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Introducción

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Durante la primera década del siglo XXI, el contexto político y social de Abya Yala1/América Latina se caracterizó por la inestabilidad y la emergencia de distintas manifestaciones de resistencia frente al modelo neoliberal, impuesto inicialmente en Chile por la dictadura de Augusto Pinochet y luego implementado en los demás países de la región2. Con la llegada de Hugo Chávez Frías a la presidencia venezolana y su puesta en marcha del llamado socialismo del siglo XXI, las esferas políticas y académicas del continente se vieron permeadas por discursos sobre revolución social, que se pensaban condenados al olvido luego de la caída del Muro de Berlín y la entronización de la tesis del fin de la historia, expuesta por Francis Fukuyama y reproducida por los propagandistas del libre mercado3. Durante esta época, surgieron distintos gobiernos caracterizados por la implementación de políticas redistributivas de las rentas estatales, encaminadas a la reducción de la pobreza, el cuestionamiento de las políticas neoliberales y el rechazo de las prácticas imperialistas, históricamente ejercidas por los Estados Unidos en el hemisferio, entre otros elementos.

En Ecuador, el proceso denominado Revolución Ciudadana −del que tratará esta obra−, impulsado por Rafael Correa Delgado tras su llegada a la presidencia, constituyó un hito de orden nacional, regional e internacional, al presentarse como una apuesta por la construcción de un socialismo del siglo XXI que incorporó algunos elementos provenientes de cosmovisiones indígenas en el ejercicio de gobierno.

En el año 2006, Correa ganó las elecciones presidenciales gracias a la creación de un movimiento político en torno a su figura, denominado Alianza pais. Este se instaló como principal fuerza política a partir de un discurso antipartidista y antineoliberal, que hizo suyas varias de las reivindicaciones históricas del movimiento indígena del Ecuador, como fueron el reconocimiento de las distintas nacionalidades que conforman la sociedad ecuatoriana y el rechazo a las políticas económicas implementadas por gobiernos neoliberales.

Luego de asumir el poder gubernamental en enero del 2007, el presidente Rafael Correa cumplió una de sus principales banderas de campaña, que consistió en la convocatoria a un referendo para instaurar una Asamblea Nacional Constituyente con plenos poderes, lo cual ocurrió en abril del 2007. El texto producto de dicha asamblea, la Constitución Política del Ecuador del 2008 – también conocida como la Constitución de Montecristi, por la parroquia en la que tuvo lugar la Asamblea Constituyente–, definió al Estado ecuatoriano como “plurinacional e intercultural” (Lalander y Ospina, 2012a, p. 119), a la vez que incorporó el concepto ancestral indígena sumak kawsay, traducido al castellano como buen vivir4, bajo la pretensión de trascender la visión tradicional de desarrollo y crecimiento económico capitalista, y sustituirla por un nuevo paradigma centrado en una relación armónica con la naturaleza, la cual fue reconocida como sujeto de derechos (Ospina, 2012). Este fenómeno constituyó un hecho sin precedentes en la historia moderna y permitió consolidar la imagen de la Revolución Ciudadana como un proyecto político radicalmente ecologista.

A mediados del 2007, el gobierno liderado por Correa lanzó la Iniciativa Yasuní-ITT, una campaña internacional enfocada en mantener el petróleo del bloque 43 –que también recibe el nombre de Ishpingo-Tambococha-Tiputini (ITT) y se ubica en el Parque Nacional Yasuní– en el subsuelo, mediante la consecución de recursos económicos provenientes de la comunidad internacional que compensaran el monto que el país dejaría de recibir al no explotar el recurso.

En 2009, tras la reelección de Correa como presidente5, se redactó el Plan Nacional para el Buen Vivir 2009-2013. Como objetivo de la administración, el documento propuso superar la dependencia de la economía ecuatoriana frente a la extracción de materias primas, para consolidar un modelo de socialismo del siglo XXI centrado en el aprovechamiento de la biodiversidad, el conocimiento y el bioturismo, que transformara a Ecuador en una “biópolis ecoturística” (Ospina, 2012).

No obstante, luego de promulgarse estas propuestas, normas y lineamientos visiblemente transformadores, el gobierno de Correa impulsó medidas que avalaban, de manera unilateral, el desarrollo de actividades mineras y petroleras. Así ignoró los mecanismos de consulta previa estipulados constitucionalmente6 y afirmó la necesidad, de parte del Estado, de fomentar el desarrollo sustentable de las industrias extractivas. Esto condujo a que la divergencia y abierto antagonismo entre el gobierno de Rafael Correa y los movimientos indígenas ecuatorianos, entre otras fuerzas sociales, se hiciera tan evidente7 que el presidente llegó a tildar de “izquierdismo, ecologismo e indigenismo infantil” a las posturas críticas frente a sus políticas de depredación ambiental (Ramírez Gallegos, 2010; Lalander y Ospina 2012a). A su vez, la Iniciativa Yasuní-ITT fue abortada en el 2013 al no superar el umbral de aportes monetarios que se esperaba recibir por parte de los distintos actores internacionales, con lo cual comenzaron los preparativos para la explotación petrolera en el bloque 43.

En virtud de la postura del gobierno de Rafael Correa frente a la disidencia social a sus políticas y, sobre todo, de su impulso a políticas de extracción intensiva de bienes naturales8, su proyecto político fue acusado no solo de continuar, sino también de profundizar las dinámicas de despojo comunes a los gobiernos de la partidocracia durante la larga noche neoliberal9. En este orden de ideas, la Revolución Ciudadana manifestó en su seno la contradicción inmanente entre, por un lado, la apuesta por consolidar una relación armónica entre el ser humano y la naturaleza como principio central del sumak kawsay o buen vivir y, por el otro, el impulso a la depredación natural y a la inferiorización de la naturaleza como condiciones para desarrollar las comunidades, elementos característicos de la colonialidad de la naturaleza, una de las caras del patrón de poder mundial que se ha manifestado con particular violencia en Abya Yala/América Latina10.

La explotación petrolera en el bloque 43, que comenzó tras el abandono de la Iniciativa Yasuní ITT, representó uno de los momentos cúspide en la conflictiva y paradójica relación entre los sucesivos gobiernos de Rafael Correa y la naturaleza ecuatoriana, con lo cual se hizo manifiesta la contradicción con el llamado giro biocéntrico que tomó la Constitución de Montecristi (Gudynas, 2009a). La explotación del ITT deviene un caso de particular interés investigativo, pues, en palabras de Martínez, “el Yasuní [ITT] resume los temas más importantes de la actualidad, la biodiversidad y la importancia de mantenerla, los pueblos indígenas, el cambio climático y el modelo extractivista. Temas que además están relacionados entre sí” (Martínez, 2014, p. 140).

Partiendo de los elementos mencionados, esta obra aborda las dinámicas de colonialidad de la naturaleza reproducida por la Revolución Ciudadana durante el periodo 2007-2017; para ello, toma como estudio de caso la explotación petrolera en el Yasuní ITT. En otras palabras, se abordará la representación y el tratamiento de la naturaleza ecuatoriana como un espacio que se puede depredar en función de las demandas del mercado mundial, lo cual involucra tanto la inferiorización de lo natural de los territorios periféricos o subalternizados, como la extracción intensiva de bienes naturales11 en función del papel que cumple Latinoamérica como proveedora de materias primas para los países hegemónicos.

Las formas concretas que adopta la colonialidad de la naturaleza varían de acuerdo con la configuración del sistema-mundo en un lapso determinado, es decir, de la manera en la que los distintos actores del sistema-mundo devienen hegemónicos o subalternos mediante sus prácticas y discursos. Todo ello, a su vez, conduce a la transformación en las formas que adquiere el patrón de poder mundial, incluyendo el aspecto que atañe a la relación entre el ser humano y la naturaleza.

Desde el periodo de crisis del patrón de poder mundial y el comienzo de su fase neoliberal12, la colonialidad de la naturaleza atraviesa procesos de profundización inusitados, en función del incremento cualitativo y cuantitativo de las dinámicas de dominación y explotación que recaen sobre los sujetos y territorios subalternizados a escala mundial.

Por lo tanto, las preguntas que orientan la investigación son: ¿cuál fue el papel de la Revolución Ciudadana en la inserción de Ecuador en la fase neoliberal del patrón de poder mundial? ¿De qué manera la Revolución Ciudadana representó a la naturaleza? ¿Cómo despliega la Revolución Ciudadana las prácticas de extracción intensiva de bienes naturales en el Yasuní ITT?

Para responder estas preguntas se pretende, primero, dilucidar el papel de la Revolución Ciudadana en la inserción de Ecuador en la fase neoliberal del patrón de poder mundial; segundo, explicar la manera en la que la Revolución Ciudadana representó a la naturaleza; y tercero, esclarecer las dinámicas de extracción intensiva de bienes naturales que ejerció la Revolución Ciudadana, relacionadas específicamente con la explotación petrolera en el bloque ITT.

La Revolución Ciudadana impulsada por Rafael Correa se concibe en esta obra como un proyecto político posneoliberal; esto es, un proyecto que, aunque despliega una retórica antineoliberal, recupera el protagonismo directo del Estado en la actividad económica y redistribuye las rentas extractivas, garantiza al mismo tiempo la subordinación de Ecuador al patrón de poder mundial en su fase neoliberal, profundiza las prácticas de extracción intensiva de bienes naturales en beneficio del capital transnacional –especialmente el de origen chino– y reproduce el discurso colonial del desarrollo, el cual favorece la representación de la naturaleza como un espacio subalterno que puede ser depredado. En este orden de ideas, la Revolución Ciudadana reproduce la colonialidad de la naturaleza en un contexto en el que China, como nuevo bastión de la producción industrial global, resulta el principal beneficiario.

Para alcanzar los objetivos propuestos en esta investigación, se hace un análisis cualitativo apoyado en fuentes primarias y secundarias que abordan las distintas dimensiones del objeto de estudio, entre las que se encuentran documentos oficiales, portales de información geográfica, investigaciones científicas, artículos y crónicas periodísticas, entre otras. La investigación se apoya en un intercambio teórico entre el programa modernidad/colonialidad, la ecología política latinoamericana y el marxismo ecológico, y parte de la periferia como lugar de enunciación, es decir, analiza las dinámicas de poder global con miras a contribuir en la formulación de estrategias subversivas desde y a favor de los territorios subalternizados del sistema-mundo moderno/colonial.

Mediante el anclaje epistemológico elegido, la intención es alejarse de posturas deterministas que propongan explicaciones causales unilineales o unidireccionales del objeto de estudio. En cambio, se pretende hacer una lectura que dé cuenta de la permanente interrelación entre los elementos globales, nacionales y locales en los fenómenos políticos, económicos, sociales y culturales que se manifiestan en Latinoamérica. De igual manera, se propone tomar distancia de posiciones tanto economicistas como culturalistas, características del pensamiento dicotómico eurocéntrico (Castro-Gómez y Grosfoguel 2007), y reconocer el carácter correlativo de las dinámicas económico-mercantiles y simbólico-discursivas en la construcción de la realidad de opresión que se materializa en el continente.

La opción por la disección de los diferentes elementos que conforman el universo social para facilitar el análisis, herencia de las ciencias sociales del siglo XIX, en no pocas ocasiones ha conducido a la errónea concepción de una realidad fragmentada, como si en el mundo social los fenómenos económicos se manifestaran de forma separada de los fenómenos discursivos; como si fuera posible la existencia de relaciones económicas sin la mediación del lenguaje o de prácticas discursivas sin relaciones económicas que las sustenten. Esta escisión de elementos, presente aún en las corrientes hegemónicas de la academia occidental, ha impuesto grandes obstáculos para la construcción de alternativas a las formas de dominación y explotación que se ejercen en territorios subalternizados, como América Latina.

La elección de los enfoques teóricos mencionados corresponde a la constatación del potencial analítico y transformador que tienen las teorías europeas y norteamericanas, que cuestionan y rechazan la explotación capitalista; pero, al mismo tiempo, de la reproducción que hacen de la diferencia colonial13 (Mignolo, 2000) y –en buena parte de ellas– de la mitología moderna de progreso unilineal, como consecuencia del lugar de enunciación eurocéntrico y moderno del que emergen14. Por lo tanto, en esta obra se aspira a proponer un planteamiento crítico, ecléctico y heterodoxo, que permita –en consonancia con la propuesta de Castro-Gómez– “una articulación entre diferentes teorías críticas provenientes de diversas partes del mundo” (Grupo de Estudios sobre Colonialidad, 2012, p. 218), que rompa con la sacralización y dogmatización del conocimiento eurocéntrico y permita reconocer las especificidades de nuestro lugar de enunciación.

El estado actual de explotación y dominación en el que se encuentran los sujetos subalternizados, la crisis civilizatoria global que amenaza con destruir las condiciones de posibilidad de la vida misma en el planeta, y la incapacidad por parte de las teorías críticas tradicionales u ortodoxas de reconocer y explicar las nuevas dinámicas de organización popular que se presentan a nivel mundial, imponen la obligación ético-política de proponer marcos de acción subversiva que sintonicen con la actual coyuntura de lucha social latinoamericana, caracterizada no solamente por exigencias en torno a tierra, salario o bienes materiales, sino también por disputas y reivindicaciones epistémicas relacionadas con las identidades, los territorios y la dignidad de los pueblos históricamente marginalizados. Este accionar implica asumir una posición antisistémica radical, es decir, que ataque las raíces mismas de las distintas formas de opresión, entendiendo que el actual ordenamiento mundial no es solamente un sistema económico, sino un sistema social total que recurre permanentemente (desde sus orígenes hasta su fase actual) a la colonialidad para perpetuar su existencia, y en el cual las múltiples facetas de la dominación y la explotación se articulan entre sí de manera heterárquica (Castro-Gómez y Grosfoguel, 2007).

En este orden de ideas, la obra se divide en seis capítulos: en el primero se abordan los elementos contextuales necesarios para comprender, desde una perspectiva global, regional y local, la emergencia de la Revolución Ciudadana como proyecto político en Ecuador. En el segundo capítulo, se hace una caracterización del sistema-mundo moderno/colonial, del patrón de poder mundial capitalista que lo acompaña, así como de las sucesivas fases de hegemonía mundial que lo han atravesado y su actual coyuntura de crisis civilizatoria y fase neoliberal. De igual manera, se conceptualiza la colonialidad de la naturaleza como rasgo intrínseco al patrón de poder y el papel que cumple el Estado, específicamente el posneoliberal, en su reproducción. En el tercero, se trabajan las implicaciones de la inserción subordinada de Ecuador, impulsada por la Revolución Ciudadana, en la nueva fase del patrón de poder mundial –en la cual China se erige como nueva fábrica mundial–, así como sus consecuencias para la naturaleza ecuatoriana. En el cuarto capítulo, se analiza la adscripción del buen vivir, institucionalizado por medio de los Planes Nacionales del Buen Vivir, al discurso del desarrollo humano y sostenible, lo cual favorece la representación de la naturaleza como espacio subalternizado que se puede depredar. En el quinto, se examina la materialización de la colonialidad de la naturaleza a partir de la extracción intensiva de bienes naturales en el Yasuní ITT, enfatizando el vínculo entre la explotación petrolera y los proyectos infraestructurales construidos en el marco de la Iniciativa de Integración Regional Suramericana (IIRSA). Finalmente, en el sexto capítulo se exponen las conclusiones de la investigación.

Entre las principales limitaciones afrontadas en la elaboración del trabajo investigativo estuvo la dificultad para acceder a información veraz y exacta por parte de las diferentes instituciones del Estado ecuatoriano, las cuales, en no pocas ocasiones, presentaban discrepancias y contradicciones entre ellas al momento de informar sobre los distintos aspectos de la explotación petrolera en el ITT. No obstante, se espera que esta obra contribuya a alcanzar una comprensión global de los procesos de depredación natural y social desplegados en una de las zonas más importantes para la biodiversidad mundial, y que, al mismo tiempo, dé luces para la consolidación y el ejercicio de nuevas tácticas y estrategias de acción social y política efectiva contra la apropiación de la vida por parte del capital.

La revolución ciudadana en Ecuador (2007-2017): posneoliberalismo y (re)colonización de la naturaleza

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