Читать книгу ¿Qué cambia la educación? - Diego Hernán Arias Gómez - Страница 10
El cambio y la estructura
ОглавлениеAl identificar el cambio como un ejercicio intencionado y relacionado con el asunto del poder, Popkewitz (1994) examina la forma como tras muchas invocaciones al cambio subyacen intereses por la estabilidad, la armonía y la continuidad institucional. Para el autor, la mayoría de investigaciones sobre el cambio desconocen el saber sobre las consideraciones de espacio y tiempo que forman parte de las condiciones sociales que lo posibilitan; es decir, los estudios se centran en lo particular y específico en detrimento de análisis sobre lo social e histórico. En este caso,
el discurso se centra en si los profesores son o no reflexivos o si la organización escolar permite o no la innovación, pero reflexión y organización carecen de referencia filosófica o contexto histórico que facilite la comprensión de cómo, por qué o qué está ocurriendo (Popkewitz, 1994, p. 31).
Convertir el problema del cambio, desde el aporte de Popkewitz (1994), en asunto de gestión de personal, de talento o de recurso humano, supone aceptar las relaciones sociales y de poder que están de trasfondo, y que de paso perfilan y exhiben a las instituciones como naturales, inamovibles y normales.
Para este autor, como para Elias (1997), la noción de estructura permite reconocer la forma como las pautas sociales y organizacionales que en algún momento sufrieron crisis y luchas internas, son presentadas luego como aceptadas y homogéneas por las personas. Por ello es clave entender que el concepto de cambio debe tener en cuenta los criterios de estructuración. La estructura, más allá del cambio, se entiende como el conjunto de regularidades, marcos y pautas de la vida social que permiten la vida y la comprensión del mundo. La estructura fija los límites de maniobra de los individuos en el horizonte de sus posibilidades y permisividades. La estructura representa para el sujeto, los marcos conscientes o inconscientes que determinan las prácticas.2
Esta concepción estructural posibilita entender el presente como resultado inédito de la herencia del pasado. Se resalta lo inédito porque en esto cabe la novedad, aunque con unos límites dados por la estructura. La estructura, que es dinámica, determina las condiciones de posibilidad y los límites de modificación al interior de una realidad social dada.
En el análisis estructural sobre el cambio comporta dos riesgos: el determinismo que asume que cualquier comportamiento de los actores sociales es el reflejo mecánico de las estructuras de poder, o un voluntarismo, que es lo más común en la literatura sobre el cambio, que supone los individuos libres de cualquier condicionamiento y atadura y, por tanto, omnipotentes para efectuarlo. Esta dicotomía es salvada por Pierre Bourdieu, quien con su concepto de habitus indicó el proceso mediante el cual lo estructural se individualiza. La acción no es producto de las conciencias individuales ni de la sociedad en abstracto, sino que está entre “la historia objetivada en las cosas, en forma de instituciones, y la historia encarnada en los cuerpos, en forma de disposiciones duraderas” (Bourdieu, 1990, p. 69). El habitus “programa” el comportamiento de los individuos, de manera que las preferencias, los gustos e inclinaciones de las personas son estructuras sociales encarnadas que recrean dentro de sí las influencias y las fuerzas organizadas de su ambiente.
Finalmente, Popkewitz (1994) define las relaciones estructurales como una complicada red de semejanzas que se solapan en el tiempo, en estas la fuerza de la fibra que constituye la red social depende del entrelazar con otros hilos; es decir, para efectos del concepto que nos convoca, el cambio ha de comprenderse no como una esencia unívoca y singular que sucede repentinamente en el tiempo, sino como la confluencia de distintas voluntades con vocación de poder, con capacidad para redireccionar el sentido de los acontecimientos, o por lo menos para intentar hacerlo.