Читать книгу Objetivo Principal: La Forja de Luke Stone — Libro n° 1 - Джек Марс - Страница 12
CAPÍTULO SIETE
Оглавление18:15 Hora del Este
Condado de Queen Anne, Maryland — Orilla Oriental de la Bahía de Chesapeake
—Estás guapa —dijo Luke.
Acababa de llegar, se había quitado la camisa y la corbata y se había puesto unos vaqueros y una camiseta en cuanto entró por la puerta. Ahora tenía una lata de cerveza en la mano. La cerveza estaba helada y deliciosa.
El tráfico era una locura. Fue un viaje de noventa minutos desde DC, a través de Annapolis, a través del puente de la Bahía de Chesapeake, hasta la costa este. Pero nada de eso importaba, porque ahora estaba en casa.
Él y Becca se alojaban en la cabaña de su familia en el condado de Queen Anne. La cabaña era un lugar antiguo y rústico asentado en un pequeño acantilado, justo sobre la bahía. Tenía dos pisos, toda de madera, con chirridos y crujidos por cualquier parte que pisaras. Había un porche cubierto frente al agua y una puerta de la cocina que se cerraba de golpe con entusiasmo.
Los muebles del salón tenían generaciones de antigüedad. Las camas eran viejos esqueletos de metal con muelles; la cama del dormitorio principal era casi lo suficientemente larga, pero no del todo, para que Luke pudiera dormir cómodamente en ella. De lejos, la cosa más resistente de la casa era la chimenea de piedra en la sala de estar. Era casi como si la vieja chimenea ya estuviera y alguien con sentido del humor hubiera construido una choza de tablillas a su alrededor.
A decir verdad, la casa había pertenecido a la familia durante cien años. Algunos de los primeros recuerdos de Becca ocurrieron en esa casa.
Realmente era un lugar hermoso, a Luke le encantaba.
Estaban sentados en el patio trasero, disfrutando de la tarde mientras el sol se perdía lentamente por el oeste, sobre la vasta extensión de agua. Era un día ventoso y había velas blancas por todas partes. Luke casi deseaba que el tiempo se detuviera y poder simplemente sentarse en este lugar para siempre. El escenario era increíble y Becca estaba realmente hermosa, Luke no estaba mintiendo.
Era bonita como siempre y casi tan pequeña. Su hijo era una pelota de baloncesto que se escondía debajo de su camisa. Había pasado parte de la tarde cavando un poco en su jardín y estaba un poco sudada y enrojecida. Llevaba una gran pamela flexible y se estaba bebiendo un gran vaso de agua helada.
Ella sonrió. —Tú tampoco estás nada mal.
Una larga pausa se extendió entre ellos.
—¿Cómo ha ido el día? —dijo ella.
Luke le dio otro trago a su cerveza. Creía que cuando se estaban gestando los problemas, lo que debía hacer era ir al grano. Andarse por las ramas no era normalmente su estilo. Y Becca se merecía escucharlo de inmediato.
—Bueno, ha sido diferente. Don está llenando el lugar de empleados. Hoy dejó caer un proyecto en mis manos.
—Bueno, eso es bueno —dijo Becca. —Son buenas noticias, ¿verdad? ¿Algo a lo que hincarle el diente? Sé que has estado un poco aburrido en el trabajo y frustrado por el trayecto diario a la oficina.
Luke asintió. —Claro, es bueno, podría serlo. Es trabajo policial, supongo que así lo llamarías. Somos el FBI, ¿verdad? Eso es lo que hacemos. Lo malo es que, si asumo la misión y realmente, no tengo muchas opciones ya que es mi trabajo, tendré que salir de la ciudad unos días.
Luke podía oírse titubear y perder el tiempo. No le gustaba cómo sonaba eso. ¿Salir de la ciudad? ¿Era una broma? Don no lo estaba enviando a Pittsburgh.
Ahora Becca sorbió su agua. Sus ojos lo miraron por encima del vaso. Eran ojos cautelosos. —¿A dónde tienes que ir?
Aquí venía, más valdría sacarlo fuera.
—A Irak.
Sus hombros se desplomaron. —Oh, Luke, por favor. —ella suspiró pesadamente. —¿Quiere que vayas a Irak? Acabas de volver de Afganistán y casi te matan. ¿No se da cuenta de que estamos a punto de tener un bebé? Quiero decir, él lo sabe, ¿verdad?
Luke asintió. —Te ha visto, nena. ¿Recuerdas? Te trajo a verme.
—Entonces, ¿cómo puede siquiera pensar en esto? Espero que le hayas dicho que no.
Luke tomó otro trago de cerveza. Estaba un poco más caliente ahora, no tan deliciosa como hacía un momento.
—¿Luke? Le has dicho que no, ¿verdad?
—Cariño, es mi trabajo. No hay muchos trabajos disponibles como este para mí. Don me lanzó una cuerda y me salvó el pellejo. El Ejército iba a decir que tenía Trastorno de Estrés Postraumático y me echarían a perder. Eso no sucedió gracias a Don, así que no tengo mucho margen para decirle ahora que no. Tal y como van las cosas, es una tarea bastante fácil.
—Una tarea fácil en una zona en guerra —dijo Becca. —¿Cuál es el trabajo? ¿Asesinar a Osama bin Laden?
Luke sacudió la cabeza. —No.
—¿Entonces qué?
—Hay un contratista militar estadounidense allí que está fuera de control. Está saqueando viejos escondites de Saddam Hussein y robando dinero, obras de arte, oro, diamantes... Quieren que un compañero y yo lo arrestemos. No es una operación militar en absoluto, es un trabajo de policía.
—¿Quién es el compañero? —dijo ella. Podía ver en sus ojos que estaba pensando en lo que le había pasado a su último compañero.
—No lo he conocido todavía.
—¿Por qué no mandan a la policía militar a que haga esto?
Luke sacudió la cabeza. —No es asunto de los militares. Como he dicho, es un asunto policial. El contratista es técnicamente un civil, quieren dejar clara la diferencia.
Luke pensó en todas las cosas que estaba dejando de lado. La naturaleza inquieta de la región y la feroz lucha que se estaba desarrollando allí. Las atrocidades que Parr había cometido, el equipo de operadores rudos y asesinos implacables que había acumulado a su alrededor. La desesperación que debían sentir ahora mismo de salir con vida, ilesos, con todo su botín y sin ser capturados por la justicia. Los hombres muertos, decapitados, quemados y colgados de un puente.
De repente, Becca se echó a llorar. Luke dejó la cerveza y se acercó a ella. Se arrodilló junto a su silla y la abrazó.
—Oh Dios, Luke, dime que esto no va a empezar de nuevo. No creo que pueda soportarlo, nuestro hijo está en camino.
—Lo sé —dijo él. —Lo sé. No va a ser como antes, no es un despliegue. Me iré tres días, tal vez cuatro. Arrestaré a un tío y lo traeré a casa.
—¿Y si mueres? —dijo ella.
—No voy a morir, voy a tener mucho cuidado. Probablemente ni siquiera tendré que sacar mi arma.
Casi no podía creer las cosas que le estaba diciendo.
Ella ahora estaba temblando a causa de las lágrimas.
—No quiero que vayas —dijo ella.
—Lo sé, cariño, lo sé. Pero tengo que hacerlo. Será muy rápido. Te llamaré todas las noches, y puedes quedarte con tus amigas. Luego volveré y será como si nunca me hubiera ido.
Ella negó con la cabeza, las lágrimas caían con más dureza ahora. —Por favor —dijo ella. —Por favor, dime que va a ir bien.
Luke la estrechó con fuerza, teniendo en cuenta que el bebé crecía dentro de ella. —Va a ir bien, va a ir fantástico. Sé que así será.