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LUIS TRIBALDOS DE TOLEDO
AL LECTOR.

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Siendo don Diego de Mendoza de los sugetos de España mas conocidos en toda Europa, fuera cosa superflua ponerme á describirle; principalmente habiéndolo hecho en pocos pero elegantes renglones el señor don Baltasar de Zuñiga. Tampoco me detendré en alabar esta historia, ni en probar que es absolutamente la mejor que se escribió en nuestra lengua; porque ningun docto lo niega, y pudieráseme preguntar lo que Archidamo, lacedemonio, á quien le leia un elogio de Hércules: ¿Et quis vituperat? Solamente diré, qué causas hubo para no publicarse antes; las que me movieron á hacerlo agora; qué ejemplar seguí en esta edicion, y qué márgenes.

Cuanto á lo primero, es muy sabido y muy antiguo en el mundo el odio á la verdad, y muy ordinario padecer trabajos y contradiciones los que la dicen, y aun mas los que la escriben. Del conocimiento de este principio nace, que todos los historiadores cuerdos y prudentes emprenden lo sucedido antes de sus tiempos, ó guardan la publicacion de los hechos presentes para siglo en que ya no vivan los de quien ha de tratar su narracion. Por esto nuestro don Diego determinó no publicar en su vida esta historia, y solo quiso, con la libertad que no solo en él, mas en toda aquella ilustrísima casa de Mondejar es natural dejar á los venideros entera noticia de lo que realmente se obró en la guerra de Granada; y pudo bien alcanzarla, por su agudeza y buen juicio; por tio del general que la comenzó, adonde todo venia á parar; por hallarse en el mismo reino, y aun presente á mucho de lo que escribe: afectó la verdad, y consiguióla, como conocerá facilmente quien cotejare este libro con cuantos en la materia han salido. Porque en ninguno leemos nuestras culpas ó yerros tan sin rebozo; la virtud, ó razon tan bien pintada; los sucesos todos tan verisímiles: marcas por las cuales se gobiernan los lectores en el crédito de lo que no vieron. La determinacion de don Diego me prueban unas gravísimas palabras, escritas de su letra, al principio de un traslado de esta historia que presentó á un amigo suyo, en que juntamente pronostica lo que hoy vemos. «Veniet, qui conditam, et sæculi sui malignitate compressam veritatem, dies publicet. Paucis natus est, qui populum ætatis suæ cogitat. Multa annorum millia, multa populorum supervenient: ad illa respice. Etiamsi omnibus tecum viventibus silentium livor indixerit, venient, qui sine offensa, qui sine gratia judicent.» Senec. Epistol. 79. Dije que no quiso sacarla: añado, que ni pudo, porque no la dejó acabada, y le falta aun la última mano; lo que luego se echa de ver en repetir cosas, que bastaban una vez dichas: como la significacion de atajar y atajadores, los daños de la milicia concejil, y otras de este jaez; y aun mas de algunas notables omisiones que hacen bulto, y muestran falta, cual la de la toma de Galera, y muerte de Luis Quijada, advertida y elegantemente suplida por el gran conde de Portalegre; y otra no menor, cuando siendo encomendado lo de la sierra de Ronda á los dos duques de Medina Sidonia y de Arcos, cuenta muy extensamente el progreso de este; pero en el otro hace tan alto silencio, que ni aun nos declara las causas de no venir á la empresa; siendo así que para ello debió un tan gran señor tenerlas, y aun muchas, y muy justificadas. Otras faltas apuntara, mas basten estas dos para ejemplo. Muerto don Diego, viviendo aun personas que él nombraba, duraba el impedimento, que en vida: demás de que los eruditos, á quien semejantes cuidados tocan, quieren mas ganar fama con escritos propios, que aprovechar á la república con dar á luz los ajenos.

Cuanto á lo segundo, hoy que son ya pasados cerca de sesenta años, y no hay vivo ninguno de los que aquí se nombran, cesa ya el peligro de la escritura, no doliendo á nadie verse allí mas ó menos lucido; y aunque hay de ellos ilustrísimos descendientes, ó parientes, por haber militado en esta guerra una muy gran parte de la nobleza de España, seria demasiado melindre, y aun desconfianza, celar alguna faltilla del difunto, que les toca, cuando ninguna de las que se notan es mortal, ni de las que disminuyen la honra ó la fama; porque estas no las hubo, ni se cometieron, ni don Diego, siendo quien era, se habia de olvidar tanto de sus obligaciones, que las perpetuase, aun cuando se hubieran cometido. Porque la historia escríbese para provecho y utilidad de los venideros, enseñándolos, y honrándolos, no corriéndolos, ó afrentándolos, aun cuando para escarmiento quiera tal vez ensangrentarse la pluma. Tampoco me acordaba el quedar imperfecta; pues si este Júpiter olímpico, estando sentado, toca con la cabeza el techo del templo, ¿adónde llegara con ella, si se le levantara en pie? ¿adónde, si le colocaran y subieran en una basis?

En esta edicion lo que principalmente procuré, fue puntualidad, sin dar lugar á ninguna conjetura, ni enmendar alguno por juicio propio: cotejé varios manuscritos, hallándolos entre sí muy diferentes, hasta que me abracé con el último, y sin duda alguna el mas original, que es uno del duque de Aveiro, en forma de cuarto, trasladado de mano del comendador Juan Bautista Labaña, y corregido de la del conde de Portalegre, con el cual conocí cuan en balde habia cansádome con otros. Este texto es el que sigo, sin alterarle en nada, y es el genuino, y propio, de quien en su introduccion habla aquel gran conde. Deseaba yo ornar las márgenes con lugares de autores clásicos, bien imitados por el nuestro, y no me fuera muy difícil juntarlos, mas guardándolo para la postre, me sobrevino esta enfermedad tan larga y pesada que me imposibilitó: y porque se me da mucha priesa, los guardo para segunda edicion, si acaso hubiere, que espero serán muy gratos á los doctos. Dábame pesadumbre que fuese esta gran obra tan desnuda, que ni unos sumarios llevase, hasta que se me acordó de los que leí en un manuscrito de esta historia, que ha tres años me prestó aquí un caballero, que agora está en Lisboa; adonde al amigo que atiende á la edicion, encargué buscarlos, y ponerlos; y segun veo en los veinte pliegos que ya están impresos, cuando esto escribo, podrán servir en el interin; y esto es cuanto se me ofrece decir al lector.

Guerra de Granada

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