová abatí el árbol sublime, levanté el árbol bajo, hice secar el árbol verde, e hice reverdecer el árbol seco.
Este pasaje habla de la magnificencia universal y la exaltación gloriosa del Reino de los cielos, el cual, cuando esté completamente desarrollado proveerá abrigo para todos. Tanto la profecía de Ezequiel como la parábola de Cristo, indican el crecimiento y la soberanía del Reino de Cristo: el renuevo sobre el monte alto crece sobre todos los árboles; la semilla de mostaza se hace la planta más grande en el huerto. De modo que la parábola de la semilla de mostaza habla de la extensión gradual del reino en el mundo.
La parábola de levadura dice: «Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado» (Mateo 13:33).61 Puesto que la parábola anterior habla del crecimiento externo, esta habla de la penetración interna del reino.
La levadura es un agente penetrante que se difunde a lo largo de un medio desde adentro (cf. La naturaleza interna del reino, Lucas 17:20-262; Juan 3:3; Romanos 14:17). Al contrario de la equivocada idea popular, la levadura no siempre representa algo malo, porque se halla en las ofrendas ordenadas por Dios en Levítico 7:13; 23:17; Amós 4:5. Por supuesto, cuando es asociada con palabras que significan maldad, habla de lo malo (por ejemplo, «levadura de malicia»). Pero acá en Mateo 13:33, la levadura simboliza el «Reino de los Cielos». Este reino es tan espiritualmente glorioso que los que están «pobres en espíritu» y «perseguidos por la justicia» lo reciben como una bendición (Mateo 5:3, 10; Lucas 6:20). En realidad, el poder penetrante y sutil de la levadura es una fuente de interés proverbial (Gálatas 5:9). Y esa característica de penetrar puede referirse a algo bueno o malo.
Cristo enseña enfáticamente, en otras palabras, que el reino se difundirá plenamente en el mundo entero (cf. Mateo 13:38). Las expectaciones gloriosas para el Reino de los cielos son claras: El reino penetrará todo (13:33), producirá hasta cien veces más (13:8), crecerá a una estatura inmensa (13:31-32), y dominará el campo/mundo (debido que sembró la semilla en un campo de trigo, no en un campo de maleza, el mundo al cual vuelve Cristo será un campo de trigo, no de maleza, 13:30). La influencia justa del reino penetrará totalmente el sistema del mundo.
Las parábolas del reino, pues, se ajustan bien a las expectativas de victoria en el Antiguo Testamento. El Reino del Dios de los cielos (Daniel 2:44), el cual Cristo predica urgentemente (Marcos 1:15) y el cual es un tesoro precioso (Mateo 13:44), crecerá a una posición de dominio en el mundo.
Juan 12:31-32
En Juan 12:31-32 Cristo afirma poderosamente y con confianza: «Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo». Irónicamente el momento de debilidad máxima (la crucifixión) se convierte en la clave de su gran victoria (cf. Colosenses 2:14-14), que incluye el «juicio» del mundo, la derrota de Satanás, y atrae a toda la humanidad. Y este momento está por ocurrir: «ahora es».
Los comentarios de Calvino sobre la palabra «juicio» (griego krisis) nos ayudan. Él se enfoca en el significado amplio del trasfondo hebraico (el cual forma el marco cultural para los oyentes de Cristo):
Algunos toman la palabra juicio como «reforma» mientras otros la toman como «condenación». Yo estoy de acuerdo con los primeros que explican que hay que restaurar el mundo a su debido orden. Porque la palabra hebrea mishpat que ha sido traducida como juicio significa una constitución bien ordenada... Ahora bien, sabemos que fuera de Cristo todo es confusión en el mundo. Y aunque Cristo ya había empezado a establecer el Reino de Dios, fue su muerte el verdadero comienzo de un estado verdaderamente ordenado y la restauración completa del mundo.63
La rectificación del mal y del caos que Satanás trajo al mundo está por comenzar. Tasker escribe:
Por medio del conflicto con la maldad en la pasión de Cristo, la situación creada por la caída de Adán será cambiada. Fue por la desobediencia que el hombre fue sacado por Dios del huerto de Edén, por haberse sometido al príncipe de este mundo (31); ahora por la obediencia perfecta de Jesús sobre la cruz, el príncipe de este mundo será quitado de su posición.64
El Señor inmediatamente agrega el medio por el cual se logrará esta restauración: Cristo echará fuera el gran tentador de los seres humanos y atraerá a todo el mundo a sí mismo para la redención. La influencia masiva de la muerte reconciliadora de Cristo operará en la historia por medio de la atracción de personas durante toda la época (Isaías 2:2; Mateo 28:20), con el resultado que el mundo, entendido como un sistema de maldad, se volverá a Dios. No se logrará esto catastróficamente por imposición política, sino gradualmente por transformación personal e interna.65 Las personas que han sido transformadas por la redención, generarán un mundo transformado en justicia.
La atracción por la gracia de Dios finalmente resulta en una conversión masiva y sistemática de la gran mayoría de la humanidad. Esta atracción universal lleva a un mundo redimido, como indican otras Escrituras: Dios busca la redención del mundo como un sistema creado de personas y cosas —el mundo que Él ha creado (Génesis 1), del que Él es dueño (Salmo 24:1), y que Él ama (Juan 3:16). La palabra «mundo» en griego es kosmos, que habla de un arreglo ordenado, un sistema. Numerosos pasajes hablan del alcance mundial de la redención y son instructivos en las implicaciones escatológicas. Estos pasajes presentan claramente a Cristo en su obra redentora —de igual manera hablan explícitamente del efecto mundial de su redención, el cual ha sido asegurado por Dios.66
En 1 Juan 4:14 descubrimos la meta divina de Dios en enviar a su Hijo: Él es el Salvador del mundo. De modo que Juan 3:17 afirma explícitamente que «Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él». Juan 1:29 presenta a Cristo, estando verdaderamente en el proceso de salvación del mundo: «El cordero de Dios que quita el pecado del mundo». Aún más fuerte es 1 Juan 2:2 donde Jesucristo es «la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo». Pablo aplica la obra reconciliadora de Cristo al mundo (Romanos 11:15; 2 Corintios 5:19).
En cada uno de estos pasajes, vemos la provisión segura de Dios para salvación completa y gratuita. Consecuentemente, cuando se habla de las acciones de Dios en Cristo, mostrándolo estar en el proceso de quitar los pecados del mundo (Juan 1:29), presentando a Cristo como el Salvador del mundo (1 Juan 4:14), con la intención de salvarlo en vez de condenarlo (Juan 3:17), como la propiciación por los pecados del mundo (1 Juan 2:2), reconciliandolo a sí mismo (2 Corintios 5:19; cf. Romanos 11:15) dicha idea debe ser protensiva, es decir, tiene que perdurar durante el tiempo. Esto significa que la obra de Cristo eventualmente efectuará la redención del sistema creado de personas y de cosas. Esa esperanza redentora está asegurada legalmente en el pasado, progresa gradualmente durante el tiempo, y resulta en un sistema mundial redimido en el futuro, un mundo que opera en base a la justicia como Dios originalmente lo quiso.
Estos pasajes no enseñan el universalismo en el que cada individuo se salva; al final, hay «cizaña» en el campo de trigo (Mateo 13:25). Al contrario, enseñan el propósito divino y seguro de un día venidero cuando el mundo, entendido como un sistema (un cosmos en vez de un caos) —el cual involucra la gran mayoría de la humanidad y las cosas, en todas sus relaciones culturales—será redimido. En ese día, el cristianismo será la regla, en lugar de la excepción; la justicia prevalecerá y la maldad se reducirá a proporciones mínimas. El sistema del mundo operará en base a la ética y la redención cristiana.
La aplicación de la redención de Cristo en la providencia de Dios gradualmente traerá un tiempo de adoración universal, paz, y prosperidad predicho por los profetas del Antiguo Testamento (Mateo 13:17; 1 Pedro 1:10-12). Tal como Juan explica a los cristianos del primer siglo que están soportando varias tribulaciones: Cristo es la propiciación no solamente por los pecados de ellos como un rebaño pequeño (Lucas 12:32), sino por los pecados del mundo (1 Juan 2:2). Esta es la expectiva del pacto para la historia; esta es la esperanza posmilenial.
Fue para llevar a cabo este maravilloso plan mundial que Cristo mandó a sus discípulos a cumplir con la Gran Comisión, de la cual ahora voy a hablar.
Mateo 28:18-20
Muchos conocen y aman la gran comisión, pero pocos la entienden. Cuando se la considera apropiadamente, esta es verdaderamente una comisión grande y un elemento fundamental de la esperanza posmilenial.67 Antes de la gran comisión, Cristo hace una afirmación denodada y necesaria: «Toda autoridad me es dada en el cielo y en la tierra». Esta declaración preliminar revela un contraste dramático con la anterior humildad de Cristo. Él ya no habla más como lo hacía durante su estado de humillación: «El Hijo no puede hacer nada por sí» (Juan 5:19; cf. 5:30; 8:28). Pero ¿qué pasa en su ministerio? ¿Cuándo le fue dada esa autoridad?
Tanto la posición como el tiempo verbal de la palabra «dada» en la declaración de Cristo (Mateo 28:18) significan mucho. Este verbo aparece en la enfática posición inicial, y la forma temporal aoristo indicativo edothe indica una acción puntual en tiempo pasado. El momento cuando esto ocurre es obviamente cuando Jesús resucitó. Las circunstancias históricas de la gran comisión sugieren esto (Cristo lo dice poco después de la resurrección), y también lo hacen otros pasajes. Por ejemplo, Romanos 1:4 afirma de Cristo: «que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos».68 Filipenses 2:8-9 utiliza el mismo tiempo verbal69 para indicar la resurrección como el momento cuando Cristo recibe autoridad: «se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre». Como fue mencionado antes, esta autoridad cumple con lo dicho en el Salmo 2:6-7. La resurrección, pues, seguida por la ascensión, establece a Cristo como el Rey, quien tiene toda autoridad.
Hechos 2:30-31 está de acuerdo en que la resurrección de Cristo le concede la autoridad de un Rey: «Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción». Luego Pedro, haciendo referencia al Salmo 110 añade: «pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies» (Hechos 2:34b-35).
Mateo 28:18 indica que algo nuevo ocurre en la resurrección. En ese momento se le da toda autoridad. El botín de la victoria pertenece a Él — la victoria sobre el pecado, la muerte, y sobre el diablo le pertenecen a Él (Colosenses 2:14-15; Hebreos 2:13-14; 10:12-14).— Su nueva autoridad abarca un dominio universal, que comprende el cielo y tierra. Así, es idéntica con la de Dios el Padre (Génesis 14:19; Mateo 11:25), quien posee señorío sin límite. Como Kuiper observa: «La gran comisión usualmente se comprende como un mandato misionero. Es eso, y mucho más. Su tema es el Cristo soberano. Es una declaración gloriosa de su soberanía».70
Su autoridad está sobre toda otra autoridad, y también penetra todo lugar. No es solamente en el área espiritual (el área interior de las personas), sino en toda área de la vida. Sirve universalmente y comprensivamente como base para una cosmovisión cristiana verdadera. La palabra «toda» que está antes de «autoridad» se usa aquí en el sentido distributivo. A. B. Bruce nota que Cristo posee «cada forma de autoridad; tiene todo medio necesario para el avance del Reino de Dios».71 Cada área de pensamiento y actividad está bajo su autoridad: eclesiástica, familiar, y personal —además ética, social, política, económica, y otras. De modo que deberíamos estar «derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Corintios 10:5). El rico galardón de su obra redentora es el senorio sobre todo (Efesios 1:19-23; Filipenses 2:9-10; Colosenses 1:18; 1 Pedro 3:21-22; Apocalipsis 1:5; 17:14; 19:16).
Después de asegurar el triunfante señorío universal, Cristo pone en marcha la maquinaria que empleará para lograr la meta de ejercer su dominio. Él encarga la extensión de la influencia de su Reino a su pueblo bendecido por el Espíritu, dentro del cual habita y a quien guía: «Por tanto id y haced discípulos de todas las naciones» (Mateo 28:19). Esto concuerda bien con todo lo que mencioné arriba: la gran comisión comprende todo el mundo. El Cristo ascendido manda que la Iglesia se expanda. ¿Ejecutaría su señorío soberano tan vigorosamente y mandaría a sus discípulos tan majestuosamente si no tuviera la intención de cumplir con su obligación?
Con estas palabras, Cristo no solamente envía a sus discípulos a todas las naciones (Adams) para ser testigos (Feinberg), proveyendo un testimonio que demanda una decisión (Hoekema). Tampoco los comisiona sencillamente a proclamar un mensaje hasta los fines de la tierra (Pentecost), para predicar el Evangelio a todas las naciones (Hartog), universalmente el Evangelio (Hoyt) para hacerse de un pueblo de entre los pueblos o las naciones del mundo (Ice).72 Según las palabras claras de la gran comisión, Cristo manda a sus discípulos realmente a hacer discípulos de todas las naciones.
La precondición esencial de la esperanza posmilenial evangélica73 es un evangelismo que lleva al nuevo nacimiento. Después de todo, «nadie puede ver el reino de Dios si no ha nacido de nuevo» (Juan 3:3b). De modo que Cristo nos manda bautizar a la gente para indicar que pertenecen a Él. La expansión del reino no ocurre por fuerzas evolucionarias, sabiduría humana, o estrategia política; viene por medio del servicio obediente a Cristo a medida se proclama el Evangelio, que es «el poder de Dios» para salvación (Romanos 1:16b; cf. 1 Corintios 1:18, 24).
Aunque antes limitó su ministerio a Israel (Mateo 10:5-6; 15:24), Cristo ahora comisiona sus seguidores a discipular a «todas las naciones». El libro de Hechos, que continúa la historia de la fe cristiana donde los Evangelios la habían dejado, traza el progreso naciente del Evangelio entre las naciones.
Abre con el mandamiento de Cristo a los mismos pocos discípulos a promover su mensaje «en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta los fines de la tierra» (Hechos 1:8); termina con Pablo en Roma, predicando denodadamente el Evangelio (Hechos 28:16, 31). Este progreso desde Jerusalén hasta Roma manifiesta miles de conversiones que testifican del dramático poder presente en el cristianismo.74
Un número grande de eruditos reconocen que la gran comisión es «una referencia clara a la profecía en Daniel 7:14, no solamente con respecto al hecho sino con respecto a las palabras mismas».75 El pasaje en Daniel demuestra que después de que Cristo asciende al Anciano de Días (no después de volver a la tierra, v. 13), «le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvan; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido» (Daniel 7:14). Esto es precisamente lo que la gran comisión espera, que todas las naciones serán discipuladas bajo su autoridad universal, resultando en su bautismo en el nombre glorioso del Dios Trino.
Es más, después de mandar con autoridad a los apóstoles a discipular a las naciones, Cristo promete estar con ellos (y con todo su pueblo) «siempre», en griego “pasas tas hẽ meras”, Mateo 28:20). Esto es, Él estará con ellos durante muchos días hasta el fin para supervisar que la tarea se termine exitosamente.76
1 Corintios 15:20-28
Juntamente con las parábolas del reino, y la gran comisión, el discurso de Pablo sobre la resurrección en 1 Corintios 15 nos provee una evidencia fuerte en el Nuevo Testamento para la esperanza posmilenial. Aquí, Pablo habla francamente del hecho de que Cristo está sentado en el trono e insiste con confianza que está reinando con el fin de dominar a sus enemigos en la historia.
1 Corintios 15:20-22 bosqueja el orden fundamental de la resurrección escatológica: «Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho» (versículo 20). En el primer siglo, Cristo experimenta la resurrección escatológica; por eso, Él es la garantía y primicia, de nuestra resurrección futura.
En los versículos 23-24, tenemos más detalles respecto al orden y a los eventos asociados con la resurrección: «Pero cada uno en su debido orden:77 Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. Luego el fin». Como Pablo entonces en el primer siglo, así nosotros todavía estamos esperando la venida escatológica de Cristo y nuestra resurrección. Según Pablo, la venida de Cristo marca el fin (en griego telos). En su segunda venida, la historia acaba ya que la resurrección ocurre en el momento del “fin”; no habrá después una etapa milenial sobre la tierra actual.78 La resurrección es una resurrección general de los justos y de los injustos (Daniel 12:2; Juan 5:28-29; Hechos 24:15), la cual ocurrirá en el día final (Juan 6:39-40, 44, 54; 11:24; 12:48).79
Hay más, «Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia» (versículo 24). Es decir, el fin de la historia de la tierra ocurre «cuando» (griego hotan) Cristo «entregue» el Reino al Padre. En la construcción sintáctica aquí la entrega del Reino tiene que ocurrir en conjunto con el fin.80 El griego de la palabra «entregue» es paradidõ, que es un presente subjuntivo. Cuando el presente subjuntivo sigue después de la palabra hotan, esto indica una circunstancia presente relativa a la cláusula principal, aquí es «el fin vendrá». Entonces la circunstancia se refiere a la fecha del fin, cuando entregue el reino.
Asociado con el fin predestinado aquí está la promesa que Cristo no entregará el reino al Padre hasta después de destruir todo dominio, autoridad, y poder. En el texto griego, el aoristo subjuntivo del verbo katargẽ sẽ (ha destruido) sigue después de la palabra hotan. Tal construcción indica que la acción de la cláusula subordinada (ha destruido) precede a la de la cláusula principal (el fin vendrá).81 No solamente eso, sino el mismo contexto demanda esto: ¿Cómo podría Cristo entregar un reino que no ha dominado todavía?
Reuniendo estos datos exegéticos, vemos que el fin es contingente; vendrá en un tiempo no revelado, y no conocido cuando Cristo entregue el reino al Padre. Pero esto no ocurrirá hasta después de destruir todo dominio, autoridad, y poder. De modo que el fin no ocurrirá, Cristo no entregará el reino al Padre, hasta después de abolir su oposición antes de su venida. Esto armoniza perfectamente con las expectaciones proféticas y relacionadas con el pacto en el Antiguo Testamento —y con la esperanza posmilenial.
Además aprendemos que «Preciso es que él [Cristo] reine [griego dei basileuein] hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies» (versículo 25). Aquí el infinitivo presente traducido «reine» indica que está reinando actualmente. Cristo ahora está activo como «el soberano de los reyes de la tierra» y «y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén» (Apocalipsis 1:5, 6). Aquí en 1 Corintios 15:25 aprendemos que Él tiene que continuar reinando, tiene que continuar poniendo sus enemigos debajo de sus pies. En el versículo 24 el fin está aguardando a que Él acabe con «todo domino, autoridad, y poder»; aquí, este demora hasta «que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies». Obviamente, Pablo espera que Cristo vencerá toda oposición antes del fin de la historia. El último enemigo que vencerá es la misma muerte —en la resurrección escatológica. Pero la derrota de los otros enemigos ocurrirá antes de esto, antes de la resurrección y durante el trascurso de la historia bajo su reino.
En el versículo 27 Cristo claramente tiene el título para reinar, porque el Padre ha «puesto todo debajo de sus pies». Esta es la expresión de Pablo (citado del Salmo 8:6) equivalente a la declaración de Cristo que «me es dada toda autoridad en el cielo y en la tierra». Cristo tiene tanto la promesa como el derecho a la victoria.
La enseñanza gloriosa de Pablo en 1 Corintios 15 exige una interpretación posmilenial. Cristo está reinando hasta que su reino derrote a todos sus enemigos, todo esto ocurre dentro del tiempo y en la tierra.
Apocalipsis 20
Preferiría dejar Apocalipsis 20 fuera de mi presentación.82 Juega un papel demasiado prominente en el debate escatológico, echando su sombra sobre pasajes más claros, y trayendo confusión en el debate. James L. Blevins se queja que «el milenio llega a ser como una cola que mueve al perro».83 Después de presentar su exposición de Apocalipsis 20 en la defensa del premilenialismo, George E. Ladd confiesa: «Hay que admitir que hay problemas serios y teológicos con la doctrina del milenio»84. B. B. Warfield seguramente tiene razón cuando lamenta: «No hay nada que parezca más común en toda época de la Iglesia que el formular un esquema escatológico a partir de este pasaje, entendido imperfectamente, y luego imponer este esquema sobre el resto de las Escrituras vi et armis».85
El posmilenialista Loraine Boettner recibió críticas, sin embargo, por omitir Apocalipsis 20 en un debate escatológico anterior.86 Entonces, como Berkhof, yo considero este pasaje polémico con reservas: «Si bien esta idea no es una parte integral de la teología reformada, merece sin embargo consideración aquí porque ha llegado a ser bastante popular entre muchos grupos».87
Pero antes de hacerlo, tenemos que tener en cuenta dos consideraciones importantes. (1) El único lugar en todas las Escrituras que asocia un período de mil años con el reino de Cristo es la primera mitad de este capítulo. Si un milenio literal terrenal es una época tan importante y gloriosa en la historia de la redención (como alegan los premilenialistas), entonces es extraño que esa referencia a los mil años aparezca solamente en un pasaje en todas las Escrituras. (Es también notable que no aparezca en 1 Corintios 15 y 1 Tesalonicences 4, donde los premilenialistas esperarían ver dicha referencia.)
(2) Esto llega a ser aun más significativo cuando ocurre en el libro más figurativo de todas las Escrituras. Apocalipsis profetiza por medio de figuras simbólicas.88 ¿Si los mil años sirven como un marco literal de tiempo, porque solamente merece mención en un libro profundamente simbólico?
¿Cómo, pues, interpreta el premilenialista este pasaje? Los mil años en Apocalipsis 20 parecen funcionar como un valor simbólico, no limitado estrictamente a un período literal de mil años. Después de todo, (1) esta es claramente una visión porque comienza con las palabras, «Yo vi» (Apocalipsis 20:1); (2) el valor perfectamente exacto parece más compatible con una interpretación figurativa; (3) el primer evento en la visión es atar a Satanás con una cadena, que seguramente no es literal (ver abajo).
Pero, ¿de qué es símbolo el número mil? Mil es 10 x 10 x 10; diez es el número de perfección cuantitativa (aparentemente porque es el número de dedos de las manos o de los pies de una persona). Los mil años, entonces, sirven a Juan como un retrato simbólico de la gloria perdurable del Reino de Cristo establecido en su primera venida. El valor numérico no es literal, como tampoco lo es cuando se afirma que Dios es dueño del ganado sobre mil collados (Salmo 50:10), o en las promesas que Israel será multiplicada mil veces (Deuteronomio 1:11), o cuando se dice que el amor de Dios es por mil generaciones (Salmo 84:10), o compara mil años de nuestro tiempo a un día para Dios (Salmo 90:4; 1 Pedro 3:8).
En Apocalipsis 20:1-3 Juan narra las implicaciones negativas del triunfo de Cristo sobre Satanás, cuando «el dragón, la serpiente antigua, quien es el Diablo o Satanás» (versículo 2) está atado espiritualmente (griego deo). Estas ataduras restringen a Satanás de lograr sus designios malévolos en la historia. El ángel del cielo quien le ata evidentemente es Cristo mismo. (1) Cristo aparece en la imagen de un ángel en otras partes del Apocalipsis (cf. Apocalipsis 10:1 con 1:13-15). (2) La lucha de las épocas es en última instancia entre Cristo y Satanás. (Gen. 3:15; Mat. 4:1–11; Jn 12:31–32; Hechos 26:15–18), lo cual hace que sea ideal que sea Cristo quien ate a Satanas. (3) Mateo 12:28-29 nos enseña que Satanás fue atado durante el ministerio de Cristo y nos dice, en relación a la lucha entre los reinos de Cristo y de Satanás: «Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios. Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa» (Mateo 12:28-29; ver los versículos anteriores para notar la referencia al reino de Satanás).
Cristo logra atar a Satanás legalmente durante el primer siglo; la atadura restringe a Satanás más y más durante la era cristiana (es decir los «mil años»), con la excepción de un período corto inmediatamente antes de la segunda venida (Apocalipsis 20:2-3, 7-9). La atadura no resulta en la inactividad absoluta de Satanás; sino en la restricción de su poder por parte de Cristo. El contexto explícitamente cualifica el propósito de la atadura: para que (en griego hina) Satanás no pueda engañar a las naciones. Antes de la venida de Cristo, todas las naciones con la excepción de Israel estuvieron bajo el dominio de Satanás.89 De todos los pueblos de la tierra solo Israel fue un oasis en un mundo privado de Dios; solo ellos conocieron al Dios verdadero y la salvación.90 Pero con la venida de Cristo y la extensión del Evangelio del reino (Mateo 24:14; cf. 4:17, 23; Marcos 10:25, 29; Lucas 9:2, 6) más allá de las fronteras de Israel (Mateo 28:19; Hechos 1:8; 13:47; 26:20), Satanás comenzó a perder su dominio sobre los gentiles.
En Apocalipsis 20:4-6 vemos las implicaciones positivas del reino de Cristo. Mientras Satanás está atado, Cristo reina y su pueblo redimido participa con Él en ese reino (Apocalipsis 20:4). En estos participantes se incluye tanto a los vivos como a los muertos: los santos muertos en el cielo («los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios») y los santos que están perseverando sobre la tierra («los que (griego hoitines) no habían adorado a la bestia»).91 El Reino de Cristo involucra todos los que sufren por Él y entran al cielo arriba, y además los que viven por Él durante su peregrinaje terrenal —después de todo, Él tiene toda autoridad en el cielo y sobre la tierra (Mateo 28:18).
Según Juan, la «primera resurrección» asegura la participación de los santos (vivos y muertos) en el reino de Cristo (Apocalipsis 20:4-6). Esto se refiere a la resurrección espiritual de los que han nacido de nuevo por la gracia de Dios: «Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte» (1 Juan 3:14). «Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él» (Romanos 6:8). «Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús» (Efesios 2:4-6). «Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados» (Colosenses 2:13).
En verdad, en su evangelio, el autor de Apocalipsis compara la resurrección de la soteriología con la resurrección física de la escatología, en la misma forma que lo hace en Apocalipsis 20 (ver la discusión completa abajo):
De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán. Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre. No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación. (Juan 5:24-29, letra cursiva añadida por el autor)
Habiendo sido resucitados espiritualmente, los santos (ya sea en el cielo o en la tierra) están entronados espiritualmente. Apocalipsis 20:4-6 habla de los santos viviendo y reinando con Cristo, cosa que en otros lugares se refiere a una realidad espiritual en la experiencia presente del pueblo de Dios, «y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús» (Efesios 2:6). «Así que, ninguno se gloríe en los hombres; porque todo es vuestro: sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios» (1 Corintios 3:21-22).
«Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra» (Colosenses 3:1-2).
Esto es un reino redentor en el sentido de que ellos (y nosotros hoy día) somos sacerdotes y reyes: «Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años» (Apocalipsis 20:6). Juan informa a sus lectores originales en la primera parte de Apocalipsis que Cristo «nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre» (Apocalipsis 1:6). Pedro dice a los cristianos del primer siglo (y a nosotros), «Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable» (1 Pedro 2:9).
Así el reino de los santos con Cristo sobre tronos mientras Satanás está atado ilustra hermosamente el reino redentor ya establecido: Cristo trae su reino al mundo para batallar con Satanas durante su ministerio terrenal (Mateo 4:1-11; 12:28-29); Dios imparte formalmente sobre Él la autoridad para reinar en su resurrección y ascensión (Mateo 28:18; Romanos 1:4); y Cristo promete crecimiento continuo en la historia hasta el fin (Mateo 13:31-33; 1 Corintios 15:25). El Rey de reyes, quien posee toda autoridad, comisiona a sus siervos a traer otros a su reino, prometiendo estar con ellos todo el tiempo y bendecirles en su labor (Mateo 28:18-20; Filipenses 4:13). Los cristianos son vencedores (cf. 1 Juan 2:13-14: 4:4; 5:4-5) y están sentados con Cristo quien actualmente reina: «Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono» (Apocalipsis 3:21). La época milenial ya ha durado casi dos mil años; puede continuar por otros mil años o diez mil años o más, no lo sabemos.
El «resto de los muertos espirituales» no participan en esta resurrección espiritual. En verdad, ellos «no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años» (Apocalipsis 20:5). En ese momento se implica que estarán físicamente resucitados para estar sujetos a la «segunda muerte» (tormento eterno), la cual comienza en el Día del Juicio (Apocalipsis 20:11-15). En ese momento, por supuesto, Dios resucitará a toda la humanidad físicamente (Job 19:23-27; Isaías 26:19; Juan 5:28-29; Hechos 24:15; Romanos 8:11, 23; Filipenses 3:20; 1 Tesalonicenses 4:16).
El reino de Cristo explicado simbólicamente por Juan muestra la gloria trascendente del cristianismo en el mundo. Mientras su reino se extiende por medio de la predicación del Evangelio; la justicia, la tranquilidad y la prosperidad llegarán a dominar el mundo maravillosamente. No sabemos cuándo su reino alcanzará esta altura o cuánto tiempo prevalecerá, pero la gran visión de Juan nos anima a entender que nosotros participaremos por mucho tiempo en su crecimiento mientras adoramos y servimos al Rey Jesús.
CONCLUSIÓN
El argumento acerca del posmilenialismo comienza con la creación, se desarrolla por medio de la redención, y está asegurado por la revelación. Desde Génesis a Apocalipsis la historia de la tierra es el enfoque del universo en el desarrollo del plan maravilloso de Dios para su propia gloria y el bien de su mayor criatura, el ser humano. La providencia obra despacio. La historia es larga. Nosotros somos impacientes. Pero la voluntad de Dios se hará sobre la tierra como se hace en el cielo, por medio del Evangelio que Él ordena con «el poder de Dios para la salvación de todos los que creen» (Romanos 1:16).
La naturaleza lenta y deliberada del avance providencial del reino nos hace recordar al niño pequeño que juega a los pies de su abuela mientras ella cose un tapete decorativo. Desde abajo, el niño solamente puede ver un caos de colores e hilos cortados y mezclados. Pero desde su punto de vista superior, ella puede ver el desarrollo de una obra de arte que sigue un modelo seguro. Una vez completado el proyecto, el niño ve su belleza y su perplejidad desaparece en deleite.
Ahora vemos solamente una pequeña fuente de esperanza, pero esta fuente, que está fluyendo continuamente en la historia, se volverá un río de vida que un día inundará sus laderas.
Me hizo volver luego a la entrada de la casa; y he aquí aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente; porque la fachada de la casa estaba al oriente, y las aguas descendían de debajo, hacia el lado derecho de la casa, al sur del altar. Y me sacó por el camino de la puerta del norte, y me hizo dar la vuelta por el camino exterior, fuera de la puerta, al camino de la que mira al oriente; y vi que las aguas salían del lado derecho.
Y salió el varón hacia el oriente, llevando un cordel en su mano; y midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos. Midió otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. Midió luego otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta los lomos. Midió otros mil, y era ya un río que yo no podía pasar, porque las aguas habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado. Y me dijo: ¿Has visto, hijo de hombre?
Después me llevó, y me hizo volver por la ribera del río. Y volviendo yo, vi que en la ribera del río había muchísimos árboles a uno y otro lado. Y me dijo: Estas aguas salen a la región del oriente, y descenderán al Arabá, y entrarán en el mar; y entradas en el mar, recibirán sanidad las aguas. Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río. Y junto a él estarán los pescadores, y desde Engadi hasta Eneglaim será su tendedero de redes; y por sus especies serán los peces tan numerosos como los peces del Mar Grande. Sus pantanos y sus lagunas no se sanearán; quedarán para salinas. Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto. A su tiempo madurará, porque sus aguas salen del santuario; y su fruto será para comer, y su hoja para medicina. (Ezequiel 47:1-12)