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INTRODUCCIÓN

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Fue en el año 1974 que nuestros amigos Lynn y Glenn Koontz, nos invitaron a su hogar para compartir con nosotros lo que habían aprendido sobre los dones motivacionales durante un seminario avanzado titulado “Conflictos Básicos de la Juventud”, enseñado por Bill Gothard. Nos emocionamos mientras Glenn leía sus notas. Enseguida entendimos por qué éramos tan diferentes el uno del otro. Eso nos ayudó a entender cosas sobre nosotros mismos que anteriormente no habíamos entendido.

– ¡Vaya! – me dijo Don, mi esposo -, Ahora entiendo por qué siempre estás tan ansiosa por organizar las cosas, ¡incluyéndome a mí y a los niños!

– ¡Sí! contesté -, y ahora entiendo por qué siempre dices a todos que deben ver el lado bueno de cada situación.

Pronto reconocí que la administración era mi don primario. Por primera vez en mi vida entendí la razón por la cual sentía tal pasión por cualquier cosa en la que me involucraba. Entendí que estaba bien que yo prefiriera delegar tareas en vez de hacerlas yo misma. Pude, entonces, liberarme de la culpa que sentía por no ser el “ama de casa ideal”. Sentí alivio al saber que mi interés por emprender proyectos fuera del hogar era un comportamiento normal y aceptable para personas con mi don. También reconocí que algunos de los problemas en mi vida eran típicos de la persona que tiene el don de administración. De ahí en adelante entendería mucho mejor estos aspectos de mi vida, lo cual me ayudaría a cambiarlos.

Mi esposo Don reconoció que su don primario era el de la exhortación. Entendió por qué siempre tenía tantos deseos de aconsejar a las personas...algunas veces sin que se lo pidieran. Se dio cuenta de que el Señor lo había equipado para ser un motivador, para fortalecer al Cuerpo de Cristo, y que tenía que seguir haciéndolo, incluso cuando no hubiera resultados visibles de inmediato.

A raíz de esta revelación, Don dijo: “Empecé a aceptar algunas de las ideas y de los comportamientos de Katie. Al saber que ella obraba según los dones motivacionales que Dios le había dado, dejé de tratar de hacer que ella pensara y actuara a mi manera.”

Por mi parte, yo me di cuenta de que necesitaba dejar que mi esposo fuera lo que Dios quería que fuera. Nuestras diferencias ya no nos intimidan. Por el contrario, hemos aprendido a deleitarnos en ellas, sabiendo que Dios nos ha unido en el matrimonio siendo personas con dones diferentes que nos enriquecerán a ambos, si permitimos que sea así.

De la misma manera, empezamos a reconocer los dones únicos en cada uno de nuestros tres hijos. Linda, nuestra hija, es un ejemplo típico de una persona con el don de compasión. David es una mezcla interesante de los dones de sus padres: tiene el don de administración, el de enseñanza y el de exhortación. Dan tiene el don de percepción modificado por el don de compasión. Fue una experiencia divertida ver cómo la personalidad de nuestros hijos se desarrollaba y florecía cuando les permitimos ser lo que Dios quería que fueran. Nos ayudó a comprender mejor cómo disciplinarlos y motivarlos.

También llegamos a ser más sensibles a los dones de nuestros amigos y colegas. Pudimos entender mejor el motivo por el cual algunas de nuestras acciones causaban en los demás cierta reacción negativa en vez de una respuesta positiva, y también por qué algunas veces nos sentíamos intimidados por ciertas personas. Los conflictos personales con los demás disminuyeron, y en muchos casos hasta desaparecieron.

Pronto empezamos a usar los conocimientos que habíamos adquirido en todas nuestras relaciones interpersonales. Entendimos por qué los sermones de nuestro pastor tendían con mucha frecuencia a basarse en un tema determinado. Comprendimos por qué cierta persona a quien se le había dado un puesto de liderazgo en la iglesia, no podía con su cargo. Entendimos por qué nuestro hijo mayor cultivaba un grupo grande de amistades mientras que nuestro hijo mejor era feliz teniendo sólo uno o dos amigos íntimos. Percibimos por qué nuestra hija siempre se hacía amiga y protegía a los rechazados y marginados. ¡Todo empezaba a tener sentido!

INVESTIGACIÓN ADICIONAL

Nuestra perspectiva fue enriquecida aun más cuando recibimos una serie de casetes desarrollados por el Reverendo Don Pickerill, presidente de Life Bible College en California, que hablaba sobre los dones bíblicos. Mientras más examinábamos las Escrituras, más nos emocionábamos. Los personajes bíblicos empezaron a cobrar vida. Empezamos a ver cómo su ministerio, sus motivos y sus métodos encajaban en el propósito y el plan de Dios para su vida.

Al mismo tiempo, el Espíritu Santo empezó a confirmar que este era un tema acerca del cual Él quería que yo enseñara. (Me había dado cuenta de que mi don secundario es el de la enseñanza.) Entonces, tomando lo que otros habían descubierto y agregando lo que nosotros habíamos aprendido de las Escrituras y de la experiencia propia, comenzamos a enseñar sobre los dones en los grupos de mujeres, los estudios bíblicos y en cualquier lugar en que el Señor abriera las puertas de la oportunidad.

Y por supuesto, mientras más enseñábamos sobre este tema, más aprendíamos. La respuesta de los grupos era muy positiva. ¡Más discernimiento! Más indicaciones que estas enseñanzas eran indispensables y que cambiaban la vida de las personas. Yo, por mi parte, recopilaba datos de cada grupo al que enseñaba y desarrollé un método de evaluación (mi don de administración puesto en acción), que permitía que las personas identificaran sus dones.

Varias mujeres de nuestra zona comenzaron a enseñar sobre el tema y decidimos reunirnos cada mes para compartir nuestras ideas y lo que habíamos aprendido. Les comenté a Margaret Ann Hardwick, Judy Walker, Bobbie Elmore y Barbara Walsh que estaba preparando un libro sobre el tema y les pedí a todas ellas que me dieran sus sugerencias. Pasamos juntas momentos muy agradables, mientras investigábamos, revisábamos y agregábamos datos.

Quiero agradecer de manera especial a aquellos que ayudaron posteriormente con la recopilación de la investigación: Collen McGowan, Lydia Mathre y Carol Miller. Quiero agradecer grandemente a Helen Bishop, quien me ayudó al pasar infinidad de horas frente a la computadora. También quiero agradecer a Elizabeth Sherrill por la delicadeza y la meticulosidad de su revisión.

EXPOSICIÓN GENERAL DE LA ENSEÑANZA

Durante los últimos doce años, Don y yo hemos enseñado nuestro seminario sobre los dones motivacionales alrededor del país, desde Washington hasta la Florida, y desde California hasta Nueva York. También lo hemos enseñado en Canadá, Nueva Zelanda, Australia, Inglaterra, Escocia, Alemania, Panamá, India, Singapur, Hong Kong, Corea, Japón, América Central y las Filipinas.

Hemos tenido el privilegio de trabajar con intérpretes excelentes. En Panamá, cualquiera hubiera pensado que Karen Hines (esposa del evangelista Mike Hines) había enseñado sobre el tema durante años. En Alemania, Waltraud Keil (un maestro en la Escuela de Idiomas Berlitz) adquirió hasta nuestros gestos y nuestro tono de voz. En Japón el joven pastor Kai se relacionó con nosotros de una forma que sólo pudo haber sido obra del Espíritu Santo.

En Corea, Archer Torrey, teólogo y además nieto del escritor teológico R. A. Torrey, nos sirvió de intérprete en Jesus Abbey. Cuando le preguntamos por qué su traducción generalmente era más larga que el original, nos explicó que estaba recibiendo revelaciones tan claras del Espíritu Santo que las estaba agregando a lo que nosotros decíamos.

También nos han sucedido cosas graciosas, como aquella vez que Don dijo: “El que tiene el don de percepción ayunará y orará a menudo.” Nuestro amigo misionero, Ron Sisco, inmediatamente interrumpió para corregir al intérprete cuando este dijo: “El que tiene el don de percepción a menudo orará apresuradamente.” (En inglés, la palabra fast se puede traducir “ayunar” o bien “apresuradamente”.)

Hemos descubierto que estas enseñanzas atraen y se aplican no solamente a las personas de cada país y cada cultura, sino también a las personas de cada tipo de iglesia, denominación y organización. Asimismo, recibimos respuestas entusiastas de jóvenes, grupos universitarios, adultos y ancianos. Todos ellos dicen lo mismo: “¡Este seminario ha cambiado mi vida!”

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