Читать книгу Artesanos de la paz - Darío López - Страница 11

Оглавление

Capítulo 2

La teoría y la práctica de las iglesias

Desde sectores significativos de las iglesias evan­gélicas y la Católica Romana, comprome­tidos con la promoción y defensa de los derechos humanos, se han expresado también en distin­tos momentos una constante preocupación y un profundo interés por el tema de la reconciliación. Al respecto, un católico militante como Salomón Lerner, ex rector de la Pontificia Universidad Católica del Perú y Presidente de la cvr, afirmaba en el 2002 que:

Desde el punto de vista escatológico, sólo la reconci­liación con nosotros mismos y con los otros, nos permitirá enfrentar con esperanza la promesa de la redención del pecado por parte de Cristo, y del cumplimiento del reino bajo una «nueva creación» al fin de los tiempos (Lerner 2002: 31).

De otro lado, un teólogo católico que ha trabajado desde una perspectiva bíblica este tema, sostiene que la reconciliación:

[...] es una meta, cuyo culmen es la paz integral. En la visión bíblica, la reconciliación es la inversión de una situación (no sólo actitudes) de adversidad, a una situación de armonía y concordia. La reconciliación presupone la verdad y la justicia en las relaciones entre las partes involucradas. Se orienta por el perdón, superando la venganza, y se abre a una nueva oportunidad para vivir la paz (Arens 2003: 12).

Ambos, cristianos católicos, aunque con lenguaje distinto, tienen una plataforma común que se expresa en el uso de las palabras reino y paz. Arens la llama inversión de una situación de adversidad a una de armonía y concordia cuya meta es la paz integral, y Lerner prefiere hablar de una nueva creación. Sin embargo, cualquiera sea el término que se utilice, está claro que ellos entienden que la reconciliación que se debe proclamar no se limita a un simple acuerdo político, al establecimiento de un nuevo orden social o a la articulación de mejores relaciones humanas; ya que la esperanza cristiana apunta, como señala Lerner, a una nueva creación; o como precisa Arens, se abre a una nueva oportunidad para vivir la paz.

En tal sentido, más allá de los loables y denodados esfuerzos de distintos sectores sociales y políticos, la reconciliación que los cristianos afirman, desean e impulsan, tiene un innegable fundamento bíblico conectado con la esperanza de una nueva creación y con la paz integral o Shalom, puesto que la reconciliación es un proceso escatológico que no alcanza su perfección en la historia, sino que constituye una meta siempre distante, pero siempre obligatoria (Comblim 2002: 41).

Los evangélicos, por su parte, tienen también su propia comprensión sobre la reconciliación4. Un teólogo evangélico, utilizando un lenguaje bastante común en la mentalidad y en la práctica de las iglesias evangélicas, precisa lo siguiente respecto a este asunto:

La reconciliación se aplica propiamente, no a las buenas relaciones en general, sino a la anulación de una enemistad, la solución de una disputa. Denota que las partes reconciliadas anteriormente fueron hostiles entre sí [...] La forma de terminar con la enemistad es quitar aquello que la causó [...] Cristo murió para anular nuestros pecados. De esta manera se ocupó él de la enemistad entre el hombre y Dios. La quitó del camino. Abrió ampliamente el camino para que los hombres pudieran volver a Dios. Es esto lo que se describe por medio del término reconciliación [...] Es interesante notar que ningún pasaje neotestamentario habla de que Cristo haya reconciliado a Dios con el hombre. Invariablemente se pone el acento en que es el hombre el que se reconcilia (Morris 2003: 1137).

Y otro teólogo evangélico precisa que:

Cuando se habla de reconciliación, de ser reconciliado o de paz, se trata ante todo de la eliminación de lo que impide la buena relación entre Dios y el mundo (en el sentido más amplio del término). En otras palabras, se habla de la restauración escatológica de todas las cosas. Esto surge claramente del contexto de las afirmaciones de 2 Corintios 5 sobre la reconciliación. La reconciliación es el fundamento de la nueva creación, de la desaparición de lo viejo, de la llegada de lo nuevo [...] del ahora del tiempo aceptable, del día de la salvación [...] (Ridderbos 2000: 237).

Desde un ángulo más pastoral y práctico, pero que no desconoce la discusión teológica sobre el tema en cuestión, una entidad evangélica que se ha destacado en el ámbito público por su valiosa contribución a la lucha por los derechos humanos, propone dos tareas precisas para la agenda misionera5. Tratando el tema de la reconciliación a la luz del Informe Final de la cvr, y precisando lo que significaría involucrarse en ese proceso teniendo en cuen­ta las tensiones internas que existen en la comunidad evangélica, plantea que:

Reconciliación es revisar con seriedad nuestros énfasis, proyecciones misioneras, estructura organizacional, pre­su­puestos, tratamiento a los pastores y misioneros de las provincias, en perspectiva de cerrar brechas y crear vínculos de solidaridad [...] Reconciliación es abordar la unidad de la iglesia de manera responsable y madura, acercándonos sin prejuicios, aceptando las diferencias, colocando en el centro de la discusión no las estructuras sino las visiones compartidas, en mira de establecer programas conjuntos a favor de las víctimas del conflicto (Paz y Esperanza 2004: 80–81).

Considerando lo que indican Morris y Ridderbos, así como lo que propone Paz y Esperanza, resulta interesante notar cómo la reflexión teológica sobre la reconciliación estaría incompleta sin una referencia a los alcances prác­ticos de ella en situaciones históricas específicas. Esto es así porque, según la revelación bíblica, la fe cristiana está conectada siempre a una praxis específica en un marco temporal concreto.

De esto se deduce que para el caso de la reconciliación, ésta no se agota en la paz que un individuo tiene con Dios ni en el mero anuncio de ella a todos los auditorios humanos, sino que se orienta a la reconciliación de todo el orden creado, ya que, como plantea Ridderbos, consiste tanto en la pacificación de los poderes hostiles a Dios, como en el establecimiento de la paz entre judíos y gentiles. Se trata de la paz del reino mesiánico que Cristo representa (Ridderbos 2000: 238). Los efectos prácticos, entonces, no se reducen a los temas coyunturales o a las urgencias de cada día, sino que tienen un horizonte mucho más amplio jalonado por la esperanza cristiana y que apunta al establecimiento definitivo de la paz integral o Shalom.

Pero, ¿puede darse una cooperación católico-evangélica en el proceso de reconciliación?6 La expresión práctica de esa posibilidad puede ser ilustrada con la experiencia de trabajo conjunto en el tema de los derechos humanos que se desarrolló en los años en los que la violencia política asoló al país. En ese contexto histórico crítico, Paz y Esperanza realizó tareas colectivas con la Comisión Episcopal de Acción Social (ceas) de la Iglesia Católica Romana, un esfuerzo común que hizo posible que varios casos de violación de derechos humanos de ciudadanos evangélicos fueran atendidos de una manera rápida y oportuna (Vargas 1999: 100–105; López 1999: 106–112)7. ¿No podría ocurrir lo mismo en el proceso de reconciliación nacional? A la luz de la discusión previa, parece que no existen mayores obstáculos, ya que, como ocurrió en la anterior experiencia en el campo de la defensa los derechos humanos en un contexto de violencia política, para nada estaría en juego la identidad evangélica y, menos aun, la singularidad de Cristo y la pasión evangelizadora, que son dos ingredientes innegociables de la fe evangélica.

Más aún, durante la etapa previa a la formación de la cvr y durante el proceso de trabajo de ésta en diferentes campos (que fueron desde la sensibilización a la ciudadanía para que se entendiera la trascendencia de conocer lo que realmente pasó en las dos décadas de violencia política, hasta la incidencia pública para que este tema no se quedase en el ámbito del discurso o de la promesa de los actores políticos, activistas sociales católicos y evangélicos, sin perder su identidad religiosa específica) caminaron juntos, entendiendo que se trataba de un tema de interés nacional y de un asunto público que les competía a todos los ciudadanos. Lo mismo puede ocurrir en la tarea colectiva de la reconciliación nacional.

_______________

4 Desde una perspectiva reformada, George Hendry sostiene que la «reconciliación entraña la reunión de dos partes o personas que se han distanciado, y es requisito indispensable del reconciliador, no ya ser neutral, sino más bien pertenecer a ambos y ser amigo de ambos. Cristo es el Reconciliador entre Dios y el hombre, y como tal, es a la vez Dios y hombre» (Hendry 1966: 100). Y desde un punto de vista pentecostal, James Slay considera que la «reconciliación se relaciona con el aspecto humano de la obra de Cristo. Somos reconciliados con Dios por la muerte de Su hijo (Ro 5.10; 1Co 5.18). La enemistad que existía entre Dios y el hombre ha sido removida. Esta es la parte activa de la reconciliación (Ro 8.7) Ya no hay más un abismo entre un Dios ofendido y un alma ofensora. Un Cristo agonizante y amoroso ha hecho posible una reconciliación. Al mismo tiempo, el creyente ha experimentado un cambio de actitud debido a un cambio de corazón y ya no más se siente extraño sino reconciliado (2Co 5.20; Ef 2.13). Esto pudiera ser llamado el lado pasivo de la reconciliación» (Slay 1969: 54).

Artesanos de la paz

Подняться наверх