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La estructura de la identificación de sujeto: privación, frustración, castración

Jorge Linietsky/Stella Maris Nieto

Jorge Linietsky

Me ha tocado hacer la apertura del Curso Intensivo de este año. El Curso Intensivo ya es un espacio instituido, consolidado en la Escuela. Todos los años que damos el Curso Intensivo, de él luego salen libros que se han publicado, se venden aquí en la Escuela, y son muy, muy aprovechables. Algunos temas son tan importantes que constituyen libros de referencia.

Entonces, esto en primer lugar, para mí es un honor abrir el Curso Intensivo. En ese sentido quiero no solo agradecer, sino felicitar a la iniciativa de nuestra secretaria de Enseñanza, Marta Nardi, felicitarla por la idea, el armado y la organización de este Curso, y también a los corresponsables de la Secretaría de Enseñanza: María Gabriela Correia, Patricia Mora, Gabriela Odena, Marta Rodríguez, Juana Sak y Perla Wasserman. Muy agradecido por todo, por el trabajo de organización, esto hay que organizarlo, hay que armar la temática, y requiere un trabajo importante de la Secretaría de Enseñanza.

El título de hoy parte de algo que se llama “la identificación de sujeto”. Yo me voy a limitar a hablar solo de eso, de la identificación de sujeto.

Es un tema que ya hemos trabajado años atrás en la Escuela y es un tema tan importante que siempre hay que estar retomando estas cuestiones. En la Escuela es muy habitual, en los espacios de Enseñanza, el modo en que podemos volver una y otra vez desde distintas perspectivas, desde distintos ángulos, sobre temas que han sido trabajados ya previamente.

El título, en primer lugar, habla de la identificación. Pero recorta muy bien la identificación “de” sujeto; no “del” sujeto. Hablar de identificación no se confunde con hablar de las identificaciones. Esto es una primera aclaración que necesitamos hacer. El plural de las identificaciones puede situarse, por ejemplo, en el capítulo VII de Psicología de las masas. Freud enumera una serie de identificaciones diversas, la identificación primaria, las del Yo, las del Ideal del Yo, las identificaciones histéricas en el síntoma histérico, la identificación melancólica. También podemos incluir las identificaciones de las fantasías, o podemos decir, ya con Lacan, la identificación del objeto a, objeto del fantasma.

Todas estas son identificaciones, identificaciones inconscientes que tienen que ser dilucidadas en el trabajo del análisis. Muy bien. Pero cuando hablamos de la identificación, en singular, no hablamos de las identificaciones, estamos en otro campo. Se podría dar lugar a un equívoco si nosotros pensamos que la identificación está dicha, nombrada, en forma genérica; estaría bien dicho decir que Freud en Psicología de las masas en el capítulo VII se ocupa del campo de la identificación. Estaría bien, es la identificación genéricamente.

El tema es que no se trata de esto, la identificación no la estamos planteando genéricamente porque sería equivalente a las identificaciones. Cuando se habla de la identificación en singular y en particular el título de esta clase: “La identificación de sujeto”, esto solo se recorta, se reserva, hablar así, para la identificación que hace al sujeto, como una identificación constitutiva del sujeto, no del yo. Esta identificación de sujeto es el ancla, el amarre mismo del sujeto. Esta identificación constitutiva del sujeto, su soporte, su materia prima, ¿de qué está hecha? Esta identificación de sujeto está hecha de rasgo unario.

Es la dimensión, es una otra dimensión, es la dimensión del sujeto en la cuenta. El sujeto como contado y el sujeto como contador. Es el sujeto contado como un Uno, no como uno, como un Uno. Este tema del rasgo unario del sujeto contado como un Uno es poco creíble dado que todos creemos, porque somos lacanianos, en el significante, en el lenguaje, en la palabra, Función y campo de la palabra y del lenguaje, función de la palabra campo del lenguaje. Y estamos habituados los analistas, lo dice así Lacan en la primera clase del seminario de la identificación (no las identificaciones). Todo lo que estoy desarrollando es sobre la base del Seminario IX: La identificación, y sobre el final, voy a desarrollar, del Seminario VIII: La transferencia, donde Lacan realiza la introducción de este operador del rasgo unario.

Lacan dice en La identificación que los analistas estamos habituados, lo dice así, y a mí me creó un equívoco por varios años:

“Para los analistas toda identificación es una identificación significante”.

Entonces yo entendí, muchos años atrás, no hace poco, hace muchos años atrás yo creía esto, que para los analistas toda identificación es identificación de significantes, y esto lo seguí escuchando en los colegas, toda identificación es identificación de significante, y entonces esto se sostuvo. Esto quiere decir que no había advertido cómo Lacan presentaba la identificación de sujeto, no me avivé, ¿estás avivado? Vieron cuando se decía “¿estás avivado?”, bueno, esta la entendí mal. Es así, Lacan dice que para avanzar es necesario “malentenderme”. Yo he recorrido muchas veces, varias veces, el malentender y seguramente lo sigo haciendo y seguiré haciendo. En la lectura hay pasos que tienen que ser gastados, recorridos, y esto quiere decir que necesitan del malentendido para avanzar. “El deseo es el deseo del Otro”. Con esa fórmula... la vas a malentender.

Entonces, “toda identificación es identificación al significante”. Bueno, no, esto es lo que vamos a hablar hoy. Esta identificación al rasgo unario es una identificación insituable. Porque la identificación de significante, al significante, es situable, es a tal significante que va a articularse en el decir del analizante. Eso es situable. Esta del rasgo es insituable. Pero hay algo en común entre la identificación al significante y la identificación al rasgo unario: ambas son localizables en el campo de la enunciación. La identificación al significante va a ser leída siempre en el campo de la enunciación por el hecho de que se hable. Muy bien. El campo de la enunciación, dice Lacan, siempre concierne al deseo, a la estructura del deseo. Es eso lo que se tramita en la enunciación. No quieran buscar en la enunciación conceptos de la filosofía, de la religión. La enunciación solo se ocupa, dice Lacan en el Seminario XI: Los cuatro conceptos fundamentales para el psicoanálisis, “es el deseo lo que está en juego”.

Pero la función de la cuenta también juega en la enunciación. La enunciación es la enunciación inconsciente, uno habla y no sabe lo que dice. Ahí tenemos el campo de la enunciación. La función de la cuenta también puede ser leída en el campo de la enunciación de otra manera, en otra dimensión. Quiere decir que el sujeto ignora la función de la cuenta.

¿De dónde parte Lacan para tomar este término de rasgo unario? Parte del capítulo VII de Psicología de las masas, titulado “La identificación”, en donde Freud habla de la Einziger zug. La Einziger zug es un rasgo ein, ein en alemán es uno.

El punto es el ein, es uno. Lo que Freud indica es un rasgo uno, único. Viene de ahí. Entonces, ¿dónde opera el rasgo único? Él lo ubica fundamentalmente en la identificación histérica, como opera el rasgo freudiano, esto quiere decir que es un rasgo significante. ¿Por qué es un rasgo único? Porque la histérica se identifica no a la persona total del otro, sino a un rasgo único. Eso es Einziger zug.

Fíjense cómo opera, de paso vemos alguna punta sobre la identificación histérica. Tomemos la epidemia de las internadas. Voy a hacer un cuadrito simple:


Hay una histérica, a la que llamo en este cuadro “histérica cero”, que no nos interesa porque no es ahí donde estudiamos la histeria. El síntoma histérico lo vamos a estudiar en la histérica 1 y en la histérica 2. Por eso puse sujeto barrado, en ese campo. La histérica 0 está en el campo del Otro para cada una de las otras, por eso no nos interesa, porque está en el campo del Otro. Entonces, la histérica 0 recibe una carta de despecho, y entonces, desmayo. Entonces se desmaya, y las otras empiezan a desmayarse. ¿Por qué se desmayan? Freud dice que es porque hay una comunidad con la 0 en el deseo inconsciente. Quiere decir que de lo que se trata es por qué estamos hablando del Einziger zug freudiano. Me detengo en esto porque tenemos que ubicar la diferencia con el rasgo unario de Lacan. En este caso este síntoma se trata de que la histérica 0 va al campo del Otro de cada una, de la 1 y la 2, y entonces, ella produce un significante que es el desmayo. El desmayo es un significante que articula una falta, pone el desmayo al deseo en posición de objeto. La histérica, como ha clivado la demanda respecto del deseo, busca el deseo en el campo del Otro. En la vida demanda, quiere ser elegida, preferida, única, cree que eso es lo que desea, ser amada, ser especial. Cree que eso es el deseo, pero esa es la demanda. El deseo está rechazado, pero es buscado en el campo del Otro como un objeto. El desmayo recorta un objeto que es una falta para estas histéricas. Entonces, se identifican al rasgo unario. Este rasgo unario freudiano porque es el significante de esa falta. Entonces, ¿qué es el significante de la falta? Ustedes ya lo saben, se llama phi mayúscula , falo simbólico. Este significante es el significante del deseo, es el significante que recorta y articula el deseo en el campo del Otro. Entonces, se identifican al falo como significante en el desmayo, y han situado en el inconsciente, es decir, en el síntoma, al deseo mismo; es torpe. Es jodido en la histeria porque no vienen al deseo, el deseo queda articulado en el síntoma. Bueno, acá tenemos una identificación al significante fálico que Freud lo llama Einziger zug. Pero es una identificación de significante.

Muy bien, vamos a leerlo desde el rasgo unario de Lacan. Las histéricas 1 y 2 han encontrado un Uno en el campo del Otro, un rasgo unario, pero lacaniano, esta función de la cuenta. Eso recorta un Uno, pero ustedes van a decir: “¿No es el significante fálico?”. Sí, es el rasgo unario de Lacan soporte del significante fálico. Cuando es recortado un significante del campo del Otro está la función de Lacan del rasgo unario. Han recortado un Uno que permite una identificación de sujeto en el síntoma.

Son dos Uno distintos, una cosa es el Uno en la función significante y otra cosa es el Uno en la función de la cuenta. Contar un Uno y eso ya da un soporte al sujeto como cuenta, a la identificación de sujeto que no es lo mismo que decir la identificación al deseo del Otro. Estamos en otro plano.

El rasgo unario ya no indica en Lacan el carácter de único (freudiano), sino el carácter de “un uno” contable, de un uno unario, de la unariedad, no de la unicidad.

Esta es la primera distinción que establezco respecto del rasgo unario como identificación de sujeto, y la identificación de significante.

Juanito. El significante caballo que él encuentra en el campo del Otro como significante es el significante fálico, es el significante de la falta. El objeto fobígeno es el significante fálico, por eso Lacan dice que la fobia es un deseo prevenido, tiene la estructura del deseo como deseo prevenido porque anticipa la falta. Y si vos querés anticipar la falta tenés que ir a morir al significante fálico. El desmayo presenta que hay una falta en el campo del Otro en la histérica 0. Muy bien, Juanito recorta el significante fálico en el caballo. ¿Por qué es el significante fálico? El caballo es potencia, es un pene gigante, es el padre, dice Freud. No. El caballo es un caballo que se cae. Es otra cosa. Ven que ahí hay una inconsistencia que el significante caballo aísla y recorta muy bien en la fobia.

Entonces, Juanito recorta el significante fálico, pero nosotros podemos decir que el significante fálico es una suplencia del nombre del padre que realiza una metáfora, la metáfora fóbica, que hace que la fobia sea un poema. Lacan llama a la fobia un poema porque hay una metáfora, es una suplencia del padre.

Entonces, ¿cómo es?, ¿es una suplencia del padre y es el significante fálico? Sí, es muy complejo el estatuto, la estofa del significante fóbico. Pero podemos decir, de vuelta, que Juanito recorta un Uno, encuentra un Uno en el significante caballo. Ese Uno es otra cosa que el significante fálico y que la suplencia del significante del padre. Es un Uno al cual el sujeto se identifica como un Uno, en el plano de la cuenta. Por eso Lacan dice que el rasgo unario es el soporte del significante. Es el soporte del significante porque cada significante es un Uno. Como cada significante es un Uno, tenemos a Anna, el caballo. ¿Se acuerdan de las fórmulas de Lacan del Seminario IV? Cada significante es un Uno.

Si el sujeto no viene a la operación estructurante del rasgo unario no entra la dimensión del significante, estamos en el autismo, ¿se ve? Esto quiere decir que poder contar significantes, los significantes son unos, la operación del rasgo unario es constituyente porque sitúa para el sujeto la dimensión de la cuenta, contarse, contar significantes.

Muy bien. Esta estructura del rasgo unario como identificación de sujeto es el trazo de estructura más simple. Lacan dice así: se mantiene absolutamente despersonalizado de toda estructura subjetiva. Está claro. Está despersonalizado de toda estructura subjetiva. No quiere decir nada, está despersonalizado. Dice así: deshabitado de toda variación que lo supere. Interesante. Por ejemplo: no es sustituible por otro rasgo unario, es la función más simple de un uno, de un uno contable. No entra en la metonimia, abre la posibilidad de la metonimia. En la metonimia hay unos, hay significantes que juegan y ponen en juego un uno en cada significante. Esto es simple porque el significante es más complejo. El significante tiene una batería de significantes, está en cadena, se llama “la batería significante”, la cadena significante. Las operaciones metafóricas son el cruce de dos cadenas significantes. Esto es más simple, es la cuenta del uno. Este trazo —esto es fundamental— está presente o falta. Entonces, esto abre dos estructuras, podríamos llamarlas clínicas, la estructura en donde falta y la estructura en donde está presente. Es simple, él dice que está despersonalizado, está deshabitado de toda variación que lo supere. Sí, es simple, pero hay dos estructuras. El problema con el rasgo unario es que esté presente, que esté en función, o no esté presente. Abre dos estructuras a las que Lacan les pone un nombre, dos posiciones del sujeto: “la posición kafkiana” y “la posición pascaliana”. Esta es una clínica novedosa que abre Lacan en el Seminario IX: La identificación y nos abre otro plano para la escucha que la escucha del significante.

Por ejemplo: las situaciones de emergencia, ustedes reciben situaciones de emergencia o momentos en donde la estructura se pone grave. Tienen pacientes en que de repente todo está mal: melancolización, reacciones catastróficas, así lo llama Lacan en el Seminario X: La angustia, situaciones de estar a la deriva, crisis violentas, pasaje al acto. Estamos en situaciones de emergencia. Esto es muy importante. La emergencia hay que abordarla con esta clínica. Las primeras operaciones requieren que podamos leer si el sujeto está en la posición kafkiana, seguramente. Quiere decir que el rasgo unario no está presente, no puede contarse, no puede situarse. Cuando la función de la cuenta no está operante eso hace a la emergencia. Está en la posición kafkiana. Entonces, la operación sobre la emergencia es con el rasgo unario, no es la interpretación del significante. O, en todo caso, uno puede utilizar la operación del significante para atraer al sujeto a la función de la cuenta. Cuando el sujeto viene a la identificación de sujeto, si no está en función, es la posición kafkiana, la identificación de sujeto. Si ustedes quieren ponerla en juego, va a aparecer la dimensión de la cuenta del sujeto, ¿dónde? En la enunciación.

Entonces, la cuenta del sujeto no es la consciencia de sí. Introduce la posibilidad de la lectura ahora que ha advenido la función de la cuenta. Entonces, eso va a orientar el discurso. Si el analista puede articular la función de identificación de sujeto, esto quiere decir, puede sostener proteger la institución de eso, no la interpretación, la institución de la posición de la identificación de sujeto. En ese punto eso va a orientar en el discurso del analizante.

Vamos a decir que eso va a volver a traer al sujeto a la dimensión del deseo. Para traer al sujeto de la posición kafkiana a la dimensión del deseo eso depende de la operación sobre el rasgo unario. Esto quiere decir que el analista esté atento a la función de la cuenta, que advierta que falta la cuenta. Por ejemplo, cuando falta la cuenta pueden pasar estas cosas que han visto. ¿Qué hace? Se cortan los brazos, se queman los brazos con cigarrillos y entonces esa marca reestablece torpemente lo que está faltando en otro lugar que es la función de la cuenta. Está faltando la identificación de sujeto.

¿Cómo se instituye, se funda, esta estructura de la cuenta? Esta identificación constituyente de sujeto es un punto de amarre del sujeto. Se trata de esa cosa tonta, una cuenta, que se cuente. Sí, pero la cuenta introduce un corte. Que no es el corte del significante, es el corte de la cuenta. Si el sujeto está en la posición kafkiana y hay una operación por donde adviene a la posición pascaliana, que quiere decir la apuesta de Pascal, que es la apuesta del significante, la entrada en el trabajo analítico, la constitución del sujeto supuesto saber. Todo eso es pascaliano, es la posición pascaliana del sujeto, pero tiene como soporte la identificación de sujeto.

Lacan retoma esta cuestión de la cuenta en el Seminario XI y dice:

... Algo cuenta antes de toda esta formación de sujeto, de sujeto que piensa, algo cuenta, es contado y en ese contado ya está el contador...

Ven que es la dimensión de la cuenta, de la contabilidad. Es una cuenta estúpida, nada más que la cuenta de un uno, no es la suma, la resta. Hay cuenta o no hay cuenta. En esta cuenta no es el sujeto dividido. El sujeto es dividido por el significante. Es representado por un significante ante otro significante. Ven que estamos en otro plano.

¿Cómo se funda esta estructura del rasgo unario? Lacan aborda la constitución del sujeto como rasgo unario por la experiencia del espejo. Esto quiere decir que esta constitución es escópica. “No, por la voz, ¿qué me estás diciendo?”, no, es escópica, “no, la palabra es la voz” No, es escópica. Entonces, Lacan la describe de esta manera:

Está el adulto, pone al bebé delante del espejo y lo confronta con la imagen, cómo se ve el bebé en el espejo. El niño es cautivado por la imagen, se ríe, se mueve y trata de erguirse para asimilarse a la imagen porque ahí está, ya se está dando la identificación imaginaria. Pero luego de esto, se da vuelta para mirar al adulto, se da vuelta, busca la mirada de la madre. Lacan dice que esto es constante y se verifica en todos los casos esta escena, donde busco luego la mirada de la madre. Hay una puesta en juego del Otro, hay un campo, busca la mirada del Otro. Entonces, ¿para qué busca la mirada del Otro? Porque busca una conformidad, una ratificación de la imagen que él ve, en la que él se ve, en el espejo. La palabra que usa Lacan allí es clave, es asentimiento.

Entonces, ¿qué le llega de la mirada materna? Lo que le llega es nada, solo una marca, un gesto, una referencia, un reparo. Algo que corta; eso que aparece introduce un corte con la mirada, cae la mirada como real, como a, se pone en esquicia y eso es un sujeto simbólico, y la mirada procedente de la madre es una mirada en función simbólica, es una mirada simbolizante. Entonces, esta mirada lo soporta, ese reparo es “ajó, ajó”, es la mirada, no importa que la madre hable, es la mirada lo que introduce un reparo que identifica al sujeto como rasgo unario, es un Uno, ese Uno viene de ahí, por la mirada de la madre. Eso va a ser la sede, el soporte del lugar del Ideal del Yo, desde donde el sujeto en el campo del Otro se ve. Pero no es solo eso, es fundamental esto, aparece un Uno, un Uno que instala la dimensión de la cuenta del sujeto como Uno, ese rasgo funciona como un Uno. Entonces, el sujeto a partir de ese Uno que lo constituye como sujeto no es una significación, no es el amor de la madre, no es el deseo, no es la identificación al falo, nada de eso. Es descarnado. Es un Uno. Ese Uno permite, por ejemplo, que la función de la mirada se discrimine en unos: uno mamá, uno pezón, uno pulgar, uno biberón. Son unos, aparece la dimensión de la cuenta. Uno-imagen especular. Ven que es fundamental este asentimiento para la constitución del cuerpo. ¿Qué quiere decir uno o imagen especular? Lacan la llama “la una imagen” para que haya estadio del espejo la imagen tiene que ser recortada como uno. La imagen es subsidiaria de la función de la cuenta. El Uno recorta la imagen como uno y eso es lo que ratifica la una imagen, la constitución del Yo.

Stella Maris Nieto

En esta primera clase vamos a trabajar, entonces, como dijo Jorge (Linietsky), la identificación de sujeto y la privación, la frustración y la castración.

Para la primera cuestión, como ayer decía Clelia Conde y hoy también dijo Jorge Linietsky, tenemos que considerar una lógica, que es la lógica del discurso del psicoanálisis, que es una lógica diferente a la lógica común, en donde lo que no corre es la representación, no corre la sustancia y no corre el tiempo cronológico, sino un tiempo lógico. Esto es muy importante, aunque parezca redundante aclararlo, porque cuando trabajemos ahora estas cuestiones vamos a entender que no se trata de nada evolutivo. No hay una cuestión evolutiva, son momento todos, como en el tiempo lógico, que se articulan y resignifican entre sí. Eso es muy importante de entender. Y que, como decía Jorge en relación con el error de la cuenta, y el error, esto es algo constitutivo, el error es constitutivo. De hecho, la experiencia del análisis va a articular la carencia, la pérdida y la falta. Ahora vamos a tratar de dar cuenta de esto. Son diferentes formas, diferentes cuestiones, pero que se resignifican entre sí y no va la una sin la otra. Y esto corresponde a los tres registros: real, simbólico e imaginario.

Vamos a comenzar por lo que Lacan ya menciona en el Seminario IV, VI y luego retoma en las clases XII y XIII del Seminario IX: La identificación, que son las tres categorías de la falta: la privación, la frustración y la castración. Aclaré lo de la representación y lo del tiempo porque no se trata de un orden evolutivo, sino que se anudan y se resignifican porque cada una responde a un registro. Así tenemos: lo real, lo imaginario y lo simbólico, después lo vamos a tratar de ver.


¿De qué hablamos cuando hablamos de sujeto? Como primera cuestión sabemos que cuando hablamos de sujeto hablamos de sujeto hablante. Si hablamos de sujeto hablante, se trata de un sujeto que va a surgir como efecto del lenguaje. Esto quiere decir que tienen que hablar y luego algo de lo que dice le retornará o no, y es ese efecto. Porque sabemos muy bien por las formaciones del inconsciente que, cuando el sujeto habla y aparece algo que lo despierta de donde estaba dormido, inmediatamente el sujeto indiviso, individuo, se divide. O sea, despierta. La división tiene que ver con ese despertar de la experiencia del análisis.

Despertar ¿de qué? De la situación de plano en la que generalmente estamos. Vivimos sumidos en, como dice Lacan, en planilandia. O sea que esto que vamos a ver ahora en relación con la constitución también es algo que se va a reproducir en la experiencia del análisis. Así como en un inicio somos seres planos, muchas veces somos seres planos. Vamos a ver algún ejemplo chistoso, no de un caso, sino de alguna cuestión.

Entonces, si estamos hablando de sujeto hablante, entendemos que no hay sujeto en el origen. ¿Qué quiere decir? Lacan dice:

“Y porque no está ahí en el origen para decir”.

Por eso no hay sujeto en el origen, no está ahí para decir en principio. O sea que al principio el sujeto es ausencia, por eso siempre decimos que es supuesto, no está subjetivado aún. Para que esto ocurra es necesaria la entrada del significante. Sabemos que, si tomamos los registros en términos elementales, en lo real no falta nada. Pero apenas aparece el significante hace una marca y produce un agujero. Ahí donde no falta nada se produce una falta, se inscribe esa falta, si se inscribe, como decía Jorge Linietsky hoy.

Entonces, es necesaria la entrada del significante en lo real por una marca, un trazo. Un trazo que ya va a armar una diferencia frente a esa uniformidad. Ese es el trazo que ya Freud trabaja en El proyecto de psicología para neurólogos. Al principio dice que es el trazo que va a guiar en cada búsqueda de satisfacción, pero él dice “bueno, en esa búsqueda se busca la huella y se pierde la pista” porque en realidad, Freud lo explica, el niño busca el pecho en la última posición que lo encontró, pero resulta que va a aparecer en otra. O sea, él sigue buscando esa marca y encuentra otra, encuentra otra y encuentra otra. O sea, ahí es donde está claro que está el objeto perdido.

Entonces, quiere decir que, si la inscripción del significante es lo que va a dar origen al sujeto, el sujeto va a partir del vacío. O sea, el sujeto va a tener que ver con ese real negativizado, o sea, ese agujero. Por eso, Lacan dice que primero el sujeto se va constituir como -1. Hay muchas maneras de entender esta cuestión del sujeto como -1, hay muchas cuestiones. Una es que se trata de la experiencia del inconsciente como no dicho, porque como dijimos, al principio no está ahí para decir. Cuando yo digo “se trata del inconsciente como no dicho”, no confundiendo el “no dicho” con el interdicto ni con el dicho que no, es lo no dicho, o sea, lo que Lacan plantea en el Seminario XI: Los cuatro conceptos... como nonato, no nacido, el inconsciente no nato, no nacido.

Esa es una manera de entender ese origen del sujeto que tiene que ver con la primera cuestión que vamos a considerar que es la privación, la entrada del significante en lo real.

Otra manera de entenderlo es, al decir de Lacan, cómo se constituye una clase. Por ejemplo: están los vertebrados. De pronto aparece el rasgo mama. Esto queda excluido y se constituyen los mamíferos. O sea, que se constituyen por exclusión. El sujeto también va a aparecer como excluido y sabemos que Freud trabaja la Ausstossung, la posibilidad de que haya una afirmación que está sostenida en esa exclusión, expulsión primera. Es lo que mando al exterior porque no me gusta, lo otro lo incorporo y me identifico masivamente. Lo que no lo mando afuera, lo desconozco, esto no es mío. Esto que voy a mandar al exterior es lo que va a constituir lo éxtimo. O sea, eso que mando al exterior, pero que es íntimo.

Por otro lado, esta noción de exterior es muy importante. Lacan dice que, en el Informe de Roma, al que hacía mención Jorge Linietsky que es Función y campo de la palabra... Él dice que hay que reconocer en la palabra un campo exterior al lenguaje. Esto quiere decir que está el lenguaje, pero que es necesario hablar. O sea, es necesario decir para que esto aparezca. Ahí se necesita una dimensión más. Con que esté el lenguaje no es suficiente, hay que decir, hay que hablar. Esto también lo entendemos cuando el niño se reconoce porque se escucha, escucha su propio grito y su voz afuera. Ven que ya estamos hablando acá de dimensiones, espacios diferentes, que es esta la razón por la cual, justamente, así como hablamos de tiempo lógico hablamos de un espacio topológico, o sea, un espacio móvil, que no es chato.

Entonces, como decía Jorge Linietsky el sujeto, y ahí está lo que desarrolló de la identificación de sujeto, va a comenzar, con el sujeto va a comenzar el cálculo y el juicio de existencia. Por esta cuestión de que al principio se busca esa huella, pero no hay aún principio de realidad, no se constata si se trata de algo existente o no. Esto va a advenir con el tiempo.

Entonces, podríamos decir que la privación, para ir ubicando algunas cuestiones, tiene que ver con la fundación de lo simbólico. Eso es la privación. Y yo les hablaba de que somos planos, de planilandia, y demás. Sabemos que uno de los primeros objetos topológicos del que en realidad Lacan va a decir que es un objeto que no inicia la topología es la esfera. La esfera en realidad es un plano. La esfera y el plano son lo mismo, porque si yo recorro la esfera, no hay interior y exterior. Es como si estuviera en un plano. O sea, ustedes recuerdan el cuentito de planilandia: cualquiera que esté en un mundo plano que tiene dos dimensiones siempre lo que va a ver es una dimensión menos, porque si hay un cuadradito y otro cuadradito que se desplazan cuando se encuentran, ¿qué ve este cuadradito? ¿Qué ve este cuadradito de este? Una línea, una arista nomás. No ve que el otro es un cuadrado o un rectángulo.

Marta Nardi: Y ahí se casan (risas).

Stella Maris Nieto: Exactamente. Por eso en el cuentito de planilandia aparece una esfera que se lo lleva al cuadradito a la tercera dimensión para que vea lo que no podía ver. De todas maneras, ven que hay muchos momentos en que todos vivimos en el mundo plano. Pero vamos a contar algo para contar que es de otros, no es nuestro. Habrá circulado por las redes una grabación de un señor que dice: “Yo no sé por qué dicen que hay aumentos. Yo voy a cargar nafta y le digo cárgueme 50. ¿Cuánto le debo? 50”, entonces, no entiendo por qué dicen que aumenta. Bueno, ahí tenemos un ejemplo de planilandia. ¿Se dan cuenta? Todo en el mismo plano. Después hay otro que encima la redobla porque dice: “A mí me pasa lo mismo que al señor, pero encima lo que no ven es que cada vez lo cargan más rápido, la eficiencia es importante”. Ese es plano al cuadrado.

Entonces, con la esfera no inicia la topología, sino con lo que Lacan va a llamar el Toro, que es la esfera agujereada. El Toro va a presentar dos exteriores, un exterior interior, que es lo éxtimo, que es este agujero central, y un exterior, es la Urverdrängung, la represión primaria, es ese agujero en el que nosotros estamos inmersos, pero no nos damos cuenta. Es como dicen: el pez está en el agua, pero no sabe que está en el agua. Es esta misma cuestión, es donde uno está inmerso, pero no sabe de qué se trata. La matrix, sí.

Entonces, entendemos que, en el momento en que hay fundación de lo simbólico, voy a utilizar estas figuras para dar cuenta de esto nada más, después Lacan lo va a utilizar como los objetos de la pulsión, pero no vamos a tratarlos ahora así. Vamos a tratar de ubicar nada más que entonces ese momento de la privación es el momento en que se va a constituir este agujero y es el momento de la fundación de lo simbólico y de la emergencia del sujeto. Porque todo lo que va a tener que ver con el sujeto, podríamos decir, es eso, éxtimo.

Bueno, sabemos también que todo universal se sostiene de una excepción, pero no porque la excepción hace la regla, sino porque esa excepción es el principio de la regla. Esa exclusión es el principio. El lenguaje se sostiene, el lenguaje como universal se va a sostener de esa exclusión, de ese rasgo, trazo, negativo, que es el sujeto, el -1. Esto es como decir: “No hay hombre que no sea mortal”, así como “No hay mamífero que no tenga mama”.

El sujeto mismo, al aparecer por esta fundación de lo simbólico, es el que introduce la privación, es él mismo. En este punto, en este momento, acá no se trata de saber ni de no saber, se va a requerir de un largo tiempo, un largo rodeo, también en el análisis, para que el sujeto pueda contactarse con ese rechazo original, esa expulsión primera. Y esto tiene que ver con que básicamente, ayer lo decía Clelia Conde también, uno va a estar siempre o más allá o más acá del lugar de lo que es preciso alcanzar para realizar el deseo. O más acá o más allá, nunca lo encuentra, nunca llega, porque el objeto es el deseo mismo.

Entonces, en el comienzo, la privación, aunque estamos diciendo que esto no es evolutivo, esto se resignifica porque para que esto también sea posible tiene que haber algo que anteceda. El que va a transmitir ese lenguaje, el sujeto en el comienzo es privación de la cosa, producción del significante, y él no sabe. Podríamos decir que en un sentido él es, esto que decía Jorge Linietsky la vuelta no contada. En la esfera, si yo quiero hacer un nudo es imposible, por eso estamos hablando de planilandia, porque cualquier intento se resbala y entonces esto se deshace. Ahora, en el Toro las vueltas estas de la demanda, ya hay algo ahí, por lo menos, se va a producir un engaño, ahora vamos a ver esto, de las vueltas de la demanda. Pero cuando el sujeto hace las vueltas de la demanda, cada una es una marca, un trazo. Suponemos que da toda la vuelta, pero él lo que no cuenta es que recorrió, aparte, todo este agujero central. Esa es la cuenta no contada, que dio la vuelta toda central mientras hacía cada vueltita, mientras hacía cada vueltita recorrió esta vuelta. Esa es la vuelta no contada.

Entonces, podríamos decir que la esfera, cuando hablamos de la nostalgia de la esfera, del plano, podríamos decir que es la nostalgia con relación a lo anterior, es el organismo, porque ahí no hay exterior ni interior. Si pensamos en un inicio, en la mama, es amboceptiva, es del niño, es de la madre, es del niño, es de la madre. No hay exterior interior.

Muy bien. Entonces, privación, fundación de lo simbólico. Ahora, ¿cómo se llega a alcanzar este error en la cuenta que, como verán, es de todos? Todos partimos del error, por eso el error es constitutivo, ese error en la cuenta de no contar esta vuelta, eso es constitutivo. Tenemos que pasar por eso, no hay otra forma. Esa vuelta que falta a la cuenta, dice Lacan, solo podrá ser alcanzada por el sujeto, a partir de un rodeo, el rodeo del Otro. ¿Qué es el Otro? Un lugar. O sea, ven que siempre aparece esto en Lacan, un sujeto supuesto, un objeto que no es un objeto, un tiempo que es lógico y no cronológico, y el Otro que es un lugar, ven cómo es otra lógica. Porque mientras el sujeto está en el plano, no identifica nada. Va a necesitar el rodeo del lugar de la palabra para poder empezar a entrar en la cuenta. Esto ven que es constitutivo, pero también es en los distintos momentos del análisis. Es una formación del inconsciente que va a despertar y ahí: “¡Ah! No me había dado cuenta de eso”. Muy bien. Podríamos decir que en esas vueltas de la demanda lo que aparece es el objeto metonímico, que es el que se propone a la demanda; vuelta, vuelta, vuelta, no hay ningún objeto, pero es el que se propone a la demanda.

Ahora, con el rodeo del Otro, cuando ya está esta posibilidad del lugar del Otro, de la palabra, en el análisis, ya entonces, si hablamos de momentos, va a aparecer otra de las formas de la falta que es la frustración. Se va a poner en juego otra dimensión que es la frustración. ¿Cómo? La frustración va a dar cuenta de la dimensión de la pérdida que es esta metonimia, porque en cada vuelta, como esto mismo que decía Freud, busco algo, pero no lo encuentro, busco y busco, pero no lo encuentro. O sea, en esa metonimia, en esa repetición, hay una pérdida, pero yo no tengo manera de registrar la pérdida. Hay una experiencia fundamental que es la de la frustración, que tiene que ver con lo que Lacan va a llamar el momento fundatriz del deseo. O sea, el origen fundatriz, la fundación, y que tiene que ver con la experiencia de los celos y la envidia. Ahí realmente se va a poner en juego la cuestión del deseo. Porque, ustedes recuerdan el relato de San Agustín, la pasión celosa del niño de 18 meses mirando a su hermano de leche, el odio que tiene porque el otro está en el lugar en que él estuvo y con un objeto que él ya no tiene, la teta. Aunque él ya no la necesita a los 18 meses, pero recién ahí se da cuenta de que no la tiene. Ven que ahí ya hay una prdida en juego. Ahí se introduce esta dimensión de la pérdida que la introduce la frustración. Podríamos decir que el primer momento de la privación es la carencia, el agujero. Ahora estamos en el momento de pérdida. Por eso les decía que carencia, pérdida y falta se articulan las tres, se resignifican, no es la una sin la otra. Es necesario que se produzca la pérdida para poder dar cuenta de estas cuestiones.

Entonces, aquí se va a constituir esta noción del objeto perdido, realmente, que ya estaba perdido, pero es como una constatación. Este es el momento, acá se van a constituir dos cosas: con los celos la identificación al semejante, o sea, él en relación con ese otro del espejo, y, a su vez, la noción de este objeto que se pierde con la envidia. Están las dos operaciones en esta cuestión y la frustración.

Ahora, esto entonces va recién a arrojar esta dimensión de la pérdida, del objeto perdido y nunca vuelto a encontrar. Acá se constata esto, acá recién se puede caer en esa cuenta, darse cuenta. Pero para eso es necesario hablar, escucharse, con la experiencia del análisis.

Entonces, con todo esto el sujeto empieza a corroborar que ¿de qué se va a agarrar? del discurso, no tiene otra cosa más que eso, porque es a partir de que habla que va cayendo en la cuenta. No hace falta que se agarre de ningún objeto, sino de lo que dice, y entonces va cayendo en la cuenta: “¡Ah! No me había dado cuenta”, “Ah, me casé con un cuadrado y no con un rectángulo”.

Esto es lo mismo, sabemos de la pérdida también de la necesidad, porque la necesidad está perdida, el instinto está perdido, lo natural está perdido, como decía ayer Clelia Conde, y que no hay objeto. El objeto es el deseo mismo.

Entonces, el Otro es un lugar lógicamente necesario, pero que no existe como tal, no existe. ¿Qué es lo que reemplaza esta cuestión de que el Otro no existe? A través de los objetos pulsionales podemos sustituir esta relación con el Otro.

Ahora, realmente para entrar en el deseo que está oculto para el sujeto por estructura, porque el deseo, obviamente, tiene que ver con ese agujero central, con eso éxtimo, no hay ningún objeto, es un agujero. Pero para que el deseo, que está oculto, también está oculto al Otro por estructura, tiene que devenir deseo del sujeto, como en el sueño: “Estaba muerto y no lo sabía”. Es esto lo que va a tener que advenir, porque el deseo, en realidad, es la intersección de lo que, en las dos demandas, demanda al Otro y demanda del Otro, el deseo es la intersección de lo que en las dos demandas no se puede decir.

Entonces, ya estamos en el tercer nivel que es la castración. Es con lo que uno se las tendrá que ver al final del análisis, por supuesto, toda la vida. Pero, quiero decir que para eso es necesario articular muchas categorías lógicas: lo posible, lo necesario, lo contingente y lo imposible. Podríamos decir que, fundamentalmente, recorridas todas ellas, la castración es ese encuentro con el imposible, porque nosotros siempre lo imposible lo hacemos posible. La neurosis dice: si no puedo, lo postergo para más tarde, o sea, después voy a poder tal cosa o tal cosa va a ser posible. Algunas cosas sí lo son, pero otras no.

Entonces, ven que todo esto está totalmente articulado con lo que planteaba Jorge de la identificación de sujeto, que es la identificación al rasgo. El rasgo es lo que permite la cuenta, cada vuelta, cada rasgo es una marca, una cuenta, y el sujeto es el que cuenta y es contado, pero hay que descubrir los errores de la cuenta. Y entonces, podríamos decir que es de esto, cuando yo decía el sujeto de qué se va a agarrar, se va a agarrar del discurso, por eso dejé esto. Porque advenir a esta posición quiere decir tener una amarra. Lo anterior, podríamos decir que coincide con lo que Lacan dice “la isla sin amarras”, la isla a la deriva, cuando habla del falo. Cuando estamos tomando estas dos posiciones que mencionaba Jorge Linietsky, esta posición, la posición kafkiana, es la isla sin amarras. Lo que tiene que ver con el falo, el falo imaginario, es una isla a deriva, dice Lacan. Mientras que acá, en la posición pascaliana, tenemos un amarre en el significante, o sea, el discurso, de eso es de lo que me tengo que agarrar. Salgo de esa posición de estar a la deriva.

Espacio de preguntas y comentarios

Para Jorge Linietsky:

• ¿Podrías desplegar un poco más esto que desarrollaste de la situación de emergencia cuando el rasgo no está en función?

• ¿Por dónde se podrían pensar las intervenciones del analista cuando no opera el rasgo? Dijiste que ibas a dar un ejemplo.

• ¿Por qué prima lo escópico sobre lo invocante?

• Respecto de la posición kafkiana y de la posición de Pascal, queríamos saber ¿por qué esos nombres?

• ¿Existen solo dos posibilidades, que se constituya el rasgo y que no, o también podría haber una constitución fallida del rasgo? ¿En qué situación no entraría en función el rasgo?

Para Stella Maris Nieto:

• ¿Podrías desplegar un poco más qué sería el error constitutivo? Y ampliar la cuestión de lo éxtimo y de la represión en el lenguaje.

• ¿De qué falta hablamos en la privación?

• ¿Cómo sería el estatuto de la falta en cada categoría? Esto con relación a las dimensiones para no caer en lo cronológico.

• ¿Cuál sería la posición del sujeto en relación con los celos y la envidia?

• ¿El trazo negativizado, el sujeto como -1, tiene que ver con la privación como operación fundante?

• ¿El síntoma aparece a partir del momento en que el sujeto puede contarse?

Jorge Linietsky: Muy buenas las preguntas, la verdad es que es una alegría. Bueno, desplegar la situación de emergencia cuando el rasgo no está en función, esto quiere decir, la posición kafkiana. Muy bien. De lo que no hablé es del “nada puede ser” y que en francés es rien peut-être, y “puede ser nada”. Lacan lo dice, peut-être rien. Está traducido como: “Nada quizás, quizás nada”. Me parece mejor: “Nada puede ser, puede ser nada”.

En estas dos posiciones, esto no lo dije, lo que se pone en juego es la dimensión de”la posibilidad” para el sujeto. El rasgo unario introduce no solo la dimensión de la cuenta, lo que pone en juego es la dimensión de la posibilidad. Entonces, estas dos formas son relativas a la dimensión de la posibilidad. Si nada puede ser, eso clausura en el modo kafkiano la dimensión de la posibilidad. En el “puede ser nada”, quiere decir que puede ser nada, pero puede ser algo. Se abre la dimensión de la posibilidad para el sujeto. Como primera cuestión.

Ustedes preguntaban por la posición kafkiana, es muy interesante cómo la describe Lacan: “Nada va a ser posible” o “Solo lo peor va a ser posible”. Conocen pacientes —ninguno de nosotros, por supuesto—, conocen gente que está tomada en esta posición en donde nada va a ser posible o lo peor es lo único que va a ser posible. Esto quiere decir que no se va a poder concluir. Este es el carácter kafkiano, El proceso, de Kafka. No se va a poder concluir, no hay un comienzo, no hay un final en la situación, por eso es una situación de gravedad, de emergencia.

Me pedían el ejemplo: es un muchacho que hacía poco tiempo que venía, pocos meses, y tuvo una crisis, que se presentó como un ataque histérico. La novia lo dejó y él tuvo una crisis en donde le vino un endurecimiento, una contractura de los brazos, de las manos, de los brazos, una dificultad de hablar, y los padres lo llevaron a la guardia. Ahí recibió Rivotril, antidepresivos, etc. El modo kafkiano es la Hilflosigkeit. El desamparo, eso es la Hilflosigkeit. La Hilflosigkeit es la desasistencia del rasgo unario. Esto quiere decir que no es la angustia. Entonces, ustedes me preguntaban por el modo kafkiano. En el modo kafkiano de lo que se trata es de traer al sujeto a la angustia, sacarlo de la Hilflosigkeit y traerlo a la angustia. La angustia está articulada, tiene marco, está el sujeto, está la dimensión de la falta. Entonces, la cuestión es cómo pasar de la Hilflosigkeit del modo kafkiano y traerlo a la angustia. Esa operación es por el rasgo unario.

Entonces, este muchacho estando en una situación que se podría llamar depresiva, sin futuro, sin salida, está arruinado. Esto quiere decir que no se va a poder concluir, que lo peor es lo único esperable. Entonces, en una de las sesiones, dice que llamó a la novia y la novia no lo quiere ver. La llamó y le contó con detalles este ataque que tuvo, lo que le pasó con las manos, con hablar, con los brazos. Entonces, yo tengo una intervención del tipo clásica... le digo: “Ajá” (risas). Eso se aprende con los análisis que uno ha tenido, eso no está en Lacan. Entonces, en un momento, es interesante porque aparece algo que él dice —le había contado a la novia toda esta crisis—, y entonces él sigue: “Me parece que hice mal en contarle esto”. Si yo le digo: “¿¡Cómo le contaste eso!?”, es peor, se sepulta más en el proceso de Kafka. Es muy importante cuando él dice esto, hay una cuenta de sujeto. Una cosa es que él me cuenta que le contó a la novia, ahí no está articulada la identificación de sujeto, tiene que pasar algo que lo sustraiga. Lo que lo sustrae es el “Ajá”, es la posición del analista y el silencio del analista. En ese momento él, de golpe, se marca en otro lugar. Eso es la cuenta. Entonces, él dice una cosa más. Ahí se ordena el discurso y ahí dice: “Yo le cuento a ella porque para mí ella es un apoyo, incluso un apoyo como una mamá. Por ejemplo, cuando tengo que dar exámenes y estoy muy mal, ella me dice: “Calmate, vas a ver que te va a ir bien, tranquilizate, vos sabés”. Fíjense que lo importante no es analizar qué le dice una mujer como madre, que es la madre fálica, que él es el falo de esa madre fálica. No es un tema de fantasma en ese momento. Porque el sujeto viene de otra situación, viene de la posición kafkiana. La cuestión es cómo traerlo a la dimensión de la cuenta. Supónganse que uno se pone analizar ahí de por qué una mamá no, no. Es un momento para la operación del rasgo unario, esto quiere decir sostener que se ha contado. Si se ha contado, “me parece que hice mal”, se contó en otro lugar, esa operación es del rasgo unario.

Pregunta: ¿Estuvo el asentimiento de tu parte?

Jorge Linietsky: No, el asentimiento es estructurante. Yo lo escucho. No es nada, lo escucho, es el “ajá”, lo escucho.

Stella Maris Nieto: Está muy bien este ejemplo porque yo pensaba, vos lo dijiste bien, si hubiera dicho “obvio” lo hundo. Ahí lo hundo con el superyó. Que es lo que se estaba trabajando ayer. O sea, lo alejo del sabido. En cambio, al decir “ajá”, hay algo del sabido que es convocado, entonces, habla.

Jorge Linietsky: Sí, incluso muy bueno lo que decís del superyó, porque uno podría interpretar lo que él dice como el superyó: “estuve mal”, cuando la operación es contable, está en otro plano, se está jugando en otro plano. El sujeto se despega, sale de la Hilflosigkeit, esta situación de desamparo devastador. Entonces, en la medida en que se orientó en el discurso, ya empieza a orientarse el discurso. No sé si aclaré algo.

Si vos decís “se hace cargo”, vamos para otro lado. Es “se cuenta”, es otra cosa. Está muy buena tu intervención porque me ayuda a ordenar esto. No es hacerse cargo, no es responsabilidad. Pero es la responsabilidad en la cuenta, que no se cuenta y de golpe se cuenta. Hay un corte en el discurso.

Stella Maris Nieto: Bueno, no voy a seguir el orden de las preguntas, las voy a responder, pero me parece mejor empezar por una de ellas cuando habla de las categorías de la falta y si esto tiene que ver con el -1, el trazo negativo, tiene que ver con la negación, etc. En uno de los Escritos de Lacan, creo que es en “El estadio del espejo...”, él ubica estos tres momentos de la privación, frustración y castración. Los ubica de otra manera. Él dice que hay, primero, una matriz simbólica —ahí podríamos decir lenguaje— antes de que se pueda subjetivar en la identificación con el otro. Ahí ya estamos en la frustración. Y antes que el universal le restituya la función de sujeto. Entonces, primero lenguaje, segundo palabra, tercero discurso. O sea, la matriz simbólica es el fondo del lenguaje, pero tiene que venir la palabra, empiezo a hablar, bla, bla, bla, hasta que advengo ya al discurso que es el universal, entrar en el universal. Ahora, lo que ocurre es que está la negación en función, porque para entrar en el discurso tiene que estar la negación en función. Esta es la diferencia entre el hablar y el discurso. Ahora, hablando de esto, del trazo negativo, tiene que haber primero, antes de que la negación se ponga en juego, porque vieron que les dije que no es lo mismo no dicho, interdicto, que dicho que no. Son distintos momentos. Entonces, ese trazo negativo primero tiene que ver con la posibilidad de negativización. Es lo que podríamos decir en ese primer momento de la expulsión, donde lo que no me gusta es el no yo. Es una negativización, no es la negación en función aún. Entonces, tiene que haber la posibilidad de la expulsión y de la negativización, o sea que advenga ese lugar del no yo, para que luego sí estén articuladas por supuesto, pero la negación ya tiene que ver con la posibilidad del discurso en función, poder decir “no”, que ya es dicho que no, y donde también está la cuestión del interdicto, es otra cuestión.

Ahora, para cada una de esas categorías, yo no lo desarrollé para no complicar, pero si ustedes ven los cuadros que hace Lacan tanto en el Seminario IV como en el V, VI y luego en el Seminario IX: La identificación, él arma un cuadro en donde ubica las categorías de la falta, de qué objeto se trata y quién es el agente. En cada uno de los niveles están articulados los tres registros. Con relación a la privación, que es una falta que tiene que ver con el agujero, es lo real, la instalación, el surgimiento de la matriz simbólica, del objeto del que se trata es del falo simbólico. En la frustración, que es el nivel del daño imaginario, porque hay un daño en esto del momento de los celos y la envidia, hay un daño, pero es un daño imaginario, en relación con el pecho real, y en relación con la castración, que es la castración simbólica. Tiene que ver con la falta, estamos hablando allí del objeto en relación con esto, es el falo imaginario. Luego esto se articula con el agente en cada una de las cuestiones.

Jorge Linietsky: ¿Por qué prima lo escópico sobre lo invocante? Es una muy buena pregunta, muy buena observación. Porque uno diría que es la palabra. Lacan tiene que resolver este paso. ¿Qué paso? El paso freudiano. El paso que propone Freud en Introducción al narcisismo es: “Es necesario un nuevo acto psíquico para pasar del autoerotismo al narcisismo”. Este problema está situado en Freud. Entonces, esta operación resuelve esa cuestión. Por ejemplo, Lacan lo dice de otra manera en Radiofonía: “El cuerpo de lo simbólico incorpora al cuerpo naif en sentido ingenuo”. Entonces, aquí se ve que hay una operación que es simbólica y que ayuda a pensar cómo el cuerpo de lo simbólico es una mirada simbolizante, es muy importante porque es con la mirada. Por ejemplo: el autista puede estar aplastado por la mirada, por la escena del mundo. Recuerdo un caso de autismo en donde el chico entraba al consultorio y prendía y apagaba la luz, pero no era un juego lúdico. O entre los juguetes el analista tenía un sapo con ojos saltones, y el nene agarraba el sapo y le arrancaba los ojos. El efecto de la mirada es devastador. Para nosotros es inimaginable. Tendríamos que estar de ese lado para hacer la experiencia. El asentimiento corta la mirada, cae la mirada y hay una mirada simbólica que es sostenida, no podría ser en un significante, por eso no es hablado, es un reparo, algo, una marca que corta, que señala una presencia/ausencia. Lacan llama a este rasgo escópico “Signo de i(a)”.

Lacan en Radiofonía relaciona estas operaciones con los estoicos, con el incorporal. “El cuerpo de lo simbólico incorpora”, hay una condensación, quiere decir: el cuerpo naif se yergue. Incorpora. Pero también cuando dice “incorpora” está haciendo referencia a algo que a continuación va a presentar: los incorporales de los estoicos. Tiene su densidad, el cuerpo de lo simbólico incorpora al cuerpo naif. Entonces, esta operación del asentimiento materno la podemos llamar “lektón”, que es uno de los incorporales. Mucho más no puedo explicar de por qué esto entra por los ojos y no por los oídos.

Stella Maris Nieto: Con las otras preguntas, cuando estábamos viendo las vueltas de la demanda, cada una de las vueltas de la demanda, estas vueltas de la demanda, estamos en el momento de la frustración, implican, ponen en juego el objeto enmascarado en cada vuelta de la demanda que es esto que creo atrapar. Hay un objeto enmascarado en cada vuelta de la demanda. Ese objeto enmascarado en cada vuelta de la demanda es de lo que se agarra el neurótico. Entonces, ahí vamos a tener esta cuestión del deseo insatisfecho en la histeria, el deseo imposible en el obsesivo, o el deseo prevenido en la fobia. Pero no se trata ahí del deseo, se trata del fantasma.

Ahora, tienen que irse produciendo estas cuestiones que se resignifican entre sí, tiene que aparecer la pérdida en ese momento, dice Lacan, fundatriz, que es con la experiencia de los celos y la envidia, que es cuando ve al hermano agarrado de la teta; ahí estaba él, esa es la identificación al semejante, pero a su vez está ese objeto, la teta, que cae. Allí tiene que producirse esta pérdida para que entonces se revele que el deseo no tiene objeto. Eso se tiene que revelar en el análisis, y entonces, darse cuenta en la castración que el deseo tiene que ver con la imposibilidad del Otro de responder a la demanda. Es imposible, porque aparte el Otro no existe. Es esto mismo que hace que nosotros hablemos en la frustración de la Versagung, fracaso de la promesa, porque no puede responder.

Entonces, en la castración, en el poder dejar de estar suspendido en el Otro pidiendo una garantía de que alguien nos garantice algo.

5 de mayo de 2018

Identificación, nombre propio y síntoma

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