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La historia bíblica

Una matriarca a la par de un patriarca

Tu tarea no es buscar amor, sino simplemente buscar y encontrar dentro de ti todas las barreras que has construido contra él.

—Jalal ad-Din Rumi

Cualquier buen poema, cualquier buen ser humano, cualquier buena historia gira en contra de la forma en que se conduce.

—David Milch

Fotos de pingüinos, gallinas y cabras vestidos con suéter; un bebé erizo con botines rojos minúsculos que, aparentemente, alguien hizo a mano… Sigo cliqueando en presentaciones de diapositivas en mis novedades de Facebook (paso quince minutos sorteando publicidades para ver cómo luce el elenco de Little House on the Praire en la actualidad), e intercalo con videos de gatos. No estoy orgullosa de esto, pero al parecer no puedo evitarlo. Una parte de mí se conduce a la distracción. Necesito algo para cortar con las malas noticias. Al principio parece surreal: “Se les prohíbe hablar a las agencias gubernamentales con la prensa”, “La palabra ‘ciencia’ desaparece de la Agencia de Protección Ambiental”. Luego se vuelve exasperante: “Niños inmigrantes son separados de sus padres en la frontera”. Así que firmo cuatro o diez peticiones (lo que parece un gesto impotente) y luego juro por Dios que no voy a entrar nunca más a internet; una promesa que dura dos días.

Pero en otras historias puedes ver mucha energía creativa explotando. Una colección de artistas mujeres que lanzan “El proyecto de la otra pared de la frontera”. Reciben diseños para un muro de órgano de tubos, un muro de donde tomar agua y un muro de hamacas (entre otros). Más de cien mil personas se presentaron para la Marcha de las Mujeres en San Pablo cuando los planificadores esperaban veinte mil. Y los guardas del Parque Nacional rebelándose con el “Equipo de Resistencia No Oficial del Servicio de Parques Nacionales de los Estados Unidos”.

Siempre amé las charlas del anfiteatro de los guardas del Parque Nacional que vi junto a la chimenea durante toda mi vida, con todo su conocimiento intrincado de bosques verdes y hábitats subalpinos, el tono y el ritmo de la canción del gorrión de garganta blanca. Pero nunca los vi como líderes de la resistencia: guardabosques rebeldes por misericordia.

Necesitamos las noticias de Dios. Necesitamos una historia que nos muestre a Dios actuando en contra de las abrumadoras fuerzas de la injusticia, un Dios que no esté del lado del poder. La historia de Agar es una de esas historias en las que Dios se abre paso donde no lo hay.

Tenemos unas cuantas historias de estas en la Biblia. A menudo, la Escritura hebrea encarna el espíritu de la subversión. Apenas establece su narrativa dominante, comienza a quitarle autoridad a la tiranía de una narrativa singular y demasiado simplificada. No suprime la posibilidad de narraciones opuestas. Planta la semilla para ellas.

¿Así funciona la palabra de Dios? ¿Liberando nuestras imaginaciones para que sean misericordiosas y libres de la inevitabilidad de la sumisión al poder?

La Biblia no es propaganda. Sus “héroes” mienten, roban y beben mucho. Establece instituciones (sacerdocio, templo, iglesia) y las socava con contranarrativas que exponen su corrupción. Las historias se cuentan y revisan; el pueblo de Dios es condenado y redimido. La Biblia no es una herramienta de promoción ingeniosa para una nación o institución, tampoco un conjunto particular de creencias. Es un testimonio de un Dios que está profundamente vivo. Esto es algo hermoso del monoteísmo; sigue renunciando a la idolatría en favor de un amante que resiste al cálculo, un amante que no conoce de límites.

La Biblia hebrea suele encontrarse como socavando su propia trama. Como si hubiera una historia que está tratando de contar, pero se interrumpe constantemente; como si algún profeta siguiera a los narradores oficiales gritando ofuscaciones para desordenar la narrativa dominante. Gira contra la forma en que se conduce.

En el momento glorioso de Éxodo, cuando los israelitas están por ser liberados de la esclavitud, la historia repentinamente hace foco en las casas de los egipcios donde, según nos dicen, se podía escuchar un llanto terrible “así como nunca hubo, ni jamás habrá”. Todas las familias egipcias que habían perdido niños por la plaga final están llorando. Los lectores tienen cierto sentido de justicia correcta cuando el maestro de los esclavos, el faraón, es castigado. Pero el texto continúa hasta el punto en el que realmente no puedes seguir teniendo ese sentimiento. No solo el hijo primogénito del faraón es afectado por la plaga, sino también el primogénito de la sirvienta, y el primogénito de la cautiva, y el del ganado. Empiezas a sentir lástima por el enemigo.

Las personas han sido esclavizadas en Egipto por un poderoso faraón, pero fue José, por su cuenta, quien puso en marcha su proceso de esclavitud. El faraón es cruel, oprime al pueblo y no lo dejará ir; pero es Dios, dice repetidamente el texto, quien endurece el corazón del faraón. Las preguntas se detienen, caminan un poco hacia atrás, y te pegan en la cara ¿Dios endureció el corazón del faraón? ¿En serio? ¿Por qué? ¿La sirvienta tenía que perder a su hijo?


La palabra de Dios es una revelación que está dirigida a unirnos entre nosotros y a Dios, no a reforzar líneas enemigas.


Las personas usualmente leen las historias como si estuviesen destinadas a crear un sentido de nosotros y ellos, pero esta lectura pierde el corazón palpitante y misericordioso de la Escritura. La palabra de Dios es una revelación que está dirigida a unirnos entre nosotros y a Dios, no a reforzar líneas enemigas.

Una mujer degradada

Del modo en que algunos de nosotros la escuchamos contar en la escuela dominical, la historia de Agar e Ismael predecía la inevitable animosidad entre las ramas de la familia de Abraham, explicando el perpetuo conflicto entre el pueblo árabe y el judío sobre la tierra de Israel. En el relato de la escuela dominical, esta historia acerca de una madre y su hijo y su tierno Dios justificaba una especie de desesperanza, un límite. Deberíamos tratar de leerla de otra forma.

Pablo no es exactamente útil en este aspecto. Ofrece el enrevesado argumento de que Agar e Ismael son enemigos de la libertad. Su lectura de la historia, si no creativa, es al menos tensa y bizarra. Pablo convierte a Agar en un objeto de desprecio. Toma las crueles palabras de Sara en la historia como si fueran mandamientos de Dios: “Echa a la esclava (esa enemiga de la libertad) y a su hijo”. El islam todavía no estaba en la escena, pero este argumento es utilizado por sus detractores cuando aparece.

Martín Lutero sube el antagonismo: acusa a Agar de secuestrar al hijo de Abraham. Y afirma que ella es la causa de todos los pecados de la familia. Calvino menosprecia a Agar por tener un temperamento salvaje e intratable. Aunque esto no parece muy justo, no es sorprendente. Las mujeres son presentadas ante acusaciones similares todo el tiempo por alzar sus voces o defender sus derechos.

No recuerdo exactamente como narró la historia mi escuela dominical bautista, pero salí con la impresión de que Agar era seductora o sensual (la otra mujer arquetípica). Aprendí que la relación de Abraham con Agar era un error. Isaac, el hijo de Abraham de parte de Sara, era dulce y obediente, pero Ismael, el hijo de Agar, era brusco e insolente. Esto probablemente se transmitió con un personaje de ojos estrechos y aspecto sospechoso en un tablero de franela. El resultado: Ismael “se burló” de su medio hermano y mereció ser desterrado por Dios al desierto. Esa lección podría ayudar a algunos padres para refrenar la rivalidad entre hermanos, pero nunca desterré a uno de mis hijos al desierto, así que no puedo afirmarlo con certeza. La lección pende de una palabra hebrea, m’tzahek, que puede ser traducida como burlar, pero también de otras formas no siniestras, como jugar o reír. El texto no es nada claro en las cualidades morales de los personajes involucrados. Ese no parece ser el punto de la historia.

Para ser una mujer a quien Dios claramente escucha, ayuda y ve, los lectores han gastado mucha energía menospreciando a Agar. Su historia socava la narrativa oficial patriarcal, así que tal vez no es sorprendente que sea degradada.

La gran narrativa en Génesis es sobre Israel. Es sobre los herederos de Abraham a través de Isaac, y Dios bendiciendo al pueblo judío. La historia de Agar avanza en una dirección completamente diferente, con el otro hijo de Abraham y la otra mujer.

El nombre de Agar significa otra, extranjera, extraña. ¿Quién la dejaría entrar?

Resiliencia y resistencia

Para ser una protagonista femenina en la Biblia, Agar tiene una historia notable. Tenemos dos pasajes bastante largos y detallados sobre ella en Génesis, a pesar de que estas narraciones son disruptivas a las líneas argumentales patriarcales.


El nombre de Agar significa otra, extranjera, extraña. ¿Quién la deja entrar?


Aunque Agar no haya recibido mucha atención positiva en la iglesia de personas blancas en la que crecí, la iglesia afroamericana ha reconocido ampliamente la importancia de su lugar en la Escritura. En Sisters in the Wildernes,1 el trabajo histórico que ayudó a establecer la teología mujerista afroamericana, Delores Williams dice: “Durante más de cien años, Agar —la esclava africana de la mujer hebrea Sara— ha aparecido en los depósitos de la cultura afroamericana. Escultores, escritores, poetas, académicos, predicadores y gente común y corriente han pasado la figura bíblica de Agar a generación tras generación de personas negras”. Leyendo la historia de Agar desde su punto de vista, estas comunidades afroamericanas en vez de ver como personajes centrales a Sara y a Abraham, sitúan a Agar en ese lugar. El patrimonio de Agar era africano. Ella era una mujer negra y esclava, brutalizada por su esclavista, Sara.

En la narrativa, la voz de Dios entra primero en conversación con Agar, y no con sus opresores (algo que el apóstol Pablo no parece haber considerado). “Agar se convierte en la primera mujer de la Biblia en librarse de las estructuras opresivas de poder”, escribe Williams. Eso no es ser enemiga de la libertad.

Agar emerge como una madre resiliente en la relectura de Williams y como una figura importante de resistencia femenina entre las muchas comunidades afroamericanas.

El Dios que ve

He aquí la narrativa básica: Sara, la esposa de Abraham, no puede quedar embarazada. Ella sabe que Abraham necesita un heredero, así que le dice que tenga sexo con su sirvienta egipcia, Agar, y la deja embarazada. Sara (teóricamente) debería estar feliz, pero no lo está. La mayoría de las traducciones dicen que una vez que Agar quedó embarazada, miró a Sara con “desprecio”, pero realmente el hebreo es más suave que eso, algo más parecido a “Agar miró a Sara con menos estima”. Tal vez eso fue porque Sara la forzó a tener sexo con su marido de ochenta años. Tal vez era porque Sara le estaba pidiendo que portara un hijo que tendría que dejar ir. Hay muchas razones por las que Agar podría haber mirado a Sara con menos estima.

Sara le dice a Abraham que no le gusta el modo en que Agar la mira. Más bien insegura, menopáusica, definitivamente más allá de los años fértiles, tal vez Sara está propensa a esta mala interpretación irritable. Era ella la que quería tener al niño. Pero, como sea que Agar mirara a Sara, difícilmente sea evidencia de que Agar tuviese un temperamento salvaje e intratable.

En el texto, Abraham parece empatizar con Sara. Él le dice que haga lo que quiera con Agar. Cuando Sara trata “duramente con ella”, Agar se va. Escapa al desierto del mismo modo en que luego los israelitas escaparán de su esclavitud e irán al desierto. El texto usa la misma palabra para describir el trato duro de Sara para con Agar que luego utiliza para describir el trato duro del faraón egipcio hacia los israelitas. Aquí una hebrea oprime a una egipcia. Más tarde en la narrativa, esto se revertirá. Conforme se desarrolla el código moral israelita, el modo en que la comunidad trata al extranjero se vuelve un componente crucial de la Ley de Israel: “no [la] debes maltratar u oprimir”. Pero Sara le gana a la otra, y Agar huye.

Sara es la matriarca fundacional oficial; de ella nace supuestamente el heredero legítimo, pero no queda claro si puedes confiar en ella. En este punto de la historia, nuestra simpatía es atraída por la extraña. Respeto eso en una narrativa fundacional. La historia del pueblo escogido incluye al otro en lo profundo de su corazón.

Allá afuera en el desierto, sola, las probabilidades de que Agar sobreviva no son altas. Pero un ángel del Señor la encuentra en el desierto. Agar es la primera persona de la Escritura en recibir tal mensaje. El ángel le dice que vuelva al campamento porque “mira que estás embarazada, y darás a luz un hijo: lo llamarás Ismael”. Esta no es la única vez que escuchamos una línea como esta en la Biblia, pero es la primera anunciación bíblica. Un ángel le dirá las mismas palabras a María, la madre de Jesús.

A través del ángel, Dios le da Agar, a esta mujer —la otra, la extranjera egipcia, la no hebrea— la misma promesa que le dio a Abraham, el patriarca, diciendo: “Multiplicaré tanto tus descendientes que no podrán ser contados”.

Y luego Agar —la única persona en la Biblia en hacer esto— le da a Dios un nombre. Una mujer nombra a Dios. ¡Qué audacia más encantadora! Lo llama “El Dios que ve”, un nombre hermoso. Este Dios le presta atención, y se acerca lo suficiente como para verla. El Dios de Agar no es una deidad narcisista obsesionada con ser visto: este Dios la ve a ella, ve cómo sufre. Este Dios la encuentra en el desierto y la ayuda.

El asno salvaje

El ángel le dice a Ismael que será “un hombre indomable, como un asno salvaje”. Para los lectores contemporáneos esto puede sonar insultante. Pero en la Biblia, el asno, más que otros animales, es notablemente libre. En Job, Dios habla adorablemente del animal, que no oye los gritos del arriero, explora a la montaña como a sus pastos y busca todo lo que sea verde (una especie de guardabosques). Tal vez esta es la reconfirmación del ángel de que, a pesar de que se le indique regresar al campamento, Agar y su hijo no vivirán vidas esclavizadas por los poderes.

Lo de Agar es excepcional: una egipcia tratada de forma dura por Sara es tratada con ternura por Dios, quien la cuida, interviene protegiéndola y le promete que será la madre de una gran nación. Y Agar vuelve al campamento a dar a luz a su hijo, lo que probablemente haya sido una buena movida para su supervivencia.

Eventualmente, Sara queda milagrosamente embarazada de Abraham, que tenía ciento un años. Su hijo Isaac es el heredero “verdadero”. El día en que Isaac es destetado, Abraham prepara una gran fiesta. Tal vez Sara haya estado bebiendo porque no había podido hacerlo mientras daba de amamantar (y tal vez es por eso que tienen un festival del destete). Tal vez ella es una borracha malvada, pero ve a es Ismael “jugando” con Isaac en esta fiesta (jugar es una palabra que puede ser traducida de muchas maneras). Afligida, decide que Agar e Ismael deben ser enviados a morir al desierto.

En el antiguo Talmud hay mucho midrash —comentario rabínico— sobre este texto. Los rabinos hacen muchas preguntas acerca de él. Sara quiere enviar al muchacho y a su madre a morir. Algunos intérpretes defienden a Sara. Dicen que era una jueza incisiva de la humanidad y sabía que los dos hijos de Abraham nunca podrían vivir pacíficamente juntos. Abraham, por otro lado, estaba muy involucrado con la otra, esto hace que la complejidad se meta en el camino de la claridad. Sara lo deja en claro: “El hijo de esta esclava no deberá ser heredero con mi hijo”.

Pronto nos encontramos con una escena desgarradora. Abraham no quiere echar al muchacho ni a su madre. El día en que van a partir, se despierta temprano, toma algo de comida y una cantimplora, y los coloca en los hombros de Agar. Cuando se acaba el agua, Agar lleva a su hijo moribundo debajo de unos arbustos, se sienta y suplica: “Por favor, no me hagas ver cómo muere mi hijo”. De nuevo, un primogénito. Esta es la mayor emoción que hemos visto en la Biblia hasta ahora. Agar es la primera persona en la Biblia en llorar. Se acerca emocionalmente al Dios que ve, y Dios la ve a ella. Dios le dice que no tenga miedo: “Levanta al muchacho y sostenlo rápidamente con tu mano; porque haré de él una gran nación”.

En la narrativa de Génesis no ves a Dios actuando tan misericordiosa y tiernamente en respuesta a los seres humanos hasta que lo ves con Agar. Este no es un dios guerrero poderoso o un creador impasible. Aquí Dios disrumpe la narrativa patriarcal oficial. Es como si la historia supiera lo que quiere contar: Isaac es el elegido, los israelitas son el pueblo escogido, y luego cae otra narrativa brillantemente intensa. Agar e Ismael no solo sobreviven en el desierto: prosperan.


Agar es la primera persona en la Biblia en llorar. Se acerca emocionalmente al Dios que ve, y Dios la ve a ella. Dios le dice que no tenga miedo.


Hay una pequeña trama al final de la historia. Tal vez ni siquiera notaste que está allí o no la creíste importante: Agar encuentra una esposa para su hijo. Esta es la única vez en la Biblia donde una mujer encuentra esposa para su hijo. Los hombres encuentran esposas para sus chicos. Es un patriarcado: no dejas que las mujeres se metan con las tramas.

Agar se mete con las tramas.

La historia de Agar traza un paralelo, de manera notable, con la de Abraham. Ella toma a su primogénito y lo lleva al desierto, donde su muerte parece inminente hasta que un ángel le habla y le muestra un pozo. Abraham lleva al segundo hijo arriba del Monte Moría, donde su muerte parece inminente hasta que un ángel le habla y le muestra un carnero. Incluso el lenguaje en los dos incidentes es paralelo; en ocasiones, usan las mismas palabras.

Abraham es el personaje central en la historia de Isaac. Agar es el personaje central de la historia de Ismael. Aquí, desde el principio de la Escritura, es una matriarca a la par del patriarca.

Aunque la narrativa diverge para seguir a Abraham e Isaac, el texto hebreo hace que esta mujer, la otra que fue bendecida, se destaque en su historia como una pregunta hermosa. Dios bendice a una matriarca egipcia en el medio de un patriarcado hebreo acorazado.

No importa cuán inclinada esté la narrativa dominante, la historia de Agar, plantada en medio de ella, también incluye la pregunta ¿Y qué si la narrativa hubiera seguido a la madre?

Amor, no sacrificio

En el capítulo que sigue inmediatamente al tierno relato de Agar e Ismael, la historia de Dios toma un giro repentino: Dios aparece como alguien insensible y casi cruel. Según cuenta la historia, le pide a Abraham: “Toma a tu hijo, tu único hijo, a quien amas, y ve a la tierra de Moria, y ofrécelo allí como un holocausto”. Dios le pide a Abraham que mate a su hijo. Abraham no discute con Dios mientras se levanta silenciosamente en la mañana, se reúne con su hijo, ensilla su trasero y camina penosamente por la montaña.

Piensen en estos dos padres puestos uno al lado del otro. Agar llora cuando ve que su hijo podría morir. Abraham acuerda hacer sin ningún cuestionamiento lo que Dios ordena, incluso si eso significa matar a su hijo. Por esto es visto como un ejemplo devoto de lo que significa tener fe. Todas las creencias abrahámicas han hallado inspiración en la historia sobre la voluntad de Abraham de matar a su hijo. No hace falta mucha imaginación para entender que tal vez queramos repensar eso.

¿Cómo es que fallamos en prestarle la debida atención a la historia donde la protagonista y Dios están emocionalmente involucrados en el destino de un niño y pusimos toda nuestra atención a la historia del padre varón?

La historia del casi-sacrificio de Isaac no es mencionada nunca más en la Escritura hebrea, no como el Éxodo, por ejemplo, que es recordado una y otra vez. Claramente los salmistas, los profetas y los poetas no la consideraron como un ejemplo brillante de quién es Dios y de cómo luce su fe. La historia empieza a recibir más atención al final del primer milenio a. e. c, cuando los israelitas enfrentan la persecución. Los hechos de Abraham se convierten en un símbolo importante para el tipo de sacrificios piadosos que los individuos deben estar dispuestos a hacer. Pero “¿Estás dispuesto a matar por tu Dios?” no es una pregunta que haya conducido a cosas buenas.

Aferrarse solo a la historia del patriarca hace parecer que Dios enfrenta al amor parental con la gran fe. Si bien esta oposición termina siendo enfatizada en la historia de los sistemas religiosos patriarcales, no estoy segura de que sea lo que Dios tenía en mente. Observa a Dios con Agar.

En un libro que explora las creencias abrahámicas, Bruce Feiler escribe: “Esta voluntad de hacer ‘el sacrificio definitivo para Dios’ es el legado más problemático de la vida de Abraham. Él no es tan solo un caballero de paz, sino un modelo tanto de fanatismo como de moderación… Se nutrió de su propio comportamiento… La íntima conexión entre la fe y la violencia. Y luego, elevando tales conductas al estándar de piedad, despertó en sus descendientes un deseo similar de arremeter, de ver el dolor como un brazo de la fe y de usar la brutalidad para avanzar en su visión de un mundo centrado en lo divino”.

Tal vez nos estuvimos enfocando en la historia equivocada. Observa a la madre, porque su historia está aquí, también (la matriarca a la par del patriarca). Lejos de realizar algún acto violento o estar dispuesta a hacerlo, Agar desafía a Dios pidiéndole que le ayude a que su hijo sobreviva.

Se supone que el patriarca debe demostrar su amor por Dios al estar dispuesto a matar a su hijo: un desafío distorsionado y el ejercicio final de desapego emocional. Abraham, de acuerdo a la oración litúrgica, “reprimió su compasión para cumplir Su voluntad con un corazón perfecto”. No es que me lo sé todo, pero ¿es así como funciona? Dios está tan vivo como el amor apasionado. Dios anhela atraernos a su compasión misericordiosa sin separarnos de nuestro sentir.

Tal vez la historia de Abraham nunca tuvo la intención de ser ejemplar. Es más bien una narrativa acerca de aquello que intervino para que se pasara desde la idolatría hacia la fe en un Dios vivo, universal, amoroso y misericordioso. Inevitablemente, hay errores que se cometen a lo largo del camino. Los viejos dioses requieren sacrificio. El Dios que sostiene a todos los seres, lo ama todo —pájaros y agua, las ovejas y las cabras— no quiere tu sacrificio, sino tu amor.

La historia de Agar no es grandiosa. Lo que la hace inspiradora no es algún celo singular y heroico, sino algo a lo que todos tenemos acceso casi a diario: el amor. Y no es algún tipo de amor noble, abstracto, y raro; es uno muy humano. Ella llora a Dios para salvar a alguien que ama. Esta es la fe de Agar: ve a su hijo sediento y desea calmar su sed. No está pidiendo despegarse de sus sentimientos para probar su fe. La fe es algo tan cercano y natural para ella como su propio aliento. ¿Qué si la fe es algo como eso en vez de algo por lo que tenemos que luchar? ¿Algo más bien parecido a respirar que a luchar por la pureza?


Tal vez nos estuvimos enfocando en la historia equivocada. Observa a la madre, porque su historia está aquí, también (la matriarca a la par con el patriarca). Agar desafía a Dios pidiéndole que le ayude a que su hijo sobreviva


Cerca del final de su vida, después de la muerte de Sara, Abraham se casa con Keturah. Según la tradición midrásica, Keturah es el nombre real de Agar. Agar solo es un nombre descriptivo que quiere decir otra. Lejos de cortar la contranarrativa, Abraham la abraza. La lleva a su corazón. Se acuesta con ella, hace el amor con Agar nuevamente y tienen muchos más hijos. En esta lectura, el mundo no está tan irremediablemente dividido. No es un lado o el otro. Agar y Abraham se abrazan en su vejez. Los límites se desdibujan. El amor de Dios se suelta. Que de alguna manera, así sea.

1 Puede traducirse como Hermanas en el Desierto

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