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Monoteísmo alborotador

El rostro femenino de Dios

Pienso que vale la pena atender a esto: el mono en monoteísmo puede tener al menos dos sentidos. Uno de ellos es el restrictivo, celosamente higiénico, digamos, porque Dios está en rivalidad con otros dioses y necesita que todo se reduzca y sea más exacto, ya que el peligro de idolatría está en todos lados. El otro no involucra rivalidad con nada en absoluto, y está seriamente preocupado en que no tengamos suficiente gozo, libertad y felicidad a menos que seamos liberados de nuestro miedo a la muerte y seamos capaces de atrevernos a participar en la vida del Creador. Y mientras más signos recibamos de ser amados, alentados y capacitados para pertenecer, mejor. Es este aspecto bullicioso de Dios, cuyo monoteísmo es decididamente anti-higiénico, cuya unicidad no se parece en nada a nuestros monismos, tratando de comunicarnos que somos amados.

—Jameson Alison

“Living the Magnificat with Rossini and Mary” [“Viviendo el Magnificat con Rossini y Maria”]

Todos los días, cuando vengo a trabajar a mi oficina, que está arriba del garaje, miro el póster sobre mi escritorio. Dice: “El Monoteísmo sin contemplación es peligroso”. Es una advertencia para una serie de charlas que James Alison, el sacerdote y teólogo católico, nos dio en House of Mercy. Hicimos que un artista realice un retrato de Alison donde se parece a James Bond. Incluimos un sitio web en la parte inferior, peligrosidad.com, que no existe (no al menos la última vez que chequeé). No puedo recordar en qué estábamos pensando. Fue hace tanto. Pero el póster tuvo un impacto duradero en mí. No porque Alison luciera tan apuesto, sino porque el monoteísmo sin contemplación es peligroso.

No es difícil tener en cuenta la violencia que ha provocado el monoteísmo. Los medios de comunicación están llenos de referencias al “extremismo islámico”. La historia está plagada de terribles momentos de “extremismo cristiano”. Incluso la Biblia está llena de esta violencia: la conquista de Canaán, la destrucción provocada por los reyes; Josías “quitó” los templos de Baal y Asherah, y quemó los huesos de sus sacerdotes. Usualmente la violencia en la Biblia versa en purgar la tierra de la idolatría. Pero uno podría preguntarse si la idolatría está siendo destruida o está avanzando con toda esa pasión vengativa.

El género y el número fueron relativamente poco importantes en la concepción de la fe de Israel. Un Dios masculino no estaba por encima de todos los otros. La Reina del Cielo, por ejemplo, probablemente era vista como la consorte de Yahveh. Oímos de ella en las objeciones de Jeremías. Probablemente era parte de lo que el pueblo de Israel había llegado a adorar. Puedes ver rastros del rostro femenino de Dios a lo largo del texto. Dios es imaginado como una madre oso, una madre águila, una mujer que da a luz, una madre lactante, una partera. El Shaddai, generalmente traducido como Dios Todopoderoso, puede también traducirse como El de los Pechos.

La amada madre, la compañía de mujeres dando a luz —algunas veces conocida como Asherah, la consorte de El, o la madre de todo lo viviente— fue popular entre las personas. Los arqueólogos no han encontrado evidencia del Éxodo, de la conquista de Josué ni de muchos otros eventos recordados en las Escrituras hebreas, pero han encontrado miles de pequeñas figuras de Asherah enterradas en la tierra —entre los escombros de cocinas, dormitorios, patios de juego y santuarios— en toda la Tierra Santa.

Las personas que escribieron y editaron los relatos acerca de la historia de Israel estaban esperando fortalecer un monoteísmo emergente. En parte, lo intentaron al deshacerse de la madre. Sigo imaginando (y admito que mi imaginación puede no ser precisa históricamente) al pueblo de Israel: ganaderos de ovejas rurales, pastores de cabras y madres con sus bebés que viven en el campo. Son preliterarios. Trabajan en sus granjas, atienden a sus ovejas y, a veces, oran al dios lluvia para que llueva. Cuando las mujeres están de parto, agarran sus figuritas femeninas. Tal vez tengan algunos santuarios pequeños en sus patios traseros donde efectúan una especie de piedad que siempre han practicado: queman incienso a “ídolos” —una especie de religión que casi todas las personas en todos lados practicaban—; están cómodas con varios dioses, dioses mixtos. Pero los reyes en Reyes son juzgados como buenos o malos de acuerdo con un criterio: ¿Apartaron a las personas de quemar incienso a los ídolos?

Una vez que Israel fue derrotado y exiliado a Babilonia —el enorme imperio de la época— los editores revisaron la historia para mostrar que la mala suerte de la nación se debía a que el pueblo le había sido infiel a Yahveh. Fue porque la gente adoraba a otros dioses.

Claro que lo hicieron. El monoteísmo apenas se había establecido —a duras penas se había arraigado— antes del exilio. Estos editores pueden haber estado haciendo algo importante para ayudar a construir la fe de la comunidad en el exilio. Y es verdad, creo, que sufrimos cuando fallamos en confiar en Dios. La Biblia hebrea retrata esta batalla existencial con belleza y gracia, pero también me parece justo decir, parada aquí en el siglo XXI, que podríamos habernos beneficiado más de algunos destellos del Dios que trabaja, el Dios partera, el Dios madre, el de los pechos.

No tomó mucho tiempo una vez que mi hija, Olivia, comenzó a escoger sus propios libros para nuestros estantes: los llenó con cada novela de ficción juvenil que incluyera mitología griega, nórdica o egipcia. Cuando se acostaba conmigo por la noche, era todo “Artemisa esto, Atenea lo otro”. “¿Conocía yo a la Valquiria? ¿Ella, la Elefanta? ¿Isis?”. A ella le gustaban las diosas, pero yo deseaba que hubiera más historias de nuestra tradición que pudieran satisfacer su anhelo por el rostro femenino de lo divino. Sé que están ahí en la Biblia. No creemos que Dios es macho, después de todo. Solo lleva un poco de trabajo destapar estas imágenes en el monoteísmo abrahámico, pues han sido cubiertas.

La cita en el poster de Alison (“El monoteísmo sin contemplación es peligroso”) viene de un ensayo que escribió para un festival en celebración de Juliana de Norwich, en el que también dice: “El monoteísmo es una terrible idea, pero un descubrimiento maravilloso”. Como idea, parece enfrentarnos con otras ideas, definiéndonos a nosotros y a nuestra gente como mejores por sobre otros.

Los libros 1 y 2 de Reyes describen a una reina malvada que debe ser vencida para que el pueblo de Dios sobreviva: Jezabel. Aunque los dioses que adora Jezabel (los dioses de las plantas y los árboles, como lo expresa la serie infantil de los Libros del Arca) parecen ser menos destructivos que nuestros dioses de capital e ideología, ella está envilecida intensamente y se encuentra con una muerte representada violenta y vívidamente. Es pisoteada por caballos y su cuerpo es devorado por perros, excepto (dice el texto) por “su cráneo, los pies, y las palmas de sus manos”. En la brutal y escalofriante escena, la reina femenina con el poder del castillo que adora a deidades femeninas con poder en el templo se convierte en comida de perro.

No es de sorprender que haya tomado siglos empezar a recuperar algún imaginario femenino.

Aprendiendo a confiar en Dios

“El monoteísmo es una terrible idea, pero un descubrimiento maravilloso”. La búsqueda de la pureza monoteísta lleva a la violencia. “La contemplación que podría guiar hacia fuera de esta implica una escucha autocrítica”, dice Alison. Lo cierto es que vemos emerger este tipo de autocrítica por todo el texto hebreo. La autocrítica nos permite ver nuestra similitud con nuestro vecino. Tanto nosotros como el resto de la humanidad —todos nuestros hermanos y hermanas, primos y tías, taoístas, rastafaris, musulmanes, zoroastrianos, hindúes y judíos— somos personas en el proceso de ser transformados por la gracia de Dios.

Aprender a confiar en este Dios que no se opone a otros dioses, diferentes verdades o personas extrañas, sino que anhela reunir a todas las cosas en su seno, sucede mientras mantenemos una relación en el tiempo. No es una idea que abracemos o rechacemos; es una relación en la que estamos.

Cuando encontramos al monoteísmo como una idea, quedamos enganchados con los datos numéricos. Uno es un número. Como número, es más bien igual a otros números: diferente en cantidad pero no en calidad a, digamos, diecisiete. Alison sugiere que podría ser de ayuda pensar menos en el número y más en la expresión Dios es.

La Biblia tiene una abundancia viva —un excedente de metáforas rebeldes— cuando trata de hablar de Dios. Dios es único, difícil de describir, imposible de contener. Pero para poder hablar de Dios, para comunicarnos, apuntamos amplia y salvajemente.

Sacándole el mono a monoteísmo

El mono en monoteísmo no es del todo útil. Esa sílaba nos hace pensar en términos monolíticos, monoculturales, monopolistas. Una planta monocárpica es una planta que florece y da fruto solo una vez. Un monolito es masivo, sólido y uniforme. Monoestilo significa tener un solo estilo. Entiendes a donde voy.


La Biblia tiene una abundancia viva —un excedente de metáforas rebeldes— cuando trata de hablar de Dios. Dios es único, difícil de describir, imposible de contener.


La Unión de Científicos Preocupados dice que el monocultivo (cultivar un solo tipo de planta para aumentar el rendimiento de la cosecha y las ganancias) reduce la biodiversidad y está destruyendo nuestro planeta. Tal vez mono no sugiere lo que esperamos cuando hablamos acerca de Dios.

La Trinidad (aunque llegó como una doctrina más bien laboriosa y, algunos podrían decir, de manera artificial) es una hermosa metáfora alternativa. Dios es “esencialmente relacional, extático, fecundo, vivo como un amor apasionado”, según expresa Catherina LaCugna. Claro, los cristianos también han usado la Trinidad para hablar de Dios como un Padre enojado que descarga la rabia con su hijo para liberarnos de la ira. Entonces, aunque puede ser una bella metáfora, no siempre lo es.

Los teólogos cristianos, musulmanes y judíos han pasado mucho tiempo ideando las mejores metáforas de Dios que puedan imaginar. El islamismo rechaza la Trinidad. Puedo entender que las personas que practican el islam miran a la Trinidad como “conjeturas autocomplacientes sobre cosas que nadie puede saber o probar” (como dice Karen Armstrong). Incluso puedo ver algún mérito en ello. Tal vez experimentamos a Dios más como una epifanía que como una doctrina, como lo diría el islam.

Intentamos duramente enfocar nuestra atención en Dios a través de la historia para dar con las mejores metáforas que podamos imaginar. Pero el tipo de verdad que encontramos con la fe es inacabable, porque se parece más al amor que a las matemáticas. La proliferación de metáforas que encontramos en la Biblia podría llevarnos a creer que Dios se parece más a muchas cosas que a una sola: Dios es un lirio, una rosa, rocío, viento y fuego. Dios es una madre oso y un león. Dios no está en el fuego o el viento sino en una pequeña voz apacible.

No sabemos exactamente de qué hablamos cuando hablamos de Dios. Algunos místicos determinaron que era mejor permanecer en silencio ante el misterio. La teología apofática sugiere que lo mejor que podemos hacer es decir lo que sabemos que no es Dios. Necesitamos más silencio. También ayuda salir y mirar alrededor para escuchar lo que otras personas (nuestros primos y vecinos) están pensando. Si necesitamos ayuda para ver algo nuevo (o ver algo viejo pero de un modo nuevo), podríamos empezar por escuchar a las mujeres reclamando el rostro femenino de las creencias abrahámicas.

A pesar de la abrumadora masculinidad

Aunque nuestra Escritura puede ser material patriarcal mayormente transmitida, interpretada y realizada por hombres durante cientos de años, la búsqueda de Dios en nuestro medio no ha terminado. Todavía no terminamos. Dios aún no ha terminado.

Sí, las metáforas masculinas y los personajes masculinos en las historias bíblicas usualmente atraen una atención más sostenida. Sí, Yahveh sale al cruce como un bello hombre. Sus profetas líderes son hombres: Abraham, Moisés, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel. Jesús es hombre. Como Pedro, Juan, Mateo, Marcos, Lucas, y Pablo. Alrededor de doscientas mujeres son nombradas en la biblia; los hombres son 1181.

Pero a pesar de toda esta masculinidad abrumadora, esto es lo que empieza a suceder cuando aparecen las mujeres: las cosas cambian.

La mayoría de las mujeres en la Biblia todavía están por ahí (nada que ver con June Cleaver o el Modelo de Mujer Evangélica de los 70 o cualquier versión de las mujeres virtuosas de iglesias vendidas puerta a puerta en tu juventud). Mi hermana y yo recordamos una clase especial de domingo para jovencitas donde estudiamos Proverbios 31 para aprender qué significa ser una buena mujer. Ella “no come el pan de la ociosidad”. Ella “se levanta cuando aún es de noche, y da carne a su casa”. La buena mujer, según nuestro profesor, principalmente era alguien que obedecía a su esposo. Estoy segura de que el programa fue generado, en parte, por el miedo a que las mujeres desobedientes disrumpieran el statu quo (después de todo, acabábamos de pasar las rebeliones de los años sesenta). Muchas personas no estaban en el statu quo.

Las mujeres de la Biblia generalmente no se ajustan a la imagen de la mujer virtuosa que aprendí en la escuela dominical. No parecen ser buenas evangélicas. Ni como las santas cristianas del medioevo: mujeres que, según los hombres que escribieron sobre ellas, no estaban interesadas en la comida, el sexo o ningún tipo de placer. Los hagiógrafos (generalmente hombres) elogiaron a las santas por hazañas sagradas tan asombrosas como no comer nada durante tres años o estar milagrosamente libres de excretar. Columba de Rieti, según algunos reportes, “no excretó ni heces ni orina, no menstruaba, nunca sudaba —excepto por las axilas—, no descargaba suciedad o caspa de su cabello y solo ocasionalmente emitía saliva de su boca o lágrimas de sus ojos”.

Agar llora. Ester complace sexualmente a su rey pagano. María da a luz.

Santa Beata Ida de Louvain, al menos así cuenta la historia, solo comía pan mohoso; no quería que nada que pasara por sus labios tuviera un sabor agradable. Una vez salió durante once días y su único alimento fueron flores del árbol de lima. En contraste con todo este extraordinario ascetismo, María, la hermana de Marta, lavó los pies de Jesús en exceso con ¡una libra! de aceite perfumado, y le limpió los pies con su cabello.

Usualmente, las interpretaciones tradicionales leen a la mujer de la unción en los evangelios como una subordinada, pero puedo decirte que ella no estaba siguiendo ninguna regla de comportamiento adecuado. Fue descaradamente sensual. Violó normas sociales fuertes y duraderas. Las mujeres en la Biblia generalmente no son muy santas, honestamente, y aun así, a menudo se las aplana para encajarlas en el papel de ejemplos morales. También te encuentras con esto en las lecturas feministas: ¿Son fuertes las mujeres? ¿Éticas? ¿Son buenos ejemplos para que las mujeres sigan? No estoy segura de que esas formas de leer sean útiles. La escritura revela quiénes somos y quién es Dios. Nos lleva a una relación más que a proporcionar ejemplos para que sigamos.

Con eso dicho, las mujeres en la Biblia son más subversivas que sumisas. Más que encajar perfectamente en las narrativas patriarcales, las disrumpen.

Agar es bendecida de la misma forma que Abraham: dando a luz a todo un pueblo (toda otra fe, como resultó ser). Ester salva a su pueblo no a través de ser pura o virginal, todo lo contrario a Agar. María la madre de Jesús es, en efecto, la madre de Dios. Decir que estas historias son puntiagudas es minimizarlas. Socavan la narrativa patriarcal dominante de manera significativa.


Las mujeres en la Biblia son más subversivas que sumisas. Más que encajar perfectamente en las narrativas patriarcales, las disrumpen.


A menudo estas historias femeninas fueron una vergüenza para los padres de la iglesia: historias de personas humanas que tuvieron sexo, hijos, y emociones indecorosas. Los padres de la iglesia argumentaron mucho acerca de cómo entender estas viejas historias, limpiarlas y hacerlas edificantes. Nuestras lecturas todavía están distorsionadas por sus esfuerzos.

Pero no puedes cubrir realmente el comportamiento inadecuado de las mujeres. Una mujer con su cabello y su libra de perfume permanecen.

No mucho después de que María, la hermana de Marta, unge a Jesús con el perfume y su pelo, Jesús hace algo similar por sus discípulos (casi como si siguiera el ejemplo de ella): deja a un lado sus prendas, se pone una toalla alrededor de la cintura, vierte agua en un recipiente y comienza a lavar los pies de los discípulos, limpiándolos con la toalla que estaba usando para cubrirse. Casi tan íntimo como si hubiese usado su cabello. Esa es una historia loca para ilustrar el amor de Dios. ¡Hablando de desarmar el amor! Subvierte el poder usual del paradigma.

Necesitamos estas historias sobre un Dios que nos da el poder de amar. Puedes tener una fe abrahámica y monoteísta que no esté determinada por el poder del patriarcado.

Dios no está sentado en un trono por los sistemas que construimos. Dios es mucho más vivo que estático, más revoltoso que monótono. Detrás del mono hay una madre/padre/amante; un jardín desenfrenado con muchas flores, no un monocultivo. “Sea lo que sea” Dios, ha sido descrito por los místicos sufíes por aquí, seudodionisios por allá, Lutero, Hildegard, Teresa, Bridget y Karl Barth. Nadie con algún respeto por la empresa afirma haber dado en el clavo aún. Y todos acuerdan en que necesitamos seguir labrando el suelo.

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