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Prólogo

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A lo largo de nuestras vidas, los seres humanos tenemos la fortuna de vivir experiencias que nos marcan. Me considero una mujer muy afortunada porque desde pequeña mis mayores me enseñaron a ser feliz, a disfrutar y a agradecer todo lo que íbamos viviendo, incluso lo que solemos calificar como malo.

A la edad de 19 años conocí al hombre de quien me enamoré y con quien años después tuve cinco maravillosos hijos: Luis Eduardo, Alejandro, Diego, Esteban y Fátima.

Compartimos un noviazgo increíble, sano, con todo lo que connota este término, y después de casi cuatro años, nos casamos y comenzó mi aventura de ser la señora de Alverde.

Nuestra vida se encontraba en plenitud. Era el año 2004 y habían nacido Luis, Alejandro y Diego. Mi esposo nos acababa de regalar nuestra casa y yo cumplía 30 años. ¿Qué más podía pedirle a la vida? ¡Un viaje! Eso vendría a ser la cereza del pastel para un año realmente perfecto. Y así decidimos irnos a Disney los cinco. Sin embargo, unos días antes de que partiéramos, llegó un huracán a Orlando y no pudimos salir, así que decidimos operar a Alejandro de las anginas; de esa forma se encontraría recuperado para la fecha en que habíamos reprogramado el viaje.

Desafortunadamente, cuando uno hace planes son solo eso, planes. Las cosas se complicaron después de la cirugía y, debido a una hemorragia, Alejandro cayó en muerte cerebral.

Nunca hubiéramos imaginado un dolor semejante en la familia. Todavía recuerdo cuando le dijimos a Luis Eduardo que su hermanito había muerto, y la pregunta que hizo de un grito fue:

–¿Ya no va a ir a Disney con nosotros?

Y la respuesta fue clara:

–¡Él ya llegó!, y a un Disney mucho más bonito que al que tú y yo vamos a ir.

Ojalá que todos pudiéramos ver siempre la adversidad como algo más grande y bueno que lo que estábamos esperando y por lo cual habíamos trabajado tanto.

Qué difícil es aceptar el sufrimiento y las dificultades que tenemos enfrente, en vez de aliarnos con ellas para madurar, crecer, y ser mejores.

David Montalvo lo ha vivido en carne propia. Las experiencias por las que ha pasado lo han hecho un ser humano más fuerte y con mayor claridad en el camino que está recorriendo. Hay ocasiones en que es bueno, por no decir indispensable, que las crisis aparezcan para descubrirnos en plenitud.

El dolor y la adversidad existen para que reaccionemos y nos demos cuenta de que estamos vivos y que tenemos que luchar, y no estacionarnos en el conformismo y la comodidad. Después de un momento de dificultad, el alma descansa, y descubrimos talentos que no conocíamos y que no hubiéramos imaginado que existían en nuestro interior.

David, mediante su estilo ameno y a la vez profundo, transmite estrategias sencillas y prácticas para todo aquel que esté pasando por un momento difícil.

Después de leer este maravilloso libro, confirmé que es uno mismo quien decide si seguir adelante, o no; quien, al no poder seguir por el camino planeado, toma uno diferente, cuestionando incluso la noción de destino. Qué grandioso es entonces mirar atrás y advertir que pudimos sortear los obstáculos.

Aunque esas limitaciones muchas veces bloquean nuestra capacidad de pensar, de amar, de imaginar, de crear, al final del camino se convierten en virtudes que nos fortalecen para seguir adelante.

David desarrolla una teoría humanista cuyo más grande acierto es que se aplica con efectividad en nuestra vida, como una guía para dejar de ser infelices ante imprevistos a los que, por desgracia, estaremos siempre expuestos los seres humanos.

Ya les puse mi historia como ejemplo. Junto con mi familia he seguido adelante y trato de apoyar, en lo posible, a otras personas que han pasado por una situación parecida a la mía. No dejé que el dolor me maniatara e inutilizara, y es lo que David quiere transmitirte.

Yo sé, y tú también, de tu capacidad de amar y crecer; entonces, dale para adelante, que vienes con todo, como el buen David lo manifiesta en su libro y en sus conferencias asertivas.

El dolor y la adversidad existen para que reaccionemos y nos demos cuenta de que estamos vivos y que tenemos que luchar, y no estacionarnos en el conformismo y la comodidad.

Agradezco a David que escribiera un poco acerca de mi sentir después de que la muerte de mi ALE me tambaleara, pero no me tumbara. Con aquella terrible experiencia descubrí que mi hijo vino a este mundo a enseñarme a amar y a trascender.

Espero de corazón que en la adversidad descubras verdaderas misiones de vida.

ADRIANA CASTRO DE ALVERDE

Fundadora de Asociación ALE

www.quierodonar.com.mx

Los elefantes no vuelan

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